viernes, 6 de mayo de 2016

El colapso de La Guajira

Escrito por: Hernán Baquero Bracho 

Producto de tantos desaciertos que ha tenido La Guajira desde que fue creada como ente institucional y administrativo, el departamento ha colapsado en el área fiscal y financiera, por ello la actual gobernadora Oneida Pinto Pérez, en reunión sostenida con el Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas, el Presidente de la Cámara Alfredo Deluque y el parlamentario Antenor Durán, están haciendo la gestión para que la península entre en la ley de quiebras o ley 550 debido a la asfixia  económica de sus pasivos y que con esta ley le genera un respiro financiero aunado a que el gobierno nacional le inyecte otros rubros para solventar la grave crisis en que ha caído. 

Además este colapso en que ha entrado el departamento se le añade la corrupción alarmante, la falta de credibilidad a nivel nacional y la debilidad institucional en que se ha sumido una región que no supo aprovechar sus bonanzas y menos los apalancamientos para volverla sostenible y competitiva en el tiempo.

Esta es una sinopsis de su trasegar.  
La Guajira desde que se formó como Comisaria, Intendencia y luego el primero de Julio de 1965 como departamento siempre ha adolecido de un modelo económico y de un autentico liderazgo para aplicar un verdadero desarrollo y una variable incluyente en el sector social de sus habitantes. 
Al contrario de Cundinamarca, Valle del Cauca y Antioquia que cuentan con modelos económicos preestablecidos y que por ello sus planes de desarrollo continúan de manera ordenada, así el que llegue a regir los destinos de estos departamentos, continúan un plan ordenado y sostenido en el tiempo y en el espacio para que su economía fluya de manera ordenada con resultados positivos que generan confianza y credibilidad entre sus habitantes.
Contrario en nuestro departamento por no contar con modelos económicos preestablecidos  en el diseño administrativo de La Guajira, lo que hemos tenido y obtenido son desastres económicos y por ende un subdesarrollo alarmante acompañado de las líneas de pobreza y de una mala calidad de vida que ha hecho mella en los quince municipios que conforman el ente territorial y que en el contexto nacional ha sido deprimente en todos los órdenes. 
El ejemplo más claro lo obtuvimos en el descalabro, atomización y mal manejo que le dimos a las regalías provenientes de nuestros yacimientos  de gas natural y de carbón, donde por más de treinta años el departamento y los municipios productores recibieron regalías por el orden de 4.3 billones de pesos y los resultados hoy son catastróficos, todo por no disponer de un modelo económico que hubiera sido la guía y el norte que La Guajira  no ha tenido y los más paupérrimo es una falta clara de un verdadero liderazgo en su desarrollo económico. 
El otro desastre en que se sumió La Guajira fue casi en acabar con la nación Wayuu y que las cifras del DANE reportan en los últimos diez años más de cinco mil niños muertos por una desnutrición jamás vista en la historia de Colombia y que si le aplicáramos el retrovisor a veinte años atrás, nos convertiríamos en unos criminales de lesa humanidad, por tantos desafueros, tanta indolencia, tanta corrupción y tanta mediocridad para manejar las variables económicas de forma acertada de la península y todo esto ha sucedido con la complicidad de los gobiernos nacionales de turnos, al no contar el departamento con un modelo económico preestablecido paras orientar los recursos que llegaron en esta bonanza que se llamó regalías.
El decrecimiento económico de La Guajira con la explotación minera que se inició en la década de los ochenta es ostensible  en todos los órdenes,  desde todo punto de vista y las cifras económicas con sus análisis así lo demuestran, todo por no tener y no contar con un modelo económico que debería haber sido la brújula que orientara nuestro desarrollo. 
En la década del 50 al  60, el PIB de La Guajira era del 5.2% superior al PIB nacional  que era del 2.2%
La vocación en esa época era netamente agropecuaria y comercial. 
En 1975, las cifras económicas indican que el 20% lo desarrollaba el sector agropecuario, el 57.9% lo desarrollaba el comercio, el 5.6% la industria y el 1.9% lo representaba la minería, con la explotación del gas de Chuchupa en Manaure. Es decir la vocación del departamento era netamente comercial y agropecuaria. 
En el año 1990, el área sembrada era la siguiente: 29.830 hectáreas de algodón, 10.000 hectáreas de maíz y 5.400 hectáreas de sorgo, sin contar con más de 3.000 hectáreas de arroz. 
La apertura económica nos quiebra y este modelo económico incipiente que se movía de una manera natural, es reemplazado por la gran minería.
En el año 2005, ya plena era minera, el 54.4% corresponde a ese sector, el 6.5% corresponde al sector agropecuario, el 4.2% comercial y el 0.5% al sector industria. 
El aparato productivo se cae, lo quiebra el gobierno nacional a través de sus políticas públicas y nos impone la gran minería, lo que nos trae como una gran paradoja que el departamento ha entrado en decrecimiento económico ostensible desde todos los ángulos, de su desarrollo. 
En ese mismo año  2005, el DANE genera los datos de empleo para la península y atérrense: el 34% corresponde al sector servicio, el 29% al comercio, el 17% al sector agropecuario y el 2.9% corresponde al sector minero, a pesar que este renglón contribuye con el 50% del producto interno bruto del departamento. 
¿Dónde está el desarrollo? ¿Cómo recomponer nuestra economía?  ¿Sí necesita La Guajira la intervención del gobierno nacional? 
¿Cómo recomponer tantos entuertos? ¿Qué modelo económico podríamos aplicar a término de 15 años? Son preguntas que no tienen respuestas de manera inmediata, pero opino que el nuevo Plan de Desarrollo debería ser concebido a un término de 15 o más años.  

jueves, 5 de mayo de 2016

Temas de la jornada








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Confesiones del "Viejo Mile" (Primera parte)

Escrito por: Hernán Baquero Bracho

En el año de 1996, cuando el suscrito andaba muy enamorado de una de sus nietas, siempre visitaba en compañía de ella, a mi primo querido Emiliano Zuleta Baquero en Urumita, quien compartía su vida con Ana, su última compañera y en esas tardes urumiteras de ensoñación hacíamos tertulias de su vida y de sus vivencias y parte de ellas quedaron grabadas por este columnista para la eternidad.  

Lea la segunda parte  de Cofesiones del "Viejo Mile"

Real y Atlético volverán a verse en final de Liga de Campeones


Real Madrid venció por la mínima diferencia a Manchester City y clasificó para disputar la final de la final de la Liga de Campeones ante el Atlético de Madrid en juego que tendrá lugar el próximo 28 de mayo en Milán. 

Atlético de Madrid había logrado su clasificación el martes 3 de mayo no obstante perder 2-1 ante el Bayern Munich.  El equipo "Colchonero" había ganado el partido de ida 1-0 y se vaforeció por el plus que representa el gol visitante. 

Será la segunda vez en dos años que los equipos madridistas se vean las caras en la final del torneo de clubes más importante de Europa luego de que disputaran esa misma instancia el 24 de mayo de 2014 en el Estadio da Luz de LIsboa, Portugal, con un resultado de 4-1 a favor del Real, después de 120 minutos de juego. 


Mi pueblo, el que me gusta



Escrito por: Alejandro Rutto Martínez 


El recuerdo del Maicao peligroso en que cada mañana anunciaban por la radio que habían amanecido cinco o seis muertos, no me gusta. 
El Maicao de las calles llena de barro y lodo, fuentes de mosquitos y enfermedades, tampoco me gusta.


El Maicao de los tiros al aire para celebrar cualquier acontecimiento no me gusta para nada como tampoco el de las sequías prolongadas en el que la ciudad se divide en dos: los que tienen plata para comprar el agua en los carros tanques y los que no tienen agua ni para remedio.
No me gusta el Maicao del matadero antihigiénico ni el de sus calles y andenes repletos de basura, por que a algunos no se le ocurre mejor idea que tirar los desechos del comercio en la vía pública.

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No me gusta el Maicao de las bocinas estridentes, de los carros parqueados en cualquier lugar y el de los caminantes sin espacio para andar.
Les soy sincero, el Maicao anteriormente descrito no me gusta y creo que tampoco le gusta a la mayoría de sus habitantes.

Si por casualidad usted alguna vez visitó la tierra "del ensueño de mi edad primera" y en su mente y sus pensamientos quedaron las imágenes que hemos relatado, déjeme decirle que usted no conoce aún al verdadero Maicao.

Por eso se me ocurre que es mi deber hablarle del Maicao que a mí me gusta, al que amo y por el que tengo una "traga" parecida a la del adolescente por la primera mujer que ha sido capaz de moverle el piso y las hormonas.

En primer lugar me gusta el Maicao de las algarabías infantiles en la puerta de los colegios. 

Soy feliz situándome en la acera del frente, a la hora de la entrada o de la salida y ver ese desfile de pequeños ángeles con rostro humano y escucharlos en el infinito compartir de sus sueños, de sus dulces travesuras, de sus increíbles ilusiones y de sus pequeñas disputas y su inexplicable capacidad para comer mango viche con sal y limón. 

Cuando veo la puerta de las escuelas convertidas en un hormiguero o humano, sonrío convencido de que Dios no se ha aburrido todavía de la humanidad y tampoco de Maicao.

Me gusta el Maicao de los periodistas legendarios, algunos de los cuales disfrutan de un lugar en su morada de la eternidad, pero aún así resisten a los embates del olvido.

Recuerdo sus voces torneadas por la experiencia de miles de horas al aire y su olfato para encontrar la noticia aunque estuviera escondida debajo de las piedras a orillas de la laguna de Majupay o en las profundidades de una pegajosa canción de Roberto Solano.

Me gusta, a propósito el Maicao que por años fue casa del maestro Carlos Huertas y cuna de sus hijos. Me gusta el Maicao, vuelve y juega, de Roberto Solano y Mario Valdelamar.

El Maicao en el que se incubaron buena parte de los versos primigenios de Víctor Bravo y en donde Abel Medina decidió un día que su pluma servía no solo para enhebrar historias sino para auscultar en la historia del vallenato.

Me gusta el Maicao de las tertulias matinales en las esquinas de los barrios en las que, aún antes de que el sol derrame su poderosa luz desde el oriente, los vecinos se encuentran para hablar de esto y de aquello y de éstos y de aquellos.

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Conversaciones familiares y comunitarias de las que casi no se ven en los tiempos del internet y de los celulares. Conversaciones en las que junto a la olla de café humeante se arreglan buena parte de los problemas de Maicao y del mundo.
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Este Maicao, el del cIelo intensamente azul, el de su cultura variopinta, el de los tres idiomas el de la limonada fría en frascos de vidrio y el tinto durante las veinticuatro horas del día, es el que a mí me gusta. Y por el que tengo una "traga" parecida a la del que se enamora por primera vez.

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