Por: Alejandro Rutto Martínez
Nos hemos congregado en este
lugar en donde tantas veces hemos estado, para acompañar a una familia a la que
sentimos como propia y que hoy tiene un encuentro vital con su historia al
despedir a quien fuera su fundador y uno de los consagrados patriarcas del
Maicao de nuestros sueños, esta tierra adorable a la que el profesor Ramiro
Choles definió como “centinela Insomne
frontera”
Para hablar de Ángel Mercado, es
bueno conocer por lo menos tres de sus facetas más importantes. Primero, la del
hombre de comunidad, el que visionó un pueblo en mejores condiciones para él y
para sus descendientes y por el cual trabajó en cada uno de sus días hasta
lograr que un puntito de sus sueños quedara impregnado en el lienzo variopinto
de nuestra realidad.
Segundo, es bueno recordar la
faceta del señor Ángel como el artista en cuyas manos y cuyo talento tuvo la
virtud de convertir las letras del pentagrama en bellas melodías que
emocionaron en diversas oportunidades a los jóvenes de su generación. Fue un
gran conocedor de la artesanía musical, capaz interpretar los complejos
símbolos del pentagrama y de traducirlos en hermosas melodías para deleite de
quienes tuvieron la fortuna de conocerlo en aquellos tiempos.
Por otra parte deberíamos
definirlo como el fundador dedicado y el patriarca consagrado de una familia de
especial tradición en el barrio El Bosque, en la comunidad Joseísta y en todo
el municipio de Maicao. Creo que este
pueblo, sus calles anchas, polvorientas
y olvidadas, sus molinos oxidados, ruidosos y vencidos por el tiempo, su laguna extinguida
y sus llanuras infinitas, no serían
iguales si en su territorio no se hubiera asentado esta querida familia,
fundada por él, y de la cual han brotado trabajadores incansables,
profesionales sabios, educadores excelsos, líderes sociales y, sobre todo,
hombres y mujeres de bien de quienes los maicaeros nos sentimos profundamente
orgullosos.
Sea esta la oportunidad para el
abrazo lleno de cariño a doña Elsa, quien me vio crecer junto a varios de sus
hijos; sea también el momento para darle un fuerte apretón de manos a Ángel, uno de los mejores maestros que he
tenido a lo largo de la vida. Y sea la
oportunidad también del abrazo fraterno para William, uno de mis mejores amigos
de los tiempos del colegio; abrazo que hago extensivo a Jairo, Luz Marina, Nancy, Armando, Alexander y a todos los que tuvieron la oportunidad
feliz de ser engendrados por este varón a quien hoy despedimos y de quien vamos
a conservar el recuerdo grato de su tránsito por el universo de la sabiduría y
quien entre sus maravillosos atributos tuvo el de ver con claridad el astro más
bello que cuelga de la noche, para convertirlo en notas preciosas de
incomparable musicalidad.
Dios bendiga a la familia y a los
amigos de Ángel, quien regresa a la patria celestial, de donde hemos venido y a
donde hemos de llegar, tal como un día nos lo dijo Jesús: "En
la casa de Mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, se lo hubiera dicho;
porque voy a preparar un lugar para ustedes.
Tengamos fe y
mucho ánimo, porque, como lo ha dicho Francois Mauriac: “La muerte
no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los
inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y
definitivamente”.