Por: Paola Johana Martínez Ortíz
Todos tenemos sueños a realizar, metas a corto o largo plazo, pero todas ellas con la fe de que en su tiempo serán cumplidas, y en muchas ocasiones se convierten en nuestras más fuertes necesidades; por esto tienden en un determinado momento a ser llevadas por emociones que nos conducen o nos alejan del propósito de Dios para nuestras vidas. Es allí donde surge el interrogante : ¿lo que siento o quiero es lo mismo que Dios quiere?.
Alguien que estuvo en esa encrucijada fue un hombre llamado Jacob, sí el mismo de las sagradas escrituras, el hijo de Isaac y Rebeca; el Nieto de Abraham, a quien su padre Isaac le había dado la orden de no casarse con ninguna mujer extranjera, como lo podemos observar en el Libro de Génesis cap. 28, en donde le ordena irse a la tierra de Padaán Aram a casarse con una de las hijas de su tío Labán. Pues que alegría le daría Jacob me imagino, pero al mismo tiempo entraría en una duda más grande, pues ya su padre le había mostrado el camino a seguir, le había dicho que tenía que casarse con una de las hijas de su tío Labán, pero la parte de escoger entre las dos le correspondía a Jacob, y esa seguramente era la parte más difícil.
Pero no nos adelantemos, me imagino que Jacob no quiso pensar en la idea de escoger en ese mismo momento, él preferiría dejar pasar el tiempo y que llegado el momento tomar una decisión de acuerdo a lo que Dios le mostrara. Fue así como se fue a la casa de su tío Labán como se lo había ordenado su padre, y llegando a Padaán Aram, cerca a un pozo se encontró con unos pastores, quienes le informaron que conocían a su tío y que tanto él como su familia estaban bien. Momentos después entra en la escena Raquel, y cuentan las escrituras que cuando Jacob vio a Raquel hija de su tío Labán la besó y rompió en llanto, ¿qué sentiría Jacob?, a lo mejor fue el hecho de encontrar a su pariente y saber de la familia de su tío, o tal vez fue ese sentir que me supongo Dios pone en nuestro corazón cuando conocemos a la persona que compartirá con nosotros el resto de nuestra vida.
Todos tenemos sueños a realizar, metas a corto o largo plazo, pero todas ellas con la fe de que en su tiempo serán cumplidas, y en muchas ocasiones se convierten en nuestras más fuertes necesidades; por esto tienden en un determinado momento a ser llevadas por emociones que nos conducen o nos alejan del propósito de Dios para nuestras vidas. Es allí donde surge el interrogante : ¿lo que siento o quiero es lo mismo que Dios quiere?.
Alguien que estuvo en esa encrucijada fue un hombre llamado Jacob, sí el mismo de las sagradas escrituras, el hijo de Isaac y Rebeca; el Nieto de Abraham, a quien su padre Isaac le había dado la orden de no casarse con ninguna mujer extranjera, como lo podemos observar en el Libro de Génesis cap. 28, en donde le ordena irse a la tierra de Padaán Aram a casarse con una de las hijas de su tío Labán. Pues que alegría le daría Jacob me imagino, pero al mismo tiempo entraría en una duda más grande, pues ya su padre le había mostrado el camino a seguir, le había dicho que tenía que casarse con una de las hijas de su tío Labán, pero la parte de escoger entre las dos le correspondía a Jacob, y esa seguramente era la parte más difícil.
Pero no nos adelantemos, me imagino que Jacob no quiso pensar en la idea de escoger en ese mismo momento, él preferiría dejar pasar el tiempo y que llegado el momento tomar una decisión de acuerdo a lo que Dios le mostrara. Fue así como se fue a la casa de su tío Labán como se lo había ordenado su padre, y llegando a Padaán Aram, cerca a un pozo se encontró con unos pastores, quienes le informaron que conocían a su tío y que tanto él como su familia estaban bien. Momentos después entra en la escena Raquel, y cuentan las escrituras que cuando Jacob vio a Raquel hija de su tío Labán la besó y rompió en llanto, ¿qué sentiría Jacob?, a lo mejor fue el hecho de encontrar a su pariente y saber de la familia de su tío, o tal vez fue ese sentir que me supongo Dios pone en nuestro corazón cuando conocemos a la persona que compartirá con nosotros el resto de nuestra vida.
Cualquier opinión que pueda dar al respecto son solo conjeturas, lo cierto es que el mismo libro de Génesis en el Cap. 29, describe la situación de Jacob en cuanto el amor que sintió hacía su prima Raquel como un estado anterior al encuentro con su tío Labán. Génesis 29:18 “Y Jacob, que se había enamorado de Raquel, dijo: —Yo trabajaré para ti siete años por Raquel, tu hija menor”. Osea que el llanto de Jacob no fue por ver a su pariente, Jacob a mi opinión lloró porque sintió algo de parte de Dios que le confirmó que Raquel sería su esposa, al menos eso pensaba en el momento.
La confirmación de Dios, acompañada por la atracción que debió sentir al verla por primera vez; impulsó a Jacob a pedir la mano de Raquel a su tío Labán en su primer encuentro, Jacob le manifestó que estaba dispuesto a trabajar sin salario por el amor de su prima, así lo hizo, aunque la sorpresa que se llevó después no fue muy agradable, cuando al cumplir el tiempo pactado su tío Labán no le entregó a su amada Raquel sino a Lea su hermana, la que jamás había pasado por la mente de Jacob, es más pienso que ni siquiera le inspiraría un poco de lo que él sentía por Raquel.
Jacob tuvo que aceptar la voluntad de su tío Labán, quien se escudó en que era de acuerdo a la ley que la mayor de casara primero que la menor, y le propuso que si trabajaba otros siete años más le entregaría a su otra hija, Jacob por el profundo amor que sentía por Raquel terminó aceptando, cumplido el término Labán cumplió su palabra y le entregó a su amada Raquel.
Es aquí donde surge el interrogante que nos planteamos al principio, se preguntaría Jacob: ¿lo que siento o quiero es lo mismo que Dios quiere?, ¿es Raquel o Lea la madre de los hijos de la promesa?. ¿Estaré actuando llevado de mis emociones y estoy siendo contrario al querer de Dios?.
Tremendo problema en el que estaba Jacob, aunque pienso que él tuvo mejor suerte que la que podemos tener nosotros en circunstancias similares, porque al final conocemos la historia y nos damos cuenta que el terminó quedándose con las dos, aunque la biblia resalta la parte de que amó a Raquel más que a Lea, pero no tuvo que escoger como en muchas ocasiones nos corresponde a nosotros; y surge una y otra vez ese temido interrogante: ¿lo que siento o quiero es lo mismo que Dios quiere?.
No solamente en el área sentimental, esta situación nos puede ocurrir con cualquier área de nuestra vida, pero siempre irán ligadas a nuestros sueños o deseos que para nuestro bien deben estar conectados con el deseo de Dios, y de esta manera dar un paso firme al cumplimento de las promesas de Dios para nuestra vida.
Al igual que Jacob he estado en circunstancias similares, en unas he salido bien librada, en otras no tanto, pero lo que si les puedo asegurar es que hoy se distinguir cuando mis deseos me alejan y cuando me unen al propósito de Dios, es un conjunto de situaciones que te confirman y cada vez te dan más seguridad de que no estás en el lugar equivocado, que no importa si la realidad te dice que tu sueño es irrealizable, no importa si el hombre quiere hacerte creer que estás equivocado, lo que realmente importa es que Dios coloque el sentir en tu corazón, y que ese sentir sea tan fuerte , que tu fe provoque a Dios a cambiar las circunstancias para que todo sea como él lo ha dicho. Total ¡él es Dios y hará¡ no sabemos cómo ni donde, lo que si podemos decir con toda seguridad es que él no es Hombre para mentir, ni hijo de hombre para arrepentirse.
Labán impuso a Jacob tomar a lea como esposa, pero eso no pudo cambiar el amor que él sintió por Raquel hasta su muerte.
No es la voluntad del Hombre, es el deseo de Dios el que debe estar conectado a nuestros deseos.
Bendiciones,
Paola Johana Martínez Ortíz