Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
Los
docentes debemos prepararnos para aprovechar las nuevas condiciones que brindan
las tecnologías para el aprendizaje.
Las tecnologías han servido para
hacerle un poco más fácil la vida a los seres humanos, pero también han traído,
justo es decirlo, sudor y lágrimas. Todo depende del uso que se le dé. La
tecnología aplicada al servicio de la guerra, el peor de los inventos del ser
humano, fue el detonante para causar millones de muertes en conflictos armados
a lo largo y ancho del mundo.
El arco, la flecha, la lanza y la
espada pasaron a ser juguetes infantiles al lado de los explosivos, los ataques
aéreos, las bombas atómicas y los misiles. Y eso sin contar la pesadilla de
acostarnos cada noche con el temor de que mañana se desate una nueva
conflagración, que al decir de todos, sería la última por el poder letal de las
armas con las que hoy cuentan las principales potencias militares.
Pero, alto ahí. No podemos seguir
profundizando en la visión apocalíptica de la tecnología cuando lo cierto del
caso es que ésta ha contribuido a mejorar la calidad de vida de las personas
por medio del avance en las ciencias de la salud y las telecomunicaciones.
La educación ha sido otro de los
escenarios impactados favorablemente por el desarrollo de las Tecnologías y de
algunos componentes asociados como las redes sociales tan usadas hoy en día.
Los expertos recomiendan, eso sí, la utilización de redes temáticas que de
manera sencilla pongan a nuestra disposición los mismos recursos de las poderosas
redes sociales dedicadas al ocio, pero en este caso centradas en la
construcción de conocimientos científicos.
Estas redes junto con todo el esfuerzo
realizado por la educación, a través de sus actores, conduce a la búsqueda de
la prosperidad. Valga la pena anotar que la prosperidad de las sociedades con
mayor calidad de vida en el mundo se basa en el conocimiento de sus habitantes.
Lo anterior seguramente llevará a tomar
medidas relacionadas con los nuevos aires que se respiran en el mundo y la
nueva visión que se tiene respecto a la forma en que debe cumplirse la función
educativa.
En ese sentido el Informe Horizon 2016
K12 plantea que “El aprendizaje excesivamente reglamentado de las escuelas
tradicionales está siendo eclipsado por el reconocimiento de que la educación
formal debe reflejar la forma en que las personas aprenden y trabajan en el
siglo XXI”.
Lo anterior nos permite concluir que la
educación acogerá finalmente la tesis de que la forma en que aprenden los
estudiantes debe ser tenida muy en cuenta, casi tanto o tal vez más que la
forma en que se enseña.
Los docentes debemos prepararnos para
vivir ese nuevo escenario que ya se asoma en el panorama de la escuela como la
punta del iceberg en medio del océano. Habrá nuevas exigencias para quienes
deseen seguir ejerciendo bien la profesión en la que se han movido por
años.
Además de las competencias en
tecnologías, las cuales hemos ido adquiriendo por placer o por deber, deberemos
entender que habrá unas nuevas exigencias, no solo técnicas y pedagógicas, sino
morales, humanas y de liderazgo.
Pero además, deberemos desarrollar
competencias sicológicas que nos permitan conocer aún mejor a los estudiantes,
sus motivaciones, sus estilos y sus ritmos de aprendizaje, para superar el
error que por años se ha cometido al considerar que la escuela es una fábrica
de los tiempos de la Revolución Industrial en las que el propósito era elaborar
cientos o miles de productos de idénticas características en el menor tiempo
posible.
Hoy
en día el maestro (maestro, qué linda palabra) deberá conocer la tecnología más
avanzada pero también las más humanas de las condiciones como ser buena
persona, y conocer a los estudiantes a los cuales se debe desde el principio
hasta el final.
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