Por: Martín López González
Definitivamente los burros machos se buscan para rascarse. Paradójico que quien representa la figura más impopular del mundo, precisamente por la violación de los derechos humanos, las libertades y los derechos civiles, otorgue medallas de la libertad. Es como si las meretrices concedieran premios a la castidad. Lo más sorprendente es que quien la recibe, se lo cree.El resto del mundo no.
Tanto el regalo como, el que lo dio y el que lo recibió, irán uno a uno, directamente al basurero de la historia. Esta cínica decisión, en el otoño del poder, tal vez ocurrida en medio de una acostumbrada borrachera, hace el ridículo a nivel mundial. Sin duda se trata de un galardón de consolación por no haber podido convencer al Congreso de que aprobara los acuerdos de libre comercio con Colombia.
La verdad es que un reconocimiento de esa naturaleza, proveniente de un presidente, que tanto en su país como en el exterior, está catalogado como mentiroso, tramposo, alcohólico y pendenciero, cae más mal que peor.
Una medalla de la Libertad, ofrecida por el mismo sujeto que acepta la tortura como mecanismo válido en los interrogatorios de los organismos de inteligencia, que tiene presos en Guantánamo a centenares de musulmanes inocentes, sin presentarles jamás ninguna acusación directa; sólo puede ser aceptada por alguien de su misma calaña.
Había que buscarse un áulico que hubiese apoyado la aventura genocida de Irak sin la menor pizca de escrúpulo, para imponerle el falaz homenaje. En correspondencia, el homenajeado tampoco muestra signo alguno de vergüenza que haga pensar que acepta esa medalla porque no puede hacer otra cosa. La sangre llama.
Estos personajes llegaron a desarrollar una empatía tal, que tanto sus discursos como su ideología y talante de vaqueros casi se confunden. Su amistad y complicidad es de una magnitud desconocida, tanto que La Seguridad Democrática es casi una copia al carbón de La Lucha contra el Terrorismo con “el todo se vale como premisa”.
Es este el único país de América Latina que la interpretó y aplicó al pie de la letra. Haciéndose cada vez más incoherente la expresión, pues a mayor incremento de la seguridad, mucho, pero mucho menos democracia, se aprecia tanto en Irak y Guantánamo, como en Soacha y Toluviejo. Esa relación fue tan cercana, que se hizo sospechosa.
Los gringos siempre tienen puesto el dedal para dar la puntada. La campaña presidencial del candidato oficial del país del norte, tuvo práctica y suspicazmente un segundo lanzamiento acá en el sur, al unísono con la famosa operación Jaque.
El jefe de estado colombiano se convirtió en una activista más de esa campaña, llegando casi que a repartir volantes de McCain en su último viaje a USA. Cuando éste, mucho antes de las elecciones, ya había tragado más agua que Esteban el personaje de Gabo.
Esa “llavería”, cimentada en una secreta relación ganar-ganar, permitió que el uno fuese punta de lanza para detener el huracán Bolivariano en el Caribe y América Latina; mientras que el otro ordenaba el cierre de archivos criminales federales y luchaba a brazo partido ante el congreso por el TLC.
You win, we win. La medalla es el remedio para aliviar las heridas que producen el cambio de las reglas de juego de La Lucha Contra el Terrorismo a La Lucha por los Derechos Humanos.
Después del 20 de enero lucirá como moco en corbata de seda. Cuando los socios quiebran en un negocio, les toca repartir las pérdidas. Tal es el caso en mención.
El llamado al premio no es más que invitar a la sepultura de un tenebroso momento histórico. Es compartir el zapatazo del periodista iraquí Muntadar al-Zeidi (“¡Toma tu beso de despedida, pedazo de perro!”), junto con el significado que eso tiene en el mundo árabe y que el planeta oprimido aplaudió totalmente.
Al esquivar el segundo zapato lanzado, éste va a dar directamente contra la bandera de los Estados Unidos. Ahora el zapatazo acaba de golpear la bandera colombiana con la deshonra.