Por: Enrique Herrera Barros
Hoy dos de Octubre se cumplen 180 años del fusilamiento de Padilla, quien llegara un 25 de mayo de 1.828 preso a Bogotá y que fuera conducido al cuartel de caballería situado en la Plaza de San Agustín, costado occidental, sobre la actual Cra. 8ª.
Naturalmente su presencia al llegar, causó el natural revuelo porque el era la segunda figura de la Nueva Granada, después del Vicepresidente Santander, toda vez que era el vencedor de la Batalla del Lago de Maracaibo.
El juicio que se le hizo a Padilla estaba viciado de nulidad, pero la envidia y el odio, que le profesaban Urdaneta y Montilla amañaban cual quier situación al respecto, quienes habían urdido una patraña, que a la postre les resultó positiva, para que los bolivarianos se salieran con la suya, que era el hecho de condenar a la horca a nuestro insigne almirante.
Padilla siempre manifestó, que nunca había participado en la conspiración septembrina.
Sus historiadores y biógrafos, como Gregorio Cerra, Pachón Padilla, Helión Pinedo, Enrique Otero D´Costa, siempre afirmaron que el Almirante Padilla fue ajeno a esta conspiración, en la que el Libertador Simón Bolívar, sería asesinado en la búsqueda de restituir la democracia.
Ya para la época la justicia colombiana tenía sus enredos, pues según Otero D´Costa la única defensa había sido promovida por la hermana del Almirante, Magdalena Padilla. Y en el sumario que reposa en el Archivo Nacional, se halló que fueron sustraídos 280 folios para acomodar la terrible sentencia, y eso que no existía ni el Das, ni el CTI, ni la fiscalía ni la procuraduría y demás entes coercitivos del estado que hoy hacen justicia.
Estaba la Nueva Granada en plena dictadura del general Bolívar, un coronel de apellido Luque incendió el periódico EL ZURRIAGO, semanario antidictatorial del Dr. Florentino González, la imprenta de Cualla, igual fue pasto de las llamas, en semejante estado de cosas, que nada difería de la antigua tiranía española, un grupo de jóvenes comenzó a tramar una conjuración para derrocar la dictadura de Bolívar, en tanto que Padilla continuaba en prisión a la expectativa del desenlace de su causa.
El 27 de Agosto de 1.828 un hecho transcendental exasperó aún más los ánimos de los opositores de la dictadura, ese día Bolívar dictó el “Decreto Orgánico del Gobierno Supremo” en 6 títulos y 26 artículos borrando de una plumada la Constitución de Cúcuta, en la cual se suprimía la Vice-presidencia.
Parece ser que el Almirante, a la hora de la conjura, se encontraba dormido, lo que da pie para imaginar que no tenía idea de lo que acontecía; existe controversia sobre la conducta de Padilla en la noche Septembrina.
El ilustre historiador guajiro Dr. Benjamín Ezpeleta Ariza, comenta: No se sabe a ciencia cierta que ocurrió en el ánimo y la voluntad del hombre, que otrora fuera el azote de los españoles en los mares.
No se explican algunos historiadores que le sucedió a Padilla esa noche septembrina, cuando teniendo la impostergable ocasión, si no, de encabezar la insurrección, al menos de fugarse y no lo hubiera hecho.
La insurrección había fracasado a eso de las dos de la mañana, cuando la amante de Bolívar, Manuelita Sáenz lo hizo saltar por una ventana que da a la calle 10ª. habiendo alcanzado a refugiarse debajo del puente del riachuelo del Carmen.
Por que Padilla no huyó? por que no se hizo al frente de la conspiración?, ¿sería que creía todavía en la amistad que le profesaba Bolívar?
Se decía que si triunfaba la revolución, Santander asumiría el gobierno.
Sin embargo Bolívar aparentemente magnánimo, aparece el 26 de septiembre demacrado y desconcertado, y su primer impulso fue indultar a los comprometidos, de haberlo hecho, se hubiera evitado una cadena de imprevisibles consecuencias, como fue la insurrección del Sur, dirigidas por los coroneles José Hilario López, y José Ma. Obando así como la posterior del héroe de Ayacucho, José Ma. Córdova, en busca de restablecer las garantías constitucionales.
El Gral. Urdaneta se opuso al indulto, concitando al Libertador a un baño de sangre, que haría recordar la época de terror de Morillo y Sámano. Para el Gral. Venezolano, había llegado el ansiado momento de deshacerse de Santander y de Padilla y más tarde de Córdova, la trilogía eminente de la Nueva Granada.
Dos banquillos levantados en la Plaza Mayor de Bogotá frente al Capitolio Nacional sirvieron para la ejecución del primer grupo sentenciado a muerte, Galindo, Silva, López, Horment, y Zulaibar quienes murieron con una sola descarga y allí permanecieron hasta el atardecer; en esos mismos banquillos debían ser fusilados el almirante Padilla y el coronel Guerra.
A eso de las diez y media de la mañana de aquel funesto día 2 de Octubre el comandante de la plaza, Mayor José Arce, apareció con el pelotón de fusilamiento en la prisión de Padilla y Guerra para llevarlos al patíbulo..
Los sacerdotes Francisco Margallo y Francisco Mogollón le asistían con preces fúnebres seguidos de los hermanos de la Veracruz.
Dice el Cronista de la época, José Ma. Cordovez Moure; que el general Padilla era un mulato esbelto, de constitución de atleta, usaba patillas, el pelo cortado al rape, bizco, de mirada inteligente, de andar cadencioso como es de costumbre en los hombres de mar, Padilla no desmintió su carácter en el cadalso.
Cuando un sargento le quitó al General Padilla las charreteras de los hombros, este exclamó con sarcasmo:
Esa no me las dio Bolívar, si no la Republica.
Y cuando intentó quitarle la casaca le dijo: Torpe, afloja las ligaduras y entonces podrás quitármelas.
Padilla no permitió que lo vendasen y mientras lo ataban al infame poste, exclamó con voz de trueno, que aun retumba en Colombia
¡VIVA LA REPUBLICA! ¡VIVA LA LIBERTAD!
Padilla no murió enseguida por lo que hubo que rematarle, a balazos y entonces fueron colgados en la horca. Y expuestos hasta el anochecer para amedrentar a los conspiradores.
Los hermanos de la Veracruz descolgaron los despojos mortales de aquellos dos próceres y les dieron sepultura en la Iglesia de San Agustín al frente del altar de santa Rita.
Así terminó la existencia física del “Nelson Colombiano” por su amor a las instituciones democráticas. Aquel que tantas veces desafió la muerte en el tronar de los cañones y el tintineo de los sables de abordaje, en medio de la vorágine de los elementos, en Trafalgar, en el Atlántico, el Magdalena en el Orinoco en el Apure y en Maracaibo.
Se ha dicho que el Almirante en un arranque de ira le había mandado decir a Bolívar, cuando este le dijo, “no soy yo quien te fusila, son las leyes”, Padilla había repostado. “A la mierda tú y las leyes”, pero no hemos podido encontrar en sus historiadores la frase que antecede.
A horas poco, un nuevo historiador, decía que Padilla había sido enterrado en una fosa común, y que los restos que reposan en la Catedral Nuestra Señora de los Remedios de Riohacha, no son los de él.
Les dejo esta tarea de historia, a quienes se interesan por el pasado y que está muy presente en el devenir de nuestra hermana, república de Venezuela.
Vamos a pedirle a Dios que los odios fraticidas no afloren en estas republicas ávidas de paz.
Del vate riohachero: Padilla taita mío, vengo a cantarte toiticas las flores de la Habana.
Buenos días.
Enrique Herrera Barros.
Riohacha 2 de Octubre de 2008