No hay duda de que La Biblia es el más importante libro de motivación, para la muestra algunos preciosos botones
Romanos 8:28: Cuando ocurran cosas negativas, sin explicaciones, podremos hallar tranquilidad en este conocido texto. “Y sabemos que todas las cosas ayudan a bien, a los que aman a Dios, a los que conforme a su propósito son llamados”. Cuando no le encuentres explicación a lo que te sucede; cuando estés pasando por un mal rato a pesar de ser buena persona, cuando de manera repetida te pases cosas desagradables, cuando creas que Dios se ha olvidado de ti, ponte a pensar de qué manera todo eso va a beneficiarte más adelante, pues, si hemos de creerle a Dios, tenemos que creer que todo nos ayudará a bien.
Romanos 8:31: Dios nos acompaña y lucha a nuestro lado, siempre está en nuestras vidas y su compañía no permite que nada ni nadie nos amenace. Si tienes una preocupación, tranquilízate. Si te agobia la angustia, respira profundo; si sientes que te persiguen piensa en tu Protector y recuerda: ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros?
Filipenses 4:13: Somos puro poder y de poder estamos llenos por misericordia de Dios. Nada podrá vencernos y nada será imposible para nosotros, porque todo lo podemos, con el poder de Cristo de nuestra parte: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. De manera particular me ha sido útil este pasaje en los momentos en que he sentido angustia y me encuentro en una situación que parece mayor a mis fuerzas. Lo mismo le sucederá a usted: cuando esté enfrentado a los gigantes y se sienta pequeñito, sepa que dentro de usted vive la fuerza y el poder que vienen de lo alto, porque usted lo puede todo en Alguien que lo fortalece.
Josué 1:8: Josué era un guerrero consumado, un amigo fiel, un hombre preparado para liderar y preparado en la mejor escuela: en la escuela de la vida al lado de un líder al que estimaba y apreciaba. Un líder de quien aprendió los secretos para dirigir y los secretos de una muy buena relación con Dios.
Un día, cuando Moisés, su líder, ya no estaba, debió asumir el mando y se vio ante los más importantes desafíos de un militar y dirigente de su pueblo: tomar el mando luego de que muriera Moisés, quien había sido su guía, su compañero y, prácticamente un padre para él. Y debía tomar el mando de un pueblo que se había caracterizado por su rebeldía y por la desobediencia en momentos trascendentales. Un pueblo que, además, no estaba convencido de que la marcha hacia la libertad era lo mejor que le podía suceder y en más de una ocasión manifestó su nostalgia por Egipto, el país que habían dejado atrás, en donde eran humillados y explotados como esclavos, pero en donde gozaban de cierta seguridad en lo básico, pues los amos le proveían comida, vivienda y vestidos, a cambio de exprimirles hasta la última gota de sudor. Cuando Josué se vio enfrentado a semejante desafío y, además, a la necesidad de conquistar la tierra prometida a través de sangrientas batallas frente a fuertes y bien disciplinados ejércitos enemigos.
Pero la promesa de Dios era clara: Dios le daría un territorio enorme “Desde el desierto y este Líbano hasta el gran río, el río Éufrates, toda la tierra de los hititas hasta el mar Grande que está hacia la puesta del sol, será vuestro territorio”. (Job. 1:4). Pero tendrían que luchar y, por si flaqueaban en la lucha, le dio un mensaje que hoy está dado también a buenos luchadores como todos nosotros: Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.
Ya lo sabemos entonces y lo sabemos con claridad: nada de temores ni de flaquezas. Nada de regresarnos, nada de acobardarnos. Levantemos el rostro y sigamos adelante, tenemos muchas razones para persistir, pero hay una muy poderosa: Dios nos manda a que no temamos ni desmayemos y promete acompañarnos a donde quiera que vayamos.