En la mañana tibia en que el sol se impone sobre el horizonte y derrama su luz de vida sobre las montañas, la llanura y los bosques, yo pienso en tu dulce nombre mientras sigo con la mirada una golondrina que en su vuelo hacia la inmensidad me invita a mirar hacia el cielo ilimitadamente extenso e infinitamente azul en que el pincel del tiempo ha delineado las páginas de la historia.
Tu nombre empieza con A, pienso mientras en mis manos firmes reposa una olorosa flor, tierna e indescriptiblemente hermosa que estaría destinada a adornar tu mesa de noche si no se interpusiera la fuerza de la distancia y el dictamen inapelable de la razón.
Tu nombre empieza con la A de amaneceres perfumados con el aroma de nuestros campos tapizados de hojas verdes incrustadas en el amable suelo en donde una semilla viajera, venida de lejanos lugares, encontrará el surco abierto para iniciar un romance con el destino y dará lugar al milagro indescriptible de la vida.
Tu nombre comienza con A de arena cálida y dispersa en la cual se posan suavemente tus delicados pies en tu tránsito hacia la otra orilla de tu realidad en donde tus sueños se reunirán con tus ganas de beberte el mundo gota hasta que puedas declarar con tu voz dulce pero firme, que eres la dueña de lo que te propones y la forjadora del porvenir que labras con tus ideas libertarias.
Tu nombre empieza con la A de azucenas fragantes y límpidas erguidas con valentía en señal de su amistad perenne e indisoluble con el arte de colorear cada corpúsculo del universo y de transmitir su afecto sencillo y duradero a todos los seres a quienes la naturaleza les ha dado el privilegio de contar con su amable proximidad.
Tu nombre empieza con la A de los atardeceres anaranjados en que el sol se funde con el mar sereno cuyas olas se confabulan para asistir sin prisa al instante efímero en que la sangre de todos los hombres de todas las épocas pareciera colorear las aguas de un océano que se dispone a dormir durante varias horas, embriagado por el canto de las sirenas lejanas, antes de su reencuentro con la aurora, cuando volverá a ser rojo, gris y anaranjado para luego recuperar su nítido e incomparable azul con el cual se ha identificado en la sucesión de los calendarios.
Tu nombre empieza con la A del abrazo con los elegidos del sentimiento, a quienes les ofreces parte de tu ahora, parte de tu pasado, parte de tu porvenir y todos, pero absolutamente todos tus deseos de entregarte en cuerpo y alma a quien sea capaz de conquistar ese corazón que en tu pecho palpita para transmitir sus vibraciones conocidas, su palpitación moderada y su mensaje de amor a lo sagrado, a lo perdurable, a lo inextinguible.
Tu nombre empieza con la A del agua que se desliza por tu piel morena y bella; con la A de tu andar armonioso por la acera de tu presente; con la A de tu alma buena y noble; con la A de tu ánimo inquebrantable e inmarcesible.
Tu nombre empieza con la A que de una ausencia interrumpida por el recuerdo nostálgico de la sonrisa y con la luz de unos ojos con los que iluminas cada minuto del día, desde la luz prometedora del alba, hasta los destellos parpadeantes del crepúsculo