Alejandro Rutto Martínez quiso ser periodista desde niño, tal vez atraído por aquello de que todos los periodistas que trabajaban en la radio de su pueblo durante la época de la infancia, eran más conocidos, queridos y respetados que el propio alcalde o el gobernador. A lo anterior, el embeleco infantil de ser famoso, se le unió cierto talento para enhebrar letras, sílabas y palabras, el cual demostraba con cierta frecuencia, principalmente cuando le correspondía entregar las tareas de ciencias naturales en las que le pedían describir a ciertos animales.
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Como no disponía del “texto guía” del cual todos tomaban la tarea, se iba al patio, miraba las características de los invertebrados, la anatomía de los vertebrados, las costumbres de los canes y armaba unos escritos que, indefectiblemente recibían el “elogio” de su incrédula profesora, consistente en un frío interrogante “¿ Eso lo escribió usted?
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El profesor de español era menos desconfiado y le pulió su forma de escribir y le pidió escribir pequeños artículos para el programa de radio del colegio y luego otros artículos y otros más hasta que un día lo llevó a la cabina de radio y comenzó a darle pequeños sorbos de micrófono a razón de tres minutos semanales.
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De allí vino la seducción de la radio comercial y unos sorbos más prolongados en la radio deportiva: una hora diaria. Siguiendo las vueltas de un balón de fútbol sobre las canchas de barro duro, piedra y polvo de La Guajira. Allí estuvo unos años hasta cuando comenzó a combinar el deporte con las noticias generales, y bien generales por ciertos: desde el registro diario de los muchos muertos que dejaba cada noche la violencia crónica de su Maicao natal, pasando por los discursos largos, aburridos (y muchas veces sin contenido) de los políticos, hasta las noticias de los cientos de deportados que, por fuerza de la pobreza, se habían ido a Venezuela sin otro documento que sus manos forradas de callos con las cuales demostraban que conocían el trabajo del campo.
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De la radio pasó a las columnas de prensa en el diario el Informador de Santa Marta y de las columnas de prensa dio el salto a la pantalla chica del canal comunitario de televisión en donde actúa como presentador y periodista del magazín “Buenos Días Maicao”
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Sin embargo, desde finales de 2.007 su gran pasión es el periodismo digital, modalidad en la que ha dirigido con éxito el blog Maicao al Día, una iniciativa de periodismo alternativo que en el lapso de un año ganó tres premios en reconocimiento a la profundidad de sus investigaciones y la calidad literaria de sus artículos. A través de Maicao al Día Maicao y La Guajira le cuentan su historia al mundo y han conquistado lectores en 137 países.
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Este es el resumen de una trayectoria que se inició como respuesta a la pregunta escéptica de una profesora de naturales.
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El periodismo me lo he gozado y disfrutado, no como una actividad laboral fría y angustiosa sino como una forma de vida en la que he luchado en el día a día de la mayor parte de mi vida.
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En el periodismo he vivido y practicado los distintos géneros y las maneras de informar...
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En las emisoras de nuestra tierra (Radio Península, La Voz de la Pampa, Olímpica Estéreo, Radio Delfín y Radio Almirante) y en las cadenas que alguna vez me dieron la oportunidad como corresponsal espontáneo, me puse a prueba en el reto inmenso y maravilloso de lograr que las personas vieran lo que yo les contaba.
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La prensa escrita me ha permitido encontrar en el papel embadurnado de tinta los temas que unas horas (o unos días) pasaron por el cerebro diligente de mis dos dedos índices, los únicos que aprendieron a oprimir las teclas de un equipo que se acostumbró a vivir conmigo la obligación opresiva pero desafiante que significa ponerse frente a una hoja de word en blanco.
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La televisión me enseñó la obviedad de lo obvio: es más fácil verla que hacerla. Pero poco a poco me indujo a hacerme a la idea de que sus múltiples formas de presentar los hechos le dan una ventaja sobre otros medios cuando se trata de conquistar a un ciudadano que siempre quiere saber más y más de lo que pretendemos informarle.
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El internet me permite ser un periodista de 24 horas y relatar los sucesos desde prácticamente cualquier lugar y a cualquier hora. A través de la autopista de la información hemos podido lograr que nuestro pueblo, un barrio de la aldea global, se asome a 137 países en donde algún lector, alguna vez de la noche o el día, ha hecho clic en alguna de nuestras notas.