Resumen del episodio anterior: Un trabajador de Guillermo llega a donde Sara para informarle que Guillermo ha sufrido un grave accidente. La necesitan en el hospital para que firme una autorización.
Sara hizo acopio de
todas sus fuerzas y de su temple de mujer llanera, se cambió tan rápido como
pudo y se dirigid al hospital.
¿Qué le habrá pasado a
Guillermo? ¿Estará muy grave? Era lo que
se preguntaba mientras el taxi se aproximaba al Hospital San José.
Al llegar se enteró de
que la situación de su esposo era mucho más grave de lo que imaginaba.
Guillermo había sufrido
un accidente gravísimo, se debatía entre la vida y la muerte. Testigos oculares
de los hechos le relataron que había perdido el equilibrio cuando inspeccionaba
los trabajos en la azotea y había caído hasta el fondo de un hueco en la acera
en donde se iba a construir la alberca.
La caída fue terrible, amortiguada sólo por la arena apilada. Sobre su
espalda cayó una motobomba.
Tan grave estaba que
los médicos no se atrevían a responder por su vida. Los golpes y las lesiones
sufridas eran de tal gravedad que si sobrevivía estaba condenado a no caminar
nunca más. Los médicos sugerían un traslado inmediato a una ciudad en la que
hubiera mejores recursos para atenderlo, aunque dudaban que llegara con vida a
otra ciudad. En todo caso, necesitaban la autorización de Sara para ese
traslado.
La situación era en verdad muy complicada.
Sara se apartó de los médicos y acompañantes para hacer una oración. Le
prometió a Dios que si salvaba a su esposo se volvería la más fiel creyente y
su casa será casa de oración y albergue de la más importante de todas las
celebraciones religiosas.
El paciente fue
trasladado a Cartagena, una ciudad muy distante. El recorrido estuvo marcado por la
incertidumbre, los signos vitales eran estables, pero la preocupación era
evidente en los familiares y cuerpo médico. Sara lloraba en silencio y
permanecía en comunicación con el cielo. Hizo varias promesas y luchaba contra
la idea de perder a su esposo.
Guillermo sobrevivió al
prolongado viaje, fue intervenido varias veces por los cirujanos y empezó a
mostrar una evolución prometedora. Después pasó a tener una recuperación
milagrosa. Días después recibía el contundente mensaje de parte de los
doctores:
-
"Usted va a morir de otra cosa, pero no
por causa de este accidente. Parece que usted bajó de ese edificio en las alas
de Dios"
A su regreso a Maicao
celebraron una misa en homenaje a Dios, el barrio entero asistió para acompañar
y agradecer por el milagro más grande que hubieran visto en mucho tiempo. Los
médicos le habían recomendado absoluto reposo, pero él tenía en mente un nuevo
proyecto. No podía quedarse quieto ni en su etapa de convalecencia.
Guillermo es un hombre
querido en el barrio y muy respetado en el resto de la ciudad. Lo conocen los
comerciantes, los dirigentes del deporte, los niños que son pequeños y los
niños que se hicieron grandes.
Miller Angarita un
comerciante propietario en otros tiempos del Depósito River Pley y figura
central de la Organización Deportiva Maracaná se hizo buen amigo de Guillermo a
quien conoció de una manera muy particular, como lo vamos a relatar más
adelante. Esta es la opinión que tiene
sobre su amigo, a quien de manera cariñosa llama “El Mono”:
-
“El Mono es un hombre amable, carismático,
servicial, y su esposa Sara le seguía todos sus pasos y en todo lo que hacía él
ella estaba ahí apoyándolo, cuando podía echábamos cháchara, y los admiraba por
ser una pareja de esposos muy ejemplares y todos dos serviciales”.
Volvamos con Guillermo
quien ya había superado la etapa de convalecencia. Un día fue al mercado y
trajo varias cajas de tomate vacías, mucha madera y tela, potes y combustibles.
¿Qué se proponía ahora?