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sábado, 5 de abril de 2008

Los tinteros de Maicao: empresarios de la tradición


Por: Alejandro Rutto Martínez

Sabemos que el mejor café del mundo es el café colombiano. Pero la bebida es mejor cuando en lugar de tomarla, la conversamos, con los amigos y con la familia. Y es mejor aún cuando no hay que aguantarse las ganas sino cuando lo conseguimos a cualquier hora, como podemos hacerlo en Maicao. Por eso podemos afirmar que definitivamente Maicao no sería el mismo sin sus vendedores de tinto.

Se trata de un negocio bien particular en el que toda la familia debe participar. La señora se levanta bien temprano y prepara el café, casi siempre instantáneo. Su esposo, mientras tanto, lava los termos y dispone lo necesario en el “carrito” o en la bandeja pegada a su cuerpo en donde irán bien ordenadas Las galletas y los dulces. A las 4 de la mañana están sirviendo los primeros vasos y vaciarán y llenarán los termos hasta bien entrada la noche.

Gracias a ellos en esta ciudad es posible consumir café negro de buena calidad a cualquier hora del día o de la noche a un precio bien económico $100. Quien lo desea puede obtener un tinto doble por $200.

El negocio ha sido la fuente de empleo de numerosas familias, la mayoría de ellas pertenecientes a la etnia zenú. Un número importante de procede de Tuchín, departamento de Córdoba, razón por la cual todos reciben el apodo de “tuchineros”.

Se calcula que en este momento circulan por Maicao unos trescientos vendedores. En otros tiempos eran más pero algunos han optado por otras actividades o emigraron de la ciudad.
.Los habitantes de Maicao tienen varias costumbres mañaneras: tomar tinto, recoger y quemar la basura, esperar el carrotanque de agua para aprovisionarse del líquido vital y oír radio.

Los periodistas de “Olímpica Estéreo” comienzan el noticiero diciendo “Es un placer compartir el primer tinto del día con ustedes…” Los maicaeros a esa hora (5:30 de la mañana) están bajando la olla del fogón. Otros están comprando la bebida a alguno de los tuchineros que circulan por el barrio. Y los mismos periodistas están deleitándose con su propio café, el que les lleva Abel Antonio Pérez hasta el cuarto piso de la “Torre de la Macuira”, edificio en donde está ubicada la emisora. Abel Antonio se encuentra en Maicao desde hace seis años.
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Desde las cuatro de la mañana sale de su casa y cuando llega al centro ha vaciado tres de sus seis termos. A las 5:30 va a la emisora y a las 7 de la mañana regresa a casa para reaprovisionarse. En cada viaje sirve unos 80 tintos y al final de la jornada tiene entre quince mil y veinte mil pesos para atender las necesidades de su pequeña familia integrada además por un pequeño nacido en esta ciudad de la frontera.

Miguel Pérez, otro de los vendedores, nació en barranquilla, lo cual de por sí es atípico en un gremio en que es casi obligatorio presentar carta de nacimiento en alguna localidad de córdoba o Sucre. Pero ha sido aceptado y se hace querer con su carro bien surtido, que es, por sus dimensiones y variedad de artículos, una pequeña tienda rodante. Como valor agregado de su negocio ofrece sus poemas alusivos al café las galletas y los dulces.

¿Jacinto, vas a tomarte un tinto?
Oye José, ven a tomarte un café
Si verdaderamente no quieres sentarte en esa silla
Tómate una manzanilla

Al ver esa morena mover esa cadera
Tómate una canela Para que beba también tu abuela

Llevo galleta “la explosión”, la que te da tanta emoción
También si el corazón te late te tengo un buen chocolate
Para que aproveches bebe café con leche

Oye si quieres ser feliz, cómprate un “mist”

Agua fría, para María
También el señor Elías, el que vende todos los días

Aproveche el café con leche
Para que aquel que va para Campeche, se aproveche

Tengo la rosquita, para que coma tu abuelita
Con esos tus deditos, puedes comprar “Detodito”

El joven que viste a la moda
No tiene ni para comprar una galleta de soda

¿Qué tal si el corazón te late
Y te tomas un buen chocolate?

A lo lejos va el tintero cumpliendo su labor. El sol se oculta en el horizonte y la noche toma su lugar. Mañana, cuando escuche en la radio la frase del periodista diciendo “Gracias por compartir con nosotros el primer tinto del día”, pensaré en Miguel Pérez con sus versos o sus refranes, como él prefiere llamarlos. Y también imaginaré a Abel Antonio, subiendo al cuarto piso de la Torre de la Macuira, con su andar lento y su voz discreta. Y sus termos llenos de café colombiano. El mejor café del mundo.

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