Por: Martín López González*
Solo a través del consumo de alimentos, objetos y demás enseres, ha podido el ser humano satisfacer sus necesidades básicas y subsistir en su recorrido histórico. Producto de esto, se ha ubicado entre los grandes del planeta. En cada medio geográfico, étnico o social el hombre ha tenido una forma particular de superar cada una de sus carencias.
Los diversos procesos culturales, el clima y el poder adquisitivo han orientado en forma diferente el gusto por unos u otros objetos con sus respectivas características. Éstos más allá de resolver las necesidades, tienen un elemento adicional: sus consumos identifican o jerarquizan a los individuos en una determinada comunidad. Lo que arrastra a sectores de la población a alinearse con una moda o marca, producto del bombardeo directo y subliminal de la publicidad que manipula la mente de los consumidores.
La crisis económica galopante mundial hace que los ingresos de muchas familias colombianas apenas alcancen para sobrevivir. La clase media se empobrece al mismo ritmo. Sin embargo, muchas personas de estas capas sociales sucumben ante el consumismo desmesurado, que los lleva a endeudarse por encima de sus posibilidades. Por tratar de mantener un estatus que los asfixia cada día más, llegan a estados de enfermedad producto del estrés.
La Guajira y su capital tienen un aditamento a lo señalado, pues los ríos de dineros que corrieron por estos lugares las marcaron profundamente. La famosa Bonanza Marimbera de finales de los set enta, que arrastró a toda la sociedad, produjo cambios en la dinámica económica y sociocultural. La súbita prosperidad de algunos emergentes cambió y exageró la simbología. La cantidad de objetos y posesiones, que en forma estrambótica se desplegaban, rebasó cualquier jerarquía social preestablecida de las clases pudientes de ese entonces.
Solo a través del consumo de alimentos, objetos y demás enseres, ha podido el ser humano satisfacer sus necesidades básicas y subsistir en su recorrido histórico. Producto de esto, se ha ubicado entre los grandes del planeta. En cada medio geográfico, étnico o social el hombre ha tenido una forma particular de superar cada una de sus carencias.
Los diversos procesos culturales, el clima y el poder adquisitivo han orientado en forma diferente el gusto por unos u otros objetos con sus respectivas características. Éstos más allá de resolver las necesidades, tienen un elemento adicional: sus consumos identifican o jerarquizan a los individuos en una determinada comunidad. Lo que arrastra a sectores de la población a alinearse con una moda o marca, producto del bombardeo directo y subliminal de la publicidad que manipula la mente de los consumidores.
La crisis económica galopante mundial hace que los ingresos de muchas familias colombianas apenas alcancen para sobrevivir. La clase media se empobrece al mismo ritmo. Sin embargo, muchas personas de estas capas sociales sucumben ante el consumismo desmesurado, que los lleva a endeudarse por encima de sus posibilidades. Por tratar de mantener un estatus que los asfixia cada día más, llegan a estados de enfermedad producto del estrés.
La Guajira y su capital tienen un aditamento a lo señalado, pues los ríos de dineros que corrieron por estos lugares las marcaron profundamente. La famosa Bonanza Marimbera de finales de los set enta, que arrastró a toda la sociedad, produjo cambios en la dinámica económica y sociocultural. La súbita prosperidad de algunos emergentes cambió y exageró la simbología. La cantidad de objetos y posesiones, que en forma estrambótica se desplegaban, rebasó cualquier jerarquía social preestablecida de las clases pudientes de ese entonces.
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Los marimberos se convirtieron en los nuevos modelos sociales, haciendo gala de opulencia como única manifestación de superioridad, sin tener las otras características de clase. Tal situación sedujo y deslumbró a muchos, desde los más jóvenes hasta los mayores, hombres y mujeres por igual.
Los marimberos se convirtieron en los nuevos modelos sociales, haciendo gala de opulencia como única manifestación de superioridad, sin tener las otras características de clase. Tal situación sedujo y deslumbró a muchos, desde los más jóvenes hasta los mayores, hombres y mujeres por igual.
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Con el advenimiento de los nuevos personajes en el escenario social cambiaron los símbolos. Las camionetas Ranger último modelo pasaron a ser el distintivo número uno de estatus y poder, al igual que muchas prendas y accesorios, que en forma exagerada se mostraban.
Se presentó una movilidad social vertical de ese sector en la estratificación existente. Los emergentes advenedizos comenzaron a codearse en algunos espacios con la gente que tradicionalmente posaba como aristócrata, gracias a su abolengo o posesiones. Estos espacios fueron compartidos no muy a gusto. Sin embargo, había que aprovecharse del poder económico de los nuevos señores, pues éstos no tenían el componente educativo del ser. Tal demostración de poder representado en posesiones materiales se propagó de La Guajira a otros Departamentos.
Varios años después algunos de ellos regresaron a su nivel de origen; en casos muy particulares aun a lugares más bajos de la escala social de donde salieron. Adquirieron por imitación el consumo de drogas vistos en las altas esferas sociales, a las cuales lograron treparse, pero que por su poca estructuración mental no supieron cuándo detenerse.
Esta irrupción del imperio del dinero, por encima de todo, generó una competencia de posesiones materiales entre los nuevos ricos que arrastró a otros sectores de la población. Había que buscar el mismo tipo de ingreso económico para estar a tono con el consumismo de ropa de marca, joyas, carros, muebles; en fin, poder colgarse cuanto accesorio se vendiese, sin atención al buen gusto. Con lo cual, el tener pasó a ser lo mas importante, por encima de los principios y valores que generaciones anteriores de padres y abuelos habían inculcado.
El desenfrenado amor al dinero de esa época aún pesa como un gran fardo en la realidad actual. Se manifiesta en todos los estratos sociales y políticos, donde la corrupción, para muchos, se convirtió en un estilo de vida. Esa forma corrupta de comportarse ha dejado una estela de destrucción y abandono por doquiera que ha pasado, ya sean las instituciones de gobierno o los entes descentralizados, también públicos, como corporaciones, centros administrativos, universidades, etc., hasta llevar a La Guajira a ser uno de los departamentos más atrasado del país.
Ese afán consumista lleva a muchos a aceptar el estilo de vida corrupto de los ¨dirigentes¨; luego a admirarlos y posteriormente a imitarlos; generándose todo un proceso de aprendizaje social. Esto trae consecuencias tan graves como la prostitución soterrada de muchas jovencitas, que venden su cuerpo para poder lucir la ropa y los accesorios con que se visten las modelos en las pasarelas, el celular más avanzado tecnológicamente, y demás objetos de la absorbente moda.
El arribismo de algunos miembros de la clase media los lleva a entrar en el despeñadero de las deudas. Aunque sus ingresos no les alcanzan para exhibir los lujos de las clases altas, quieren parecerse a éstos en los objetos que exhiben. En muchos casos se sacrifica la mismísima alimentación o la satisfacción de alguna otra necesidad básica del hogar.
A manera de ejemplo, es frecuente ver en todas las instituciones el desfile de vendedoras. Entrenadas para ser amables y portadoras de mensajes positivos, mes a mes, exhiben decenas de revistas con todo tipo de objetos suntuarios, que tal vez nadie necesita, a un precio superior al corriente, pero con la trampa de la entrega sin pago inicial, y posteriores “cómodas cuotas”.
Ante la facilidad del crédito y la esperanza de adquirir una piel como la de Salma Hayek, o un trasero como el de Natalia Paris o la apariencia siempre fresca de Pierce Brossman, sucumben ante la tentación y nuevamente caen en las garras del endeudamiento. Luego hacen el mismo juramento, que será la última vez que fían, con el mismo convencimiento del enguayabado que se repite que no bebe más en el momento del malestar, pero que tan pronto le ofrecen una cerveza bien fría, inicia otra borrachera.
Luego la misma vendedora amable de días pasados, ahora es la cobradora impenitente. Esta presencia indica a muchos empleados, no deudores, que la empresa correspondiente ya pagó los salarios. Las gestoras comerciales tienen toda una red de información para enterarse del día de pago, pues frecuentemente les aplazan o reducen las cuotas. A los pagadores de la nómina les dan regalos u ofertas especiales, a cambio de esta información privilegiada.
La vanidad lleva a muchas parejas a ese estilo de vida plástico que contagia la mente de los más jóvenes. Ellos lo asimilan como lo prioritario y adoptan el desafortunado estilo de vida de muchos lujos, pero muy poca formación y estructuración mental. Demuestran o aparentan que provienen de clase alta, convirtiéndose en seres frívolos, que siempre estarán bajo la protección de los padres. La globalización los aísla pues exige cada día profesionales más competitivos e independientes con una alta dosis de creatividad.
Detener esta tendencia no es nada fácil, la influencia mediática pagada por las grandes firmas comerciales empuja al consumismo desmesurado, y mucha de las estrategias utilizadas van orientada hacia los niños. De igual manera debe ser un proceso encausado desde la escuela para contrarrestar esta avalancha. El estado y las sociedades de consumidores deben tomar control de los comerciales, especialmente en televisión, pues unas imágenes no pueden mostrar algo que el producto no sea capaz de conseguir en la realidad.
En muchos países, entre ellos Colombia, los medios de comunicación, las industrias manufactureras y de servicios, así como el poder político, se concentran en pocas personas. Lo que trae como consecuencia, la manipulación de la mente de los ciudadanos hasta convertirlos en compradores compulsivos, sin ningún tipo de control. Lo único que puede detener este proceso es la organización de los consumidores en asociaciones, que logren diseñar programas para detener y revertir la tendencia, logrando de esta manera, llegar hasta las escuelas y crear un consumidor inteligente.
*Psicólogo Social Comunitario, Universidad Nacional Abierta y a Distancia
Se presentó una movilidad social vertical de ese sector en la estratificación existente. Los emergentes advenedizos comenzaron a codearse en algunos espacios con la gente que tradicionalmente posaba como aristócrata, gracias a su abolengo o posesiones. Estos espacios fueron compartidos no muy a gusto. Sin embargo, había que aprovecharse del poder económico de los nuevos señores, pues éstos no tenían el componente educativo del ser. Tal demostración de poder representado en posesiones materiales se propagó de La Guajira a otros Departamentos.
Varios años después algunos de ellos regresaron a su nivel de origen; en casos muy particulares aun a lugares más bajos de la escala social de donde salieron. Adquirieron por imitación el consumo de drogas vistos en las altas esferas sociales, a las cuales lograron treparse, pero que por su poca estructuración mental no supieron cuándo detenerse.
Esta irrupción del imperio del dinero, por encima de todo, generó una competencia de posesiones materiales entre los nuevos ricos que arrastró a otros sectores de la población. Había que buscar el mismo tipo de ingreso económico para estar a tono con el consumismo de ropa de marca, joyas, carros, muebles; en fin, poder colgarse cuanto accesorio se vendiese, sin atención al buen gusto. Con lo cual, el tener pasó a ser lo mas importante, por encima de los principios y valores que generaciones anteriores de padres y abuelos habían inculcado.
El desenfrenado amor al dinero de esa época aún pesa como un gran fardo en la realidad actual. Se manifiesta en todos los estratos sociales y políticos, donde la corrupción, para muchos, se convirtió en un estilo de vida. Esa forma corrupta de comportarse ha dejado una estela de destrucción y abandono por doquiera que ha pasado, ya sean las instituciones de gobierno o los entes descentralizados, también públicos, como corporaciones, centros administrativos, universidades, etc., hasta llevar a La Guajira a ser uno de los departamentos más atrasado del país.
Ese afán consumista lleva a muchos a aceptar el estilo de vida corrupto de los ¨dirigentes¨; luego a admirarlos y posteriormente a imitarlos; generándose todo un proceso de aprendizaje social. Esto trae consecuencias tan graves como la prostitución soterrada de muchas jovencitas, que venden su cuerpo para poder lucir la ropa y los accesorios con que se visten las modelos en las pasarelas, el celular más avanzado tecnológicamente, y demás objetos de la absorbente moda.
El arribismo de algunos miembros de la clase media los lleva a entrar en el despeñadero de las deudas. Aunque sus ingresos no les alcanzan para exhibir los lujos de las clases altas, quieren parecerse a éstos en los objetos que exhiben. En muchos casos se sacrifica la mismísima alimentación o la satisfacción de alguna otra necesidad básica del hogar.
A manera de ejemplo, es frecuente ver en todas las instituciones el desfile de vendedoras. Entrenadas para ser amables y portadoras de mensajes positivos, mes a mes, exhiben decenas de revistas con todo tipo de objetos suntuarios, que tal vez nadie necesita, a un precio superior al corriente, pero con la trampa de la entrega sin pago inicial, y posteriores “cómodas cuotas”.
Ante la facilidad del crédito y la esperanza de adquirir una piel como la de Salma Hayek, o un trasero como el de Natalia Paris o la apariencia siempre fresca de Pierce Brossman, sucumben ante la tentación y nuevamente caen en las garras del endeudamiento. Luego hacen el mismo juramento, que será la última vez que fían, con el mismo convencimiento del enguayabado que se repite que no bebe más en el momento del malestar, pero que tan pronto le ofrecen una cerveza bien fría, inicia otra borrachera.
Luego la misma vendedora amable de días pasados, ahora es la cobradora impenitente. Esta presencia indica a muchos empleados, no deudores, que la empresa correspondiente ya pagó los salarios. Las gestoras comerciales tienen toda una red de información para enterarse del día de pago, pues frecuentemente les aplazan o reducen las cuotas. A los pagadores de la nómina les dan regalos u ofertas especiales, a cambio de esta información privilegiada.
La vanidad lleva a muchas parejas a ese estilo de vida plástico que contagia la mente de los más jóvenes. Ellos lo asimilan como lo prioritario y adoptan el desafortunado estilo de vida de muchos lujos, pero muy poca formación y estructuración mental. Demuestran o aparentan que provienen de clase alta, convirtiéndose en seres frívolos, que siempre estarán bajo la protección de los padres. La globalización los aísla pues exige cada día profesionales más competitivos e independientes con una alta dosis de creatividad.
Detener esta tendencia no es nada fácil, la influencia mediática pagada por las grandes firmas comerciales empuja al consumismo desmesurado, y mucha de las estrategias utilizadas van orientada hacia los niños. De igual manera debe ser un proceso encausado desde la escuela para contrarrestar esta avalancha. El estado y las sociedades de consumidores deben tomar control de los comerciales, especialmente en televisión, pues unas imágenes no pueden mostrar algo que el producto no sea capaz de conseguir en la realidad.
En muchos países, entre ellos Colombia, los medios de comunicación, las industrias manufactureras y de servicios, así como el poder político, se concentran en pocas personas. Lo que trae como consecuencia, la manipulación de la mente de los ciudadanos hasta convertirlos en compradores compulsivos, sin ningún tipo de control. Lo único que puede detener este proceso es la organización de los consumidores en asociaciones, que logren diseñar programas para detener y revertir la tendencia, logrando de esta manera, llegar hasta las escuelas y crear un consumidor inteligente.
*Psicólogo Social Comunitario, Universidad Nacional Abierta y a Distancia