Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
Henry F. Amiel: "Hacer con soltura lo que es difícil a los demás, he ahí la señal del talento; hacer lo que es imposible al talento, he ahí el signo del genio".
El conflicto es inherente a los seres humanos y siempre habrá una buena cantidad de ellos en proporción al número de personas que vivan o trabajen juntas y a las percepciones que cada una de ellas tenga respecto a la vida o a su quehacer en las actividades diarias.
El conflicto en sí no es negativo. Todo lo contrario, suele ser una buena válvula de escape para aliviar las tensiones, para afrontar las disparidades de criterio y para limar asperezas. mbargo, .un conflicto mal manejado puede complicarse y convertirse en un grave problema.
Y es lo que con frecuencia ha ocurrido: un conflicto que pudo haberse solucionado a tiempo puede concluir en la terminación de un matrimonio; en la ruptura de una sociedad; en la finalización de una amistad; en el despido de uno o más trabajadores; en el enfrentamiento de varias fuerzas, e incluso en guerras terribles e interminables como ha ocurrido tantas veces en tantas naciones.
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Es por esto que un buen profesional debe tener en su "caja de herramientas" la habilidad para enfrentar los conflictos normales de todo oficio. Resolver un conflicto es ahorrarse una dificultad mayor. Es de gente juiciosa resolver los conflictos oportunamente pero es de sabios evitarlos.
Sin embargo, mientras vivamos entre seres humanos estará presente el riesgo del conflicto.
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La convivencia, la coexistencia, la cohabitación abren la puerta para las fricciones y con éstas las inconformidades y así sucesivamente. Es conveniente estar preparados siempre para dialogar y, probablemente para negociar. Y cuando se plantee la posibilidad de negociar hay que prepararse para ceder por lo menos en algunos aspectos en los que sea posible sin comprometer las convicciones éticas ni la tranquilidad de conciencia.
Quien sepa solucionar conflictos podrá actuar, además, como mediador y de ésta manera ayudará a otras personas a tener un encuentro con los desenlaces pacíficos y los acuerdos amistosos tan necesarios en un mundo tan convulsionado y en donde las diferencias suelen causar distanciamientos e, incluso, peligrosas confrontaciones con lamentables resultados en términos de daños materiales y, lo que es peor, pérdida de vidas humanas.
Para solucionar un conflicto nada mejor que tener la razón. Pero la crisis surge, precisamente porque todos creen tenerla. He ahí el momento en que se necesita de alguien con la capacidad para mediar, más que alguien con fuerza avasalladora. Ya lo dijo William Shakespeare:
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"Excelente cosa es tener la fuerza de un gigante; pero usar de ella como gigante es propio de un enano".