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domingo, 30 de julio de 2023

Mientras respire


Escrito por: Ayda Díaz Ojeda

Mientras respire, siempre tendrás mi mano para asirte de ella

Mientras respire podrás contar con mi abrazo lleno de afecto y sinceridad

Mientras respire estaré a tu lado para escuchar tus palabras o escuchar tu silencio

Mientras respire sabrás que hay sobre la tierra un único ser que te ama porque sí, porque sí y porque sí

Mientras respire serás mi hijo que amo tanto

Y cuando deje de respirar, pediré licencia a Yahvéh para estar contigo cuando la brisa acaricie tu rostro, cuando la arena bañé tus pies, cuando la angustia llegué a tu corazón y tu conciencia sutilmente te diga: recuerda lo que mamá decía " cuando tengas dificultades ve a los pies de Jesús.

Cuando todo vaya bien, ve a los pies de Jesús. En todo momento y en todo lugar agradece a Dios por todo. Pon tu confianza y esperanza en Él, no en los hombres ni en el mundo."

sábado, 20 de mayo de 2023

Homenaje de Alejandro Rutto a Iader Ibarra

 Homenaje del profesor Alejandro Rutto Martínez a Iader Ibarra, uno de sus mejores compañeros del colegio San José de Maicao

domingo, 11 de diciembre de 2022

El entuerto sin reversa

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Julio Manuel Larios Ríos está de cumpleaños


Está de cumpleaños el profesor Julio Manuel Larios Ríos.  Es una persona que ha dedicado su vida a muchas cosas, pero en especial dos han ocupado la mayor parte de su tiempo: la docencia y las causas sociales.

Llegó a Maicao muy joven, a celebrar uno de los primeros títulos obtenidos a lo largo de la vida: su título de bachiller. En esos tiempos de oportunidades escasas para acceder a la educación para era un logro gigantesco no sólo para quien se constituía en bachiller sino para toda la familia.   Así las cosas la fiesta del grado de Julio fue un acontecimiento memorable y la celebración fue una fiesta de tres días encabezado por su cuñado Carlos Huertas.

Poco después Julio seducido por los libros y la posibilidad de aplicar cotidianamente su sabiduría acepta la oportunidad de ingresar a la docencia en los colegios María Montessori y San José, en las áreas de ciencias sociales.

Fue así como empezó una legendaria carrera que lo llevaría a ser profesor de historia, geografía y educación artística. 

Un poco después fue nombrado por la Secretaría de Educación Departamental, lo que le permitió tomar la decisión de que lo suyo sería ejercer por siempre como profesor, investigador, líder de la comunidad educativa.

El nombramiento, sin embargo, le causó cierto inconvenientes con las directivas del María Montessori, institución de carácter privado cuya propietaria, la señora Imera Soto, no le aceptó la renuncia y lo conminó, mediante un fuerte sermón maternal, a que continuara prestándoles sus servicios.   Larios logró hacer los ajustes necesarios en sus horarios de trabajo para atender los dos compromisos por varios años.   Un poco más adelante se incorporó tambiél a la planta de profesores del Colegio Colombo Libanés, fundado por el profesor Enrique González.

Pero en donde Julio Larios tuvo más apego y una carrera de largo aliento  fue en el colegio San José en cuyas aulas, salas, pasillos y corredores pudo desempeñarse como profesor, líder educativo, dirigente sindical y rector.

Tal vez pocos recuerda que el profesor Julio Manuel Larios se desempeñó como rector encargado por algunos meses al terminar la gestión del profesor Triviño, quien desempeñaba esa dignidad y  el nombramiento de su remplazo en propiedad.

Su gestión fue breve pero muy provechosa: logró el nombramiento de cuatro profesores que le hacían falta al colegio,  construyó dos aulas mediante actividades pro fondos realizadas con los padres de familias y estudiantes y los aportes de la comunidad y gestionó la apertura de los grados décimo y undécimo con lo que el San José se convirtió en el primer colegio de Maicao en tener bachillerato completo, lo que permitió a un mayor número de jóvenes alcanzar el sueño de graduarse en su propia tierra. Además, planteó por primera vez la necesidad de que el plantel tuviera una sede más apropiada a sus proyecciones de crecimiento.

Como  sindicalista defendió no sólo el derecho de los maestros a mejores condiciones salariales y laborales sino el derecho a una educación pública de calidad para todos los estudiantes. Esas luchas y sus largas horas de lectura lo llevaron a asumir ideas libertarias y a ser un convencido de los ideales de la izquierda latinoamericana no por moda o por fiebre juvenil sino por convicción.

Su constante búsqueda del conocimiento lo llevó a estudiar licenciatura en ciencias sociales en el convenio de la Universidad de La Guajira con la Universidad del Magdalena y su afición a la lectura le abrió la puerta para consagrarse como escritor. 

Del horno de su cocina escritural salió hace algún tiempo el libro de poesías “En busca de mis huellas” y en sus manuscritos hay material para varios libros más.   Julio Larios es invitado con frecuencia a tertulias, recitales y lunadas literarias en las cuales se destaca como uno de los mejores declamadores.

Felicitaciones para el gran maestro de las ciencias sociales, las artes y la poesía, que Dios le de muchos, pero muchos años más de vida.

 

viernes, 6 de mayo de 2022

Grado del Colegio San José de Maicao en los años ochenta

Johann Paul Friedrich Richter: "La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados"

En 1978 el Colegio San José marcó un hito  en la historia de Maicao   al graduar su primera promoción de bachilleres y fue, además, la primera vez que los nativos de Maicao podían estudiar la secundaria completa sin necesidad de emigrar a otras ciudades como ocurría antes.

Otra nota de mucho interés: Ramiro Choles Andrade, la reserva moral de un pueblo

Esta bella y significativa postal corresponde a un día de diciembre de principios de los años 80, probablemente 1980  y registra el día en que se efectuó la ceremonia de grados de ese año.  

Después del evento un fotógrafo anónimo les pidió a los profesores y directivos que posaran para su cámara y de esa forma registró el momento para la posteridad y por eso hoy podemos disfrutarla aun cuando algunos de sus protagonistas  habitan hoy en las moradas de la eternidad.

En la fotografía aparecen, de izquierda a derecha, Robinson Bocanegra de Oro (profesor de francés), Sixto Amador (matemática y física), Fadul Rincones (rector del colegio), Cilia Pimienta (ciencias naturales), Edgardo Cabeza (contabilidad),  María Escudero (secretaria eterna del colegio),  Eduardo Romero (trigonometría) y Ramiro Choles Andrade (español y literatura).  

En la parte superior se encuentra Julio Manuel Larios (educación estética) y Arturo Carrillo el legendario portero wayüu que cuidó los bienes de la institución durante cuarenta años. 

Eran otros tiempos, en los que Maicao tenía un solo colegio con bachillerato completo, el colegio San José de la calle 13 con carrera 16, sus once aulas y sus 400 estudiantes ubicados en cuatro salones de primero de bachillerato (hoy sexto); dos segundos (A y B); dos terceros (A y B); un cuarto, un quinto y un sexto.

Recordar es vivir

Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. (Jorge Luis Borges)


viernes, 15 de abril de 2022

El primer motocarro en Maicao

Ramiro Choles y Julio Larios junto al primer motocarro que llegó a Maicao


Te invitamos a leer también: "La edad dorada de la radio en Maicao"

El primer motocarro llegó a Maicao en los años setenta y su flamante propietario fue el profesor Ramiro Choles Andrade

Era de color vinotinto, tipo furgón y contaba con tres ruedas.

Un día el profe Choles tuvo la desafortunada idea de guardar su vehículo en los patios del colegio San José y entonces pasó lo que tenía que pasar: los estudiantes se dieron gusto haciéndole bullying al rodante hasta dañarlo de forma total.

En la foto aparece un Ramiro Choles cariacontecido en compañía de su colega Julio Larios quien le ayudó a hacer el inventario de las múltiples averías.

En lo sucesivo Choles y Larios tuvieron otro tipo de vehículos, pero nunca más los parquearon en los patios del colegio


miércoles, 5 de mayo de 2021

Ramiro Choles Andrade, el maicaero mayor

Ramiro Choles recibe un reconocimiento de manos de sus exalumnos Alejandro Rutto, Mara Ortega y Juan Mendoza

 

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

El profesor Ramiro Choles Andrade fue apóstol de la esperanza, profeta de la paz, evangelista de la identidad y maestro de los que enseñan con el ejemplo e inspiran con su actitud ante la vida

Él  es uno de esos seres humanos a quien la escuela de la vida y la universidad del cielo gradúan con honores en el difícil arte de servirle a los pueblos sin ningún interés distinto al de conjugar el verbo servir en todos sus tiempos gramaticales y en todas las acepciones de tan importante palabra.  Nació en Riohacha, en donde fue arrullado por las voces reposadas de sus padres y el susurro de las palmeras centenarias sembradas a orillas del mar Caribe.

Pero él estaba predestinado a crecer como un aguerrido roble, a respirar y a soñar en su pampa querida, centinela insomne frontera, en donde los wayüu formaron un nombre con la espiga imperial del maíz y el vibrante ritual de tambores hacía venturosos anuncios sobre los tiempos que habrían de venir.

Tenía un carácter  apacible de padre generosos y amigo bueno pero su personalidad adquiría  una  férrea voluntad y se transformaba en palabra firme para predicarle a sus discípulos a los cuáles deseaba educar como  ciudadanos de bien, respetuosos de las normas y de las buenas costumbres.  Lo que logró con ello fue levantar a una generación de hombres y mujeres buenos y honestos que le sirven a la sociedad con singular orgullo como si fuera un servicio para  Dios.

En resumen, era un hombre feliz por que hacía lo que le gustaba y lo que le gustaba lo hacía con amor y una mística a toda prueba. Sus clases no eran simplemente un tiempo de enseñanza aprendizaje sino una eucaristía de ensueño en la que se ofrendaba la savia poderosa del conocimiento en el cáliz dorado de la devoción cotidiana.

Bien podría declamar Ramiro Choles como experiencia de vida personal el verso de Alberto Cortez, cuando expresaba con alegría la suerte que tuvo de nacer:

“Qué suerte he tenido de nacer
Para estrechar la mano de un amigo
Y poder asistir como testigo
Al milagro de cada amanecer”

Cuando el profesor Ramiro Choles Andrade inició sus labores se encontró con una sociedad en plena ebullición, en donde se hacían negocios monumentales y en algunos casos absurdos en donde el estudio no era una prioridad.  Ese pueblo que  avanzaba hacia la orilla del abismo moral por falta de referentes en los cuales mirarse, comenzó a valorar las enseñanzas que se impartían en el colegio San José  de manera que todas deseaban enviar a sus hijos a las modestas pero acogedoras aulas de  la institución, en donde los jóvenes  aprendían las lecciones de la vida junto con los saberes de la época.

El profe Ramiro Choles, sin ostentar un cargo distinto al de maestro de tiza y tablero, se constituyó en el gladiador que enfrentaba duras batallas contra el oscurantismo, erigía esculturas bravías con palabras hirsutas, con vocablos sedosos y con ejemplares metáforas de vida, en las que su propia experiencia vital servía como paradigma para enseñar  la esencia  de la ética y de las buenas costumbres.

Su estilo bien cuidado para enseñar, y para escribir, su afición a las letras bien tejidas y mejor esculpidas en la singular geografía del papel en blanco y su honradez invulnerable lo llevó a convertirse en un consagrado escritor, riguroso historiador y honrado administrador de los recursos públicos desde la rectoría de su amado colegio San José.

Hoy tenemos que llegar a la conclusión de que la vida de Ramiro Choles Andrade es indescriptible, inefable, maravillosa, por su condición de patriarca de las letras, arquetipo del historiador y adalid de la educación. Su partida nos deja muy tristes pero a la vez comprometidos con el compromiso de seguir su ejemplo desde el vibrante ritual de los tambores hasta la atalaya firme del compromiso ético.

A Ramiro Choles Andrade le podemos dedicar los bellos versos de la poetisa Ángela Botero López: “Era un incansable perseguidor de sueños. Elevaba su cometa y tras ella corría. Un día, mientras corría, le vimos elevar su vida” 

lunes, 19 de junio de 2017

Historia hablada del joven Maicaero Iader Ibarra Fuentes

Alejandro Rutto Martínez, en homenaje a un entrañable amigo, presenta una semblanza hablada de Iader Ibarra Fuentes. Te invitamos a disfrutar de esta gran producción:

viernes, 1 de julio de 2016

Crímenes horrorosos en Maicao: Triple homicidio contra José María “Chema” Benjumea su hijo Edwin y su sobrino Elías


El trágico y lamentable suceso ocurrió el 26 de agosto del año 2000 en la calle 11 con carrera 10 de Maicao, junto con su hijo, el odontólogo Edwin Benjumea y el joven Elías Plata Mendoza, cercano también a la familia.

Esa mañana el profesor Benjumea en compañía de los dos jóvenes se disponía a abrir un negocio de su propiedad ubicado en la dirección antes anotada, en la parte baja del conocido Hotel Los Médanos, cuando un grupo de sicarios atentó contra sus vidas utilizando armas de largo alcance.

José María Benjumea dedicó prácticamente toda su vida a la docencia en las aulas del colegio San José, en donde gozaba del aprecio de sus alumnos y compañeros de trabajo. Había nacido en Fonseca, sur de La Guajira, pero su ejercicio profesional como docente y comerciante lo había ejercido principalmente en Maicao.

Se le recuerda por sus clases de contabilidad y matemáticas y por la amistad que establecía con sus estudiantes.

Con un gran olfato para los negocios, incursionó en la actividad empresarial junto con varios de sus familiares. Con mucho esfuerzo adquirió el histórico Hotel Los Médanos y abrió un establecimiento comercial dedicado a la venta de muebles en un local ubicado en el primer piso del inmueble.

El día de su muerte fue una de las fechas más luctuosas del magisterio y del sector educativo en Maicao. Las clases se suspendieron y tanto profesores como estudiantes acompañaron a la familia en el inmenso dolor causado por la triple pérdida sufrida por una misma familia.

martes, 12 de abril de 2016

Ramiro Choles Andrade, símbolo de viviente de la fraternidad maicaera

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Ramiro Choles Andrade, hijo de Emilio Segundo Choles y Antonia María Andrade, nació en Riohacha el 10 de agosto de 1.945, pero cuando tenía solo cuatro años sus padres lo trajeron a Maicao en donde ha desarrollado una brillante carrera como profesor, administrador educativo,  historiador, periodista y escritor.  


Niñez y primeros estudios

miércoles, 2 de marzo de 2016

¿Sabes quién fue el primer pastor y librero de Maicao?


Escrito por Alejandro Rutto Martínez

Mariano Fonseca es lo que podríamos llamar una leyenda viviente de la maicaeridad: su condición de misionero, pastor, evangélico y líder cívico ha tenido la impronta de un hombre honesto y trabajador, dedicado a forjar una familia con sólidos valores y principios y a servirle continuamente a la comunidad.

Los invitamos a conocer la apasionante historia de este hombre a cuyo cargo ha estado durante cincuenta años la primera Iglesia Cristiana de Maicao y también una de las librerías más antiguas de la Guajira.


Nacimiento y primeros años
Nació en Barrancas, municipio del centro de la Guajira, el día 17 de abril de 1925, un convulsionado año que marcaría el primer cuarto del siglo XX, dominado por episodios de violencia e intolerancia religiosa en el país.   Era el menor de 14 hermanos en el hogar formado por José Francisco Fonseca Asis y Martina Pérez Luquez.    Su progenitor falleció en 1.926, por lo que la carga de su crianza recae en su señora madre, pero ésta fallece en 1.932, de manera que el niño Mariano queda huérfano de padre y madre a la tierna edad de siete años.

Lea también: Don Mariano Fonseca, el hombre de los granos de mostaza

Huérfano, pero no desamparado
Ante la ausencia de los padres los hermanos mayores toman la decisión de proteger al niño de la familia y lo rodean del amor, el cariño y la ternura para crecer sin que nada le faltara. Su hermana mayor, Genoveva Fonseca, decide llevarlo a vivir con ella en Fonseca en donde ella y su esposo Lorenzo Pitre se convierten prácticamente en sus padres adoptivos.   Los hijos de la pareja, no tratan a Mariano como tío sino como un hermano y con  él compartirían las habitaciones de la espaciosa casa, el patio poblado por frondosos árboles y los útiles escolares con los cuales aprendían las primeras letras.

Sólida formación religiosa
De sus padres adoptivos recibe una sólida formación religiosa, que lo marcaría para siempre. Al principio fue un católico consagrado, respetuoso de los sacerdotes y de los mandamientos de la ley de Dios. Era de los primeros en llegar a misa y de los pocos niños que repetían todas las oraciones durante la eucaristía.   Su santa preferida era la  Virgen del Pilar, a quien le pedía constantemente para que le ayudara a sacer buenas calificaciones en el colegio. Tal era su devoción por ella que el 11 de octubre de cada año se iba a pie desde Fonseca hasta Barrancas para participar en la celebración religiosa que incluía misa, sacramentos, pólvora y alborada musical.

En 1.934 llegó a Fonseca el misionero evangélico Roy True, acompañado por su esposa y comenzaron a predicar el evangelio casa por casa. Con el tiempo se reunían y hacían el  culto al que asistía un puñado de nuevos creyentes.  Mariano asistió a ese lugar por dos razones: primero por la curiosidad que le producía el aspecto físico de los misioneros norteamericanos y su español con fuerte acento inglés. Pero había una razón más poderosa aún para estar en ese lugar: identificar a los compañeros de estudios que asistían para luego acusarlos con los profesores. En ese tiempo estaba prohibido que los estudiantes de colegios públicos asistieran a iglesias cristianas evangélicas. 
Mariano en la práctica era un espía sin sueldo y sin reconocimiento. Pero se sentía bien cumpliendo lo que consideraba como un gran servicio a la escuela y a la iglesia oficial.  Incluso disfrutaba cuando sus compañeros eran castigados gracias a las informaciones que él suministraba.

Amistad con los misioneros
Un día el pastor True lo llama al final del culto y le pregunta: “Quieres ganarte un premio”  
-Claro que sí, responde Mariano, a quien le gustaban los retos y las competencias.

El misionero le entrega varios estudios y exámenes sobre los libros de los Salmos y Proverbios y lo cita para cierto día en que deberá entregarlos y sustentarlos.   Cuando llega la fecha acordada responde con lujo de detalles las preguntas que se le hacían, así que se hizo acreedor al premio prometido: Una Biblia en tapa rústica y delgadas hojas, impregnada por una deliciosa fragancia a hojas sin estrenar.

Al entregarle el obsequio el misionero le preguntó si deseaba ganarse una Biblia más fina y bonita y Mariano respondió que sí. Entonces le fueron entregados estudios y exámenes correspondientes a libros del Antiguo Testamento.   El acucioso estudiante no tuvo problemas en superar la nueva prueba y se convirtió en el feliz ganador de una hermosa Biblia de tapa dura, con referencias, mapas y tabla de pesas y mediad. Esa tarde se convirtió en el niño más feliz del pueblo. Tenía familia, estudiaba en el colegio y era dueño de dos buenas Biblias, a las que dedicaba tiempo de lectura en la casa, en el colegio, en el andén de cualquier calle y en las bancas del parque.

La historia no podía tener un curso diferente: Mariano Fonseca se convirtió en cristiano evangélico y en la mano derecha de los misioneros.  Tiempo después, sería bautizado en las aguas del Río Ranchería y se convertiría en uno de los primeros evangélicos bautizados de toda La Guajira.

Primera campaña misionera
Uno de los momentos más felices del nuevo creyente fue cuando le propusieron hacer una gira evangelística por varios pueblos de la Sierra Nevada, al lado de sus maestros norteamericanos, quienes habían adquirido tres hermosos y fuertes caballos llamados  “Trueno”, “Relámpago” y “Cintia”. En esta campaña visitan poblados indígenas, enseñan la Palabra de Dios, entregan literatura y conquistan el corazón de los campesinos de la zona.
Regresan felices a Fonseca y comienzan a planificar un segundo viaje misionero que se inicia en Chorreras y continúa por todos los pueblos de Riohacha y Dibulla.

Estudios en el seminario
Los misioneros True y otros, ubicados en diversos puntos de La Guajira, gestionan el viaje de varios jóvenes guajiros a seminarios de San José de Costa Rica, en donde recibirán formación como pastores y misioneros. Por otro lado, logran abrir un seminario en Fonseca y otro en Riohacha.   El joven Mariano tiene una de sus más felices experiencias al convertirse en estudiante bíblico de tiempo completo, actividad que combina con su labor como misionero en la población de Atanque, en el departamento del Cesar.

En 1.948 La Guajira fue declarada como Territorio de Misiones por el  Gobierno nacional, lo que significa que la Iglesia Católica es la única que tiene la potestad de hacer labor misionera y religiosa en La Guajira. Ello significa una persecución frontal a las iglesias evangélicas y el cierre de los seminarios. La Iglesia de Fonseca es sellada, pero los cultos no se paralizan, pues los misioneros y los creyentes entraban a escondidas por una puerta trasera, cantaban, leían la Biblia y volvían a salir de manera silenciosa sin que las autoridades sospecharan nada.

Matrimonio, esposa e hijos
El 29 de mayo de 1953 camina hacia el altar en compañía de Carmen Ortiz, el amor de toda su vida, quien le da los más preciosos regalos que nunca haya tenido: sus hijos Josué, Eneida y Loyda.
La necesidad de sacar a su familia obliga a los esposos a trabajar duro en el arte que ambos comparten: Carmen en la modistería y Mariano en la sastrería. 

Primer viaje a Maicao
Algunos amigos le cuentan que el negocio de la sastrería es mucho más próspero en Maicao y a principios de los años 60 se traslada a la ciudad de la frontera, él solo, mientras Carmen y los niños permanecen en Fonseca.  Consigue trabajo en la sastrería del señor Oneider Fajardo y trabaja algún tiempo a sus órdenes perfeccionando su labor de medir, cortar, coser y planchar.   Cada vez era un mejor sastre pero nunca dejaba de leer la Biblia y de predicar la Palabra de Dios a todos los clientes y compañeros de trabajo.

Nuevo llamado del ministerio
Un día, mientras estaba concentrado en su labor, recibe una carta que modificaría drásticamente su vida.    Desde Atanquez le escribían sus antiguos discípulos pidiéndole que regresara a hacerse cargo de la obra en la que unos años antes había estado. No le prometían sueldo ni mayores ingresos, pero sí un campo blanco para evangelizar y algunas ofrendas representadas principalmente por los frutos de la tierra que los hermanos cultivaban en sus respectivas parcelas.

Sin pensarlo mucho empacó sus cosas e inició el viaje. Hizo escala en Fonseca para recoger a la familia y con ellos se mudó de nuevo a uno de los pueblos más hermosos del Cesar en donde recobraría su amor por el ministerio como pastor.

La vida de la familia Fonseca Ortiz era bastante austera, pues la iglesia no reunía lo necesario para pagarle el sueldo al pastor. Cada mes la congregación abría la pequeña caja de las ofrendas, cubierta de polvo y telarañas, y de lo que allí se encontrara, le entregaban el 70% a su líder espiritual.  El resto era destinado a los gastos generales de la obra.

La familia subsistía con la yuca, el tomate, los plátanos, la leche y las gallinas que algunos campesinos le entregaban cada domingo como ofrendas y primicias. Y también con lo producido por las máquinas de coser de Mariano y Carmen.

Pero todos tenían una gran satisfacción: la iglesia era cada vez más grande y todos los días más y más creyentes llegaban a los pies de Jesucristo.

En 1.965 el pastor se lanzó a la aventura de construir la capilla, para lo cual puso en práctica sus conocimientos de albañilería. En la práctica él mismo era el ingeniero, arquitecto y maestro de obra.   Sus discípulos no se quedaron con los brazos cruzados: al ver el entusiasmo y la energía con que su pastor trabajaba, se esforzaron por ayudarlo. Hasta las mujeres cooperaban en este trabajo cocinando el sancocho, repartiendo agua helada y manteniendo llenos los termos de tinto. 

El trabajo comenzaba temprano en la mañana y se prolongaba hasta altas horas de la noche. Finalmente el esfuerzo colectivo fue premiado, pues la capilla estuvo terminada en diciembre de ese año y fue inaugurada con un hermoso programa evangelístico que contó con la presencia de las autoridades locales y del misionero norteamericano Lorenzo Buckman, quien había servido por más de veinte años en las selvas de Brasil en la evangelización de los indígenas terrenos y namicuaras.

Regreso definitivo a Maicao
En 1966 el misionero Lorenzo Buckman  comenzó a evangelizar al pueblo wayüu en Maicao y logró formar una congregación que empezó a reunirse en la calle 9 entre carreras 14 y 15, en donde se construiría el templo de la Primera Iglesia Evangélica de Maicao, situada aún en ese lugar cercano al mercado público y frente al antiguo cine México.    Buckman tuvo dificultades para entender la idiosincrasia de los guajiros y por tal razón solicitó que se designara como pastor a alguien oriundo de la región. Y propuso trasladar al pastor de Atanquez, para que se hiciera cargo de la obra.
A pesar de la negativa de la congregación de Atanquez, el pastor Mariano Fonseca es trasladado con su familia a Maicao en 1.966.   Al llegar debe enfrentarse a algunas divisiones internas de la iglesia, pero con paciencia y mucho amor logra que haya unidad alrededor de la Palabra de Dios y de las enseñanzas de Jesucristo.


Pastor y Librero
Mariano y Carmen se dedican de lleno a atender la iglesia, la cual comienza una etapa de firme crecimiento.  Entre las muchas personas que lo visitan se encuentran algunos distribuidores de libros quienes le proponen que se convierta en distribuidor local de sus enciclopedias, artículos de papelería  libros.
Mariano comienza a vender los libros en una vitrina que coloca en la sala de su casa, ubicada cerca del Mercadito Guajiro y la clientela comienza a fluir. Poco después un misionero americano que se encontraba de paso por la ciudad le recomienda trasladarse a un lugar más cercano al centro y le hace el generoso ofrecimiento de pagarle lo que cueste el arriendo. Inicialmente traslada la librería a un local situado en la carrera 12 entre calles 15 y 16   en donde empieza a consolidarse como un negocio próspero.  Un año después, el mismo misionero que le colaboraba con el arriendo, le propuso trasladarse a Barranquilla en donde aprovecharían las ventajas de la gran ciudad, como por ejemplo, un número muy grande de potenciales compradores. Mariano amaba tanto a Maicao y a su congregación que no aceptó la porpuesta.   Entonces, su benefactor le comunicó que no podría seguir cooperando con el dinero que le aportaba para pagar el arriendo.

 Las nuevas circunstancias eran adversas, pero no se acobarda y, en lugar de ello empieza a buscar un punto de venta más adecuado  a sus planes. Es así como consigue abrir sus puertas en la calle 12 entre carreras 14 y 15, lugar en donde nacería la esplendorosa y legendaria Librería “Jel”, nombre que fue compuesto con las iniciales de los nombres de sus hijos Josué, Eneida y Loyda.

La librería se convirtió en el punto de referencia obligado para el mundo académico de la época, pues era el establecimiento a donde llegaban las obras literarias más recientes, los atlas, las enciclopedias y multicolores productos de papelería.
Algo que ayudaba a la Librería Jel a tener muy buenas ventas era su localización, pues quedaba al frente del Instituto María Montessori y a unas pocas cuadras del colegio San José.

El orgullo de educar a sus hijos, quienes eligen el camino del servicio a través de sus conocimientos profesionales. Es así como Josué se gradúa de Médico Veterinario Zootecnista, experto en Salud Pública.  En 1.984 fue nombrado como alcalde de Maicao.

Eneida se gradúa como médico y luego adquiere dos especializaciones. Una en neumología y otra en epidemiología. En el año 2009 es nombrada como directora del hospital San José de Maicao.
Loyda se gradúa como abogada y se dedica a la docencia universitaria.

Semillas de Mostaza: libro autobiográfico
En 1.995 escribe el libro Semillas e Mostaza en el que traza algunas líneas autobiográficas y  da a conocer buena parte de la historia de la evangelización en el departamento de La Guajira.


Epílogo
En sus últimos días  el pastor Mariano Fonseca conservó una gran vitalidad. Dividía su tiempo en consentir a su esposa Carmen y ser consentido por ella en la casa de siempre.  En ese mismo lugar en el barrio San Martín, a donde trasladaron la Librería JEL, en donde atendió a sus clientes a sus clientes con la misma amabilidad de aquellos tiempos  de 1966.   

Un día de octubre Mariano partió a la eternidad a reunirse con el Jefe para el que trabajó toda la vida y para encontrarse con los hermanos a quienes ayudó a encontrar el camino de la salvación. 

¿Quiénes fueron sus mejores amigos?

  • ·   Nicolás Deluquez, su condiscípulo en Fonseca y quien tendría a su cargo una sucursal de la Librería Jel en la tierra del Retorno
  • ·         Santander Ortega y Roberto Silva, ministros evangélicos, de quienes afirma que son los mejores predicadores de la Palabra que han llegado a Maicao.  
  •     Jorge Parodi, periodista, músico y gran amigo de los libros
  • ·     Hernando Iguarán Romero,  su compañero en el partido conservador. Líder pol´pitico y exalcalde de Maicao.
  • ·         Ramiro Choles Andrade, profesor y exrector del Colegio San José. Todas las mañanas lo visitaba en la Librería, ubicada ahora en la calle 17 con carrera 19. Leen juntos el periódico y comentan los sucesos del día.


Mariano Fonseca en frases

·         “Si trabajas para vivir, entonces ¿Por qué te matas trabajando?”

·         “Con afanarse nadie añadirá cincuenta centímetros a su estatura” (Tomada de la Biblia)

·         La vida del hombre no consiste en enamorarse de los bienes que posee
      
       El que quiera ser mi amigo debe saber que tengo dos "defectos": soy godo y soy evangélico.


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jueves, 14 de mayo de 2015

Vicente de la Hoz, talento al servicio del prójimo

Autor: Alejandro Rutto Martínez

Dios me dio la oportunidad de conocer a Vicente De la Hoz cuando compartíamos los últimos años de nuestra infancia en las aulas, los pasillos y la biblioteca del Colegio San José en donde estudiábamos el bachillerato en cursos diferentes pero físicamente cercanos.
Éramos hijos de dos familias unidas por la educación.

Los  hermanos de Vicente estudiaban con los hermanos míos y no pasaba un día sin que los unos estuvieran en la casa del otro de manera que no pasó mucho tiempo antes de que naciera una buena amistad que con el paso de los años terminó convertida en hermandad. 

El colegió nos unió y eso fue para siempre.  

Por aquella época nada era tan querido para nosotros como el viejo edificio de nuestro colegio en el que sufríamos mil incomodidades como el calor, la falta de espacios deportivos, la ausencia de laboratorios y el hacinamiento en los salones.  

Pero ahí éramos felices porque nuestros padres nos habían dicho una y otra vez que la educación era la mejor y única herencia que podían dejarnos y teníamos que esforzarnos para ser los mejores estudiantes y luego para alcanzar grandes cosas en la vida. 

Vicente se tomó a pecho la recomendación de los mayores y llegó a la institución a lo que fue: estudiar intensamente.

Registro en los pliegues de mi memoria y lo encuentro siempre con su rostro sereno,  su gesto reflexivo y su comportamiento serio.

Era muy diferente a la mayoría de la masa de adolescentes y jóvenes que componían la comunidad estudiantil de la época.  

En su condición de estudiante  mostró una particular inclinación por las ciencias naturales, la química, matemáticas y biología.

Sus tiempos libres los dedicaba a las actividades como socorrista en la Cruz Roja.  Todo indicaba que él iba por el camino correcto y que llegaría muy alto en la vida de estudio y de servicio que él mismo se había impuesto.  

No tardó en recoger los resultados de todas las horas de juego sacrificadas y de las fiestas a las que no fue: siempre obtuvo notas sobresalientes y cuando terminó los estudios, en 1983, se constituyó en el mejor bachiller de La Guajira, lo que le permitió recibir la medalla Andrés Bello y participar en un significativo homenaje que le tributó el Gobierno Nacional a través del Ministerio de Educación. 

Ingresó de inmediato a la facultad de medicina en la que se convirtió en uno de los mejores estudiantes, lo que le permitió obtener una beca y ser  designado como monitor, lo cual se convirtió en un nuevo elemento de motivación y en un ahorro para los menguados recursos de sus  padres. 

Al graduarse de médico inició una brillante carrera en la que obtuvo el reconocimiento de los hospitales y clínicas en las que trabajó pero sobre todo el de sus pacientes quienes aprendieron a respetarlo, a quererlo y a confiar en él. 

Yo le tenía muchísima confianza, tanto que un día lo llamé a las 4 de la mañana para que me ayudara en uno de los días más tristes de mi vida: mis hermanos me comisionaron para que le informara a mamá la noticia de que mi padre había pasado a la presencia del Señor.

Temeroso de que la delicada salud de ella se quebrantara aún más decidí llamarlo para que estuviera presente en caso de una emergencia.

En esa ocasión y en muchas otras pude sentir su afecto como amigo y por eso hoy, cuando Dios ha decidido llevarlo al Paraíso, siento el peso de su ausencia, pero también el consuelo de saber que pasó por los caminos de la vida defendiendo la vida de todo el que acudiera a su consultorio. Vicente De la Hoz fue un buen médico, pero ante todo un ser humano con un talento especial. Talento que siempre estuvo al servicio del prójimo.


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jueves, 30 de abril de 2015

Vicente De la Hoz: humildad y sabiduría al servicio de la ciencia

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Todos los días el coordinador del Colegio San José tocaba el timbre del recreo a las 10 de la mañana. Entonces el pequeño patio del único colegio de bachillerato de Maicao en los años setenta se convertía en un gigantesco hormiguero humano compuesto por veloces adolescentes que corrían desaforadamente a jugar un corto partido de fútbol o a vaciar la despensa y el enfriador de la cooperativa en el que nunca faltaban las deliciosas empanadas y la chicha de maíz.

Un pequeño grupo de estudiantes aprovechaba para ir a la Biblioteca a leer un rato o para asistir a la sala de los profesores a pedir alguna explicación adicional sobre los temas de las diferentes asignaturas.

Entre estos últimos siempre se encontraba un jovencito conocido por su curiosidad y el insaciable deseo de aprender: Vicente De la Hoz De la Hoz.

Después de visitar la biblioteca o absolver sus dudas académicas el joven De la Hoz regresaba puntualmente a clases para esperar al siguiente profesor, escuchar sus clases, hacer nuevas preguntas y llenar su cuaderno de apuntes con los datos más significativos.

Cuando regresaba a casa le daba el acostumbrado beso a Justa, su amorosa madre, y se sumergía de nuevo en su complejo hábitat de libros, cuadernos y revistas científicas.

Fue escogido como monitor y con los recursos que recibía por esta labor más la ayuda que le enviaban sus padres pudo graduarse como uno de los mejores de su promoción.

No le faltaron ofertas para trabajar en otras ciudades pero quería estar al lado de los suyos y trabajar en su querida tierra maicaera. Ingresó a la nómina de médicos de la Cruz Roja y del Hospital San José en donde se convirtió en el preferido de los pacientes.

Luego realizó las especializaciones  Gerencia en Salud  y  Auditaría Médica en la Universidad de los Andes.

Contrajo matrimonio con la joven Shirley Dorado Vergel y al lado de ella edificó una linda familia de la que también hacen parte sus hijos Dayanis Milena, Jesús David Vicente y Divis Valentina.

Sus amplios conocimientos y su experiencia como monitor en la Universidad lo llevaron a incursionar en la docencia, en áreas relacionadas con su profesión: Enfermería, Salud Ocupacional, Desarrollo Integral del niño y otras.

Los ambientes de aprendizaje del  SENA y las aulas de la  Universidad de La Guajira han sido el escenario para que ejercite también su pasión por la enseñanza. 

Dios lo llamó a comparecer a su presencia en la apacible tarde del viernes 8 de mayo del 2.015, momento desde el cual disfruta de la compañía de quienes partieron antes y de la compañía eterna e su Creador.

El recuerdo y la historia nos dirá siempre que Vicente De la Hoz de la Hoz fue  un hombre acostumbrado a luchar por sus principios y por la vida. 


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