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lunes, 7 de noviembre de 2022

El mundo de ayer y la plenitud del ocaso


Escrito por: Arcesio Romero Pérez

Un encuentro intergeneracional en mi pueblo me hizo recordar a Stefan Zweig y su autobiografía “El mundo de ayer”, un atractivo testimonio escrito con maestría por un europeo empapado por la nostalgia. La misma nostalgia presente en la conversa de seis señoras que en el ocaso de su existir deslumbraron a sus jóvenes escuchas con las memorias evocadoras del perfume de lo vivido.

Retrotraer un siglo y sus alforjas deleitaron un auditorio con la brisa de la añoranza de los buenos tiempos y las buenas costumbres. Hechos como la escenificación de la esencia pueblerina del madrugar para contar los aconteceres del pueblo generaron toda suerte de aplausos. Una época, que como todo pretérito fue mejor, y aun así yace condenada en el rescoldo dejado por la modernidad y sus afanes.

Menos mal nos queda el vehículo de la tradición oral para transportar y escribir con pluma y tinta los recuerdos del defenestrado siglo XX. Y por ese menester histórico, en una misión cuya encomienda fue el disfrute de la sonrisa senil de las señoras, nos sumergimos en los pasajes de una vida rociada por el sereno de la tranquilidad. Con la pícara expresión en sus rostros, las abuelas recrearon el laberinto que representaban las calles y callejones de los pueblos, sus nombres evocadores y el alumbrar de la luna del danzar de las sombras en las penumbras de los tiempos idos. 

Tiempos que como el melodioso despertar de la madrugada yacían aromatizados por el vapor del primer café que sacó a relucir las limitaciones del pasado y el consentimiento de las gracias de juventud.

Nos mostraron la magistral heredad del pasado donde se convidaba a coexistir en la armonía del colectivismo y la cooperación de una vida en una aldea cuya atmósfera era la familiaridad y la bien llamada “consideración”. 

No en vano, amigos lectores, siempre escuchamos que la mejor enseñanza proviene de los mayores y mayoras, por ello, ahora, cuando la generación de entreguerras sucumbe en las trincheras de la extinción, es apremiante oficiar al contingente de relevo para que reescribe la historia, no como un espejismo de ficción, sino como el derecho pleno de los adultos y jóvenes a sentarse todas las tardes en las puertas y sardineles de sus casas a rememorar el mundo de ayer que tanto apreció Zweig.

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