Escrito por: Mirollav Kessien
A lo lejos veía dos personas que discutían
acaloradamente, lo cual no era normal en esos lugares por los que ahora
transitaba, pero lo que realmente le causó preocupación fue el hecho de que se
trataba de una mujer y un hombre, pero aquella dama, además, era honrada por
los hilos plateados que surcaban sus cabellos.
¿Sería esta su primera oportunidad para hacer el bien?
¿Aquella mujer mayor necesitaría de su protección y de su fuerza para
defenderla de aquel señor de edad mediana que se limitaba a escuchar y algunas veces
también gesticulaba con rabia?
Muy pronto estuvo junto a los dos y se ubicó a una
distancia razonable por si era necesario intervenir en favor de aquella frágil
mujer que continuaba con sus airados reclamos al hombre y estaba a punto de
agredirlo.
-¡Paz, por favor!, gritó Beruski para llamar la atención
de la pareja
Ambos guardaron silencia por un instante y sus ojos se
fijaron en la enorme figura del recién llegado a quien no habían visto
aproximarse.
-Si puedo ayudar en algo, pueden contar conmigo
-¿Y quién es usted?, preguntó la dama aún acalorada
- No soy nadie mi querida señora, respondió Beruski. No
se necesita ser alguien importante cuando se trata de defender a una mujer. No
se requiere ser autoridad para decir que la más humilde paz es mejor que la más
altiva violencia. No Hace falta un juez cuando los seres humanos son capaces de
hablar mirándose a los ojos y decirse palabras llenas de verdad desde el fondo
del corazón.
- ¿Y siempre anda por ahí, metido en lo que no le
importa?, volvió a preguntar la dama
- Digamos que no siempre, pero en este caso particular me
interesa mucho que ustedes no sigan en su pelea. Me agradaría que los dos
dieran fin a sus desacuerdos y puedan entrelazarse en un saludo de amigos. La
verdad me dio mucho temor al verlos pelear, pensé que se iban a agredir.
- Todo es por culpa de este truhán, granuja y estafador,
gritó la señora en referencia a aquel hombre que no había vuelto a decir ni una
sola palabra, hasta cuando balbuceó un tímido
- Señora, no diga
eso, por favor, ya le he dado varias veces mis explicaciones.
- ¿Qué está pasando aquí?, preguntó Beruski mientras se
interponía disimuladamente entre los dos para evitar que se agredieran
- Caballero, gracias por sus buenas intenciones, en lo
que a mí respecta puede usted estar tranquilo, desde que me volví bueno de
aparté de las riñas de vecinos y decidí consagrar mi vida a no hacerle mal a
nadie.
- Ah, ¿con que te volviste bueno? Lo increpó la dama, si es así
entonces págame la plata que me debes ¡Estafador!
- ¿Cómo así
que usted le debe dinero a la señora?, interrogó Beruski
-Es lo que
ella dice, respondió el hombre y en verdad me dio un dinero el cual le
devolveré íntegro cuando lo tenga.
- A ver, a
ver…volvió a intervenir Beruski. Usted dice que este caballero le debe y usted
reconoce la deuda, le dijo a cada uno. Lo que deben es fijar una fecha de pago
y se resuelve este asunto. ¿Podrían
decirme cuál es el origen de la deuda?
- ¡Eso es lo
de menos!, gritó la señora casi histérica. Aquí lo único importante es el
dinero que me adeuda. ¡Mi dinero! ¡El que gané con tanto esfuerzo!
-Yo creo que
el origen de la deuda no es lo de menos, manifestó el hombre. Verá usted mi
buen señor, esta dama, ahí donde usted la ve toda rabiosa me contrató para hacer
algo abominable…y no fui capaz de hacerlo
-Explíquese
por favor
- Sí señor,
hace un mes leí un aviso clasificado en el periódico en el que solicitaban los
servicios de alguien que necesitara trabajar. Como mi situación económica era
deplorable acudí a toda prisa a la dirección indicada en donde encontré esta
señora. Abrió la puerta con sigilo, me hizo entrar a su casa, y me habló en voz
muy baja, todo ese ambiente comenzó a causarme temor. Después de que termináramos cada uno su taza
de té fue cuando me dijo para qué clase de trabajo me necesitaba. Usted no me va
a creer cuando le diga de qué se trataba su odiosa propuesta…
-Beruski,
miró a la señora quien tenía las mejillas coloreadas de rojo y el rostro
inclinado
- ¿Podría
usted ser más explícito?
- La señora,
antes de decirme cuál era su necesidad, me entregó un sobre con una voluminosa
suma de dinero. Cegado por la ambición y acosado por la necesidad, recibí los
billetes y le prometí que por esa suma iría hasta el final del mundo si fuera
necesario. Me dijo que esa era apenas la mitad del pago, lo cual me emocionó
mucho. Pero la alegría se me acabó cuando me dijo cuál era la tarea que debía
cumplir. Todavía me arrepiento de no haberle dicho que no de inmediato…
Continuará
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Leer la quinta parte de Las historias de Beruski