viernes, 15 de julio de 2016

Mi primer varón ya es mayor de edad

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Mi papá era un hombre alérgico a las fiestas y a las celebraciones. Por eso, temeroso de que no fuera a la ceremonia de mi matrimonio y a la posterior celebración, me arrodillé para implorarle a Dios que lo conmoviera y me acompañara en tan crucial acontecimiento de mi vida.   

Él no me había acompañado a la graduación  de la primaria y tampoco a la del bachillerato y tan sólo fue una vez a recibir mi boletín ce calificaciones en la reunión final del curso, y casualmente lo hizo el año en que salí reprobado en ese malhadado tercero de bachillerato (equivalente al 8º. Grado de ahora). Ya se imaginan su reacción y lo que mi joven pellejo sufrió por esa grave falta.

Aproveché cuando estaba de rodillas para pedirle a Dios, de una vez, que mi primer hijo fuera varón, para darle el nombre de Ernesto, su abuelo, el mismo que no iba nunca a ninguna fiesta.

Yo debía ser un inexperto muchacho en el arte de la oración o Dios tenía planes muy distintos a los míos, porque mi papá no fue a la fiesta; y mi primer retoño no fue un varoncito como le pedí, sino una preciosa niña.  Aplacé las ganas de tener un varón para el nacimiento de mi segundo y último hijo (según mis planes) pero la adorable sonrisa de una hermosa niña volvió a iluminar nuestro hogar.

Estaba muy feliz con mis tres mujeres, dos que me había regalado Dios y una que me había entregado mi suegro, pero…no renunciaba a la idea de tener un varoncito que se llamara Ernesto, como el abuelo que no asistía a fiestas, porque prefería quedarse en casa sumergido en su hábito de leer todo lo que llegara a sus manos, en el idioma en que fuera y a la hora en que le provocara.

Consciente de que no debía renunciar a mi sueño me apliqué más en la oración a Dios, ahora de manera más intensa porque el asunto, con el tiempo se volvió casi que un motivo de orgullo personal.  ¿Por qué?   Porque a los hombres de mi familia, léase hermanos, primos y hermanos comenzaron a practicar de manera sistemática y perniciosa el dudoso deporte de matonearme. Según su particular modo de analizar la vida ellos, yo era algo así como un “poco hombre”, porque no era capaz de engendrar un hijo varón.  ¿Cómo les parece?  Yo feliz con mis mujeres   y ellos burlándose todo el tiempo de mí.   

Un día, el vientre de mi esposa comenzó a abultarse de nuevo y mi corazón comenzó a henchirse de esperanza y de orgullo porque algo me decía que la tercera era la vencida.   

Los meses pasaron rápido, uno, dos tres…el vientre crecía más y más y era más grande que en las dos ocasiones anteriores.   “Ese es un varón” decía mi mamá, una sabia mujer que nunca fue al colegio pero que en casos como aquellos operaba como la ginecóloga de sus hijas y nueras.   

La única ecografía que nos aprobaron no mostró con claridad el sexo del bebé.  Pero yo le creía a la abuela, que había parido todos sus seis de sus ocho hijos en casa, ayudada por la comadrona y había visto nacer casi una veintena de nietos. ¿Tenía una vasta experiencia! Y yo, unas tremendas ganas de creerle.  Y le creí. 

El día llegó, un 16 de julio a las 9 de la mañana. La bella madre estaba en la sala de partos y yo afuera, comiéndome las uñas. Pasó el tiempo y nada de noticias.  

Le pregunté a alguien, un camillero,  que salió de la habitación a donde no me dejaban entrar y le pregunté con ansiedad. ¿“Usted sabe si ya mi esposa parió”?

Más agradecido estuviera con él si me hubiera respondido rápido y directo pero en lugar de hacerlo así, me contestó con otra pregunta: ¿Usted cuántos hijos tiene?

-Con cara de ansiedad le dije de inmediato: dos y son niñas

-Doble felicitaciones, me dijo. Su esposa acaba de parir y es  un varoncito.

De repente todos estábamos brincando, celebrando y abrazándonos como cuando Colombia le hace un gol a Alemania y le empata en el minuto 48 del segundo tiempo, en un mundial.

Entre los que estaban celebrando aparecieron también los que me burlaban y me habían calificado de “poco hombre” ¡Hermanos poco serios!  

Uno de ellos, al que llamaron de urgencia, se fue para el hospital sin peinarse y sin afeitarse, tenía la camisa desabotonada y la bragueta abierta.  No sé con quién confundió el vigilante a mi hermano mayor, pues lo llamó aparte y le dijo “Señor, aquí a veces le damos la sobra del almuerzo a los más necesitados, pero deben venir por la puerta de atrás y no por ésta donde estamos”

La alegría  era indescriptible y hasta mi mamá, que casi no podía caminar y nunca salía de la casa, se apareció en la habitación donde mi esposa alimentaba al ansioso nuevo miembro de la familia. Nadie sabe cómo pudo llegar allá, a pesar de sus complicaciones de salud.

Todo era felicidad y, por supuesto, el niño comenzó a vivir con la dicha de llamarse Ernesto. Ernesto Josías, para ser más exactos,  en una hermosa combinación del nombre de su abuelo (ese al que no le gustaban las fiestas sino los libros) y el de uno de los mejores reyes del antiguo Israel. 
Mi hijo Ernesto ha sido  una bendición a lo largo de su vida. Y de la mía. 

Desde ese día, 16 de julio de 1998, cuando nuestro Barrio El Carmen de Maicao celebraba ruidosamente su día clásico, ha sido mi compañero en todos los lugares a donde Dios nos ha llevado. 

Para prepararlo y apara convencerlo de lo que sería su futuro, comencé a llamarlo “Campeón”. Y me ha seguido siempre a todas partes. Ahora es todo un hombrecito y ha arribado ni más ni menos que a su mayoría de edad. 

Atrás quedaron los días en que lo montaba en mis hombros para que él celebrara que era el niño más alto de la familia; atrás quedó el día lleno de sentimientos en que lo llevé por primera vez a mi trabajo y lleno de orgullo se lo presenté a mis compañeros y estudiantes; atrás quedó el día en que lloré al dejarlo llorando en el jardín infantil; atrás quedó el día en que la aguja de la vacuna me dolió más a mí que a él.

Atrás han quedado los días en que le inculqué los principios y valores que mis padres me habían enseñado y que yo mismo tomaba de la Biblia para que a él le quedaran bien claros.

Hoy en día es mi mejor discípulo, mi compañero inseparable y  mi hincha número uno.  Yo debo darle gracias a Dios por regalármelo y a él por existir. Y también le doy gracias por haberme hecho caso cuando le enseñé que por encima de todo tenía que ser un hombre, un hombre de bien.

Aprovecho la oportunidad de disculparme con él por haberle transmitido mi enfermizo amor por el fútbol que es como haberlo matriculado en la universidad del sufrimiento.

Hoy celebro con Dios y con mi familia la presencia de mi hijo, mi hijo el que tanto esperé; mi hijo el que es respuesta a las oraciones; mi hijo el que hizo que ya no me siguieran estigmatizando por que no podía tener hijos varones.

Quiero celebrar también con mi esposa que fue capaz de tener a ese hombronón 9 meses en su vientre y con los tíos a los que casi sacan del hospital por no vestirse con decencia en la prisa por conocer a su sobrino. 

Quiero celebrar con el camillero que me dio la buena noticia; con  Carmelo y Goyo, los médicos que atendieron el parto.

Quisiera celebrar con la abuela Blanca quien me acompañaba siempre en estos momentos. Quisiera celebrar con Isnelda, la abuela que volvió a caminar para aparecerse en el hospital sin que nadie descubriera nunca cómo llegó allá, pero ella está celebrando con Dios.

Y quisiera celebrar con Ernesto, mi papá, pero él también ha partido a la eternidad. Y si estuviera aquí tampoco hubiera querido celebrar, porque él nunca iba ni a las mejores  a fiestas.

jueves, 14 de julio de 2016

Que abran la frontera y que la abran pronto

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez 

Mahatma Gandhi: “Dios no ha creado fronteras. Mi objetivo es la amistad con el mundo entero”


Cuando estaba niño y lograba junto con mis hermanos colarme en las conversaciones de los mayores, empecé a saber lo que significaba la frontera: negocios tránsito de personas, ir y venir de comerciantes de un lugar a otro, alcabalas, controles policiales y, por supuesto, algunos escenarios de corrupción.

Yo nací y crecí en Maicao y en nuestra tierra casi desde el vientre uno escucha hablar de esa línea imaginaria situada cerca del pueblo en donde termina nuestro país y comienza otro país, al que, también los mayores, esta vez en la escuela, nos enseñaron a querer, porque era la patria del libertador Simón Bolívar.

En los tiempos en que crecíamos vimos cientos; qué digo ciento… ¡Miles! De venezolanos  de visitas y de compras en los almacenes del centro de la ciudad. En la tertulia de la tarde los mayores que trabajaban en el sector del transporte narraban con deleite las anécdotas del día y su encentro con algún generoso cliente de quien habían recibido una inesperada y jugosa propina, en bolívares por supuesto, una moneda apetecida, y bien cotizada, pues un solo bolívar valía más de 16 pesos.

En los años ochenta comenzó a decaer la economía venezolana y la llegada masiva de compradores no se produjo nunca más. 

A pesar de todo, los negocios que se hacían llevando mercancías de aquí para allá, o transportándolas  de allá para acá, le han dado vida al comercio de Maicao y permiten que el corazón de nuestro pueblo palpite a pesar de sus inacabables crisis.

Sin embargo, el nefasto 7 de septiembre del 2015, ocurrió lo impensado: el Gobierno de Venezuela tomó la terrible decisión de cerrar la frontera por el paso de Paraguachón, algo que no había sucedido nunca en 500 años desde cuando a los españoles se les ocurrió la idea insensata de trazar una línea imaginaria a través de un territorio culturalmente indivisible como lo es la Península que desde tiempo inmemorial es habitada por originarios con las mismas costumbres, la misma lengua y la misma sangre.

La frontera no fue cerrada nunca ni siquiera en los momentos más difíciles de los enfrentamientos entre Chávez y Uribe, dos polos opuestos del pensamiento; dos estilos distintos de gobernar…en fin, las antípodas de América Latina.  Pero llegó Maduro y en un acto de soberbia cambió quinientos años de historia estableciendo una mala réplica del Muro de Berlín para dividir la Nación wayüu y separar familias, amigos y socios comerciales.

Por eso, en estos días, cuando del discurso de los gobernantes se deduce que estaría cercano el día en que las barricadas sean quitadas del lugar en donde se encuentran mal atravesadas, los hombres de frontera nos frotamos las manos y nos llenamos de esperanza con el pensamiento puesto en el hecho de que algunas actividades comerciales se reactivarán y la aguda crisis social y económica por la que atravesamos comience a ceder.

Es cierto que las actuales circunstancias de Venezuela no son las mismas de antes, pero también es cierto que el hermano país es nuestro principal socio comercial, académico y cultural y con ellos nos va mejor con la frontera abierta.  

Hay que hacer un plan de contingencia y muy rápido, para afrontar lo que pudiera venirse: invasión de desempleados venezolanos (ya ocurre con la frontera cerrada);  venta masiva de productos de primera necesidad a los mercados venezolanos y desabastecimiento en el mercado local  ya ocurre también, aún con la frontera cerrada) y la presencia de delincuentes disfrazados de gente honrada (también sucede, desde hace varios meses, aún con la frontera cerrada).

Yo, a decir verdad no sueño solo con la frontera abierta, sino con utópico mundo sin fronteras. 

Pero como las utopías son lejanas, prefiero soñar con el día cercano en el que, en un acto de sensatez, desaparezcan los soldados y las barricadas. Y la frontera viva de nuevo. Y podamos reencontrarnos los que hemos vivido separados por la injusticia de una decisión que nunca comprenderemos.    


martes, 12 de julio de 2016

Coronel Jorge Ramírez, nuevo comandante de policía

El nuevo comandante ya había estado en Maicao y conoce a la ciudad

Erradicar bandas de asaltantes, principal reto del nuevo comandante

Maicao-. El teniente coronel Jorge Andrés Ramírez Vega fue presentado ayer ante los medios de comunicación como nuevo comandante del Distrito Especial de Policía de esta ciudad.
Reemplaza en el cargo y en las funciones a su homólogo  Edilberto García Guauta, quien por dos años estuvo al frente del organismo uniformado y el fin de semana anterior fue trasladado a la ciudad de Pereira.
El nuevo comandante deberá asumir la dura tarea de proteger a los maicaeros y de luchar contra los atracos, hurtos, raponazos y atracos a mano armada que han creado una gran sensación de inseguridad entre los ciudadanos.
Jorge Andrés Ramírez Vega ya tiene conocimiento de acerca de la idiosincrasia de los guajiros y de los aspectos que más amenazan la seguridad, ya que en el pasado, cuando tenía el grado de mayor, estuvo asignado durante un período de tres meses al Distrito Especial de Maicao.
Se espera que el oficial diseñe los planes de seguridad necesarios para recuperar la tranquilidad de los maicaeros ,amenazada por los llamados delitos menores los cuales se han incrementado debido a la crisis social que se vive en la guajira, y por la dura situación económica de Venezuela que ha desplazado hacia la frontera a numerosos profesionales honestos pero también a ha traído a personas que se dedican a actividades ilícitas y se convierten en un nuevo factor desestabilizador de la seguridad en el ámbito local. 

Se posesionaron nuevos dignatarios de juntas comunales

Setenta y tres presidentes de JAC se juramentaron en el cargo

En próximos días se posesionarán otras 23 juntas comunales

Maicao-. En una sencilla ceremonia realizada en la Universidad de La Guajira fueron posesionados ayer los nuevos dignatarios de las juntas de acción comunal para un período de 4 años.
El acto estuvo presidido por el alcalde José Carlos Molina, el secretario de Gobierno departamental Eliécer Quintero Vásquez y la secretaria de Gobierno Municipal Grace Aguilar Curvelo.

Fue un sencillo programa en el que el Secretario de Gobierno Eliécer Quintero hizo un balance de sus seis meses de gestión al frente de su cartera. 
Posteriormente el alcalde Molina Becerra tomó el juramento los líderes comunales y por último se le hizo entrega de las resoluciones en las que se protocoliza su posesión como directivos de sus barrios. 

Cancilleres de Colombia y Venezuela hablarán sobre reapertura de la frontera

La reunión sería el 4 de agosto en territorio venezolano


Bogotá-. Las cancilleres de Colombia María Ángela Holguín y su homóloga venezolana Delcy Rodríguez se reunirán en los próximos días para conversar sobre la reapertura de la frontera cerrada desde el mes de agosto del año pasado por el presidente del vecino país Nicolás Maduro.

La reunión se efectuará el 4 de agosto y en la misma se hará un repaso general de todos los temas comunes a los dos países.


La ministra manifestó que la reunión seguramente será en Venezuela y sería preparatoria para una reunión entre los presidentes Santos y Maduro. 

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