martes, 18 de mayo de 2021

Perfil de Alejandro Rutto: tras las huellas de un escritor sin fronteras

Por:  Joel Peñuela Quintero


Alejandro Rutto Martínez nació un día viernes en Maicao; se presenta a sí mismo como periodista y escritor, actividades estas que amalgama con aquellas relacionadas con su profesión como administrador de empresas. Su herencia literaria se fue cocinando a fuego lento al escuchar los relatos de su padre, un trotamundos italiano que terminó enamorado de la Guajira, y las historias de Isnelda su madre, una Riohachera, que, como cualquiera otra mujer guajira, es una especie de enciclopedia ambulante de relatos e historias costumbristas, propias de la cotidianidad guajira caracterizada por una picaresca natural, la espontaneidad propia de quienes se toman la vida por el lado bueno y amable y la repentización para responder al interlocutor.

Es miembro del taller Relata Guajira, un programa del Ministerio de Cultura del gobierno de Colombia.  Ha publicado crónicas, relatos, cuentos y poesías, así como ensayos académicos. 

A pesar de auto concebirse como un escritor de concepto, también se puede escuchar su voz pausada y clara en escritos bien elaborados donde el fútbol y graciosos acontecimientos de la cotidianidad son traducidos a letras para el deleite de sus lectores;  sus escritos dejan entrever su dedicación al oficio literario y últimamente, motivado por su experiencia en el taller de literatura al que pertenece, ha incursionado en el campo de la crónica, perfilando seres humanos de la cotidianidad de su entorno próximo a quienes presenta de forma ágil y amena y con un dejo de buen fino humor.

—Yo nací en Maicao —dice sin prisas, como si solo repitiera lo que ya ha escuchado en su interior— el 6 de marzo de 1964 en el hogar de Ernesto Ruto e Isnelda Martínez. Cuando se casaron mi mamá tenía tres hijos mayores de un matrimonio anterior por eso yo soy su cuarto hijo, pero el primero de mi papá.


La madre de Alejandro es hija de una afro indígena wayú lo cual constituye un patrimonio cultural de gran significado como ciudadana americana y con identidad propia.  Isnelda, quien vivía en Riohacha, salió un día para Maicao, una ciudad a ochenta kilómetros de Riohacha, la capital de La Guajira el departamento más septentrional de Colombia, ese día, Dios le tenía preparada una sorpresa y de forma casual conoció a un italiano soltero que vivía solo en su casa donde también tenía un alambique y un taller de herrería, la atracción fue mutua y luego de unos meses de encuentros motivados por el acoso del deseo, decidieron casarse, y tal como eran las relaciones de antaño, ese encuentro les duró toda la vida.

—Mi papá Ernesto —dice Alejandro— es de un pueblito en el norte de Italia en la parte continental, ubicado en la región de Piamonte cuya capital es Turín, famosa ciudad industrial por ser la cuna de la Juventus, exactamente de Salamonferrato en la provincia de Alessandria, un pueblo de apenas cuatrocientos habitantes con tradición vinícola.  Mi familia era como un clan en la región.

Alessandro, abuelo de Alejandro fue capitán del ejército italiano bajo la comandancia de Mussolini, Il Duce, personaje protagonista de la Segunda Guerra Mundial.  En 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, fue reclutado para ser parte del ejército cuando apenas contaba con diecisiete años, estando en los Balcanes, donde Italia tenía un ejército de invasión en esos países, se sintió defraudado por lo que, desmoralizado por los excesos de Mussolini, renunció al ejército y se adhirió a la guerrilla italiana que pretendía derrocarlo.

La situación de posguerra en Italia no era fácil por causa de la caída de la economía, pero en su caso fue peor porque, por un lado, había sido soldado y por el otro guerrillero, esa duplicidad política le trajo más de un problema.  Consiguió varios trabajos, pero no pudo sentirse a gusto con ninguno por lo cual emigró a Sudamérica y desembarcó en Argentina en 1954.  Luego de un lapso en Uruguay y Brasil, se trasladó a Bolivia donde trabajó con la nunciatura apostólica de ese país; finalmente llegó a Bogotá.  Las cosas tampoco le iban muy bien por eso cuando le propusieron vincularse con una empresa constructora encargada de hacer unas reparaciones en el internado de Nazaret, en La Guajira, no lo pensó mucho y terminó en Maicao cuando la empresa en 1956 fue contratada para hacer remodelaciones en alcaldía.  Al año siguiente la empresa se disolvió, él decidió permanecer en Maicao donde le propusieron fundar el alambique y un taller de herrería, curiosa vuelta que dio su vida: de procesar vino en Europa vino a hacer chirrinchi en La Guajira.

Ernesto, con una orientación natural hacia los negocios, procesaba el licor, reciclaba las latas de veinte litros de aceite comestible, las lavaba, empacaba el licor en ellas y finalmente las sellaba usando el estaño de su taller.  El licor era comprado por los nativos wayús quienes acostumbran celebrar con ello, así que él lo vendía en grandes cantidades y con su cotorrón lo transportaba obteniendo así otras ganancias para su negocio.

—Yo me casé con Carlene Ortega Pérez en 1989 —dice Alejandro mientras levanta un poco su cabeza y sonríe, como buscando entre el legajo de recuerdos y prosigue—: el 26 de agosto de 1989 en la iglesia evangélica de la cual soy miembro —es un buen recuerdo por eso sus ojos brillan—.  Tuvimos cuatro hijos: Yenevi Carlene, profesional en Negocios internacionales, Lian Alexandra, administradora de empresas; Ernesto Josías, estudiante de séptimo semestre de Derecho y el último Alejandro Santi, con veinte años estudiante de Economía. Ernesto Josías es quien le sigue de cerca en el ecosistema literario.

Mi papá es una persona que enseña con el ejemplo —dice Ernesto Josías— y su forma de llegarle a las personas es a través del amor, incluso cuando está regañándome lo hace en forma amorosa; desde niño lo tuve como un punto de referencia, recuerdo que al verlo escribiendo yo me ponía a su lado a jugar al escritor, y mire, hoy soy periodista, y en parte creo que es gracias a aquel juego de cuando era niño inspirado en mi padre.


Cuando se le pregunta sobre su perfil profesional dice que la profesión que puede acreditar con un diploma es Administración de Empresas; también tiene un posgrado en desarrollo social, otro en Orientación Educativa y desarrollo humano y un tercero en docencia universitaria; en la actualidad es candidato en una maestría en Pedagogía de la tecnología de la información y comunicaciones.

—Digo del título que puedo acreditar con un diploma —dice Alejandro—, porque tengo otras profesiones, o más bien oficios, como por ejemplo el de periodista, ejercido de manera empírica desde 1984, y el de maestro, el que más me gusta. Yo soy profesor pura sangre y por ello he permanecido tanto tiempo, aunque no estudié ninguna licenciatura en nada de eso, pero me he mantenido activo en la cátedra universitaria, fundamentalmente como instructor del SENA.

En cuanto a su carrera, Alejandro se ha desempeñado como secretario de educación del distrito de Riohacha, secretario de Hacienda del departamento de la Guajira en dos oportunidades y secretario de hacienda del municipio de Maicao.

Cuenta Alejandro que un día, estando en la emisora La Voz de la Pampa en Maicao, tenía un programa de deportes que se transmitía de 1:30 a 2:30 P.M., en compañía de su amigo, el locutor Luis Octavio Cruz, escucharon unos disparos justo al frente de la emisora; los dos periodistas se asomaron a la ventana del segundo piso donde funcionaba la estación de radio, y cuál no sería la sorpresa, con susto incluido, que fueron testigos de excepción del atraco que se estaba sucediendo a la oficina de un banco que estaba justo al frente de la emisora; los disparos iban y venían y los dos amigos consideraron que lo más pertinente era tirarse al suelo, a lo Rambo, y tomar partida en el atraco, solo que en lugar de fusiles lo hicieron con los pertrechos propios de  un periodista: Con micrófono en mano se turnaron en la transmisión en vivo y en directo del primero y único atraco transmitido en vivo en la ciudad de Maicao hasta el presente.

—Gajes del oficio —dice Rutto, en medio de una sonrisa sin dobleces.

En cuanto a su cadencia literaria, Alejandro se configuró como escritor desde muy chico:

—Escribo prácticamente desde niño, y por obligación —dice Alejandro y aprieta sus labios como si de esta manera los recuerdos fluyeran mejor—: a mí me hizo escritor fue mi profesora de ciencias naturales quien constantemente dejaba tareas de tipo investigativo; recuerdo que cuando me ponía alguna tarea sobre pollos, gallinas, culebras, palomas en la clase de Ciencias Naturales, muchos de nosotros no teníamos libros entonces nos tocaba pedirlos prestados, los otros niños iban  y copiaban la tarea en casa de algunos de los chicos que sí los tenían, mientras ellos copiaban en el libro prestado yo me iba para el gallinero, bien fuera de mi mamá o de alguna vecina y observaba a la gallina y empezaba describir todo cuanto veía, igual si eran palomas u otros animalitos como perro y gatos.

Se queda un momento en silencio y retoma su conversación:

—Pero fue el profesor Choles —aclara Alejandro— que en sus clases relacionadas con literatura nos invitaba a talleres de escritura y nos mandaba a escribir sobre la cotidianidad, en mi caso comencé a escribir solo para ver su gesto de satisfacción cuando yo leía en voz alta en la clase; eso para mí fue importante en esos años de mi infancia y adolescencia.

Ramiro Choles Andrade

Alejandro admite que ha escrito más por sus obligaciones como docente universitario, donde obtuvo buenos resultados debido por establecer un alto nivel de exigencia, esmerándose por hacer buenos ensayos. 

—Tal vez eso ha mantenido oculto al escritor creativo —dice—, es decir como escritor de literatura propiamente dicho. Mis escritos mayormente han sido textos académicos para usar en clases como docente, son módulos elaborados para la universidad donde trabajé.

Al hablar de esto, no puede ocultar su síndrome del escritor mostrando sus narices: “Si se puede considerar escritor a alguien porque escriba textos académicos, debería considerarse como escritores a todos los profesores universitarios que hacen eso todo el tiempo, cuando hacen sus guías propedéuticas y sus producciones intelectuales”.  Alejandro se auto define como un escribidor de textos académicos.

—La palabra escribidor —aclara Alejandro—, no es un error, la digo porque solo transcribo las ideas que ya están escritas en mi borrador mental desde donde las paso al papel en blanco.



Uno de los escritos que pone de relieve esa capacidad creativa para producir literatura —muy a pesar de su confesa humildad—, es uno titulado: Desde el almendro hacia las alturas:

 

“Nuestro viejo almendro con sus cuatro metros de alto y sus ramas extendidas en todas las direcciones era uno de nuestros mejores amigos en aquellos años en que las sonrisas de la infancia adornaban nuestros rostros curtidos por el sol calcinante de la mañana y por la arena recogida en las excursiones permanentes hacia los rincones ruidosos de las más inimaginables travesuras.


Junto a su tallo rugoso y rudo nos contamos los secretos más importantes: el lugar donde escondíamos las almojábanas sustraídas del horno en donde mamá las guardaba celosamente antes de mandárselas a la abuela Meme; el remedo al español precario de nuestros padrinos extranjeros; los defectos imperdonables y la fealdad extrema de las novias de nuestros hermanos mayores. Ahí, a su lado, cobijados por benévolas sombras, planeábamos lo que pediríamos al niño Dios en diciembre y las perversidades que le haríamos al viejo Epifanio, al señor Lito y a don Ovidio en el día de los inocentes.


No obstante, lo que más nos gustaba de ese viejo amigo clorofiláceo, eran sus cuatro metros de altura que nos permitían escalar al segundo lugar más alto del mundo conocido después de la antena recién instalada del televisor en blanco y negro que los viejos sacaron a crédito donde "Chito Guerrero". Montarse a ese almendro alto, viejo y quebradizo era una aventura peligrosa y por peligrosa apetecida por quienes formábamos parte de la pandilla de sus amigos.


Todavía me duelen las costillas al recordar el porrazo salvaje y los gritos lastimeros causados por el aterrizaje forzoso, inesperado y abrupto, el día en que caí de unas de sus elevadas ramas.


»…Los aviones zumbaban por nuestras cabezas y el nuevo juego consistía en probar quién era capaz de recordar la matrícula de las aeronaves o la cara de los pilotos. Casi siempre coincidíamos y nadie perdía. Todos teníamos los ojos saludables de nuestros primeros años y esos aviones pasaban verdaderamente cerca de nosotros.


»…Cuando los aviones pasaban, si estábamos trepados en el árbol, casi podíamos tocar su fuselaje. Cuando íbamos a la sala conocíamos el significado verdadero del verbo temblar que la profesora de lenguaje trataba de explicarnos sin éxito en el colegio. Temblaban los vasos en las mesas; las lámparas de petróleo que colgaba del techo; temblaba el anafe lleno de brazas en donde comenzaba a prepararse el guiso de chivo; temblaba el piso y temblábamos los niños de miedo y los mayores de rabia.


»…Una vez sorprendí al piloto a unos metros de nuestro techo, mirando con ojos entusiasmados. El baño de nuestra casa no tenía techo y los ojos de mi hermana no tenían cataratas. Los del piloto tampoco. El avión quedaba suspendido por unos segundos en el aire mientras él y ella se miraban; y se decían cosas que yo no entendía en la candidez de mis nueve años. Mi hermana prolongaba su sonrisa y el hombre de la nave renunciaba a su parpadeo. Sospecho que su corazón dejaba de latir mientras contemplaba el rostro sencillamente bello de aquella mujer en tierra. ¿Y mi hermana? Ella se marchaba al colegio llena de felicidad y regresaba en la tarde aún llena de gozo, volviéndose a meter al baño, para ensayar de nuevo, la escena del próximo día.




Alejandro oculta su talento detrás de las cortinas de su recato cuando dice: “la verdad yo no me considero un gran cuentista, ni gran poeta, en realidad, más bien soy un cronista, más o menos, aunque el fuerte mío va por el lado de los relatos en aquello relacionado con escritura creativa.  Este cuento sobre el almendro fue uno de los más elogiados por Víctor bravo, mi profesor de literatura y siendo que lo considero como una autoridad, eso cuenta mucho para mí”.

Cuando se le pregunta sobre la respuesta de sus lectores frente a sus escritos, dice que su mayor satisfacción ha venido por el lado de internet pues algunos de sus escritos han sido publicados en otros países y traducidos a otros idiomas; recientemente ha hecho perfiles biográficos sobre la vida de ciertas personas y han tenido un nivel de lectura muy bueno, por ejemplo: un escrito sobre el profesor Idalid Bolaño fue leído por más de cuarenta y cinco mil personas; otro titulado El cotorrón, una historia sobre un camión el cual tuvo su padre y con el que obtenía los ingresos para sacar adelante a su familia, tuvo también como cuarenta y cinco mil lectores.

—He escrito siete libros —dice Alejando, sin permitirse dejar notar algo de soberbia u orgullo por ello—: tres sobre temas académicos y cuatro sobre temas bíblicos: los relacionados con la iglesia son parte de mis apuntes como profesor del instituto bíblico. Uno de ellos me gustó mucho: La bendición del nazareno; otro es: Jesús mi héroe y amigo; hay un tercero sobre oratoria y el cuarto es sobre liderazgo: Si mañana fuera hoy, un libro sobre relaciones humanas, ahora que recuerdo hay otro: Aunque tiemble la tierra, que es un libro donde compilo algunas de las columnas que había escrito en los periódicos.

Alejandro es incapaz de escribir una palabra soez, a pesar de no escribir siempre para un público cristiano.  No escribiría —asegura sin dudas en su tono— un texto, ni una línea, que vaya contra mis principios cristianos o contra mis principios morales. También estoy seguro de no querer nunca escribir un libro que sirva para el mal ejemplo, eso está totalmente descartado y tampoco escribiría un libro de obviedades, la escritura debe ser para hacer crecer al otro.


Alexandra, su segunda hija, dice: “mi papá se ha esmerado por ser una excelente persona y padre… trata siempre de impulsarnos a hacer lo correcto y con un alto estándar de excelencia”.  Mi padre intenta no caer en chismes ni en contravenciones sociales nunca; dice que la imagen de su padre es el croquis donde ella mide a los hombres que se le acercan intentando conquistarla.

Hay una anécdota donde se puede apreciar la estructura psicológica de Alejandro: “Una vez en la universidad calificando un trabajo de una alumna que se había quejado porque otro profesor le había calificado muy bajito, me encargaron a Alejandro darle una segunda calificación, pero para mi sorpresa la señora había plagiado mi propia investigación académica.  Estuve a punto de calificarla más bajito de lo que el profesor anterior había hecho, pero me dio lástima con ella y lo que hice fue renunciar como su segundo evaluador”.

—Quisiera escribir un libro —dice Alejandro—: una compilación de relatos sobre personas cuya vida haya sido edificante, lo tengo bastante adelantado y creo que próximamente lo tendré finalizado y listo para ver la luz.

Dios es mi todo: El principio y fin de todas las cosas, guía y centro de mi vida; cada instante estoy imaginando qué pensará Dios de lo que estoy haciendo y por supuesto me esfuerzo por serle agradable.

Alejandro tiene un blog desde 2007 pero últimamente se ha percatado de que los lectores acceden con mayor facilidad a las páginas de Facebook, allí la gente se encuentra los escritos hasta por casualidad.

—Las estadísticas indican que me leen más Facebook que en mi propio blog —dice—. La internet ha sido algo así como mi despegue como escritor porque con los libros físicos yo nunca pude trascender fuera de Maicao, pero a través de las redes he podido trascender hasta el ámbito internacional.

Cuando se le inquiere sobre sus mejores recuerdos, Alejandro levanta su mentón, entre cierra sus ojos y evoca en sus recuerdos las reminiscencias de la adolescencia y sus tiempos del colegio.

—Yo creo que los recuerdos más felices —dice mientras mueve muy despacio su cabeza de un lado a otro— están asociados con las clases del bachillerato, sobre todo los días finales de los años escolares y especialmente toda esa parafernalia de la ceremonia de grado: ¡Eso fue incomparable!  A pesar que me ha graduado muchas otras veces, no hay comparación con eso.

Otro de los recuerdos que forman parte de su patrimonio emocional es aquel cuando empezó a ser visibilizado como un buen docente y comenzaron a hablar bien de él en Riohacha y Maicao.  Otro momento inolvidable fue cuando hicieron la presentación de su primer libro y por supuesto: el feliz momento del nacimiento de sus hijos, especialmente el primero.

Dentro de los recuerdos que ponen sus sentimientos sobre la epidermis, están aquellos cuando perdió a sus padres, de manera especial destaca aquel día cuando a su padre lo diagnosticaron con cáncer.

—No fue la noticia en sí, sino la forma como lo hicieron —dice en medio de una melancolía que le atraganta el alma, más allá de su garganta—; eso me dolió incluso más que el día cuando mi papá falleció.

Alejandro tiene un indeleble compromiso con la naturaleza: ama las plantas, a los perros, pero además se auto define como alguien muy sensible con el sufrimiento ajeno.  Los amigos lo reconocen como alguien que es dado para el servicio público, quien disfruta atendiendo a la gente y se pone triste cuando le piden favores y no puede hacerlos, bien sea porque están fuera de su alcance o bien porque están por fuera de sus parámetros éticos.

Alessandra, su segunda hija, tiene recuerdos valiosos como cuando escribe cartas para ella y sus otros tres hermanos. “Me encanta la emotividad de mi papá y todo cuanto transmiten con las letras”, dice.  En sus cartas les declara a sus hijos que ellos son su mayor inspiración y fuerza. Dice Alessandra que cuando sus amigas los visitan, destacan la forma cómo Alejandro trata a su esposa, también es un padre involucrado por completo en todo cuanto hace y participa a su familia de todo cuanto sea posible.

Alessandra levanta su mirada y con la voz quebradiza dice: “hay un recuerdo vívido que llega a mi mente con mucha frecuencia y fue aquel día cuando fue a entregar su hoja de vida en el Servicio Nacional de Aprendizaje, la institución educativa pública más importante de Colombia, mi hermana y yo lo acompañábamos, apenas éramos unas bebés todavía, mi padre se arrodilló y mientras nos abrazaba le pidió al Señor que le diera la oportunidad de trabajar en ese lugar, le dijo al Señor que lo hiciera por nosotros, sus hijas”.  Alejandro laboró como instructor de dicha institución durante dieciocho años.

miércoles, 5 de mayo de 2021

Ramiro Choles Andrade, el maicaero mayor

Ramiro Choles recibe un reconocimiento de manos de sus exalumnos Alejandro Rutto, Mara Ortega y Juan Mendoza

 

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

El profesor Ramiro Choles Andrade fue apóstol de la esperanza, profeta de la paz, evangelista de la identidad y maestro de los que enseñan con el ejemplo e inspiran con su actitud ante la vida

Él  es uno de esos seres humanos a quien la escuela de la vida y la universidad del cielo gradúan con honores en el difícil arte de servirle a los pueblos sin ningún interés distinto al de conjugar el verbo servir en todos sus tiempos gramaticales y en todas las acepciones de tan importante palabra.  Nació en Riohacha, en donde fue arrullado por las voces reposadas de sus padres y el susurro de las palmeras centenarias sembradas a orillas del mar Caribe.

Pero él estaba predestinado a crecer como un aguerrido roble, a respirar y a soñar en su pampa querida, centinela insomne frontera, en donde los wayüu formaron un nombre con la espiga imperial del maíz y el vibrante ritual de tambores hacía venturosos anuncios sobre los tiempos que habrían de venir.

Tenía un carácter  apacible de padre generosos y amigo bueno pero su personalidad adquiría  una  férrea voluntad y se transformaba en palabra firme para predicarle a sus discípulos a los cuáles deseaba educar como  ciudadanos de bien, respetuosos de las normas y de las buenas costumbres.  Lo que logró con ello fue levantar a una generación de hombres y mujeres buenos y honestos que le sirven a la sociedad con singular orgullo como si fuera un servicio para  Dios.

En resumen, era un hombre feliz por que hacía lo que le gustaba y lo que le gustaba lo hacía con amor y una mística a toda prueba. Sus clases no eran simplemente un tiempo de enseñanza aprendizaje sino una eucaristía de ensueño en la que se ofrendaba la savia poderosa del conocimiento en el cáliz dorado de la devoción cotidiana.

Bien podría declamar Ramiro Choles como experiencia de vida personal el verso de Alberto Cortez, cuando expresaba con alegría la suerte que tuvo de nacer:

“Qué suerte he tenido de nacer
Para estrechar la mano de un amigo
Y poder asistir como testigo
Al milagro de cada amanecer”

Cuando el profesor Ramiro Choles Andrade inició sus labores se encontró con una sociedad en plena ebullición, en donde se hacían negocios monumentales y en algunos casos absurdos en donde el estudio no era una prioridad.  Ese pueblo que  avanzaba hacia la orilla del abismo moral por falta de referentes en los cuales mirarse, comenzó a valorar las enseñanzas que se impartían en el colegio San José  de manera que todas deseaban enviar a sus hijos a las modestas pero acogedoras aulas de  la institución, en donde los jóvenes  aprendían las lecciones de la vida junto con los saberes de la época.

El profe Ramiro Choles, sin ostentar un cargo distinto al de maestro de tiza y tablero, se constituyó en el gladiador que enfrentaba duras batallas contra el oscurantismo, erigía esculturas bravías con palabras hirsutas, con vocablos sedosos y con ejemplares metáforas de vida, en las que su propia experiencia vital servía como paradigma para enseñar  la esencia  de la ética y de las buenas costumbres.

Su estilo bien cuidado para enseñar, y para escribir, su afición a las letras bien tejidas y mejor esculpidas en la singular geografía del papel en blanco y su honradez invulnerable lo llevó a convertirse en un consagrado escritor, riguroso historiador y honrado administrador de los recursos públicos desde la rectoría de su amado colegio San José.

Hoy tenemos que llegar a la conclusión de que la vida de Ramiro Choles Andrade es indescriptible, inefable, maravillosa, por su condición de patriarca de las letras, arquetipo del historiador y adalid de la educación. Su partida nos deja muy tristes pero a la vez comprometidos con el compromiso de seguir su ejemplo desde el vibrante ritual de los tambores hasta la atalaya firme del compromiso ético.

A Ramiro Choles Andrade le podemos dedicar los bellos versos de la poetisa Ángela Botero López: “Era un incansable perseguidor de sueños. Elevaba su cometa y tras ella corría. Un día, mientras corría, le vimos elevar su vida” 

lunes, 2 de noviembre de 2020

Don del cielo

Escrito por: Lizeth López España











Hasta el último

Momento,

Pude escuchar

Sus latidos

Hasta el último

Momento

Amor mío. 


Mi sueño era

Abrazarte

Sentirte mío,

Solo mío.


En mis noches

Pensaba

En tu nombre,

En tu rostro,

En tu sonrisa.


Hijo don del cielo

Te fuiste y 

mi ilusión

Quedó intacta;

Mi pecho y mi

Corazón te

Anhelaban.


Hoy lloro en 

Mis adentros,

Pues solo

Me quedó 

Tu recuerdo;

El recuerdo de

Que fuimos uno,

En algún tiempo

Te invito a escuchar este poema en la voz de su autora:

miércoles, 28 de octubre de 2020

IPS El Milagro, un verdadero milagro para la salud mental en Colombia

Escrito por: Lizeth López España

Cordial saludo a las personas que me siguen mi nombre es Lizeth López España y tengo el honor, el privilegio de hablarles de la primera Ips de salud mental en el municipio de Maicao, para ello tengo como invitada especial a la gerente de la institución; la doctora Claudia Patricia González Ramírez quien dará respuesta a unas preguntas para conocer de cerca sobre esta bendición en el municipio.

La IPS EL MILAGRO es una institución que presta servicio de calidad en promoción, prevención y tratamiento de pacientes adulto e infantil con enfermedades mentales, y consumo de sustancias psicoactivas, a través de programas que contribuyen a la rehabilitación del paciente y a su vez ayuda a mejorar la calidad de vida a nivel social, ocupacional, familiar, laboral y personal por medio de profesionales altamente calificados. 

 -La siguiente es nuestra entrevista a la doctora Claudia Patricia González Ramírez 



¿Qué motivó la creación de la empresa?

-La IPS el Milagro nace de una idea, de un grupo de amigos que han trabajado en el área de la salud; especialmente en el área de la salud mental. Entonces vimos la necesidad, aquí en el municipio de Maicao que no había un centro pese a que en otro lado se han creado algunos centros. 

Quisimos dar vida a este centro en el municipio de Maicao brindando una atención integral, una atención ambulatoria y una atención hospitalaria.

-¿De dónde viene su razón social?

-El nombre como tal de la IPS EL MILAGRO nace inicialmente porque somos un grupo de profesionales, digamos, naturales, que se han forjado como cualquier otra persona y colocamos el milagro porque pensamos que su creación iba a ser precisamente eso, ya que nosotros no contábamos con todos los recursos en el momento y antes que nada se lo colocamos a Dios como petición e hicimos la gestión necesaria; entonces vimos que las cosas se nos fueron dando fue ahí, una confirmación para colocarle El Milagro a nuestro institución porque significa el nacimiento para nosotros de este centro y aparte queremos que El Milagro de vida, de sanidad a esas personas que nos van a visitar.

-¿Cuál es la misión y la visión de la empresa?


-La IPS EL MILAGRO tiene como visión prestar los servicios de salud especializada en el área de salud mental de mediana complejidad que se caracteriza por la prevención, tratamiento y atención de adultos e infanto juvenil con enfermedades mentales, emocionales y rehabilitación de pacientes con problemas de fármaco dependencia a través de profesionales altamente capacitados con sentido de pertenencia, respetuosos de la interculturalidad de la población Guajira, comprometidos siempre con la mejora continua.

-La IPS EL MILAGRO tiene como visión, llegar a ser en centro de salud líder a nivel regional en el tratamiento y rehabilitación de pacientes consolidando nuestro modelo de atención en salud mental, centrados siempre en el ser humano, prestando nuestros servicios con calidad y atención humanizada. 

-¿Quiénes pueden acceder a sus servicios? 

-Realmente el centro está abierto a todo el público que lo requiera, le hacemos el llamado también a aquellas personas que están en casa que si ven u observan algún síntoma o algún reflejo digámoslo así, de la situación que se esté presentando con algún familiar o algún amigo pues ustedes lo puedan orientar hacia nosotros. 

Queremos escucharlos, queremos ofrecerle nuestros servicios y por supuesto con nuestro compromiso y cariño hacia todas esas personas que con su familia buscan una ayuda.

-Palabras a los Maicaeros de parte de la doctora: Claudia Patricia González Ramírez.

-A todos los que nos lean queremos decirle que la clínica El Milagro es una unidad mental que busca realmente a través de un compromiso, a través de una solidaridad, a través de un trato digno; atenderlos a ustedes; pueden llamarnos, pueden visitarnos que nosotros nacimos con la idea de brindarles esa atención y que ustedes se sientan en este mismo municipio totalmente atendidos, de forma integral.

jueves, 9 de julio de 2020

Origen del Tejido Social





¿Saben qué es el tejido social?   La doctora Leoryis Vanegas, experta en el tema, nos da una sencilla explicación

Mi pampa

Escrito por: Geover Gutiérrez B

resaltas en la pampa fronteriza.

En la falda guajira, y bañado de brisa.
De insomne progreso y grata belleza.

Acoges sin discriminar, al forastero
Quienes conforman tu fortaleza.

Así eres Mai-kou, pujante y frentero,
Esperanzador y puro como el carbón de tu gente,
especial como la espiral en las mejillas de tus mujeres.

Con kasha y yotojoro te haces valer.
Y con Multicultural lenguaje te haces vestir.

Con amor a tu suelo y a tu gran amanecer,
Impactada mi alma y en todo mi ser. Maicao, Maicao.

martes, 7 de julio de 2020

"Difunto pasado"

Escrito por:  Lizeth López España


Flores para lo inevitable,
Para el beso del ayer;
Cuyo acto quemaba 
Mis labios y
Suspiros desbordaba
Sin medida. 

Flores para aquella 
Sonrisa que hacía 
Volar mi alma.
Para esa caricia
Que paralizaba 
Mi respiración y 
Aumentaba mis
Latidos.

¡Oh! Alma mía,
Despide con denuedo
ese olor que despertaba
Mis sentidos;
Y me hacía temblar.
Suelta vida mía 
Ese ayer que tanto
Te atormenta,
Que no te deja 
Creer en ti, y 
En el amor. 

Flores para esa voz
Que trasnochaba 
En pensamientos,
Idealizando un 
Futuro que nunca 
Fue, ni existió.

¡Oh! alma mía,
Vive una vez más...

sábado, 4 de julio de 2020

¿Puede aún sanar?

Escrito por: Lizet López España

Tirado, herido;
Perdido en la soledad
Está el derrotado;
El que no amó
Por sus miedos y 
Frustraciones.
Quien no se dio 
Una oportunidad.

¡Que vergüenza!
Es el eco de sus 
Pensamientos.
El infame que no 
Puede dormir;
Pues le duelen
Sus rodillas por 
Las veces que cayó,
Y en el intento,
Se venció. 

Sudor de impotencia
Y días nublados
Es lo que ve 
En el espejo 
De su lúgubre
Despertar.
¿Puede aún sanar,
Quien en la profundidad
Del océano desea 
Hacer su hogar?

Gotas de esperanza 
Desea…
El que tiene un manantial.

viernes, 3 de julio de 2020

Mujer de la creación

Escrito por: Kexy Rumbo

Mujer, mujer de la creación. 
Como rosal de rosas blancas, en tu vientre la vida 
florece, expresión de amor ternura y encanto, 
lista para arrullar un futuro diciente.

Esa es la mujer, solo una, creación de Dios en desarrollo, 
ayer, hoy y para siempre, bendito Dios que la creo. 
Bella mujer, mujer ferviente.

 Mujer, en ti esta la vida, 
le das vida a la vida y la vida misma te escogió. 
Mujer, novia esposa y madre, dolor que apacigua dolor, 
tristeza que consuela el llanto, paz que calma  tempestades, 
milagrosamente revela  el horizonte, 
pasión que conquista el amor, solución de los quebrantos.

Mujer, eres ese mar cristalino de siete colores, 
que con la presencia del sol ardiente, 
su destello brilla para siempre, 
ante las naciones, 
colmando la epifanía de mil emociones.

Mujer, hoy el éxito te atrae, 
serendipia ante el mundo que tu conquistas inefablemente, 
es tu porte, empeño y elegancia; limerencia hacia los hombres 
tu trabajo hijos y esposo, son el arrebol soñado, 
en un atardecer candente, bella mujer, mujer ferviente.

Deportivo Maicao, en el alma de un pueblo


El Deportivo Maicao hizo su primera incursión en el  torneos nacionales en el año de 1984 cuando por primera vez participó en el campeonato de Segunda División organizado por División Aficionada del Fútbol Colombiano, Difútbol. 

Su primer director técnico fue el samario Luis Montúfar, quien se había destacado como defensor en el fútbol profesional en equipos como Unión Magdalena y Deportivo Cali.  Su apuesta fue traer un puñado de destacados jugadores samarios que habían jugado en la Selección Magdalena o en las reservas del Unión, entre ellos Severino Campos, Cristian Hernández, Víctor “Guaya” Huguet, Víctor Acosta, José Ariza, Ricardo Aragón,  Orestes Campo,  Orlando “Moser” Rojas, Hernando Deluque (portero), combinados con veteranos jugadores locales como Nilson Martínez, Jorge Benítez, Efrén Fierro, Wilfrido “Polaco Pérez”, Diógenes Zúñiga y Manuel “Jumbo” Torres.

 El equipo "Flamenguista” como se le llamaba por su camiseta a rayas horizontales rojas y negras similar al Flamengo de Brasil, cumplió destacadas actuaciones en ese año 84 pero la temporada se malogró debido a la expulsión de varios de sus mejores jugadores debido a una gresca en el clásico guajiro frente al Deportivo Riohacha en el estadio Calancala (Así se llamaba antes el Federico Serrano).

En los años subsiguientes también tuvo buenas actuaciones pero la mejor de todas fue en 1988 cuando clasificó a la semifinal nacional, que se efectuaría en el estadio Hernando Urrea y en la que se impuso a los equipos de Millonarios y Chinchiná, lo que le dio derecho a enfrentar al Independiente Santa Fe del Tren Valencia y Manuel Rincón, con el que empató a dos goles, pero fue derrotado en el lanzamiento de tiros desde el punto penal.

Esta foto es de una temporada posterior. En su camiseta se observa el anuncio del patrocinador, POKER, que no es una empresa cervecera como pudiera pensarse, sino el nombre de un almacén de textiles perteneciente al comerciante Salo Sulaiman.

Aparecen, de pie,  Elder “Ratón” Amaya, Juan Bolaño, “Chepo” Sánchez, “Cochi” Fuentes, Edwin Suárez, José Pacheco, Edson González y el portero Elkin Hoyos.

En la línea de los que están inclinados podemos ver, entre otros, a Álvaro Polo, Luis Carlos “Memín” Torres, Deivis Ramírez, Diexon González y “Luchito” Romero.

Esta no fue la mejor temporada, pero el equipo mostró su combatividad y espíritu de lucha que eran sus más reconocidas características.


jueves, 2 de julio de 2020

La demente


Escrito por: Lizeth López España

Corre sin vacilar, 
La que en silencio; 
Ríe y llora,
Cuya alma siente
Y así mismo se 
Asombra
La que muchos
Llaman: 
¡La demente!

Tal vez falta de amor
Y quién pocas veces
Contempla la luz de 
La aurora, y quien en el 
Anonimato cree 
Alcanzar grandeza y honra
Pero en realidad,
Al verse…
Tiene harapos
Y pocos zapatos.
Esa es ella: 
La demente.

Qué le pasa ¿por qué es así? 
Grita el mundo y la señala.
Ella sufre y se maquilla;
Para sonreírle a la vida,
Que le ha dado tanto
Y a la vez nada.
Si, sepan ¡todos¡
Que existe una mujer bella:
La demente. 

Con pastillas en la mano,
Para vivir soñando,
Un mundo lejos y,
Al mismo tiempo cercano
Vive quien tiene letras,
Quien siente…
Que la han olvidado
Esa es ella:
La demente.

Fotografía: Michel López España

miércoles, 1 de julio de 2020

Amen amén


Escrito por: Lizeth López España

Amen, Amén.

La invitación del sol,
del mar y la arena
Es que se amen, Amén.

Sin amor no hay unión;
Sin amor no hay ciclo
Sin amor no hay armonía
Por eso la invitación 
Es que se amen, Amén.

El universo clama,
El planeta gime desesperado 
Por la sequía y ausencia del amor
Por eso ellos invitan:
A que se amen, Amén. 

Y quien siente
 y a la vez les escribe 
No podía faltar y
Así mismo invitar
A que se amen, Amén.

sábado, 20 de junio de 2020

Día de fútbol en los años 70



Una foto histórica que corresponde al año 1979, cuando la Liga de Fútbol de La Guajira fue trasladada a Maicao y el estadio San José era la sede de las selecciones del departamento en los torneos nacionales. 

Aquí podemos ver  a varios de los directivos del  Comité Pro-Liga, acompañados por el periodista deportivo Wilfrido Enrique Solano. 

Aparecen, de izquierda a derecha, las siguientes personalidades: 

Josué Fonseca Ortiz,  hijo del pastor evangélico Mariano Fonseca médico veterinario, quien más adelante sería alcalde de Maicao, Actualmente trabaja en la Secretaría de Desarrollo Económico, en la Gobernación de La Guajira. 

Leonardo Garnica, comerciante, dirigente deportivo para la época, fundador y propietario de la Papelería Maicao. Actualmente está dedicado a sus negocios en Bucaramanga y Maicao. 

Juan López Ibarra ("Juancho López"): futbolista, entusiasta dirigente deportivo y comerciante en el sector farmacéutico. Combinaba su labor como propietario de Droguería Holanda con sus actividades de directivo de la liga. 

Wilfrido Enrique Solano:  periodista deportivo de Radio Península.  Ha trabajado en todas las emisoras de Maicao, tiene una gran elocuencia y es dueño de un cuidadoso lenguaje poético. Desde 2016 dirige la sección de deportes del Informativo de la Frontera en Frontera Stéreo 89.1

Hernando René Urrea Acosta:  presidente del Comité Proliga, posteriormente fundó la Junta Municipal de Deportes. Fue presidente de la Liga de Fútbol de La Guajira y de la División Aficionada del Fútbol colombiano, Difútbol. Se le considera el más representativo dirigente del deporte guajiro en la historia. Pereció el 24 de julio de 1985 en un accidente aéreo al caer a tierra el avión en que viajaba de Leticia a Bogotá.  

En el momento de ese trágico suceso en el que también perdió la vida su esposa Alba Luz Tamayo, ejercía como presidente de la Difútbol. En homenaje a este dirigente se le cambió el nombre al estadio San José, que pasó a llamarse Hernando René Urrea Acosta.

viernes, 29 de mayo de 2020

¿Qué es la dote en el universo wayüu?

Ha habido un gran debate nacional a raíz de un programa en el que el humorista Fabio Zuleta de manera equivocada se refiere a la compra de mujeres de la etnia wayüu, en una equivocada interpretación del pago de la dote que se hace previo al matrimonio.

Para aclarar las dudas el investigador social Luis Guillermo Burgos nos explica el significado de la dote para la etnia más numerosa de Colombia


lunes, 18 de mayo de 2020

Una anécdota con cierto personaje misterioso

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez


Un día de principios de enero del 2012  me posesioné, cargado de ilusiones, como secretario de educación municipal en Riohacha. Y un día de principios de octubre,  casi tres años después, me retiré, cargado de satisfacciones y con la agenda llena de números telefónicos de nuevos y buenos amigos. Por cierto, el día en que me retiré algunos profesores, compañeros de trabajo y estudiantes decidieron organizar un programa de despedida, en el salón Sierra Nevada del Centro Cultural. 
A mi llegada hice un recorrido por todo el salón para saludar a los centenares de asistentes. Había una delegación de cada uno de los colegios urbanos y centros educativos rurales colegio y eso me emocionó. 
A medida que avanzaba por entre la multitud de sonrientes estudiantes y cariñosos padres de familia, veía de soslayo a un caballero de negro que también se movía en el recinto. Saludé a los pupilos de la seño Rosa Cuentas del Liceo Padilla, a los tutores del programa Todos a Aprender, a los chicos del Denzil Escolar y a los profes de Kamuchasain. Y el señor de negro detrás de mí, como si quisiera guardar un recuerdo de aquel momento que, a mi modo de ver las cosas, era uno de los mejores de mi vida. 

Me contentó mucho al saber que también nos acompañaba una numerosa asistencia de Maicao, mi tierra amada y los abracé uno por uno. El señor vestido de negro estaba muy cerca. La gente me llamaba, me abrazaba y me decía palabras de mucho cariño y agradecimiento, de manera que no tenía tiempo de mirar hacia atrás para comprobar la identidad del misterioso y espontáneo acompañante. 
Lamenté no disponer de un espejo retrovisor u otro aditamento que me permitiera mirar disimuladamente hacia atrás. Sin embargo, ya faltaba poco para resolver el enigma. 

Al Terminar los saludos di media vuelta y ahí estaba la solución al misterio. Quien me había acompañado a hacer el recorrido era ni más ni menos que uno de los mejores amigos esos años de arduo trabajo me había regalado: monseñor Héctor Sallah Zuleta.    Con su sonrisa paternal y su vestido todo negro desde los zapatos hasta el cleriman. 

Me fundí en un abrazo emotivo y prolongado con una persona a quien aprendí a querer como un padre y de quien recibí los más sabios consejos durante todos esos años. Recuerdo que antes de cumplir las 24 horas en el cargo un amigo riohachero de esos que habla el antiguo idioma riohachero raizal me había visitado para entregarme, gratis,  un portafolio de buenas recomendaciones tales como "no deje que se le suba el cargo a la cabeza, ni se le ocurra peliá (sic) con el sindicato, visite los colegios pa'que se de cuenta lo que pasa allá y no se quede encerrao en las oficinas”  Por último, cuando ya se iba, se devolvió, hizo un gesto de que se le había olvidado de lo más importante y sentenció: "hágase amigo del obispo y esa vaina si le va a quedá difícil a usted que ni siquiera es católico". 

No me quedó difícil, monseñor es una persona  que aprecia el valor de la amistad y sabe querer  a quienes se esfuerzan. Durante muchos años sentí su afecto, incluso en los momentos de mayores dificultades, esos que nunca faltan en el sector educativo ni en ninguna otra área de nuestra convulsionada realidad. 

Monseñor me decía que me consideraba un hombre de Dios y se lo agradecí. En los momentos más duros de mi vida personal como aquellos en que mi esposa enfrentó una dura enfermedad, lo llamaba para que orara por ella. Él, generosamente lo hacía, pero además, me invitaba a su despacho para orar también por mí, para que Dios me permitiera tener la serenidad y la fortaleza necesaria para transmitirle a ella y a mis hijos. 

Pude conocer su faceta humana, explorar por los rincones de su historia pre clerical, y disfrutar de las  anécdotas encantadoras y  maravillosas de su juventud entre las cuales se encuentran varias travesuras colegiales en las que fueron protagonistas él y su hermano gemelo. 

Hace un tiempo supimos de la renuncia de monseñor a su cargo, pero había pasado tanto tiempo sin que el Vaticano se pronunciara, que ya hasta pensábamos que lo íbamos a tener siempre en el cargo de máximo jerarca de la diócesis. Pero  al conocer que ya ha sido nombrado su sucesor y que éste se posesiona dentro de pocos días, me asalta la angustia existencial, que según me contó, lo había invadido a él cuando supo de mi renuncia unos años atrás. 

Ese día de principios de octubre, mientras lo abrazaba, pude sentir los latidos de su propio corazón y por un momento tuve la sensación de que era mi propio padre, quien hace varios años había viajado hacia la eternidad.  

Mientras nos decíamos  palabras amables le pregunté por qué su riguroso vestido de negro, como si estuviera de luto, me dio una respuesta que me dejó mudo: estoy vestido de negro porque usted se va para su Maicao y será difícil verlo de nuevo. 

La verdad que la amistad nunca se interrumpió y Dios nos dio siempre nuevas oportunidades de volver a vernos. Pero ahora el que tiene angustia existencial soy yo. No tengo camisa negra pero he comenzado a sentir un nudo en la garganta que solo se me alivia al pensar que mi amigo le servirá a Dios donde quiera que esté y a donde quiera que vaya irá siempre encendida la llama de la amistad

viernes, 15 de mayo de 2020

¡Felicidades maestro!


Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

A los maestros, a los obreros de la educación y a todos los que luchan cada jornada por formar mejores hombres y mujeres para un mundo diferente, quiero felicitarlos en su día. 

Dios bendiga a los maestros que recorren campos y veredas para llevar la savia del conocimiento; a los que se desplazan por los campos abiertos de los sueños y por las llanuras extensas de la imaginación para convencer al hombre de que puede transformarse as sí mismo y al mundo que lo rodea, a quienes vibran con las voces inocentes de los niños; a quienes vierten sus días de juventud en los campos fértiles del amor para enseñar a los más jóvenes y conducirlos por el camino del crecimiento como seres humanos útiles a la sociedad. 

Gracias por convertir tu arte en un sacerdocio en el que ejerces la liturgia de la ternura y aplicas el catecismo de la generosidad

Gracias por guiar e inspirar, gracias por arar los surcos en donde se siembra y germina la semilla de saberes frescos y renovados. 

Feliz día, hombre de paz, mujer de palabras acertadas. Gracias por predicar con el ejemplo. Gracias por gestar la cosecha de vidas frescas y buenas y por ejercer tu oficio sagrado con amor, desprendimiento y virtud.

Feliz día del maestro. 

miércoles, 13 de mayo de 2020

Triscaidecafobia

!Qué suerte tienes, dijo la muerte!

 “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos.” (Antonio Machado)



Escrito por: Joel Peñuela Quintero

Era martes, muy temprano todavía y ese día la muerte estaba desocupada. Hacía casi cinco años que, trabajada de corrido, literalmente no había tenido ni un solo segundo de descanso, pero ese día era distinto. Desde el mediodía y hasta dos minutos pasados de la media noche del miércoles, la muerte no tenía nada por hacer.

—No hay nada más insoportable —masculló la muerte— que vagar dando vueltas, sin hacer nada.

Pero qué podía hacer, ella era solo una soldada siguiendo órdenes siempre.

Pensando en esto se fue para la calle Primera de Riohacha, a ver pasar la gente. Miró la cara de José Valencia, un comerciante de unos cuarenta años que pasaba empujando una carreta llena de cocos y una cava con hielo.

—Tres meses, cinco días, veinte horas, cuatro minutos, tres segundos.

La muerte inclinó su cabeza hacia el lado derecho, señalaba con los dedos índice y del medio de la mano izquierda con los otros dedos recogidos, cerró el ojo derecho, como apuntando con una pistola imaginaria…

—Pummmmssshh! —dijo, como si le hubiera disparado.

El de los cocos pasó por el lado de la muerte, quien sacó su larga lengua negra, sucia, putrefacta y fría, se la mostró al vendedor que no pensaba en la muerte desde que se había casado. Tres largos años antes.

—Ya lo sabes —continuó diciendo—, te estoy viendo.

José sintió que un suspiro inadvertido, involuntario, le salió de lo profundo, tan fuerte que casi lo atraganta. El vendedor de cocos continuó su camino sin pensar en la muerte todavía.

El tiempo seguía raudo su estricto recorrido de ese martes trece. La muerte continuaba haciéndole frente a su aburrimiento mirando la cara de la gente y sacando la cuenta del tiempo que faltaba para su fatal encuentro con ella. Un niño de ocho años, que iba acompañando a su abuela al rezo de las cinco, dirigió su mirada hacia donde estaba la muerte y esta le apunto con los dos dedos, cerró el mismo ojo de siempre.

–¡Pummmmssshh! —sonó de nuevo la muerte, en total oscuridad—. Un año, tres meses, dos días, tres horas, cinco minutos, tres segundos.

Lo dijo sin hacer pausa. La muerte se quedó mirando al chico, mientras meneaba la cabeza de un lado a otro, se notaba a leguas que estaba insatisfecha.

—Mejor no —dijo de nuevo—, mejor te llevo en treinta y nueve millones, cuatrocientos noventa y cinco mil seiscientos segundos.

Siguió meneando la cabeza y se fue acercando al chico. Lo olfateó como un sabueso que ha sentido las hormonas de una perra en celo.

—¿Qué dices, eh, he, eh?

El niño, demasiado joven como para pensar en otra cosa que no fuera deshacerse pronto de la vieja, para volver a su juego, cruzó la calle y se dirigió a la catedral.

La muerte, miró a dos o tres más que pasaban por ahí.

Si quería quitarse el aburrimiento, no había escogido el mejor sitio de Riohacha.

Cruzó la calle como siempre lo hacía cuando se iba de un lugar a otro, volaba como a dos metros sobre el suelo. Lo hacía lento, esta vez no tenía prisa. Cuando tenía prisa no volaba, solo se desaparecía y aparecía donde se requiriera su presencia y en muchos sitios a la vez.

Se tomó algunos minutos en llegar al barrio la Cosecha, a cinco kilómetros de allí. Mientras avanzaba, rosaba la oreja de algún mototaxista, quien movía la cabeza hacia un lado al sentir un raro frío que le rozaba el cuerpo, otras veces, soplaba en la oreja de algún descuidado conductor que se encontrara en el camino.

Llegó a la calle treinta y cinco, se detuvo a ver el juego inocente de unos niños. La calle estaba sola. Era martes trece de agosto. Dentro de poco estaría anocheciendo.

La muerte pensó que las cosas estaban muy extrañas en Riohacha, parecía ser que cuando ella no trabajaba todo se ponía aburrido. La gente también parecía estar igual que ella, sin saber qué hacer, ni siquiera había un alma en esta calle del barrio donde la muerte estaba esperando que algo pasara.

Octavio Luis había salido temprano del colegio. Al contrario de lo que sucedía con la muerte, cuando él tenía algún tiempo libre, le sobraban cosas por hacer. Ese día, una vez llegó a su casa, se fue para donde Mario, y le pidió la moto prestada. Este era su mejor amigo de la cuadra donde él vivía, la misma donde estaba la muerte sin hacer nada ese día.

Mario acababa de arreglar su moto y la había lavado, pero la excusa no le importó a Octavio Luis, él siempre encontraba la manera de salirse con la suya. Le dijo a Mario que se la devolvía enseguida, que iría donde Maye para salir con ella más tarde.

La muerte miraba hacia todos lados, no había nada qué hacer, eso no lo podía soportar más. Miró de nuevo su agenda, comprobó que el itinerario comenzaba dentro de siete horas más tarde, solo en la madrugada se reiniciaría su labor. Alguien tenía la ineludible cita y por supuesto, en esos momentos no estaría pensando en ella, como siempre sucede.

—Un momento —dijo la muerte con una gélida sonrisa entre sus dientes–, ¿cómo es posible que me haya olvidado?, ¡hoy es martes trece de agosto! ¡vaya! ¡qué suerte tiene la muerte!

Se dio a sí misma algunos besitos de felicitación, estiró la cara hacia un lado, dejando ver su huesudo rostro al descubierto, estaba pálida, tanto como siempre es ella, su mirada negra, perturbadora, inquebrantable. Ese día estaba vestida de una manta guajira color rosa. Como todo el mundo sabe, ella no tiene pies, solo sus dos muñones en forma de una te al revés, en ellos llevaba puestas unas zapatillas sueltas, que hacían juego con su manta sucia, que olía a alcanfor.

Pensando en su suerte buena, ideó de inmediato un plan macabro, decidió dar una vuelta por el barrio El Dividivi, a solo dos kilómetros de allí. Hacía unos días que había visto a Gerardo Andrés, un muchachito coqueto, que le había caído mal a la primera mirada. Decidió que le haría una visita inadvertida, aunque nada podría hacer contra él, porque no estaba en su agenda.

Como siempre hacía cuando se disponía a cruzar la calle, comenzó con un vuelo a ras de tierra, para luego poco a poco comenzar a elevarse. Tanto disfrutaba esto, que hacía que se sintiera viva. A menudo acostumbraba ir volando horizontalmente esquivando a los transeúntes, carros, motos y todo lo que estuviera en el camino. Algunas veces iba por toda la acera tocándole el pelo a alguna mujer, otras rosándole la oreja o la nariz a otro por allá. Le gustaba ver la piel humana erizarse al rose siquiera de su tacto.

Ese día, poco después del mediodía, antes de llegar a La Primera, había estado jugando a leer los labios de la gente. Para hacer más interesante el pasatiempo, se había colocado unos tapones de goma en las orejas. La muerte se había olvidado de quitárselos, fue por esto que no alcanzó a escuchar la moto de Octavio Luis cuando venía a toda velocidad en una sola llanta. En picada, como dicen estos intrépidos busca problemas.

Todo ocurrió con una sincronización asombrosa: cuando la muerte emprendía su rasante vuelo, antes de ponerse horizontalmente como le gustaba viajar, Octavio Luis picaba la moto, y engarzaba a la muerte por el lado izquierdo, justo donde ella tiene el ojo tuerto.

La muerte no sintió nada más que un zumbido y un cosquilleo que le hizo soltar una nueva carcajada. Había quedado apropiadamente acomodada frente a las narices del motociclista.

Octavio Luis vio la muerte de frente y experimentó esa maraña de recuerdos que le caen encima a la gente cuando se encuentra con ella. Vio toda su nefasta vida que le pasó frente a sus ojos, como en una película veloz, pero en reversa.

—No me lleves, por favor —dijo el infeliz—, soy muy niño todavía.

—¿No me lleves? —preguntó la muerte, tratando de detener su chillona risa infernal—. Yo no te estoy llevando, estúpido, eres tú el que me lleva por delante.

Le puso sus frías manos a lado y lado de la cara, abrió la boca dejando escapar una bocanada de su fétido aliento.

—¡Qué suerte tienes! —dijo la muerte.

Quedó mirándolo un momento. El pobre infeliz tenía los ojos desorbitados y el ritmo cardiaco a punto de explotarle. La muerte no podía creer que ese estúpido, como le había llamado un momento antes, fuera tan cobarde. ¡Solo a un estúpido como él, se le ocurría tratar de convencerla, argumentando que era muy joven!

—Las cosas que me toca ver —dijo la muerte, muerta de la risa.

—Mira la hora —ordenó la muerte—, estúpido cobarde.

Octavio Luis miró su reloj negro, digital, arcaico. En la pantalla rallada por el maltrato se mostraba la hora: seis de la tarde, siete minutos, nueve segundos. Octavio Luis no comprendió absolutamente nada. Sentía que el tiempo transcurría con tanta lentitud que parecía gatear en lugar de caminar. En este trance de su corta e inútil vida, Octavio Luis pudo comprobar, que el tiempo solo es un artificio ilusorio que encadena a los humanos.

Mientras que la muerte no se equivoca, no se extravía y es extremadamente precisa, también es terriblemente caprichosa. Ella, en momentos como este, cuando no se encontraba aburrida, no tenía que mirar el reloj para saber que todavía tenía tres larguísimos segundos a su favor, pues cuando fueran las seis y siete minutos, más trece segundos de ese martes trece de agosto, del año dos mil trece, tendría el único segundo en toda una centuria, donde ella tiene permiso para hacer lo que le dé la gana.

—¡Qué suerte tienes! Octavio Luis —dijo la muerte. Y volvió a reírse a carcajadas.

—¿Suerte? —alcanzó a preguntar Octavio Luis, antes de cerrar los ojos.

—Sí —contestó la muerte—, ¡Qué suerte tienes! …que tu nombre tenga solo once letras… “o más bien, suerte la nuestra” —Alcanzó a musitar al disiparse.


Joel Peñuela es un narrador, docente y predicador residenciado en Riohacha. Pertenece al taller Relata, del Ministerio de Cultura, el cual es liderado por el escritor Víctor Bravo Mendoza

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