Por: Amylkar D. Acosta M
Como lo afirma el premio Nobel de Economía Paul Krugman, en materia de competitividad “La productividad no lo es todo; pero, a largo plazo, lo es casi todo”. Uno de los mayores retos que tiene Colombia de cara a la postcrisis es precisamente cómo mejorar en todos aquellos aspectos que tienen que ver con la competitividad, única manera de retomar la senda del crecimiento sostenido de su economía. Una vez superada la crisis se recrudecerá la guerra comercial entre los países, al tiempo que los inversionistas serán más exigentes y selectivos al momento de tomar sus decisiones de en dónde invertir.
El país no puede, entonces, aspirar a seguir siendo competitivo con base en la tasa de cambio y los costos laborales, pues ya sabemos que esta es un arma de doble filo, que hoy nos puede favorecer pero mañana se devuelve contra nosotros mismos. Sólo la mayor productividad, tanto del trabajo como del capital, asegura la consolidación del desarrollo industrial del país, para así poder incursionar con fuerza en el mercado externo, pero sin desguarnecer la retaguardia del mercado interno.
Por fortuna el país en los últimos años ha venido adquiriendo conciencia de esa realidad y fruto de ello es el establecimiento del Sistema Nacional de Competitividad, la Agenda Interna para la Productividad y la Competitividad (AIPC) y los avances en la formulación de los planes regionales de competividad.
Este es un avance en la dirección correcta y en ello no se debe desmayar; por el contrario, hay que persistir en ello. Un aspecto primordial inherente a la competividad es atraer la inversión extranjera directa (IED), pues con ella se apalanca el crecimiento y se propicia la transferencia de tecnología. Para ello, más importante que las gabelas impositivas es el mejoramiento del clima de los negocios y en ello el país ha logrado importantes progresos.
Según el último informe del Banco Mundial (BM) y la Corporación Financiera Internacional (IFC), en el Doing Business (DB)2009, Colombia y República Dominicana son los líderes en Latinoamérica y el Caribe en hacer ajustes para hacer que el ambiente de negocios sea más amigable y fluido. Por segundo año consecutivo, Colombia se erige como líder global en esta línea de facilitar acciones empresariales, ascendiendo de un año a otro desde el puesto 66 hasta el 53 entre 181 países, por sus ajustes y optimizaciones en cinco de las diez áreas que estudia el informe. En este aspecto colombia está por encima de Argentina (113), Bolivia (150), Brasil (125), Costa Rica (117), República Dominicana (97), Ecuador (136), El Salvador (72), Guatemala (112), Haití (154), Honduras (133), Jamaica (63), México (56), Nicaragua (107), Panamá (81), Paraguay (115), Perú (62), Uruguay (109), Venezuela (174), entre otros.
Estos avances tan importantes, señaló el Ministro de Comercio, Turismo y desarrollo, Luis Guillermo Plata, “demuestran que Colombia está cambiando en todos los sentidos, pues no sólo ha mejorado las cifras en reducción de violencia, sino que se están haciendo grandes esfuerzos para avanzar en otros indicadores” .
Desafortunadamente el país no está cambiando “en todos los sentidos” como lo afirma con el deseo el Ministro, pues otro barómetro que mide también el grado de competitividad de los países pone al desnudo nuestras falencias. Se trata del reporte anual del Foro Económico Mundial (FEM), organizador del encuentro de Davos (Suiza), referido fundamentalmente a las facilidades para promover el comercio. En la primera versión de este escalafón, que se elaboró en 2008, Colombia ocupó el puesto 75 entre 118 paíases.
Este año cayó al lugar 84 entre 121 , perdiendo 9 escalones de un año a otro; desde luego, no se trata de que el país esté retrocediendo sino que otros países están avanzando con mayor rapidez, lo que hace que se siga rezagando. Cómo se explica que mientras el país muestra muy significativos avances en el DB baja en el ranking del FEM? Sencillamente, el Índice del Banco Mundial tiene un concepto más restrictivo de la competitividad, reduciéndolo al “entorno para hacer negocios”. El del FEM es más comprensivo al definir la competitividad como el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan la productividad de un país. Mientras el FEM incluye entre otros la calidad de la infraestructura de transporte y telecomunicaciones y la estabilidad del ámbito macroeconómico, el DB se concentra en temas de eficiencia en trámites y régimen tributario.
Ello indica que lo que se ha venido haciendo para mejorar el clima de los negocios es muy importante, es una condición necesaria pero no suficiente para alcanzar el objetivo de un mayor y mejor posicionamiento en la economía global. Hay mucho más por hacer en lo concerniente a las facilidades para promover el comercio, sobre todo en el área del entorno empresarial, que es lo que peor le va.
No deja de desconcertar que sea justo en este renglón, “que contempla el impacto de la seguridad sobre los negocios” en el que el país ocupe el último lugar, llevando el farolito. Y ello, muy a pesar de la gran apuesta de la actual administración con su política de la “seguridad democrática”, como uno de los pilares de la confianza. Hay que hacer y mucho en este otro frente, especialmente en el fortalecimiento institucional, para poder encarar con éxito los desafíos del futuro. Esta es la otra cara de la moneda.
Bogotá, julio 17 de 2009
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