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lunes, 9 de noviembre de 2009

La administración pública patas arriba

Por: Martín López González

Lo lógico es que cuando el número uno de una Institución, llámese director, rector, gerente, presidente, etc., salga en comisión deje encargado a alguien muy cercano administrativamente; en otras palabras, dentro de la dinámica de los procesos, a uno de los líderes del direccionamiento estratégico de la organización.

Lo acertado es ver a subgerentes, directores administrativos o financieros reemplazando a gerentes, rectores o presidentes. Cuando el relevo lo asume un miembro de poco rango de los procesos de apoyo, la cosa anda mal. Es como si el gerente de un banco sale de vacaciones y queda encargado el que arregla los aires acondicionados.

Un caso para analizar lo representa la Universidad de La Guajira, entidad del conocimiento, con un programa de Administración de Empresas que lleva más de 25 años graduando profesionales. Sale el rector a hacer gestión, fuera de la ciudad y queda encargada la persona que tradicionalmente recibía los reportes de los daños de las cerraduras de las puertas o del nivel de agua de las albercas y otros recursos físicos. En el común de las empresas que operan en el medio, esto podría perdonarse. En el alma máter no. Zapatero a tus zapatos.

La experiencia del Hospital San José de Maicao HJSM, es una prueba fehaciente de lo que ocurre cuando a la cabeza de una organización llega la incompetencia. En tan sólo siete meses de una gerencia improvisada, encargada- en este caso alguien de los procesos misionales, sin la más remota idea de direccionamiento- literalmente casi acaba con la Institución. El analfabetismo estructural administrativo es más peligroso en una gerencia, que no tener ningún tipo de dirección. Si se hubiese omitido “la gerencia” en ese lapso de tiempo y cada líder de proceso, sencillamente hubiese continuado con la ejecución de los planes y objetivos anuales, las cosas ahora estarían mejor. Hoy es necesario reiniciar y de paso eliminar algunos vicios que no existían.

Vale la pena decir que el HSJM, gracias a la gestión por procesos, se convirtió a la vez en la empresa de servicio y el patrimonio público más grande de La Guajira, con una facturación de $53.000 millones anuales. Lo que la disparatada gerencia encargada puso en cuidados intensivos. Se pasó del pago oportuno a empleados, contratistas y proveedores y unas cuentas por cobrar de más de $10.000 millones a diciembre 31 de 2008; a una iliquidez total, habiendo recuperado la cartera a septiembre 30 de 2009. A la misma fecha se adeudaban varios meses a empleados y contratistas y los proveedores habían perdido totalmente la confianza. Lo peor de todo es que la Institución perdió en ese lapso el 30% de sus clientes, es decir en los próximos meses la cosa tenderá a ponerse peor.

El Hospital Nuestra Señora de los Remedios de Riohacha HNSR ha tenido todo el potencial para ser superior al San José de Maicao. Pero es la anomia total en cuanto a su administración se refiere. Ha experimentado tan malas administraciones, que lo peor que le puede pasar a un paciente es caer en su seno. No hay procesos definidos, los funcionarios en su gran mayoría actúan por instinto, sin sentido de pertenencia, a tal punto que del gerente para abajo, nadie sabe para dónde se va. La comunidad riohachera no le tiene confianza a esa Institución. Los dirigentes políticos locales, al igual que su aristocracia jamás ingresaría a esta institución como pacientes.

El HNSR tiene algunas lógicas perversas, mantiene menos descontentos a las especialidades que al suspender labores producirían indicadores que llamarían demasiado la atención, como las muertes perinatales; por lo que a los pediatras no se les debe 9 ó 10 meses de salario como a los demás, sino 6 ó 7 meses. Lo mismo ocurre con los anestesiólogos que al parar, se detendrían todas las cirugías. Aunque otras situaciones no se atienden por igual a pesar de que producen deterioro de la salud que a largo plazo resulta grave e irreversible. Por estás, y otras razones, esa organización tiene más demandas que un juzgado.

Esos ambientes de desorden y mediocridad señalados son los ideales para lo que generalmente se anida: la más descarada corrupción. Poco a poco la administración pública está siendo invadida por protagonistas de paupérrima aptitud que sólo tienen para exhibir subordinación incondicional a la voluntad de los caciques políticos.

A partir de los ejemplos señalados, sin dudas emblemáticos, es hora de que los guajiros empiecen a comprender que la mediocridad y la corrupción; como hermanas siamesas les toca andar juntas, cuando una llega la otra se asoma. Como una nube tóxica en expansión, avanzan sin prisa ni pausa, apoderándose, uno a uno, de los estamentos de decisión pública.

Esta epidemia se ha apoderado de la administración pública en el Departamento de La Guajira. Esta nota es una voz de alarma. Resulta indispensable reflexionar sobre lo que representa para los guajiros. Se admite que al abordar esta situación, la mal interpretación o la descontextualización de estos argumentos, tienen la potencialidad de herir susceptibilidades. Desde la perspectiva que toda comunidad que se supera en algún momento de su historia tiene un acto de contrición y una autocrítica, es que encuentro la fortaleza intelectual para abordar el tema sin remordimientos.

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