Por:
César Castro Hernández
Siempre
me ha asaltado la inquietud y la curiosidad de saber qué habría pasado si Dios
en vez de enviar a su hijo Jesucristo a nacer en Belén, hubiera ordenado que el
nacimiento de El Salvador se diera en Riohacha, un punto a orillas del Mar
Caribe, con una temperatura media de 34 grados centígrados y poblado con gente
mayoritariamente riohachera; pero, también por gentes llegadas de Santa Marta,
Barranquilla, Cartagena, Montería y de las islas del caribe, particularmente de
Aruba y Curazao.
Ya desde
antes de nacer, Cristo, se vería enredado en un cipote escándalo. Las viejas
del barrio Arriba y del Barrio Abajo que madrugan escoba en mano, dizque para
barrer las puertas y no para enterarse de las últimas noticias, se hubieran
dado gusto.
"Ambúa. Imagínate, que Maye, sí, la pelaíta esa que no quiere ni
pisá el suelo, está preñá del viejo Chema. Aunque yo hablé con Chema y él dice
que no tiene nada que ver con el asunto y que ese pelao no es de él".
En fin,
que el viejo Chema terminaría aceptando la barriga de Maye, comprometiéndose
con ella y diciendo que padre es el que cría. Así pasaría. Pero, Chema no
perdonaría las habladurías de los vecinos ni de sus amigos más cercanos por lo
que habría decidido no poner a ninguno de compadre y que el pelao se bautizaría
ya grande. Sin embargo, aunque sin bautizar, toda Riohacha se enteraría de que
Maye llamaba a su hijo como Jesús y terminó llamándolo Chucho.
Chucho se
aficionaría desde temprano a las labores de pesca y crecería con la espalda al
sol ayudando a los pescadores, unas veces debajo el puente del ríito y otras
ayudando a echar las lanchas al mar en El Guapo
Me
imagino el escenario de Jesús nacido en el barrio Arriba de la capital guajira
y desde entonces se le conocería como Chucho, el hijo de Chema, el de Maye,
carpintero constructor de lanchas de madera para la pesca. Y su mamá sería
Maye, la prima-hermana de Chave, la vendedora de tortuga frita.
Maye y
Chave se visitarían mucho y se mandarían platos de comida una a la otra porque
ambas estarían preñadas y se darían ánimo y consuelo en medio de los latigazos
de la lengua de los habitantes del barrio. Chave, preñá y con un marido como
Zacarías, ya bastante anciano y Maye,
preñá y sin marío. Ambúa.
La Biblia
no informa de la ubicación ni qué hizo Cristo en el tiempo comprendido entre
sus 15 y sus 30 años. Pero, si ellos no lo supieron aquí en Riohacha si se
hubiera sabido rapidito. Las bolas llegarían rapidito y más rápido que un
correo electrónico.
A Chucho
lo vieron bien. Viviendo bien. Casado con una vieja de plata en un pueblo de
Brasil y ni se acuerda de su mamá.
Otros
vieron a Chucho, preso en una cárcel de los Estados Unidos, condenado a 20 años
por tráfico de drogas y ni se le conoce porque está gordo y tiene una cortada
en la cara. Él mandó una plata a su mamá para cuando salga, poner un negocio
aquí en Riohacha.
Chucho
murió en un tsunami en Venezuela y lo enterraron sin que nadie supiera quien
era él.
Pero, el
escándalo mayor sería cuando Chucho apareciera en esa Riohacha de principios de
siglo con sus calles arenosas, sin energía eléctrica, sin alcantarillado, sin
acueducto. Pero, con un gran movimiento comercial con las islas del caribe y el
parque Padilla convertido en uno de los grandes puntos de encuentro de la
ciudad para dialogar, para sentarse a descansar, para comentar la realidad
local y nacional. Ya desde entonces, se le conocería como El Congresito.
Y en todo
el frente del parque Padilla, estaría allí, majestuosa, la Catedral de Nuestra
Señora de los Remedios de Riohacha. El sitio de adoración de la Vieja Mello
Y allí,
en esa pequeña plazoleta entre la Catedral y el parque, aparecería Jesús,
después de 15 años de ausencia, diciendo que era el Hijo de Dios y que lo
escucharan.
De
salida, especialmente los habitantes del barrio Arriba lo reconocerían y
dirían, bueno y ¿Ése no es el hijo de Chema con Maye la del barrio Arriba? Tá
loco. Llamen a Chema pa`que se lleve a su loco para la casa.
Jesús
insistiría en hablarle a la gente. Pero, comenzarían a tirarle papeles, zapatos
viejos, pepas de mango, cáscaras de piña y de mamón.
Un
abogado riohachero, tomaría la vocería y diría: Déjenlo hablar que él es
riohachero y tiene todo el derecho del mundo. Pero, la bulla aumentaría el
volumen.
Una
señora recién salida de misa diría que a ese poco de locos que han llegado a
Riohacha hay que recogerlos, montarlos en un camión y llevarlos para su pueblo.
No les prestaría atención a unos muchachos que le dicen que Chucho es
riohachero.
Un
muchacho moreno, embolador del parque diría que dejen al man que hable, eche,
si el man tuviera billete, entonces, sí, pero, como el man está llevao, por eso
no lo quieren dejá hablá.
El
párroco de la Catedral saldría convencido de la locura de Jesús y lo tomaría
suavemente del brazo, lo sacaría de en medio de la multitud y le diría que se
fuera para su casa que yo conozco a tus padres y a tus hermanos y no quiero que
te pase nada malo.
Un hombre
moreno abrió la puerta de su moderno vehículo y gritó yo no como de locos, como
me lo encuentre por ahí, de noche y solo, le reviento la cabeza a plomo.
Los
periódicos nacionales no le pararían ni cinco de bolas a un loco nuevo que
apareció en Riohacha diciendo que es el Hijo de Dios y los medios de
comunicación locales se comprometerían en una campaña para ayudar económicamente
a la familia de Chucho para que éste pueda ser llevado a una clínica de
recuperación en Bucaramanga.
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