Ninguna actividad lúdica se ha vuelto más importante el mundo contemporáneo que el fútbol. Tan importante que para millones de personas, ya dejó de ser un juego para convertirse en un oficio, una pasión, un negocio y hasta en una guerra. Hay quienes se han enamorado del balompié por lo poético de jugadas de Rey Pelé, Maradona, Messi, Neymar o Ronaldinho; los malabarismos acrobáticos de Cabañas o Hugo Sánchez. Pero también, quienes se sienten atraído por la épica y hostigante enjundia y agresividad de jugadores como Dunga, “El Patrón” Bermúdez, Mascherano, Gentile o Pepe que más parecen gladiadores.
La pasión por el futbol ha inflado la camisa no solo de jugadores sino que los hinchas también se sienten alentados por una pasión que les consume su tiempo, su dinero, sus afectos y hasta sus odios. Llegan a matar y matarse por su equipo en el entendido que hay que dar la vida por lo que se quiere en la guerra del fútbol. Pero no solo ocurre con los fanáticos, también pasa con los narradores deportivos, unos tan parcializados hacia el equipo local.
Ellos han “domesticado” de alguna manera la violencia del fútbol dentro y fuera de las canchas al verbalizarla. Para ellos, metafóricamente un partido se asocia, como dice el comunicador social William Zambrano quien hizo su tesis sobre este tema: “al concepto de combate/guerra, en donde hay algo que ganar y que perder, por eso es frecuente en el discurso deportivo oír expresiones como “el enfrentamiento (para hablar del partido), los defensas, el atacante, el árbitro, los contrincantes, el duelo, el cañonazo, el tiro, sólo por nombrar algunos”.
Como lo expresa en su obra, se usan por parte de estos narrados “metáforas de guerra” para referirse a un partido de fútbol y así con este lenguaje bélico “La violencia, pasó de física a simbólica gracias a la introducción de reglas” (2001.p, 11)
No solo sucede con el futbol pero si es muy evidente que nuestros narradores deportivos más parecieran estar narrando una guerra que un juego, acuden a un lenguaje bélico que aunque son metáforas, lejos de “embellecer” el relato lo que generan es una verdadera “balacera lingüística”.
Ya Eduardo Galeano en su obra El fútbol a sol y sombra (1995) había puesto la lupa sobre este tema al escribir: “en el fútbol, ritual sublimación de la guerra, once hombres de pantalón corto son la espada del barrio, la ciudad o la nación. Estos guerreros sin armas ni corazas exorcizan los demonios de la multitud, y le confirman la fe: en cada enfrentamiento entre dos equipos, entran en combate viejos odios y amores heredados de padres a hijos. El estadio tiene torres y estandartes, como un castillo y un foso hondo y ancho alrededor del campo. Al medio, una raya blanca señala los territorios en disputa. En cada extremo, aguardan los arcos, que serán bombardeados a pelotazos. Ante los arcos, el área se llama zona de peligro”.
Pero no solo se traza del uso de ciertas metáforas en las que se crean imágenes que toman como elemento figurado las prácticas bélicas para comparar los hechos reales, es también esa otra forma de metáfora que son los apodos con los que se suele dimensionar ( o sobre dimensionar, a veces) las cualidades “ofensivas” o “defensivas” de un jugador. A continuación, presento un texto de ficción de mi autoría, en el cual uso referentes del futbol colombiano y latinoamericano en varias décadas para recrear y al mismo tiempo ilustrar, cómo la metáfora de la guerra impera con su carga bélica, el discurso de nuestros narradores de futbol:
“El choque tenía el marco propicio, noche afilada y tribunas repletas. Los “Aguerridos” saltaron al campo entre el estruendo del público y la pirotecnia del cielo, entre el rugir desde las abigarradas gradas desde donde los Comandos Azules, la Furia Verde, la Amenaza Roja o la Barra Brava juntaban sus voces, su grito jamás derrotado, su puño amenazante y sus ganas de triunfo. No había pasado este bramido del estadio cuando “Los Centauros”, entre gritos y rugidos de su capitán, “El Patrón” Bermúdez salía raudo al ruedo. Nuevo estruendo en la tribuna, nuevas bengalas en el cielo, la promesa de la disputa durante noventa palpitantes minutos. Criollos y extranjeros, los de aquí y los de allá en una batalla por el gol en la que J.J Toro, el más severo de nuestros jueces dirimiría con firmeza.
El pitazo inicial encendió a las barras que desde entonces no conocieron la quietud, el balón rodó inicialmente con sigilo, los equipos se medían las fuerzas, atisbaban las tácticas, daban calor a una furia contenida. El primer grito ahogado surgió cuando Los Aguerridos atacaron por la derecha, “El Panzer” Carvajal que empuja y mete ganas, disputa un balón al “Diablo” Echeverri y mete un pase a “La Turbina” Tréllez quien con su endemoniado regate deja a “Barrabás” Gómez, centra cruzado y “La Puya” Zuleta peina pero la pelota apenas soba el paral izquierdo del marco del “Gato” Fernández. Apenas corría el minuto cinco y la amenaza de un match muy ofensivo cobraba validez.
A los 15 se calientan las acciones cuando el veterano brasilero Roberto “Dinamita” despoja al “Torito” Arzuaga del esférico y toca para el “Matador” Salas quien quema de zurda y exige al arquero Rayo que envía al tiro de esquina. Un cabezazo del “Tanque” Ruíz que pasa rozando con furia el horizontal sería indicio de un equipo Centauros ofensivo y rápido. Los Aguerridos del “Caimán” Sánchez tomaron sus precauciones, ajustaron las marcas, comenzó el “León” Leonel Álvarez y “La Pelusa” Pérez a hacer presión sobre los costados, los defensas encimaron para marcar hombre a hombre, cada defensa respiraba sobre el hombro de su contrincante. El partido se hizo hostil, la marca era severa, las fricciones se hacía frecuentes, el árbitro tuvo que mostrar la amarilla al “Torito” Arzuaga de los Aguerridos y al “Animal” Cortéz de los Centauros por codazo mutuo.
A los 22 un contragolpe de los Aguerridos deja al “Bombardero” Valenciano frente al arquero “Gato” Fernández, el riflazo del goleador quema las manos del arquero quien logra desviar y ahogar el grito de gol en la parcial Aguerrida. Ripostan los Centauros dos minutos más tarde cuando “El Diablo” Echeverri triangula con “El Matador” Sala y “El Tigre” Gareca quien saca un soberano zapatazo que buscaba el ángulo y que obligó a Rayo a poner alas a su cuerpo.
La emoción del gol llegó a los 34 cuando saca el “Gato” Fernández, “El Tigre” Gareca le gana al “Fósforo” López y cuando el “Tanque” Ruiz iba a liquidar es derribado en la línea de 16.50 por “El Mariscal” Mendoza. El tiro libre ya tenía dueño, “El Mortero” Aravena, el especialista que sacó a relucir sus dotes de francotirador. Un zurdazo imparable sacudió las telarañas del arco Aguerrido y encendió los ánimos de la tribuna. Uno a cero y los Aguerridos estaban heridos.
Concluyendo el primer tiempo Los Aguerridos le metieron corazón al partido y en una avanzada ofensiva arreciaron sobre el arco enemigo. Un fusilazo del “Torito” Arzuaga, otro del “Bombardero”, un tiro a boca de jarro de la “Turbina” Tréllez, el “Pánzer” que desde la mitad empuja al equipo, un “Bolillo” Gómez enardecido desde la banca; un “Gato” Fernández inexpugnable y una férreadefensa que se bate como gato boca arriba y el juez que señala la bomba central para decretar que el primer tiempo culmina.
Para la segunda etapa, “El Caimán” Sánchez dispone variantes: el peruano “Tanque” Larrosa entra por Salas, “El Toro” Tamayo lo hace por “El Tigre” Gareca mientras el uruguayo “Policía” Alzamendi remplaza al “Tanque” Ruiz. El “Bolillo” Gómez también mueve sus fichas: “La Babilla” Díaz remplaza a Valenciano, “El Matador” Téllez lo hace por Tréllez y “La Piraña” Díaz por “Torito” Arzuaga. El segundo tiempo también fue vibrante y disputado, apenas a los 3 minutos el “Misil” Restrepo con un sacudió el travesaño del arco de los Centauros. Dos minutos más tarde fue El “Tren” Valencia, quien estaba rezagado al mediocampo que despuntó en un pique raudo, se llevó tres contrarios y remató rasante para otro ataque mortífero de los Centauros. Luego viene un dominio parcial de los Aguerridos, “La Babilla” llevando peligro por arriba, “El Matador” Téllez forcejeando con los recioscentrales, una “Piraña” mordiente y punzante por la punta, una “Puya” Zuleta que venía de atrás cazando remates, un “Misil” Restrepo incisivo. Los Centauros se abroquelan atrás, cierran los espacios y desde su trinchera resisten los embates mientras “El Tanque” Larrosa y “El Policía” Alzamendi ensayaban letales contragolpes.
A los 15 se desprende “El Toro” Tamayo quien sirve a Alzamendi que remata desviado. A los 20 serían los Aguerridos con Téllez quien envía por encima. A los 25 se produce un nuevo cambio en los Aguerridos, entra “La Flecha” Gómez por “El Misil” Restrepo y “El Fantasma” Ballesteros por “La Piraña”. Unos minutos más tarde a fin se rompe el la guarida del Centauro, sería la “Flecha” Gómez que elude a su marcador, burla la cobertura y hace el pase de la muerte para que el joven ariete “Babilla” Díaz fusile al cancerbero “Gato” Fernández. Un sordo estampido de júbilo se encajonó en un sector del estadio.
Los Centauros reforzaron las líneas para su contraofensiva, “El Pirata” Ferrer entró por “El Mortero” Aravena, “El Ferry” Zambrano lo haría por Larossa quien recibió un señor leñazo de Leonel Álvarez que lo marginó del juego. Los Centauros salieron de su guarida con los dientes afilados, se abalanzaron sobre el arco de Rayo, “El Ferry” que hacía flecos su marca, “El Patrón” que empujaba y amenazaba por arriba en la pelota quieta, un “Policía” que gambeteaba, un “Pirata” que cazaba balones, un “Barrabás” que pescaba remates. Pero Los Aguerridos daban pelea, “El Fantasma” que se descuelga y casi vence la resistencia enemiga, una “Babilla” que con polenta viola la retaguardia de los Centauros llevando peligro en cada ataque.
Corrían los 25 minutos, “La Flecha” que prende motores, una defensa vacilante, rompe con fuerza el atacante y “El Patrón” que lo baja con artero codazo. La trifurca se arma de inmediato, codazos vienen, empujones van, improperios altisonantes, un juez que amenaza y que al fin saca tarjetas, el balance: dos amarillas, La “Piraña” Díaz y “Barrabás” Gómez, una roja: Bermúdez. La sangre caliente, el reloj que avanza, las tribunas que se radicalizan, la contienda cobra fragor.
Ataque de uno y otro lado, los equipos que renuncian a defenderse y se lanzan tras la victoria, los Aguerridos que hacen su último movimiento: “Gato Pérez” por Leonel Álvarez. “El Gato” que araña la posibilidad del gol al minuto de haber entrado cuando cabecea contra el piso y “El Animal” Cortéz que salva en la raya. “El Diablo” Echeverri que cobra a riesgo y un nuevo fogonazocontra el arco de Rayo que vuela a los 30, “El Pirata” Ferrer que pisa el área de candela por el flanco izquierdo y saca un tramojazo que pega en un defensa. Los ataques eran de lado y lado, cada balón disputado con rudeza, un partido de tú a tú, de toma y dame.
El reloj marcaba los cuarenta cuando “El Ferry” le pone velocidad y como un bólido encara a la defensa de los Centauros, elude la pierna rival y saca un remate seco, certero, deletéreo que se incrusta en todo el rincón inferior derecho del arco de Rayo. El grito de gol. El desespero aguerrido, la rabia de “Bolillo” y el juez que señala en centro. Cinco minutos de batalla, ramalazos de la delantera aguerrida. Asedio permanente. La defensa de los Centauros que no se quiebra. Un “Gato” que vuela y se sacude. El insulto en los labios del “Bolillo” que reclama al árbitro. “La Flecha” que guerrea entre recios defensas, el “Gato” Pérez que amenaza con encono, metrallazos del “Fantasma” que sacuden el estadio. “El Pánzer” Carvajal que busca taladrar la fortaleza enemiga. Faltaba un minuto, la garra de los Centauros, la enjundia de los Aguerridos, el desespero del público. Un balón que rechaza la retaguardia de los Centauros y que caza “La Flecha” Gómez. Un tiro con el alma, con todas las ganas, casi con furia, con vehemencia. El balón que sobrepasa el muro humano de los defensores. Un “Gato” impotente. Un grito en la garganta que se muere por explotar. La red que se rompe. La noche que se enciende. El público que se enardece. El gol del empate, el lapidario tanto. La paridad consumida pues una vez se fue la pelota al centro, J.J Toro diría con su silbato que la batalla había cesado. Así, con honroso empate, entre abrazos e intercambios de camisetas, aplausos del público y el choque de manos con el árbitro se culmina la contienda: el gran partido para pedir por la paz del país”.
En suma, desde el relato deportivo también se enarbola esa carga de hostilidad y violencia, aunque verbalizada, que permea la práctica del fútbol, ese deporte que cada día es menos juego, menos lúdica y más lucha y guerra.