miércoles, 6 de abril de 2016

Jornada única sí, pero con condiciones


Por: Alonso Mendoza contreras (Secretario de asuntos sindicales ASODEGUA-Subdirectiva Maicao).


Estanislao Zuleta: “Si la educación no enseña al hombre a luchar por sí mismo, a criticarse a sí mismo, a criticar a la sociedad en que vive esa educación es nefasta”.  

En algunas regiones de Colombia  la implementación de la jornada única ha tenido muchos reparos por parte de docentes, padres de familia y estudiantes.

Como era de esperarse el municipio de Maicao en el departamento de la Guajira no es la excepción y la improvisación rebosó los limites basta con mirar los sitios designados como comedores escolares donde no cumplen los requerimientos mínimos en el aspecto sanitario y estructural.

La  tristeza que nos produce los casos de muerte por desnutrición de muchos niños Wayuú es inmensa pero es un ejemplo de la desidia por parte de nuestros gobernantes que no sabemos quién es el mediocre:  si ellos en la forma como han desempeñado su mandato o nosotros por elegirlos; este sentimiento de impotencia es comparable con la sensación experimentada cuando vemos el hacinamiento en que se encuentran los estudiantes en varias sede de las 15 instituciones de Maicao donde pareciera que el todo vale cuando se trata de recibir estudiantes así no haya espacio suficiente donde ubicarlos.

Para cualquier residente en el municipio de Maicao es común la envidia sana cuando vemos en los noticieros y programas educativos en canales nacionales esas mega estructuras de municipios más pequeños que Maicao y cuyo presupuesto es ínfimo comparado con el que se maneja en nuestro municipio. 

Para la construcción de megacolegios no les ha alcanzado a nuestros mandatarios ni el dinero ni el tiempo y es fácil aplicar el populismo como llamar al colegio Manuel Rosado Iguaran “el megacolegio” porque es muy notorio  que la planta física de esta sede no corresponde a esta categoría.

Ante esta situación los rectores apostaron por la improvisación con el fin de cumplirle a la ministra Gina Parodi con la jornada única sin importarle las incomodidades y otras consecuencias. A todo esto habría que añadirle que mientras mayor sea el número de estudiantes mayor es el presupuesto de la institución.

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El anacronismo en la investigación de la música vallenata


Escrito por:  Abel Medina Sierra
En días reciente envié a mi listado de contactos de investigadores, comentaristas, analistas y periodistas que suelen escribir sobre la música vallenata una invitación para participar en la edición de un libro sobre el cantante y compositor Jorgito  Celedón  con el auspicio de la Corporación Festival Francisco El Hombre y la Universidad de La Guajira.  La incitación iba dirigida a  no menos de cuarenta personas de las cuales, solo una respondió positivamente.     
El silencio fue más que elocuente, pero una de las respuestas sirvió para confirmar mis sospechas, o más que sospechas, mi certeza. El analista, de quien por respeto omito el nombre, decía, palabras más palabras menos: “canta bien el muchachito pero aún hay que esperar muchos años para que ese adolescente merezca escribir sobre él, su carrera aun esta en pañales como para analizarla”.
Es posible que aún se debe esperar mucho de tan exitoso intérprete y que que  cualquier mirada crítica o panegírica de su obra  será parcial y sincrónica. Pero de allí a decir que su obra está en ciernes y que por lo tanto no amerita siquiera que un vallenatólogo pueda  hacer una lectura valorativa de su trayectoria, es un exagerado y miope sesgo. 
En mi respuesta al colega le recordé que Jorge Celedón  nació en  1968, que ya en 1981, a los 12 años,  había grabado con su tío Daniel Celedón y que  dos años después ya había grabado  su primer disco  larga duración al lado de Ismael Rudas.  Es decir, “el pelaito”  que apenas comienza tiene nada menos que 35 años de vida artística, 13 producciones de larga duración, tres premios Grammy Latino y muchos reconocimientos. 
Más que detenernos en la respuesta de nuestro amigo, este tipo de posturas lo que pone en evidencia es que uno de los males que padece la investigación  sobre la música vallenata: el marcado anacronismo.  Es tan anacrónico que el análisis crítico, biográfico, musical o de otro tipo aún está en mora de   llegar a otros intérpretes que en nada se puede calificar de recién aparecidos. Jorge Oñate está a solo dos años de alcanzar los 50 años de vida artística profesional y aun no  conocemos un libro que dé cuenta de su trayectoria musical con todo que ha estado entre los dos mejores cantantes del género en toda su historia. Ni qué decir de Silvio Brito y Beto Zabaleta y se vinieron a conocer libros de Diomedes solo cuando falleció.   
Afortunadamente, desde el nacimiento del Festival Francisco El Hombre, esta organización en asocio con la Universidad de La Guajira, ha emprendido la labor formativa de dar cuenta de la vida y obra de los intérpretes contemporáneos. En esta serie de publicaciones se han editado obras sobre Juancho Roys, Alfredo Gutiérrez, los Zuleta,  Rafael Orozco, Rafael Manjarrez y se proyecta la de Jorge Celedon, todos ellos homenajeados en el Festival Francisco El Hombre.
Eso nos lleva a pensar, ¿será que los seguidores y no seguidores de Silvestre, Peter Manjarrez, Felipe Peláez y Martin Elías tiene que esperar que estos se mueran o estén caminando con bastón para que alguien pueda dar cuenta valorativa de su obra artística? Espero que no. 
En el caso de la música vallenata, ha existido un paradigma canónico de tradicionalismo folclórico que contagia  a las instituciones que, de alguna manera,  se relacionan con su difusión, promoción e investigación (festivales, escuelas,  medios, investigadores y hasta intelectuales).  Investigadores como Emmanuel Pichón Mora así lo corroboran cuando sostiene que  este paradigma presenta lecturas nostálgicas, museográficas, rígidos esteticismos, generacioncentrismos, considerando las identidades como estáticas y ahistórica y que parece haber sido la escuela de la mayoría de investigadores. 
El  background  ideológico  romántico de este paradigma nos  habla en tono nostálgico, a veces apocalíptico. Se parte de la premisa irrenunciable que según la cual  tales músicas son estáticas,  esenciales, y que sus instrumentos representan la esencia incambiable del alma de la región. Estos discursos nostálgicos y esencialistas sobre la pureza de estilos olvidan que, más allá de su arraigamiento en un determinado contexto cultural y geográfico, las músicas tradicionales poseen una historia constantemente reinterpretada y adaptada a las exigencias de cada época, exigencias que están en relación coyuntural con los cambios ideológicos, demográficos, mediáticos, económicos.
La música vallenata, a pesar que le están tratando de expedir certificado de defunción a cada rato, no murió con Alejo Duran y Luis Enrique Martínez aunque muchos investigadores se quedaron en ese periodo. Se han publicado tres libros sobre Francisco El Hombre de quien se conocen tan poco sobre su vida y su obra y ninguna de Poncho Zuleta a pesar que toda su discografía se consigue en cualquier esquina.   Tampoco es sano pensar que solo estamos llamados a escribir sobre lo que nos gusta o la música de nuestra generación, hay que tratar de interpretar el sentir de nuestros hijos y nietos. 
Una posible causa de este anacronismo según el cual la música le lleva años luz a la investigación y la escritura, es que la  música tanto como producto como proceso se ha vuelto difícil de etiquetar, de clasificar y por ello es más compleja. Son muchos grupos, muchos autores, muchas grabaciones y actores que entran en juego. Los cambios van muy rápido, las hibridaciones se van intensificando. Ya no se trata de una música elemental   ni del escenario de la parranda sino que entran en juego nuevos circuitos de producción, ejecución, difusión y disfrute. 
Una realidad tan compleja no es fácilmente analizable, faltan categorías de análisis para poder explicar el fenómeno Diomedes Díaz o  Silvestre Dangond. Ya las formas de paseo, merengue, son y puya no son suficientes,  o la organología de caja, guacharaca y acordeón.    
La invitación a los colegas es  atreverse a aventurar una lectura de lo que pasa con la contemporaneidad y la postmodernidad. La música no solo son las canciones sino lo que dice de ella.  De no hacerlo  reducimos el vallenato a la pluralidad, el anacronismo,  la falta de estatuto científico, el escaso rigor, el vacío metodológico, temático  y  sistemático.  


miércoles, 2 de marzo de 2016

¿Sabes quién fue el primer pastor y librero de Maicao?


Escrito por Alejandro Rutto Martínez

Mariano Fonseca es lo que podríamos llamar una leyenda viviente de la maicaeridad: su condición de misionero, pastor, evangélico y líder cívico ha tenido la impronta de un hombre honesto y trabajador, dedicado a forjar una familia con sólidos valores y principios y a servirle continuamente a la comunidad.

Los invitamos a conocer la apasionante historia de este hombre a cuyo cargo ha estado durante cincuenta años la primera Iglesia Cristiana de Maicao y también una de las librerías más antiguas de la Guajira.


Nacimiento y primeros años
Nació en Barrancas, municipio del centro de la Guajira, el día 17 de abril de 1925, un convulsionado año que marcaría el primer cuarto del siglo XX, dominado por episodios de violencia e intolerancia religiosa en el país.   Era el menor de 14 hermanos en el hogar formado por José Francisco Fonseca Asis y Martina Pérez Luquez.    Su progenitor falleció en 1.926, por lo que la carga de su crianza recae en su señora madre, pero ésta fallece en 1.932, de manera que el niño Mariano queda huérfano de padre y madre a la tierna edad de siete años.

Lea también: Don Mariano Fonseca, el hombre de los granos de mostaza

Huérfano, pero no desamparado
Ante la ausencia de los padres los hermanos mayores toman la decisión de proteger al niño de la familia y lo rodean del amor, el cariño y la ternura para crecer sin que nada le faltara. Su hermana mayor, Genoveva Fonseca, decide llevarlo a vivir con ella en Fonseca en donde ella y su esposo Lorenzo Pitre se convierten prácticamente en sus padres adoptivos.   Los hijos de la pareja, no tratan a Mariano como tío sino como un hermano y con  él compartirían las habitaciones de la espaciosa casa, el patio poblado por frondosos árboles y los útiles escolares con los cuales aprendían las primeras letras.

Sólida formación religiosa
De sus padres adoptivos recibe una sólida formación religiosa, que lo marcaría para siempre. Al principio fue un católico consagrado, respetuoso de los sacerdotes y de los mandamientos de la ley de Dios. Era de los primeros en llegar a misa y de los pocos niños que repetían todas las oraciones durante la eucaristía.   Su santa preferida era la  Virgen del Pilar, a quien le pedía constantemente para que le ayudara a sacer buenas calificaciones en el colegio. Tal era su devoción por ella que el 11 de octubre de cada año se iba a pie desde Fonseca hasta Barrancas para participar en la celebración religiosa que incluía misa, sacramentos, pólvora y alborada musical.

En 1.934 llegó a Fonseca el misionero evangélico Roy True, acompañado por su esposa y comenzaron a predicar el evangelio casa por casa. Con el tiempo se reunían y hacían el  culto al que asistía un puñado de nuevos creyentes.  Mariano asistió a ese lugar por dos razones: primero por la curiosidad que le producía el aspecto físico de los misioneros norteamericanos y su español con fuerte acento inglés. Pero había una razón más poderosa aún para estar en ese lugar: identificar a los compañeros de estudios que asistían para luego acusarlos con los profesores. En ese tiempo estaba prohibido que los estudiantes de colegios públicos asistieran a iglesias cristianas evangélicas. 
Mariano en la práctica era un espía sin sueldo y sin reconocimiento. Pero se sentía bien cumpliendo lo que consideraba como un gran servicio a la escuela y a la iglesia oficial.  Incluso disfrutaba cuando sus compañeros eran castigados gracias a las informaciones que él suministraba.

Amistad con los misioneros
Un día el pastor True lo llama al final del culto y le pregunta: “Quieres ganarte un premio”  
-Claro que sí, responde Mariano, a quien le gustaban los retos y las competencias.

El misionero le entrega varios estudios y exámenes sobre los libros de los Salmos y Proverbios y lo cita para cierto día en que deberá entregarlos y sustentarlos.   Cuando llega la fecha acordada responde con lujo de detalles las preguntas que se le hacían, así que se hizo acreedor al premio prometido: Una Biblia en tapa rústica y delgadas hojas, impregnada por una deliciosa fragancia a hojas sin estrenar.

Al entregarle el obsequio el misionero le preguntó si deseaba ganarse una Biblia más fina y bonita y Mariano respondió que sí. Entonces le fueron entregados estudios y exámenes correspondientes a libros del Antiguo Testamento.   El acucioso estudiante no tuvo problemas en superar la nueva prueba y se convirtió en el feliz ganador de una hermosa Biblia de tapa dura, con referencias, mapas y tabla de pesas y mediad. Esa tarde se convirtió en el niño más feliz del pueblo. Tenía familia, estudiaba en el colegio y era dueño de dos buenas Biblias, a las que dedicaba tiempo de lectura en la casa, en el colegio, en el andén de cualquier calle y en las bancas del parque.

La historia no podía tener un curso diferente: Mariano Fonseca se convirtió en cristiano evangélico y en la mano derecha de los misioneros.  Tiempo después, sería bautizado en las aguas del Río Ranchería y se convertiría en uno de los primeros evangélicos bautizados de toda La Guajira.

Primera campaña misionera
Uno de los momentos más felices del nuevo creyente fue cuando le propusieron hacer una gira evangelística por varios pueblos de la Sierra Nevada, al lado de sus maestros norteamericanos, quienes habían adquirido tres hermosos y fuertes caballos llamados  “Trueno”, “Relámpago” y “Cintia”. En esta campaña visitan poblados indígenas, enseñan la Palabra de Dios, entregan literatura y conquistan el corazón de los campesinos de la zona.
Regresan felices a Fonseca y comienzan a planificar un segundo viaje misionero que se inicia en Chorreras y continúa por todos los pueblos de Riohacha y Dibulla.

Estudios en el seminario
Los misioneros True y otros, ubicados en diversos puntos de La Guajira, gestionan el viaje de varios jóvenes guajiros a seminarios de San José de Costa Rica, en donde recibirán formación como pastores y misioneros. Por otro lado, logran abrir un seminario en Fonseca y otro en Riohacha.   El joven Mariano tiene una de sus más felices experiencias al convertirse en estudiante bíblico de tiempo completo, actividad que combina con su labor como misionero en la población de Atanque, en el departamento del Cesar.

En 1.948 La Guajira fue declarada como Territorio de Misiones por el  Gobierno nacional, lo que significa que la Iglesia Católica es la única que tiene la potestad de hacer labor misionera y religiosa en La Guajira. Ello significa una persecución frontal a las iglesias evangélicas y el cierre de los seminarios. La Iglesia de Fonseca es sellada, pero los cultos no se paralizan, pues los misioneros y los creyentes entraban a escondidas por una puerta trasera, cantaban, leían la Biblia y volvían a salir de manera silenciosa sin que las autoridades sospecharan nada.

Matrimonio, esposa e hijos
El 29 de mayo de 1953 camina hacia el altar en compañía de Carmen Ortiz, el amor de toda su vida, quien le da los más preciosos regalos que nunca haya tenido: sus hijos Josué, Eneida y Loyda.
La necesidad de sacar a su familia obliga a los esposos a trabajar duro en el arte que ambos comparten: Carmen en la modistería y Mariano en la sastrería. 

Primer viaje a Maicao
Algunos amigos le cuentan que el negocio de la sastrería es mucho más próspero en Maicao y a principios de los años 60 se traslada a la ciudad de la frontera, él solo, mientras Carmen y los niños permanecen en Fonseca.  Consigue trabajo en la sastrería del señor Oneider Fajardo y trabaja algún tiempo a sus órdenes perfeccionando su labor de medir, cortar, coser y planchar.   Cada vez era un mejor sastre pero nunca dejaba de leer la Biblia y de predicar la Palabra de Dios a todos los clientes y compañeros de trabajo.

Nuevo llamado del ministerio
Un día, mientras estaba concentrado en su labor, recibe una carta que modificaría drásticamente su vida.    Desde Atanquez le escribían sus antiguos discípulos pidiéndole que regresara a hacerse cargo de la obra en la que unos años antes había estado. No le prometían sueldo ni mayores ingresos, pero sí un campo blanco para evangelizar y algunas ofrendas representadas principalmente por los frutos de la tierra que los hermanos cultivaban en sus respectivas parcelas.

Sin pensarlo mucho empacó sus cosas e inició el viaje. Hizo escala en Fonseca para recoger a la familia y con ellos se mudó de nuevo a uno de los pueblos más hermosos del Cesar en donde recobraría su amor por el ministerio como pastor.

La vida de la familia Fonseca Ortiz era bastante austera, pues la iglesia no reunía lo necesario para pagarle el sueldo al pastor. Cada mes la congregación abría la pequeña caja de las ofrendas, cubierta de polvo y telarañas, y de lo que allí se encontrara, le entregaban el 70% a su líder espiritual.  El resto era destinado a los gastos generales de la obra.

La familia subsistía con la yuca, el tomate, los plátanos, la leche y las gallinas que algunos campesinos le entregaban cada domingo como ofrendas y primicias. Y también con lo producido por las máquinas de coser de Mariano y Carmen.

Pero todos tenían una gran satisfacción: la iglesia era cada vez más grande y todos los días más y más creyentes llegaban a los pies de Jesucristo.

En 1.965 el pastor se lanzó a la aventura de construir la capilla, para lo cual puso en práctica sus conocimientos de albañilería. En la práctica él mismo era el ingeniero, arquitecto y maestro de obra.   Sus discípulos no se quedaron con los brazos cruzados: al ver el entusiasmo y la energía con que su pastor trabajaba, se esforzaron por ayudarlo. Hasta las mujeres cooperaban en este trabajo cocinando el sancocho, repartiendo agua helada y manteniendo llenos los termos de tinto. 

El trabajo comenzaba temprano en la mañana y se prolongaba hasta altas horas de la noche. Finalmente el esfuerzo colectivo fue premiado, pues la capilla estuvo terminada en diciembre de ese año y fue inaugurada con un hermoso programa evangelístico que contó con la presencia de las autoridades locales y del misionero norteamericano Lorenzo Buckman, quien había servido por más de veinte años en las selvas de Brasil en la evangelización de los indígenas terrenos y namicuaras.

Regreso definitivo a Maicao
En 1966 el misionero Lorenzo Buckman  comenzó a evangelizar al pueblo wayüu en Maicao y logró formar una congregación que empezó a reunirse en la calle 9 entre carreras 14 y 15, en donde se construiría el templo de la Primera Iglesia Evangélica de Maicao, situada aún en ese lugar cercano al mercado público y frente al antiguo cine México.    Buckman tuvo dificultades para entender la idiosincrasia de los guajiros y por tal razón solicitó que se designara como pastor a alguien oriundo de la región. Y propuso trasladar al pastor de Atanquez, para que se hiciera cargo de la obra.
A pesar de la negativa de la congregación de Atanquez, el pastor Mariano Fonseca es trasladado con su familia a Maicao en 1.966.   Al llegar debe enfrentarse a algunas divisiones internas de la iglesia, pero con paciencia y mucho amor logra que haya unidad alrededor de la Palabra de Dios y de las enseñanzas de Jesucristo.


Pastor y Librero
Mariano y Carmen se dedican de lleno a atender la iglesia, la cual comienza una etapa de firme crecimiento.  Entre las muchas personas que lo visitan se encuentran algunos distribuidores de libros quienes le proponen que se convierta en distribuidor local de sus enciclopedias, artículos de papelería  libros.
Mariano comienza a vender los libros en una vitrina que coloca en la sala de su casa, ubicada cerca del Mercadito Guajiro y la clientela comienza a fluir. Poco después un misionero americano que se encontraba de paso por la ciudad le recomienda trasladarse a un lugar más cercano al centro y le hace el generoso ofrecimiento de pagarle lo que cueste el arriendo. Inicialmente traslada la librería a un local situado en la carrera 12 entre calles 15 y 16   en donde empieza a consolidarse como un negocio próspero.  Un año después, el mismo misionero que le colaboraba con el arriendo, le propuso trasladarse a Barranquilla en donde aprovecharían las ventajas de la gran ciudad, como por ejemplo, un número muy grande de potenciales compradores. Mariano amaba tanto a Maicao y a su congregación que no aceptó la porpuesta.   Entonces, su benefactor le comunicó que no podría seguir cooperando con el dinero que le aportaba para pagar el arriendo.

 Las nuevas circunstancias eran adversas, pero no se acobarda y, en lugar de ello empieza a buscar un punto de venta más adecuado  a sus planes. Es así como consigue abrir sus puertas en la calle 12 entre carreras 14 y 15, lugar en donde nacería la esplendorosa y legendaria Librería “Jel”, nombre que fue compuesto con las iniciales de los nombres de sus hijos Josué, Eneida y Loyda.

La librería se convirtió en el punto de referencia obligado para el mundo académico de la época, pues era el establecimiento a donde llegaban las obras literarias más recientes, los atlas, las enciclopedias y multicolores productos de papelería.
Algo que ayudaba a la Librería Jel a tener muy buenas ventas era su localización, pues quedaba al frente del Instituto María Montessori y a unas pocas cuadras del colegio San José.

El orgullo de educar a sus hijos, quienes eligen el camino del servicio a través de sus conocimientos profesionales. Es así como Josué se gradúa de Médico Veterinario Zootecnista, experto en Salud Pública.  En 1.984 fue nombrado como alcalde de Maicao.

Eneida se gradúa como médico y luego adquiere dos especializaciones. Una en neumología y otra en epidemiología. En el año 2009 es nombrada como directora del hospital San José de Maicao.
Loyda se gradúa como abogada y se dedica a la docencia universitaria.

Semillas de Mostaza: libro autobiográfico
En 1.995 escribe el libro Semillas e Mostaza en el que traza algunas líneas autobiográficas y  da a conocer buena parte de la historia de la evangelización en el departamento de La Guajira.


Epílogo
En sus últimos días  el pastor Mariano Fonseca conservó una gran vitalidad. Dividía su tiempo en consentir a su esposa Carmen y ser consentido por ella en la casa de siempre.  En ese mismo lugar en el barrio San Martín, a donde trasladaron la Librería JEL, en donde atendió a sus clientes a sus clientes con la misma amabilidad de aquellos tiempos  de 1966.   

Un día de octubre Mariano partió a la eternidad a reunirse con el Jefe para el que trabajó toda la vida y para encontrarse con los hermanos a quienes ayudó a encontrar el camino de la salvación. 

¿Quiénes fueron sus mejores amigos?

  • ·   Nicolás Deluquez, su condiscípulo en Fonseca y quien tendría a su cargo una sucursal de la Librería Jel en la tierra del Retorno
  • ·         Santander Ortega y Roberto Silva, ministros evangélicos, de quienes afirma que son los mejores predicadores de la Palabra que han llegado a Maicao.  
  •     Jorge Parodi, periodista, músico y gran amigo de los libros
  • ·     Hernando Iguarán Romero,  su compañero en el partido conservador. Líder pol´pitico y exalcalde de Maicao.
  • ·         Ramiro Choles Andrade, profesor y exrector del Colegio San José. Todas las mañanas lo visitaba en la Librería, ubicada ahora en la calle 17 con carrera 19. Leen juntos el periódico y comentan los sucesos del día.


Mariano Fonseca en frases

·         “Si trabajas para vivir, entonces ¿Por qué te matas trabajando?”

·         “Con afanarse nadie añadirá cincuenta centímetros a su estatura” (Tomada de la Biblia)

·         La vida del hombre no consiste en enamorarse de los bienes que posee
      
       El que quiera ser mi amigo debe saber que tengo dos "defectos": soy godo y soy evangélico.


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jueves, 28 de enero de 2016

Un impactante video sobre liderazgo


miércoles, 20 de enero de 2016

Andrea Pedraza, el ángel de los niños guajiros

Andrea Carolina Pedraza es su nombre. Y ayudar a la comunidad, especialmente aquella en donde se encuentran las personas más necesitadas, es su verdadera pasión.  Su mirada, propia de una mujer joven, llena de vida y de entusiasmo, revela el interés que siente por los niños, las madres cabeza de familia, los desempleados y todos aquellos ciudadanos que se encuentran en condición de vulnerabilidad.


Cuando terminó sus estudios secundarios quiso cumplir uno de sus sueños como abanderada de la protección de la naturaleza. Por tal razón inició su carrera en el programa de Ingeniería Ambiental, en el que comenzó a cosechar exitosos resultados académicos. Sin embargo, con el paso del tiempo comprendió que su amor por la naturaleza era grande, pero mucho más grande era el amor por la gente.  Ese sentimiento se apoderó de su corazón de mujer caribe y la llevó a tomar una trascendental decisión que la marcaría para siempre: cambiarse de carrera.

Fue así como decidió  sus estudios en Trabajo Social, una profesión más afín con sus sueños y, sobre todo, con las metas que se había propuesto de ayudar a los más necesitados.   También se comprometió mucho más con la Organización “Juan Pablo II”, creada en el año 2010 por su padre Mely Pedraza para implementar  campañas de carácter social.

El año 2015 fue especialmente activo. La joven Andrea tuvo la oportunidad de liderar varias actividades encaminadas a mejorar las condiciones de vida de sus coterráneos.  Por un lado se hizo la   PABLO NOEL,  que fue la entrega de 180 regalos a los niños y niñas de  la comunidad Bocomchon ubicada en Manaure.  

El  26 de diciembre cuando el año se encontraba en su ocaso, se hizo un hermoso programa para beneficiar a los niños recluidos en el Hospital Nuestra Señora de los Remedios recuperándose de la más vergonzosa enfermedad de los guajiros: la desnutrición. Ese día la fiesta fue completa, pues hubo canciones, refrescos, dulces y 23 hermosísimos regalos que le despertaron una incomparable sonrisa a éstos niños, llamados por Dios a ser el presente y el futuro de la tierra guajirindia.

El 2015 fue también el año que le dio la oportunidad de conocer a Keivis Alberto Gómez y Santiago Arredondo El primero es un hermoso niño de Maicao a quien regaló una silla de ruedas para que sus problemas de movilidad no lo limiten en su ilusión de conquistar el mundo.   El segundo es un niño en condición de discapacidad a quien ha apadrinado, como si fuera su segunda mamá, a quien le proporciona ropa, alimentos y preciosos juguetes, es decir, lo más necesario para que comprenda que la vida es bella cuando estamos rodeados de personas bondadosas y desinteresadas.

La escuela  Jayuir ubicada al lado del Conjunto Villa Comfamiliar,  vía  Maicao, también ha sido beneficiaria de su amor por los niños. Allí ha realizado constantemente entrega de útiles escolares, donación de ropa y la celebración de las fechas infantiles más importantes del año.
Andrea espera que Dios le de fuerzas y le abra puertas. Fuerzas para ayudar con apasionada dedicación a los pobres del mundo y puertas abiertas para conseguir más personas interesadas en ayudarla a ayudar.

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