sábado, 1 de octubre de 2022

Expocoaching 2022 en Riohacha

Crónica y “detrás de cámaras” de un acontecimiento memorable




En algunos círculos de la región no se hablaba de
 
otra cosa durante los últimos días, tan sólo de Expocoaching 2022, evento que se realizaría en Riohacha el cual había concitado el interés de los sicólogos, trabajadores sociales, estudiantes, profesores,  mujeres, líderes sociales y periodistas. Cuando faltaban cuarenta y ocho horas varios medios de comunicación de Santa Marta y de otras ciudades incluyeron en sus páginas más información sobre lo que sería este programa sin precedentes en La Guajira.

El día llegó y desde el cielo algunas gotas de agua anunciaron que también deseaban hacer presencia en los alrededores de la Biblioteca Héctor Salla Zuleta.


En un ambiente de frescura y la alegría habitual de la gente de Riohacha comenzaron a llegar los invitados. Los anfitriones les recibían con un buen café y el formato de inscripción. Después le daban papel y lápiz para que tomaran nota y una recomendación muy puntual: “beban el café acá afuera porque no podemos hacerlo en el auditorio”

Las sillas anaranjadas del auditorio comenzaron a llenarse. Desde Dibulla llegó el cantante, ingeniero y hombre de radio Carlos Roca; también Alfredis Barros del ICBF, y Lácides Molina del Sena junto con su grupo de aprendices, decenas de docentes de primaria y básica y profesores de la Universidad…estábamos a punto de que se levantara el telón y las personas seguían entrando…pero sin el vaso de café en la mano.


Era muy fácil conocer al equipo organizador, la gente del consultorio social Apüshi Wayira porque todos tenían la camiseta negra con la leyenda “Ámate inteligentemente”. 


El alma de todo esto era Leoryis Vanegas Rivera, quien estrenaba su título de coach internacional, pero no estaba sola, la rodeaban casi todos los miembros de su familia, sus padres Wilson y Emylis, sus hermanas Kendra, Dayana y Karelbys, su hermano Wilmer y todos sus sobrinos, desde Victoria la más grande hasta Emylis, la más pequeñita, aún en los brazos de su mamá.





Se dio la orden de iniciar y comenzó la conferencia de Yuri Elías Camacho sobre Neurociencia y emociones. El público estaba maravillado con las explicaciones científicas de esa poderosa máquina llamada cerebro, controladora de las emociones y de todo lo que hacemos. Si lo utilizáramos mejor, seríamos superpoderosos.



Mientras avanzaba la disertación los organizadores seguían trabajando como hormigas, unos tomaban fotos, otros respondían por la logística y la mayoría estaba pendiente de los invitados. Un caballero caminaba por el escenario con el rostro feliz, al parecer era el supervisor de todos los coequiperos.

Terminó la primera conferencia en medio de un atronador aplauso y, acto seguido, se dio inicio a la segunda. Estaban todos tan concentrados que no se dieron cuenta de lo que sucedía en el cielo de La Guajira: todo parecía indicar que tendríamos un fuerte aguacero, diminutas gotas de agua insistían en anunciar que llevería fuerte.

Pero dentro del salón de conferencias llovían las emociones. Leoryis conducía su disertación como una experta que además de saber el qué decir, conoce el cómo decirlo de un auditorio ávido de escuchar algo nuevo.  


En el clímax de su sinfonía de palabras cargadas de significado dio a conocer las cinco más importantes muestras de amor hacia los demás y hacia sí mismo: palabras de afirmación, tiempo de calidad, regalos (¿a quién no le gustan los regalos?), actos de servicio y contacto físico (abrazos, caricias y demás)

En los pasillos el equipo organizador seguía en los suyo, trabajo duro para que la artista principal no tuviera que preocuparse de nada, ni siquiera de su garganta afectada por el exceso de uso en las últimas horas.   El señor a quien consideré como supervisor general se movía silenciosa y reflexivamente de un lugar a otro. Daba unas instrucciones aquí y otra allá y volvía a tomar su lugar en una de las sillas ubicadas en primera fila.

El cierre no pudo mejor.  Al escenario fue invitado Diego Torres para que cantara su canción Color Esperanza, a través de un video, por supuesto.


Mientras la voz varonil del argentino repasaba el tradicional “saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera, pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón”… era acompañado por la voz melíflua de Leoryis, de manera que se escuchaba una bella entonación andrógina  con la cual se contagiaron los presentes, quienes a esa hora movían de un lado a otro globos verdes, color esperanza.

El evento terminó con un ensordecedor aplauso, los agradecimientos de los presentes y la petición, digo, la exigencia de que se organizara algo parecido lo más pronto posible. 


Para fortuna de ellos Apüshi Wayira anuncia una jornada similar para el 29 de octubre. Hay que separar el cupo con tiempo, porque de seguro todos van a querer asistir.

Las huellas de la emoción se asomaron aún en el rostro del imperturbable y omnipresente  “supervisor”.

A la salida los asistentes fueron recibidos con una bolsa cuyo contenido eran  galletas de chocolate,  frutas y  yogur de fresa. Buen cierre para esa buena tarde.

El autor de la crónica se detuvo un momento a la puerta de salida a la espera del vehículo que lo trasladaría a su ciudad de origen. Por ahí vio salir felices a los conferencistas y a los asistentes. También a Kendra, Dayana, Karelbis y Wilmer, los hermanos de Leoryis, junto con sus respectivos hijos. La pequeña procesión era encabezada por Emylis Rivera Luna, progenitora de la protagonista.

Cuando parecía que no quedaba nadie, apareció en la puerta  el señor silencioso en cuyas manos parecían estar los hilos de todos los movimientos de la familia. Al salir pude leer su nombre en la escarapela que portaba con orgullo: “Wilson Vanegas”

Antes de que contestara su saludo me tendió la mano, me dio su nombre y me aclaró con un tono henchido de orgullo: “soy el padre de esas hermosas mujeres que usted vio salir, y también de Leoryis”


Así terminó Expocoaching 2022, el cual recordaremos por sus luces, música, olor a tierra mojada, por las emociones, por el intenso aprendizaje y por el orgullo de un padre que sabe guiar a la familia. 

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