Yo, con mi libreta en mano y la grabadora prendida, estoy a punto de entrevistarlo para luego producir una crónica acerca de su reciente primer puesto en la modalidad de Canción Inédita en el Festival de la Frontera. Es sábado y la gente camina despacio. Las muchachas caminan sin preocupaciones; los taxistas conducen sin afanes y hasta los motociclistas (quién iba a creerlo) se mueven como si el tiempo no existiera.
Un muchacho de mirada triste empuja su carrito musical desde cuyo altoparlante suena, a todo volumen, una canción vallenata. Estoy a punto de comenzar las preguntas cuando mi entrevistado me interrumpe para decirme: esa canción es mía. Lo miro sorprendido: ¿qué extraña casualidad quiso que, precisamente a esa hora y por ese lugar se escuchara esa pieza musical?.
En medio de mis reflexiones alcancé a escuchar la voz de mi personaje: «se titula La reina del swing» y es todo un éxito. Es la canción objetivo del CD. Me la grabaron los Betos»,dice con la misma emoción con que celebra los goles del Deportivo, el Unión y el Real Maicao las tardes de los domingos en el estadio Hernando Urrea Acosta.
Álvaro tiene la elocuencia sincera de quienes han hecho de la artesanía versística un estilo de vida. Por eso doblo el papel en que tenía las preguntas para él y los guardo en el bolsillo de mi camisa. Decido que no es necesario formularle preguntas con lo cual puedo limitarlo, sino dejarlo en libertad de que me cuente sobre él. Y sí que tiene cosas para contar.
Me dice que nació en 1962 en un pueblo llamado Llanadas de Corozal, en sucre, pero desde 1982 vive en Maicao. Importantes grupos musicales le han grabado más de cincuenta canciones de las cuales varias han sido verdaderos éxitos, entre ellas «Perdóname la Vida», por «los Inquietos» y los «Toros Band» en el año 2.000. El tema se convirtió pronto en un verdadero éxito y en un clásico cada vez que se produce un álbum de música variada. También pegó duro con «Mágico», «Cómo me duele el alma» y Fantástico», letras inmortalizadas para siempre en la voz del desaparecido Jesús Manuel.
Su inclinación por la música bien puede tener un origen genético pues Alejandro Pérez, su padre era un integrante fijo en todas las tamboras de la Sabana de Bolívar y sus incursiones eran frecuentes en los festivales de Ovejas, San Jacinto y Llanadas de Corozal. El pequeño Álvaro no se desprendía del viejo y eso, unido a su afición por la música de los Hermanos Zuleta y Diomedes Díaz, tendría que llevarlo, necesariamente por los senderos transitados tantas veces por Francisco El Hombre, Leandro Díaz, Rafa Manjares y todos los que tienen el poder asombroso de convertir un amanecer en poesía; Un rostro de mujer en verso y una serranía en canción. Pero la gran obsesión de Álvaro es cantarle a Maicao, una tierra noble de la que vive profundamente enamorado. «Es que todo lo que soy se lo debo a Maicao, dice.
Y aquí nacieron mis hijos Jerson Fair, Giset Alejandra y Jessica Loraine». En el 2004 le compone la primera canción a su tierra guajira y la titula «pueblito de Dios» una canción que se ha convertido en himno alternativo de la Ciudad de la Frontera. Estoy a punto de pedirle que escriba la letra en mi libreta pero el se anticipa y comienza a cantar: «Traigo prendido del pecho un sentimiento de emoción y de esperanza para regarla en el pueblo a quien debo la gratitud de ser su hijo. Voy a rendirme a los pies del bello reino del cardón y la iguaraya para ser parte viviente de tu cielo y tu luz y tu destino. Cuenta conmigo pueblito pa las que sea, yo no te cambio ni por un reino de oro. Aquí en tu suelo moriré si lo deseas, cuánto he llorado de lo mucho que te adoro (…) Te adoro pueblito de Dios, así estén matando tu voz, tu luna, tu sol y tu raza (…)» Esa canción mueve el sentimiento de amor por la patria chica y revive la nostalgia, pero no tengo tiempo para la nostalgia porque el compositor ha comenzado a regalarme un bello trozo de «Sucursal del cielo»: «Bello rincón de mi patria, orgullo del indio, aquí está de nuevo el hijo que tanto te ama para cantarte con sentimiento guajiro una canción soñadora de fe y esperanza (…) soy tu presente y pasado y el futuro que te toque contigo lo vivo» Hace unos días, para ser exactos el 24 de junio, encontré a Álvaro en las graderías del estadio Hernando Urrea Acosta.
Los dos sufríamos con uno de esos partidos en que el Deportivo Maicao encuentra a un rival complicado al frente. El juego iba 1-1 y la pelota, casquivana y rebelde, se negaba a entrar en el marco contrario a pesar de que los muchachos y el técnico hacían todos los esfuerzos para lograr la ansiada anotación. Mientras yo lamentaba las oportunidades perdidas, los postazos, los tiros desviados, Álvaro me comentaba que en una semana se iba a ganar el Festival de la Frontera con una canción llamada Ave Fénix, según alcancé a escuchar en medio del lamento del público por un tiro al ángulo que había desviado el portero contrario.
Resignado ante la terquedad de Álvaro, no tuve más remedio que olvidarme por un momento del juego y escuchar su canción: «Viva el pueblito de Dios y la mano que guía su destino, yo estoy ante ti para brindar por las penas que se fueron. Cómo le pago al Creador la bendición de ser tu hijo adoptivo (…) Brindo por las penas que por fin se han ido…Me siento orgulloso de cantarle a tu raza mientras la marchante va tejiendo sus sueños…»
En esas estaba Álvaro, cantándome su canción, yo escuchándolo cuando por fin se produjo el milagro. El jugador Hernández, de un certero cabezazo mandó la pelota en la red en el último suspiro del difícil partido. Cada quién corrió feliz de un lado para otro y yo me vi, de repente, abrazado con Leo Meléndez, técnico del equipo. No supe más de Álvaro hasta una madrugada del cuando el locutor Heberto Soto leyó los titulares del Noticiero de la Mañana en Olímpica Estéreo: «Atención: Álvaro Pérez ocupó el primer lugar en el Festival de la Frontera. El público y el jurado quedaron conmovido con la canción Ave Fénix».