lunes, 5 de diciembre de 2022

Homenaje al líder comunal Wilmer Mendoza

Robinson García, símbolo del Barrio San Martín

Pescaíto, tierra de fútbol arte y alegría

sábado, 3 de diciembre de 2022

Carta para Nicolás Isenia en su morada eterna

Autorretrato de Ángel Woo’uliyuu


Hoy, soy lento de pasos, corto de vista, y de pocas palabras. Lo primero y  lo último, no es natural ni genético, sino, el resultado de una enfermedad, que los especialista llaman: ACV o isquemia cerebral, en cambio, para el común, que no se complica la vida con términos científicos ni nada por el estilo, lo llama simple y llanamente trombosis, así, a secas. De allí mi contoneo al caminar y también dificultades al hablar.

Mi paladar, antaño, degustaba todo. Este, también tuvo un giro de 180°. Ya no hay excesos en la comida ni en la bebida. Todo medido, dietético. Menos carne, más verduras. Con el etílico: cero.

Apasionado a las letras soy, a los buenos libros, pero mi excesivo amor a ellas, también me pasó factura. La evaporación  de las líneas de las páginas de un libro mientras las recorro con mi vista, va configurando en mi mente, la trama, el desenlace y proyecta en ella, una imagen visible y tangible del personaje del cuento o de la novela que me impide soltarla. Esta rutina, diaria, constante, cual ritual sagrado,  hizo que mi vista se cansara.

Ahora, tengo muchas dificultades en leer caracteres pequeños. Sin embargo, aquí estoy, en la lucha, sin bajar una línea, facilitando saberes, académicos y ancestrales en los  claustros educativos.

No soy tan joven, tampoco tan viejo. Para salir de dudas, juzguen ustedes. Les puedo decir que cronológicamente, llegué a existir, hace cinco décadas. Súmele  a ello un número primo de nuestro sistema decimal, el primero, y allí  tienen mi edad, contados  justo a partir del Día del Estudiante Caído.

No soy tan alto, tampoco tan bajo. Mi estatura está en la medida estándar de mi raza.  Para más información le digo que; el color de mi piel, el color de mi cabello, la forma de mis ojos, la forma de mi cara y la forma de mi cuerpo, es la herencia biológica de mi pueblo, un pueblo ancestral que se asentó en este territorio hace miles de años. Hoy, somos el grupo étnico más numeroso de Colombia.

En la parte norte de Sur América, justo en una península, en medio de la sal y frente al mar, estoy. Azul celeste y  blanco es el confalón de mi municipio, verde y blanco el de mi departamento; amarillo, azul y rojo, el de mi país.

Mi comportamiento algunas veces viene acompañado de unos patrones primigenios. Las ceremonias, los rituales, son replicados por mi familia paterna y materna, también por mis tres críos y por mi mujer. Mis tres hijos no pasan de la mayoría de edad y mi señora, a ella, la duplico en edad.

Les comento que en los últimos tres lustros, he estado inmerso en  el arte de escribir cuentos y poesías. Con suerte, algunos he publicado, otros, están en espera de serlos, eso sí, en mi lengua madre y por supuesto, en esta, con la que ustedes decodificaron e interpretaron mi pequeño relato, mi autorretrato.

Ángel  Woo’uliyuu

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