El riohachero ancestral era un individuo de hondas convicciones familiares y vecinales; cumplidor de su palabra , respetuoso de sus mayores, machista a morir pero venerador de la mujer e incapaz de causarle daño físico pero sobre todo devoto de la Virgen de los Remedios. La observancia de los ritos eclesiásticos y las buenas costumbres durante las fiestas religiosas y los duelos familiares era de obligatorio cumplimiento no porque la falta de ellos acarreara sanción y premio su cumplimiento, sino como una conjugación de la tesis Kantiana de cumplir el deber por el deber sin la esperanza del premio o el castigo.
Hoy las cosas han cambiado. La patanería, la falta de civismo y la vulgaridad son el común denominador de los habitantes de Riohacha. Veamos, si no, el comportamiento ciudadano en dos fiestas tradicionales : los carnavales y la semana santa; expresión de jolgorio, extroversión, alegría y derroche de sátira social una y manifestación de circunspección, devoción y reflexión la otra, pero que en las épocas actuales son utilizadas por el vulgo para dar rienda suelta a sus bajas pasiones y proclividad atávica.
Los carnavales, adaptación de las festividades romanas instituidas en honor de Baco, dios del vino, y Momo, dios de la burla, con expresiones autóctonas como los embarradores y las piloneras, era la época propicia para la sátira fina y la crítica constructiva en la que se daba rienda suelta a la imaginación para exorcizar los demonios internos durante tres días de bailes y disfraces que representaban el ego recóndito de cada uno. El pueblo se olvidaba de sus pesares y malquerencias y en una verdadera demostración de democracia, pobres y ricos, blancos, negros, indios y mulatos, hombres y mujeres, intelectuales y analfabetos, católicos y herejes se confundían en una danza de pasiones, alegría y furtivos amores. Pero todo se desarrollaba dentro de la decencia y el respeto a los mayores.- Hoy ese evento es la oportunidad para que los resentidos sociales den rienda suelta a sus fobias y desamor por al ciudad; una horda de rufianes sale de su madriguera, donde viven agazapados durante todo el año, para ensañarse contra todo aquello que en su distorsionada percepción representa la antítesis de su estrato. La chabacanería, la patanería, el ataque aleve con agua e inmundicias, la oportunidad para el atraco, y la vejación son el cotidiano actuar de estos pelafustanes en que se han convertido algunos habitantes de nuestra capital.
Por desgracia, la semana santa, la celebración cimera de la liturgia cristiana, no escapa a este proceso de descomposición social. La manifestación del odio que tienen los migrantes con esta ciudad que los acogió, y les dio trato de primera a ciudadanos que eran considerados menos que siervos de la gleba en otras latitudes ,también tiene su expresión en esta semana que debe servir para hacer una introspección analítica del comportamiento individual y luego de una confesión de boca o interna en un acto de contrición perfecta enmendar un comportamiento irracional y como propósito de enmienda pagar algo de la caridad que este pueblo amable prodigó cuando de manera cristiana dio
posada al peregrino. En retribución de ello, por el contrario, Riohacha, recibe improperios y la actitud desaforada de elementos lumpenescos que hacen de su proceder censurable una afrenta a la decencia colectiva.
Grupo de sátiros, cavernarios, cafres y hotentotes el viernes santo en lugares aledaños a la catedral, como en una danza que los retrataba de cuerpo completo, se dieron a la tarea de lanzarse los recipientes de la basura ante el asombro, indignación y repudio de propios y extraños y la mirada complaciente y cómplice de las autoridades. Así le paga el diablo a quien bien le sirve.
Sociólogos y psicólogos tiene una cantera rica para realizar estudio de comportamiento social y de anacronismo en la relación individuo sociedad; pero la percepción que tenemos los ciudadanos del común es que todo esto es producto de la anarquía en que vive el municipio, falta cultura ciudadana pero sobretodo se carece de autoridad, en Riohacha nadie manda y por lo tanto nadie obedece.
ROBERTO GUTIERREZ CASTAÑEDA
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