Cultura y Sociedad
La manera en que vemos e interpretamos el mundo está influenciada por múltiples factores.
Por: Blas Alfonso Núñez Tovar
Ingeniero Industrial
E-mail: blasalfonso7@hotmail.com
http://blasalfonso.blogspot.com/
Deténgase por un instante y piense en la manera de poner de acuerdo a dos personas en los ámbitos económico, político, religioso, social, ético o deportivo. Aunque es posible que tengan afinidad en algunos aspectos, la probabilidad de que existan diferencias muy marcadas, como diría un estadístico, tiende a 1; es decir, inevitablemente tendrán posiciones diferentes en algo.
Al momento de escribir este documento se estima la población mundial en unos 6.700 millones de personas esparcidas en continentes; porciones de tierra que a su vez se fraccionan, a través de líneas imaginarias, en países que tienen su respectiva división política. Y, en los cuales, habitan comunidades agrupadas en ciudades o en áreas rurales, cada una con su propia cultura; la cual influye, significativamente, en su forma de actuar, de vestir, de pensar, y de ver e interpretar el universo.
La manera en que vemos e interpretamos el mundo está influenciada por múltiples factores de los que el individuo toma elementos y los adopta según su criterio particular; el cual es, por tanto, subjetivo. Es esa cosmovisión la que determina nuestros puntos de vista y nos permite ver lo que nos rodea como quien mira a través de un telescopio; esto es, desde un ángulo muy limitado, lo cual, también, influye en la percepción de lo que se observa.
No en vano dice el refrán popular “Cada cabeza es un mundo”, para indicar que todo individuo tiene su propia cosmovisión. Muchos de estos individuos son excesivamente obstinados y parece que pretendieran imponer por la fuerza y sin mayores argumentos sus razones; su “verdad” de bolsillo. Estos ignoran la frase del escritor alemán del siglo XVIII, Georg Lichtenberg: “Adáptate tú al mundo porque tu cabeza es demasiado pequeña para que el mundo entero se adapte a ella”.
Si bien todos tenemos derecho a tratar de persuadir a otros para que acepten nuestro punto de vista sobre cualquier aspecto y nadie nos puede negar este derecho; ni siquiera quienes usan como pretexto un falso concepto de “respeto “para que no les refuten sus ideas y de esta manera evadir el debate de sus puntos de vista y por consiguiente, la construcción de conocimiento que esto genera; también es cierto, que esa persuasión debe ser realizada con base en razonamientos serios y no apelando al capricho de quienes intentan convencer forzosamente al interlocutor de su verdad y, en algunos casos, de sus falacias. Aquí está la gran diferencia persuadir o convencer, exponer razones debidamente fundamentadas o ideas superficiales. Juzgue usted.
Lo cierto es que existen 6.700 millones de personas, cada una con su propia cosmovisión, que presumen, en muchos casos, tener la última palabra acerca de cómo deben actuar los políticos, presidentes, gobernadores, alcaldes, rectores, gerentes, técnicos de fútbol y músicos en situaciones específicas; muchos de los cuales se creen expertos en el amor, en política, en religión, en modelos económicos y hasta en lo social.
En fin somos en la actualidad 6.700 millones de personas, 6.700 millones de maneras de ver e interpretar el mundo. Frente a esto debe quedar claro que definitivamente nadie puede tener un concepto sobredimensionado de sí mismo, sobre todo si es obstinado, porque entonces nunca podrá salir de la cárcel imaginaria de su cosmovisión particular y verá todo de acuerdo con el color del lente que use; como los radicales, que tienden a ser victimas de su cosmovisión.
La manera en que vemos e interpretamos el mundo está influenciada por múltiples factores.
Por: Blas Alfonso Núñez Tovar
Ingeniero Industrial
E-mail: blasalfonso7@hotmail.com
http://blasalfonso.blogspot.com/
Deténgase por un instante y piense en la manera de poner de acuerdo a dos personas en los ámbitos económico, político, religioso, social, ético o deportivo. Aunque es posible que tengan afinidad en algunos aspectos, la probabilidad de que existan diferencias muy marcadas, como diría un estadístico, tiende a 1; es decir, inevitablemente tendrán posiciones diferentes en algo.
Al momento de escribir este documento se estima la población mundial en unos 6.700 millones de personas esparcidas en continentes; porciones de tierra que a su vez se fraccionan, a través de líneas imaginarias, en países que tienen su respectiva división política. Y, en los cuales, habitan comunidades agrupadas en ciudades o en áreas rurales, cada una con su propia cultura; la cual influye, significativamente, en su forma de actuar, de vestir, de pensar, y de ver e interpretar el universo.
La manera en que vemos e interpretamos el mundo está influenciada por múltiples factores de los que el individuo toma elementos y los adopta según su criterio particular; el cual es, por tanto, subjetivo. Es esa cosmovisión la que determina nuestros puntos de vista y nos permite ver lo que nos rodea como quien mira a través de un telescopio; esto es, desde un ángulo muy limitado, lo cual, también, influye en la percepción de lo que se observa.
No en vano dice el refrán popular “Cada cabeza es un mundo”, para indicar que todo individuo tiene su propia cosmovisión. Muchos de estos individuos son excesivamente obstinados y parece que pretendieran imponer por la fuerza y sin mayores argumentos sus razones; su “verdad” de bolsillo. Estos ignoran la frase del escritor alemán del siglo XVIII, Georg Lichtenberg: “Adáptate tú al mundo porque tu cabeza es demasiado pequeña para que el mundo entero se adapte a ella”.
Si bien todos tenemos derecho a tratar de persuadir a otros para que acepten nuestro punto de vista sobre cualquier aspecto y nadie nos puede negar este derecho; ni siquiera quienes usan como pretexto un falso concepto de “respeto “para que no les refuten sus ideas y de esta manera evadir el debate de sus puntos de vista y por consiguiente, la construcción de conocimiento que esto genera; también es cierto, que esa persuasión debe ser realizada con base en razonamientos serios y no apelando al capricho de quienes intentan convencer forzosamente al interlocutor de su verdad y, en algunos casos, de sus falacias. Aquí está la gran diferencia persuadir o convencer, exponer razones debidamente fundamentadas o ideas superficiales. Juzgue usted.
Lo cierto es que existen 6.700 millones de personas, cada una con su propia cosmovisión, que presumen, en muchos casos, tener la última palabra acerca de cómo deben actuar los políticos, presidentes, gobernadores, alcaldes, rectores, gerentes, técnicos de fútbol y músicos en situaciones específicas; muchos de los cuales se creen expertos en el amor, en política, en religión, en modelos económicos y hasta en lo social.
En fin somos en la actualidad 6.700 millones de personas, 6.700 millones de maneras de ver e interpretar el mundo. Frente a esto debe quedar claro que definitivamente nadie puede tener un concepto sobredimensionado de sí mismo, sobre todo si es obstinado, porque entonces nunca podrá salir de la cárcel imaginaria de su cosmovisión particular y verá todo de acuerdo con el color del lente que use; como los radicales, que tienden a ser victimas de su cosmovisión.