Por: Raúl Brugés Fuentes
Director de la Casa de la Cultura de Maicao
Director de la Casa de la Cultura de Maicao
“Perdóname Dios Mío,
Pues nadie soy para juzgarte,
Pero estoy herido, herido
Y dolío;
Te llevaste a mi amigo,
Hermano mío…”
El anterior poema, es parte mí obra, porque el inicio es de una canción de Villazón, cuyo nombre no recuerdo, pero que habla intensamente del dolor que siente el cantor ante la muerte de un gran amigo. Ese dolor me embarga y es tan sólido, que podría cortarse con un cuchillo. Es tan denso, que es casi corpóreo y tan profundo, que me quita el aliento, me asfixia y se torna insoportable…
El viernes en la noche, en la puerta de su casa, estando con su hija, escuchando una de sus canciones, fue asesinado mi amigo, mi colega, mi contertulio y como dice Alejandro Rutto, mi compañero de sueños, WILDER ALFONSO MURGAS ORTÍZ. Ante la impotencia de las pocas personas que se encontraban por allí, recibió varios impactos de bala, siendo trasladado al Hospital local, en donde falleció, dejando solo un hogar de años con Canacha, el amor de su vida. Sin poder celebrar como se debe, el reciente grado de su hija mayor Emma; sin poder ver realizado el sueño de que Papabeto culminara su carrera; sin poder ver hecho todo un artista a su amado hijo Neneteso, ni verme a mí de nuevo en esto de la música.
Nos quitaron a todo un personaje. Wilder fue corregidor en Carraipía; fue cambiador de bolívares, líder comunal y estudiantil; le correspondió ser el primer presidente del Consejo Municipal de Cultura; compositor Sayco desde hace varios años y muchas otras cosas más que enriquecieron su vida.
Pero, lo que mas deseo exaltar a través de este escrito, es que Wilder fue un amante intenso de la vida, de su arte, de sus hijos y de sus hermanos. No puedo olvidar su sufrimiento por la muerte de su hermano Joako, a quien amó tanto que en su celular programó como despertador, la Voz de su famoso hermano, lo cual comprobé cuando recientemente compartimos alojamiento en el diplomado que cursamos juntos en Aguachica, Cesar. Créanme que cuando en una de esas madrugadas escuché la inconfundible voz de Joako, fue grande el susto. Wilder se echó a reir y me dijo “compadre, a mi me despierta la voz de mi hermano todos los días. Y es muy puntual…jajajaja”. Comparto esto con ustedes, para que dimensionen un poco la calidad humana de este amigo…al que acompañé en la grabación del CD homenaje a su hermano..el que me contaba anécdotas de su vida, de su padre Papá Beto; de la vieja Emma, de Chichi, de sus canciones, de la Canacha, su mujer, de sus hijos, de sus sueños, de sus aspiraciones como director de la Casa de la Cultura de Hatonuevo, pueblo hermoso que lo tuvo como su hijo ilustre…Pero estas cosas no las saben quienes le arrebataron el don precioso de una vida joven aún..Pero lo sabrán quienes no solo lean este escrito, sino quienes tengan la oportunidad de saber más de Wilder, el de “somos los hermanos murgas” que cantaban cuando niños..El visionario cantor, el padre amoroso, el amigo leal.
Les obsequio esta fotografía, quizá una de las últimas que se tomó en vida. Gracias a Dios, me concedió la dicha de atesorar este pequeño recuerdo. Yo lo comparto con ustedes. Descansa en paz, amigo. Maicao nunca te olvidará. Mi corazón tampoco.
Pues nadie soy para juzgarte,
Pero estoy herido, herido
Y dolío;
Te llevaste a mi amigo,
Hermano mío…”
El anterior poema, es parte mí obra, porque el inicio es de una canción de Villazón, cuyo nombre no recuerdo, pero que habla intensamente del dolor que siente el cantor ante la muerte de un gran amigo. Ese dolor me embarga y es tan sólido, que podría cortarse con un cuchillo. Es tan denso, que es casi corpóreo y tan profundo, que me quita el aliento, me asfixia y se torna insoportable…
El viernes en la noche, en la puerta de su casa, estando con su hija, escuchando una de sus canciones, fue asesinado mi amigo, mi colega, mi contertulio y como dice Alejandro Rutto, mi compañero de sueños, WILDER ALFONSO MURGAS ORTÍZ. Ante la impotencia de las pocas personas que se encontraban por allí, recibió varios impactos de bala, siendo trasladado al Hospital local, en donde falleció, dejando solo un hogar de años con Canacha, el amor de su vida. Sin poder celebrar como se debe, el reciente grado de su hija mayor Emma; sin poder ver realizado el sueño de que Papabeto culminara su carrera; sin poder ver hecho todo un artista a su amado hijo Neneteso, ni verme a mí de nuevo en esto de la música.
Nos quitaron a todo un personaje. Wilder fue corregidor en Carraipía; fue cambiador de bolívares, líder comunal y estudiantil; le correspondió ser el primer presidente del Consejo Municipal de Cultura; compositor Sayco desde hace varios años y muchas otras cosas más que enriquecieron su vida.
Pero, lo que mas deseo exaltar a través de este escrito, es que Wilder fue un amante intenso de la vida, de su arte, de sus hijos y de sus hermanos. No puedo olvidar su sufrimiento por la muerte de su hermano Joako, a quien amó tanto que en su celular programó como despertador, la Voz de su famoso hermano, lo cual comprobé cuando recientemente compartimos alojamiento en el diplomado que cursamos juntos en Aguachica, Cesar. Créanme que cuando en una de esas madrugadas escuché la inconfundible voz de Joako, fue grande el susto. Wilder se echó a reir y me dijo “compadre, a mi me despierta la voz de mi hermano todos los días. Y es muy puntual…jajajaja”. Comparto esto con ustedes, para que dimensionen un poco la calidad humana de este amigo…al que acompañé en la grabación del CD homenaje a su hermano..el que me contaba anécdotas de su vida, de su padre Papá Beto; de la vieja Emma, de Chichi, de sus canciones, de la Canacha, su mujer, de sus hijos, de sus sueños, de sus aspiraciones como director de la Casa de la Cultura de Hatonuevo, pueblo hermoso que lo tuvo como su hijo ilustre…Pero estas cosas no las saben quienes le arrebataron el don precioso de una vida joven aún..Pero lo sabrán quienes no solo lean este escrito, sino quienes tengan la oportunidad de saber más de Wilder, el de “somos los hermanos murgas” que cantaban cuando niños..El visionario cantor, el padre amoroso, el amigo leal.
Les obsequio esta fotografía, quizá una de las últimas que se tomó en vida. Gracias a Dios, me concedió la dicha de atesorar este pequeño recuerdo. Yo lo comparto con ustedes. Descansa en paz, amigo. Maicao nunca te olvidará. Mi corazón tampoco.