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sábado, 9 de mayo de 2009

La Negra Hipólita: aliento de vida para Simón Bolívar

Benjamín Franklin: "Un camino de mil milla comienza con un paso"
Por: Alejandro Rutto Martínez



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web counter code Simón Bolívar, el gran líder de la independencia americana, debe su gloria a su genio, a su determinación, a su vigor físico, a su disposición mental, a sus profesores y...a la negra Hipólita, quien estuvo a su lado en los momentos de la tierna infancia y lo ayudó a crecer y formarse en la aventura grata pero exigente de la vida.

Cuando nació el pequeño Simón su progenitora se vio afectada por quebrantos de salud y debió buscar una persona que la ayudara en la crianza de su vástago. Siendo como era de una familia acomodada no le fue difícil conseguir a alguien que se encargara de esta tarea.

Primero fue llamada una amiga de la familia, Inés mancebo de Miyares. Pero luego fue llamada Hipólita. La Negra Hipólita. La gran Hipólita de quien el Libertador mostraría siempre un afecto sincero.

La Negra Hipólita nació esclava en el Estado Aragua en Venezuela, más exactamente en San José de Tiznados, en el hato El Totumo, propiedad de Juan Vicente Bolívar.

Su nombre de pila era Matea y llevaba el apellido de sus amos, los Bolívar tal como era la usanza de la época. Según la tradición llevó al futuro libertador en sus brazos hasta la pila bautismal y fue testigo de los sucesos de 1.814 en San mateo cuando el ejército libertador confrontaba con las tropas del coronel José Tomás Boves y fue testigo de excepción del acto heróico de Antonio Ricaurte cuando se inmoló prendiendo fuego al a la pólvora almacenada en una de las casas en donde se libraban los combates, para protagonizar el más singular gesto de sacrificio a favor de la causa libertadora.

La negra se casó con Mateo Bolívar, siervo también de la familia Bolívar, aunque de una hacienda diferente a aquella en que laboraba.

En 1.821, después de la batalla definitiva de Carabobo, Bolívar concedió la libertad a los esclavos que aún tenía y, entre ellos, estaba nadie menos que la negra Hipólita.

Los años pasaron y Bolívar siguió bañándose en gloria. Ganaba batallas, conquistaba pueblos, reunía ejército, liberaba naciones y recibía el merecido reconocimiento de sus contemporáneos. Puede decirse que el Libertador vivió intensamente la vida y sacó fuerzas de su temple pero también de la leche y el cariño que le brindara Hipólita en los años en que apenas sus ojos se abrían para contemplar la luz del mundo.

El 10 de julio de 1.825, en un momento de reposo en medio de sus agitados días, Bolívar hace una pausa y se sienta para escribirle una bella carta a su hermana. En ella reserva varias líneas de gratitud para la persona a la que tanto debía: "Te mando una carta de mi madre Hipólita le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella"

Bolívar amaba a su aya y la consideraba madre y padre a la vez. Definitivamente Hipólita, con su cariño sincero, su afecto permanente y su abnegación a toda prueba, conquistó un lugar importante en la historia de nuestros pueblos.

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