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sábado, 12 de julio de 2008

MECANISMOS DE CONTROL Y VIGILANCIA DE LAS REGALÍAS

Por: Amylcar Acosta Medina
Con el fin de garantizar la eficiencia y la eficacia en la inversión de las regalías y garantizar el buen uso de las mismas por parte de las entidades territoriales y vigilar que se inviertan de acuerdo con lo preceptuado en la Constitución Política de 1991, la Ley de Regalías y sus decretos reglamentarios se presentan las siguientes propuestas:

· Definir metodologías claras y precisas para determinar los indicadores básicos de cobertura en educación, salud y saneamiento básico y establecer su seguimiento y evaluación periódica. Es fundamental garantizar la transparencia y confiabilidad de los mismos.

· Un aspecto primordial que debe contemplarse con prontitud, es trabajar en la capacitación, para elevar la idoneidad de los gestores fiscales de las regalías, en ello debe jugar un papel fundamental el DNP, la Escuela Superior de la Administración Pública (ESAP) y la Dirección de la Función Pública. En este sentido, cabe resaltar el propósito de la Empresa El Cerrejón a través de una de sus fundaciones de coadyuvar en la búsqueda del fortalecimiento institucional.

· Delegar en la Contraloría General de la República la potestad de solicitar la suspensión de giros de regalías y cambio de ejecutor de las regalías cuando se demuestre que la entidad territorial beneficiaria esté administrando o ejecutando los proyectos de manera irresponsable o negligente.

· Ejercer, de común acuerdo entre la Contraloría General y las contralorías territoriales o en quien haga sus veces el control concurrente y la vigilancia de la adecuada utilización de las regalías por parte de las entidades territoriales, sin perjuicio del control prevalerte de la Contraloría General.

· Fortalecer y promover la conformación de Comités de Vigilancia Ciudadana para las regalías en todo el país. Estos deben servir de alertas tempranas, para que los organismos de control actúen con prontitud y celeridad, evitando la consumación del ilícito o la irregularidad. Recientemente se constituyeron sendos comités de vigilancia y evaluación del uso de las regalías en los dos departamentos, bajo los auspicios de la Contraloría General y de la Procuraduría, para velar por el buen uso de las mismas, para que no se sigan yendo por las cañerías de la corrupción y la inmoralidad administrativa. Habrá que replantear tales comités y hacerles algunos ajustes, porque tal como están integrados y funcionando no son operantes y dejan mucho qué desear.

· El país estaba pidiendo a gritos una reforma de la Ley 80 de 1993 (Estatuto General de la Contratación de la Administración Pública), que estaba llena de recovecos y burladeros, resultando demasiado laxa; desafortunadamente, se malogró la oportunidad de hacerlo con ocasión del Proyecto que cursó en el Congreso por enésima vez; la Ley 1150 de 2007 al final quedó convertida en un colador, en un mero ejercicio de gatopardismo. ¡Una decepción más! Los escándalos por la malversación y despilfarro de las regalías no paran, la desviación de estas a fines ajenos a los fijados por la Constitución y la Ley siguen siendo moneda corriente. No hay duda de la necesidad de potenciar la capacidad de control social que se puede ejercer sobre la inversión de las regalías a través de las veedurías ciudadanas[1], para ganar en transparencia y visibilización de la gestión pública. En este sentido las comisiones de seguimiento y control implementadas a instancias de la Contraloría General y la Procuraduría tanto en La guajira como en el Cesar son experiencias que no se deben desaprovechar, extrayendo de ellas enseñanzas tanto de lo bueno como de lo malo. Hay que indagar por qué en el Cesar, por ejemplo, viene funcionando bien y por qué en La guajira ha dejado mucho qué desear.
Fonseca, junio 26 de 2008


[1] Ley 850 de 2006

miércoles, 23 de abril de 2008

La nueva columna de Amylkar Acosta Medina

LAS CASANDRAS
A raíz del empantanamiento de la ratificación del TLC suscrito entre Colombia y los Estados Unidos en el Congreso de este último, abundan los agoreros del desastre, para quienes su no aprobación le acarrearía al país inenarrables desgracias. Empezando porque, según sus presagios, las exportaciones colombianas se vendrían al traste, dado que los EE UU es hoy por hoy nuestro principal mercado externo (30%, al cierre de 2007) y, por esta vía, los auspiciosos índices de crecimiento que ha acusado el PIB en los últimos años se verían seriamente afectados y de contera se revertiría la tendencia a la baja del desempleo.

Mejor dicho, ello sería el desastre. Se parte de una premisa falsa, asumen que el TLC con sus entuertos y enmiendas inconsultas, tal y como fue presentado por el Presidente Bush al Congreso de los EEUU y ratificado en volandas por el envilecido y vapuleado Congreso de Colombia, es la panacea. Cuando apenas se negociaba su texto, en el filo de la discusión y en el paroxismo de su defensa a ultranza se llegó a afirmar que el TLC “será un plan de desarrollo para los próximos 50 años” .

En medio de la euforia que despertó el cierre de las negociaciones en la madrugada del 27 de febrero de 2006, el gobierno a través de un Comunicado oficial declaró que “una vez entrado en vigencia este Tratado, se estima que el nivel de las exportaciones hacia Estados Unidos crecerá en el 14.4% en los primeros tres años de implementación del Acuerdo”.

Sin embargo, estamos en las que estamos, han trascurrido desde entonces dos años sin TLC y resulta que las exportaciones colombianas a los EEUU no han sufrido mengua alguna, por el contrario el año anterior se incrementaron en el 7.5% y ello a pesar de la revaluación del peso que superó el 11% (¡!). En enero de este año, a propósito, se dispararon las exportaciones con destino al mercado de los EEUU en un 46% con respecto al mismo mes del año pasado. Sin necesidad de TLC con los Estados Unidos, las exportaciones totales de Colombia registraron un incremento del 23% en 2007, con un record histórico de US $29.991 millones, ocupando el quinto lugar entre lss seis mayores economías de los países que integran la ALADI. La verdad sea dicha, hoy “a los exportadores colombianos les preocupa mucho más la continua revaluación del peso, que tener preferencias arancelarias permanentes” .

Lo propio podemos decir respecto a los vaticinios propagandísticos del TLC, que le auguraban a Colombia un mayor crecimiento por cuenta del mismo. Varios analistas de la economía coincidieron en advertir recientemente que si llegara a fracasar la ratificación del TLC por parte del Congreso de los EEUU habrá un menor crecimiento económico en Colombia.

Incluso, se llegó a hacer estimativos sobre el impacto que representaría el insuceso en cuestión. Para el Ministro de Hacienda, Oscar Iván Zuluaga, si se llegara a ratificar el TLC “el potencial de crecimiento económico del país aumentaría hasta en 1.5 puntos porcentuales por año” . Este estimativo, lógicamente sale de su magín pero no tiene asidero en la realidad; basta con mostrar cómo la economía ha crecido en estos dos últimos años 6.84% en 2006 y 7.52% en 2007, por encima del promedio Latinoamericano que se situó en 5.5% y 5.6% para los mismos años, sin que hubiera hecho falta el tal TLC para alcanzar este logro del que tanto se ufana el Ministro.

Entre tanto, la economía de un país paradigmático para los apologistas de los TLC como lo es México, creció un modesto 4.8% en 2006 y 3.3% para 2007, similar al ritmo de crecimiento de Haití (¡!). Y si hablamos de Chile, que tiene su TLC vigente con los EEUU desde el 1º enero de 2004 y que ha servido de arquetipo en el mostrario para exhibir las bondades de los TLC, ha crecido en los dos últimos años 4.4% y 5.1%, por debajo no sólo de sus expectativas al momento de firmarlo, sino por debajo de la región y particularmente de Colombia. Y ello ocurre, después de haber crecido en promedio 6.8% entre 1985 y 1997, cuando todavía no se habían metido en esta vacaloca.

En cuanto a la inversión extranjera directa (IED) se refiere, en Colombia registró el año anterior una cifra record de más de US $9.000 millones, sin esperar la ratificación del mentado TLC con los EEUU. Hasta donde sabemos, la noticia del percance del TLC en los Estados Unidos no ha producido ninguna estampida entre los inversionistas, ni la cotización del dólar que es tan volátil se inmutó. Las cifras no mienten y muestran claramente que se ha tratado de magnificar el impacto que puede llegar a tener el traspié que ha tenido el TLC en su trámite de ratificación en los EE UU. Todo se reduce a especulaciones interesadas y a elucubraciones sin sustento en la realidad.

Claro que Colombia debe avanzar en la negociación de los TLC con los EEUU, con la UE, con los países asiáticos, siempre en los mejores términos para Colombia. Pero, pari pasu con tales procesos, lo que debe hacer Colombia ahora es concentrarse en la tarea de sacar avante su Agenda Interna (AI) para la Productividad y la Competitividad, sin quitarle el pié al acelerador, para que más pronto que tarde estemos en capacidad de diversificar y potenciar nuestra oferta exportadora, además de ampliar y diversificar también nuestros mercados externos y de este modo lograr la inserción exitosa de Colombia en la economía global. Ello es tanto más necesario, habida cuenta de que acuerdos y tratados comerciales sólo abren oportunidades, pero no las garantiza. Preparar mejor al país, entonces, es un compromiso insoslayable de tod@s y a ello debemos enfocar todas las energías de tod@s sin prisa pero sin pausa.


Bogotá, abril 20 de 2008
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viernes, 1 de febrero de 2008

LA COLUMNA DE AMYLKAR ACOSTA

EL ARTE DE ESCRIBIR
Amylkar D. Acosta M(1)
“Quítenle a este mundo el arte de escribir
le quitarán toda su gloria”
Francois De Chateaubriand

Marguerite Duras hizo suyo el aserto de Raymond Queneau: escribe, no hagas más! Evoco estas palabras, pensando con el deseo de seguirlas al pié de las letras. Ella misma percibía en su propia humanidad que “hay una locura de escribir que existe en sí misma” y yo, a ratos, me siento poseído por ella.

Empero, los aficionados al arte de escribir nos tenemos que contentar con ser sólo eso, aficionados, alentados siempre por la fijación a la que alude J. C Planeéis, en el sentido que “cuando uno escribe más por vocación que por profesión, más por placer que por ganarse la vida, más por comunicarse que por emborronar papel, siempre está aprendiendo”.

Yo me aparto del aserto de Nietzsche cuando afirmó que “yo soy una cosa, mis escritos otra”; en mi caso, yo y mis escritos somos una y la misma cosa. Y ello es así, porque si algo me ha caracterizado, tanto en mis escritos como en mis actuaciones, es la coherencia y entre unos y otras siempre están mis convicciones como hilo conductor.

Ello suele extrañar en un medio en el que pulula la afición por el surfismo, en el que muchos prefieren desplazarse sobre la cresta de la ola del momento y, como afirmó Ingenieros, no tienen inconveniente en pasar del timón al remo cuando de sobrevivir se trata en medio de la adversidad.

Otros, optan por la línea del menor esfuerzo, dejándose llevar plácidamente por la corriente sin importar la dirección de esta, cuando no es que, como las giraldas, toman la dirección en la que soplan los vientos, quedando a merced de estos. Se trata de quienes aguzan sus sentidos para estar siempre con las tendencias, coincidiendo con John Nashbit cuando refiriéndose a ellas dijo que son “como los caballos, es mejor montarse en la dirección que van”. Yo, en cambio, siempre he militado en mis ideas, las mismas que he plasmado en mis escritos, las he defendido con ardentía y denuedo, pues parodiando a Bertolt Brecht, podemos decir que “Cuando la verdad sea demasiado débil para defenderse, tendrá que pasar al ataque”.

Dijo José María Vargas Vila en uno de sus célebres libelos que “la fuerza de un escritor no radica en su talento, sino en su carácter”. Y carácter es lo que se necesita para asumir posiciones diáfanas, rotundas, sin esguinces, para militar en sus propias ideas, cualesquiera que ellas sean, sin desertar de ellas. No pocas veces me ha tocado remar contra la corriente; pero, lo hago siempre con el espíritu abierto a las ideas de los demás, pues comparto con Serrat que “lo que más enriquece el pensamiento de uno es la pluralidad de pensamiento de los demás”.

Mis distintas obras y ya son veintiséis las publicadas, están escritas en un lenguaje sencillo, llano, descomplicado, sin perder el rigor académico, de tal manera que su contenido es totalmente asequible tanto a doctos como a profanos en la temática de los mismos. Al leerlos se podrán percatar también de la evolución del pensamiento del autor, pues no oculto mi aversión por los dogmas, los fundamentalismos y me rehuso a aceptar camisas de fuerza que coarten mi libertad de pensamiento, los grilletes mentales no van con migo.

Yo creo en la afirmación de Alvin Toffer, cuando asegura que “Los analfabetas de este siglo no son aquellos que no saben leer y escribir sino aquellos que no pueden aprender, desaprender y volver a aprender” y ojala pueda sobrevivir al intento de lograr tal cometido.
Siempre se ha dicho que para saber escribir, se necesita haber vivido abundantemente; yo añadiría que para aprender a escribir, que es lo que yo hago a diario, compulsivamente, se necesita además vivir intensamente y ese ha sido el sino de mi vida.

Ahora, además, para quien intente incursionar en el arte de escribir, por que escribir es el arte de lo sublime, tiene que librar una lucha sin cuartel para no dejarse atropellar por la tecnología.

Desde 1999 acometí esta empresa y todavía no puedo cantar victoria; no pocas veces los duendes del computador o del ordenador, como prefieren llamarlo los españoles, me han ganado la partida. Como afirma Mutis, el gran escritor colombiano, “El castellano se encuentra sumergido en el vértigo de la informática”: pero, esos son los gajes del oficio, qué le vamos a hacer. Siempre he dicho que las ideas son embriones en fecundación y en mis libros anidan con profusión, mutantes y en constante estado de hibernación.


Riohacha, Enero de 2008
http://www.amylkaracosta.net/

(1)Ex presidente del Congreso de la República

jueves, 31 de enero de 2008

COLOMBIA AL DÍA. La columna de AMYLKAR ACOSTA


Nos complace darle la bienvenida a uno de los escritores más prolíficos de la Guajira:Amylkar Acosta Medina, expresidente del congreso y una de las personas mejor informadas de América Latina en temas económicos. Los invitamos a disfrutar éste, su primer artículo para MAICAO AL DÍA

LOS ESTACADOS
Amylkar D. Acosta M. (1)

"Como estamos Pedro y tú cortando orejas”
Pasaje bíblico


Las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela están en su punto más bajo desde el incidente de la corbeta Caldas en 1987, entre agravios e improperios la diplomacia y las cancillerías han pasado a un segundo plano, en medio de una hiperestesia colectiva a lado y lado de la frontera.

Y, para agravar las cosas, los últimos desencuentros entre los dos presidentes, Uribe y Chávez, han atizado la hoguera en que se han convertido unas relaciones otrora cordiales. No faltó quien aventurara la hipótesis de que el deterioro de las relaciones diplomáticas no tenía por qué afectar las relaciones comerciales, que estas podían permanecer incólumes aún en el peor escenario de aquellas.

Pero, semejante ingenuidad no resiste la contundencia de los hechos, que son tozudos. La semana anterior, en una de sus ya acostumbradas diatribas, el Presidente Chávez anunció que de US $5.000 millones de dólares, que fue el monto del intercambio comercial entre los dos países el año anterior, pasaremos, muy seguramente a sólo US $100 millones, lo cual sería una barbaridad.

Ya la desintegración andina, producto de la desbandada de los socios de la CAN por cuenta de las negociaciones en solitario y no en bloque de los TLC bilaterales con EEUU la habían herido de muerte(2) y se había sembrado la desconfianza entre unos y otros, base fundamental de unas buenas relaciones. Empero, las buenas relaciones personales entre los presidentes, hasta cierto punto, habían salvado las diferencias y ello hizo posible que por algún tiempo el comercio colombovenezolano fluyera sin mayores contratiempos.

Desafortunadamente la trifulca que se suscitó a raíz de la frustránea mediación del Presidente Chávez, en procura de un Acuerdo humanitario que posibilitara la liberación de los cautivos en poder de las FARC. Podríamos decir que este hecho deplorable sirvió de florero de Llorente y con el paso de los días se han ido exacerbando las contradicciones entre los dos países, tornándose en antagónicas.

Ni aquí ni allá se puede tomar con ligereza la situación planteada, creyéndose que se pueden obviar las dificultades creadas soslayándolas. Ni es cierto que Colombia pueda cambiar de pareja en la mitad del baile, reorientando nuestras exportaciones que hoy tienen como destino al hermano país, segundo socio comercial en importancia después de EEUU, con el 15.2% de las exportaciones, para venderlas a otros mercados diferentes, como algunos han sostenido desatentadamente; ni Venezuela podrá de la noche a la mañana cambiar de proveedor, para suplir las importaciones procedentes de Colombia apelando a Brasil, Argentina u otros países, como lo han planteado al desgaire, sin reparar en sus viabilidad e implicaciones.

Encontrar nuevos mercados, para sustituir los que se tienen no es tan fácil como soplar y hacer botellas; para utilizar la frase del Presidente de INEXMODA, Roque Ospina, “abrir mercado es tarea de titanes”. Nos lo confirma Javier Díaz, Presidente de ANALDEX, cuando afirma que “estos mercados no se reemplazan fácilmente”.

El dinamismo del comercio bilateral de Colombia y Venezuela obedece a la gran complementariedad entre las dos economías, la que no se da con la economía brasilera, por ejemplo. No es dable pensar en que MERCOSUR sea la alternativa para las exportaciones colombianas porque Brasil y Argentina, que son sus principales mercados, producen lo mismo que Colombia, sólo que Brasil lo multiplica por 10!

Y Venezuela, por su parte, no va a encontrar en Brasil una gran oferta exportable, porque si por algo se distingue este país es por tener el más bajo índice de exportación de Latinoamérica, incluso por debajo de Colombia. Es más, restringir la entrada de productos colombianos y pretender suplirlos por los de otras latitudes va a disparar aún más la inflación en Venezuela, ya de por sí elevada, como que terminó el año anterior en el 22.5%, la más alta de la región y ya le está plateando serios problemas de acaparamiento, especulación, carestía y desabastecimiento.

Como es apenas lógico, si tales amenazas se hacen efectivas, la economía colombiana se vería resentida por el severo impacto que tendría sobre las exportaciones, que tuvieron un crecimiento de más del 70% en el 2007 con respecto al año anterior, lo cual agudizaría el preocupante déficit de cuenta corriente que cerró el 2007 en el 4% y podría llegar a exceder el 6% este año, si no nos avispamos.

Tanto el déficit en cuenta corriente, como el crecimiento del PIB se verían afectados no sólo por las medidas que ya empezó a tomar Venezuela, sino por las repercusiones de la inminente recesión global(3) , que ha obligado a los analistas a revisar a la baja el crecimiento de la economía mundial, como lo acaba de anunciar el FMI. Como quien dice, Colombia está entre la espada y la pared. Pero, definitivamente, el mayor impacto se siente es en las regiones de frontera y sus áreas de influencia, sobre todo por su gran vulnerabilidad, a falta de una auténtica política de fronteras.


En este caso, el problema no se reduce al desabastecimiento, ya de por sí grave, sino que se están viendo afectadas todas aquellas familias que derivan su subsistencia de la actividad comercial, que gira en torno al intercambio de bienes y servicios en la zona. El desempleo y la informalidad, que pululan en la frontera tienen en dicho comercio la válvula de escape de una verdadera olla de presión que está a punto de estallar.


Al final, el resultado de este conflicto en ciernes puede terminar con un empate negativo para los dos países, pero, por sobre todo para las regiones de frontera, que son las más estacadas. De allí la imperiosa necesidad de trabajar en aras de la recomposición de las maltrechas relaciones, pues Colombia y Venezuela son dos países y un solo pueblo, con un destino común!


Riohacha, enero 29 de 2008
www.amlkaracosta.net

[1] Presidente Sociedad Colombiana de Economistas
[2] Amylkar D. Acosta M. La desintegración andina. Abril, 28 de 2006
[3] Amylkar D. Acosta M. Estanflación global Enero, 23 de 2008

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