martes, 25 de enero de 2011

En accidente de tránsito murió joven conductor de motocicleta


Tomado de EL INFORMADOR

Por: José Luis De La Hoz

En un accidente de tránsito ocurrido a las ocho y treinta de la mañana de ayer lunes, perdió la vida el joven Jonathan Daniel Brand Monsalve.

Los hechos ocurrieron en plena Troncal del Caribe frente al barrio de urbanización Mareigua en la salida que del municipio de Maicao conduce a Riohacha.

De 27 años de edad Jonathan Brand Monsalve intentó, según testigos, esquivar un automotor que estaba en su línea de conducción, con tan mala suerte que colisionó de frente con un camión tipo volteo, y perdió la vida de forma instantánea.

El joven fallecido residía con sus padres en la calle ocho entre carreras veinticuatro y veinticinco, en el barrio Paraíso de esta localidad fronteriza.

No deja hijos, sus padres se dedican a atender un establecimiento de venta de licores en el Centro de la ciudad, en donde Jonathan Daniel ayudaba a Gabriel Brand y Elida Monsalve.

El vehículo involucrado en el insuceso es un camión Chevrolet tipo volteo placas 950 VAM de matrícula venezolana, color blanco. Por su parte el fallecido Jonathan Daniel se movilizaba en una motocicleta pulsar de color verde y matrícula SAG-90B en la que tradicionalmente circulaba por las calles de Maicao, ayudando al sustento de su familia.

El lamentable accidente hizo colapsar la entrada y salida de vehículos desde Maicao, generando además el comentario insistente sobre la urgente necesidad de una vía alterna o variante que evite la presencia en el casco urbano de este tipo de automotores y que en casos como este no se congestione la entrada y salida de vehículos.

sábado, 22 de enero de 2011

Fútbol: nostalgias lejanas y cercanas(4)

1.974, la alineación de los superhéroes

Por: Alejandro Rutto Martínez

Va a comenzar el campeonato intercursos en mi colegio. Gimnasio Girardot, se llama, en homenaje al héroe de Bárbula, Atanasio Girardot. En las clases de historia nos han enseñado sobre la valentía, el honor y el amor a la patria de nuestros próceres.
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La lista de héroes y heroínas, sobre cuyas virtudes humanas y casi divinas debíamos estudiar, era increíblemnete largar: Acevedo y Gómez, Galán, Nariño, Torres, Miranda Bolívar, Santander, Nariño, Córdoba, Sucre, Policarpa, Manuela Beltrán…en fin, parecía la alineación de un equipo de fútbol, aunque nunca nos contaron por qué jugaban, ni nos hablaron mucho de la alineación del equipo contrario.
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En las radionovelas uno al menos conocía a los malos, pero en clases solo nos hablaban de los buenos. ¿Serían verdaderamente buenos? Yo comparaba las clases de historia con las de religión y creo que tenían problemas con algunos mandamientos de la ley de Dios. Sobre todo aquellos relacionados con el verbo matar y la mujer del prójimo. "A los héroes se les perdona todo" me dijo un profesor. Creo que a algunos que posan de héroes hoy en día, también les perdonan todo. A tros no les perdonan nada. No les perdonan ni el color de su piel.
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El único a quien no conocimos fue a José Prudencio Padilla, quien paradójicamente era el héroe local. Es como si a los niños de Santa Marta le hablaran de Willington Ortiz, Ernesto Díaz, Pedro Zape y Faustino Asprilla y no les dijeran una palabra sobre el “Pibe” Valderrama.
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Nuestro héroe predilecto, por orden de la directora, era Atanasio Girardot. Después seguían los demás. Punto final sobre la leccioón de historia. Como nos la querían enseñar. Como nos la enseñan todavía. ¿Cuál es la filiación política de los historiadores?

Fútbol: Nostalgias lejanas y cercanas (3)

Por: Alejandro Rutto Martínez

Para mí el fútbol es el deporte que jugamos en mi calle: un sitio plano, pero salpicado de piedras y vidrios en donde ponemos dos porterías pequeñas separadas por 20 metros de distancia. Allí jugamos tres contra tres, o cuatro contra cuatro o siete contra siete si todos tienen ganas de jugar y han logrado escapárseles a las tareas del colegio.
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La pelota, la pelota la hacemos con las medias rotas de los hermanos mayores y cuando no hay medias rotas nos toca con las nuevas y a veces con las toallas. La portería tiene ochenta centímetros de ancho y su alto… es el alto de la bola, así que solo se aceptan goles cuando la pelota va a ras de piso. Pasa como con ciertos empresarios que pagan sueldos a ras de la miseria.
Bueno lo cierto es que el marco no es de madera ni es metálico. Cuatro piedras, dos en cada extremo de la cancha, hacen las porterías. Se forman unas discusiones tremendas cada vez que hay un gol. Todos se ponen rebeldes cuando el equipo contrario celebra. Todos los futbolistas del mundo son (somos) rebeldes.

Fútbol: nostalgias lejanas y cercanas (2)

Por: Alejandro Rutto Martínez

Acabo de cumplir diez años y por primera vez voy a una cancha de fútbol. Me acompañan dos vecinas, de confianza de mis padres. Ellas son madre e hija. La madre con surcos en su rostro muestra el paso despiadado del tiempo. Su hija a pesar de tener solo quince años, también es vieja a mi juicio, pues me lleva media vida de ventaja.

A través de la multitud no logro distinguir quienes son los jugadores. Solo recuerdo a alguien que pasa raudo con la pelota con un uniforme a rayas azules y blancas. ¿Sería del Deportivo Santander? Pasa el fútbol por primera vez en mi vida, pero no por mis ojos que se inundaban del espeso polvo que levantaba la brisa rebelde de esa tarde. ¿También la brisa es rebelde?

En un descuido salgo corriendo escapándome de mis guardianas pero la quinceañera sale tras de mí respirándome en la nuca, así que no soy completamente libre. Hoy pienso que a muchos señores les hubiera gustado ser perseguidos por una mujer de quince, pero ese día no era mi caso.
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En la caminata de regreso, cuando mi perseguidora me trae de vuelta prendida al cuello de mi camisa, un amigo de la casa me invita a un helado beneficiando también a mi perseguidora.
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Cuando nos acercamos la anciana regaña a su hija por creer que había gastado el dinero en helados para ella y para mí. Aún hoy recuerdo su cara de bruja rebelde al sentirse amenazada por la ruina. ¿También las brujas son rebeldes?

Fútbol: nostalgias lejanas y cercanas (1)

Por: Alejandro Rutto Martínez

Diciembre de 1.973

Tenía yo nueve años. En casa prendieron el radio un domingo por la tarde y escuchamos al locutor de cierta emisora nacional en su narración un partido de fútbol. El que habla no es Martín Valiente, el héroe venezolano de la radionovela que escuchamos todos los días a las 12. Es colombiano y habla con vigor y ritmo, como si estuviera cantando y de hecho canta con la inspiración propia de los narradores de mi país.
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Uno de los equipos marca y va ganando 1-0, lo que motiva un ruidoso y prolongado grito del hombre de la radio. Luego el mismo equipo, Deportivo Cali se llama, marca otra vez. Lo sé porque siento que el locutor va a romper el deteriorado parlante de nuestro viejo radio. Sigo entretenido en el juego con mi volqueta roja recién sacada de su empaque en el arenoso patio de la casa, pero tengo los oídos puestos en la transmisión radial. Van 2-0. Cuando descargo un viaje de arena en el rincón del patio oigo otro gol y mi hermano, bueno para las cuentas me recuerda que van 2-1. Luego 2-2 y al final el que perdía gana por 3-2…es una gran hazaña, dice el narrador y lo confirman otros señores que no gritan tanto.
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Yo, que no tenía equipo, elijo a los héroes de esa tarde. No es ni Santa Fe, ni Millonarios…los cuadros a quienes admiran mis hermanos. Ni Junior, el cuadro por el que vibran casi todos en el mundo, mi mundo, conocido. Desde ese día reseco y soleado soy seguidor incurable del Atlético Nacional. Es un error más de la genética en una sola casa, porque la genética indica que todos los habitantes del Caribe deben ser junioristas.
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Yo aún no sabía de genética ni de regiones o regionalismos. Y cuando por fin supe algo, entendí que se puede cambiar de religión o de nacionalidad, o de casa o de lugar de residencia, pero no se puede cambiar el equipo por el que se goza y sufre. Sobre todo cuando se sufre, que es lo que más le pasa a quienes nos gusta el fútbol.

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