
Fue así como en todos los lugares de Colombia rápidamente se empezó a escuchar la historia de la existencia de un pueblo semidesértico, en el cual todo el que llegaba prosperaba, tanto que cuando se regresaban a su lugar de origen no le alcanzaban las manos para las maletas que llevaba. Muy pronto se regó la voz por todas partes y los pocos habitantes de esta tierra empezaron a mirar, con extrañeza e intriga, el arribo de de mucha gente, quienes venían con las esperanzas puestas en este singular pueblo. Esto propició, lógicamente, que los ranchos, las casas y las edificaciones empezaran a multiplicarse por doquier.
Es que el Maicao que conocemos siempre ha sido un pueblo amable y de corazón abierto para todos. Nadie puede desconocer que además de ciudad comercial, es una ciudad cosmopolita que de forma hospitalaria y sin preferencias, ha albergado en sus cálidas tierras a un sinnúmero de de personas provenientes de todas las regiones de Colombia y hasta de los cuatro puntos cardinales del planeta (el 80% de los habitantes de Maicao no son propiamente maicaeros. Puedes comprobar esto haciendo un rápido sondeo a tu alrededor).
Nos atrevemos a afirmar que Maicao es un sitio bendecido y privilegiado. Muy a pesar del inclemente clima que se registra en esta tierra (más de 35 grados diariamente), las fuertes brisas y la parcial problemática del agua, este es un pueblo que aún le genera ingresos a todo el que llega. Casi nadie se va con las manos vacías para la casa (excepto los que no trabajan).
Hemos sido, aun cuando muchos no quieran reconocerlo, parte importante en el renglón de la economía Nacional. Pero cumplimos un ciclo, como todas las cosas en la vida. Atrás ha ido quedando la época dorada en la que éramos reconocidos como la vitrina comercial de Colombia, tiempos aquellos en donde nos dábamos el lujo de surtir comercialmente a gran parte del territorio nacional. Nuestra posición de frontera nos ubicó durante largo tiempo como un paraíso comercial muy apetecido, el cual supieron aprovechar muchas personas que hoy le deben lo que son a este terruño del centro de La Guajira.
Pero como nada es eterno en el mundo, es preciso que esa etapa la guardemos en el álbum del recuerdo, juntemos fuerzas y nos dediquemos todos por igual a construir un nuevo Maicao. No nos podemos desesperar ni angustiar por las dificultades que nos aquejan, pues ellas siempre estarán. Pero bueno, nunca antes nadie dijo que la vida fuera fácil: la vida toda es un ciclo y tarde que temprano Maicao va a cambiar.
No podemos desconocer que la naturaleza siempre obra sabiamente. Tal cual el chico se vuelve adulto, desea desarrollarse y busca independencia; la llamada tierra del maíz continúa en ese proceso: está en vía de desarrollo y engrandecimiento. Maicao es otro, indiscutiblemente se creció y hay que reconocerlo. Ha aumentado en población, en manifestaciones culturales (ya tenemos un festival propio), en proyección social y hasta en importancia política (antes no llegaban dignatarios; ahora nos visitan desde presidentes para abajo).
Pero las cosas no se pueden quedar ahí, y el proceso natural no se puede estancar. El Maicao de hoy necesita personas decididas y comprometidas ética y moralmente con su desarrollo.
Por último, debemos reconocer que el Maicao de hoy es producto de la voluntad Divina del Dios Supremo. Quizás es por ello, que Maicao debe creer decididamente en Dios, pero no en el Dios muerto, crucificado e impotente que nos muestran los cuadros religiosos; sino en un Dios que venció la muerte y para el que está comprobado que nada es imposible; mucho menos, alzar en victoria a este pueblo que tanto lo necesita.. Ya lo hizo en la antigüedad con el pueblo de Israel y lo sigue haciendo en la postmodernidad con los pueblos que siguen sus mandatos.
Un ejemplo claro y evidente del desarrollo que adquieren los pueblos que creen y confían en ese Dios vivo del que hablamos, es el gigante del Norte: Estados Unidos, considerado actualmente como la gran potencia mundial. Éste es un país que a pesar de todas las contrariedades morales que rodean a sus dirigentes y gobernantes, confiesa públicamente su creencia en ese Dios vivo, haciéndose llamar sin tapujos, ni vergüenza, Protestantes. La confianza en Dios es evidente en muchos aspectos de la cotidianidad de los norteamericanos, pero fundamentalmente queda registrada en dos aspectos relacionados con su economía:
1. Tienen como base de su economía y desarrollo integral la ética protestante de Max Weber (ojalá a todos nos la enseñaran en los centros educativos y nuestros dirigentes la consultaran y la pusieran en práctica).
2. Y, como muestra fehaciente, en sus billetes, de cualquier denominación, nunca falta la frase “IN GOD WE TRUST” (En Dios confiamos).
Indiscutiblemente, esto es lo que hace la diferencia con otros pueblos. Creo que no necesito ahondar más en el tema, es preciso que cada uno saque sus propias conclusiones. Sólo te recuerdo que un pueblo que no cree en un Dios verbo, como dice la canción de Arjona, ni en su gente, está destinado a no salir de la crisis y tarde que temprano se aproximará a un eventual fracaso…
NEIL DAVID HEREDIA
Lic. en Lenguas Modernas (UNIGUAJIRA)
Ensayo para el Desarrollo del Talento Humano
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