Por: Amylkar D. Acosta M
“Si yo me equivoco, lo reconozco y cambio de posición, y tú?”
Keynes
EL CONSENSO DE WASHINGTON HA MUERTO
El auditorio de la Universidad de Georgetown en Washington debe haber quedado anonadado con lo que escuchó de labios nada menos que del Director del FMI Dominique Strauss-Kahn, al referirse al defenestrado Consenso de Washington. Como es bien sabido este se identifica con la liberalización de las políticas económicas, por ello se le reconoce indistintamente con el epíteto del Neoliberalismo tan venido a menos merced a su rotundo fracaso. Las recetas del FMI siempre se inspiraron en dicha corriente del pensamiento económico, las cuales les fueron impuestas desde mediados de la década de los 80 a todos los países de Latinoamérica como si fuera un cartabón a través de las condicionalidades de sus créditos.
Pues, ahora, de buenas a primeras, nos sale el Director del denostado FMI en su discurso en este centro académico el pasado 4 de abril con que la misma “crisis financiera global” que “devastó la economía global y causó apuros incalculables y sufrimiento a lo largo del mundo” también se llevó de calle y “devastó los fundamentos económicos del orden económico global del último cuarto de siglo” . Cuál? Pues el Consenso de Washington, el mismo que para él “ya es historia” . Dicho de otra manera, con estas palabras le está expidiendo la partida de defunción al malhadado Consenso de Washington. Pero, es de advertir que no es el primero de su propia camada que lo hace, ya a finales del 2004 el mismísimo John Williamson, padre putativo del mismo, suscribió junto con Stiglitz, Krugman, Rodrik, Ocampo y Sachs la que se denominó Agenda del Desarrollo de Barcelona en la que se admitía el fracaso de su modelo. Se lee en dicha declaración, al hacer referencia a las nefastas reformas “estructurales” que prohijaron, que fueron “mediocres los resultados de las reformas diseñadas para alcanzar un crecimiento económico sostenible en muchas regiones del mundo. La persistencia – y a menudo empeoramiento – de una distribución de la riqueza y de la renta altamente desigual en muchos países en desarrollo” .
Y no es para menos, dado que uno de sus principales paradigmas, el sector exportador como motor de desarrollo, no se cumplió, pues mientras las exportaciones crecieron en la región a un ritmo de 7.8% entre 1990 y 2003, la tasa de crecimiento del PIB apenas si creció durante el mismo período en promedio del 2.6%. El mayor crecimiento de este se dio en el intervalo entre 1990 y 1997 con un promedio del 3.7%; ello contrasta con la tasa promedio de crecimiento del PIB entre 1950 – 1980 que fue del 5.5%, etapa ésta muy imbuida del pensamiento del entonces director de la Cepal Raúl Prebish. Y de contera, después de dos décadas de implementación de estas políticas fallidas Latinoamérica es considerada como la región con más profundas desigualdades del planeta. Ello sumado a la crisis fiscal condujo a lo que se conocería posteriormente como la década perdida para América Latina.
KEYNES RESUCITA
Se anticiparon los suscriptores de la Agenda del Desarrollo de Barcelona a reivindicar tempranamente “las políticas macroeconómicas anticiclicas”, las cuales consideraron anticipadamente como “más eficientes y políticamente más viables” . A esta misma conclusión llegarían después los países integrantes del G – 8 y del G - 20, encabezados por EEUU, cuando se vieron en aprietos para sortear la Gran Crisis de 2008 – 2009, a cuyos jefes de estado les tocó por fuerza de las circunstancias abjurar a su credo neoliberal. Para Reagan el Estado no es la solución sino el problema y lo mismo espetó el Presidente Bush en la cumbre del G – 20 en Washington, aunque con otras palabras: “la solución nunca ha sido más gobierno”. Pero, después terminó dando su brazo a torcer aceptando a regañadientes que la solución a la Gran crisis pasaba por el Estado, a través de políticas fiscales proactivas de corte eminentemente keynesiano, las que tanto abominan los neoliberales. Sólo de esa manera podía salir la economía global del callejón sin salida hasta donde la había arrastrado la desregulación a ultranza.
Lo reconoce ahora el Director del FMI, “bajo el viejo paradigma, la política fiscal fue el niño descuidado de la familia política. Su papel fue limitado a los estabilizadores automáticos-dejar que los déficits se movieran hacia arriba y abajo con el ciclo- y la política discrecional era vista con gran sospecha. Pero la política fiscal tenía un momento de una Bella Durmiente durante la crisis- con la política monetaria sin vapor, y con el sistema financiero en rodillas, la herramienta olvidada llegó a impulsar la demanda agregada y salvar al mundo de una caída libre de la economía. Necesitamos repensar la política fiscal” . Cabe preguntarse si las autoridades económicas en Colombia estarán repensando la política fiscal cuando impulsan iniciativas como la que propende por establecer la sostenibilidad fiscal como principio constitucional. Este esperpento jurídico lo hemos estimado contraproducente , además de ser contraria al espíritu de la Constitución vigente. Como lo advierte el profesor Jacques Sapir “a menos que se trabaje sobre la hipótesis de la omnisciencia, el recurso de la regla constitucional en economía no hace desaparecer el riesgo de una incertidumbre radical. Por el contrario, puede reforzar ese riesgo. En efecto, si no se organiza una vía de escape a través del reconocimiento de la legitimidad de la acción discrecional, surgida ella misma de un poder democrático, el recurso de la regla constitucional viene a crear una incertidumbre suplementaria sobre las consecuencias de las soluciones tipificadas en caso de crisis” .
Señala el Director del FMI que “el cocktail letal de desempleo prolongado y alta desigualdad puede producir tensión en la cohesión social y la estabilidad política, que a su vez afectan la estabilidad macroeconómica” . Es más, aunque con alguna tardanza considera él que “la desigualdad puede haber sido una de las causas silenciosas de la crisis” , para concluir que “necesitamos una nueva forma de globalización más justa, una globalización con una cara más humana. Los beneficios del crecimiento deben ser compartidos por todos, no justamente capturados por unos pocos privilegiados. Mientras el mercado debe estar en el centro de la escena, la mano invisible no debe ser el puño invisible” . Todo ello es plausible, sólo que se está dando este viraje en la orientación del FMI después de haberle infligido un gran daño a la economía global, pero muy especialmente a la economía latinoamericana. El Nobel de Economía Milton Friedman llegó a afirmar que “si no hubiera existido el FMI no habría ocurrido la crisis del Este de Asia” ; podríamos parodiarlo diciendo que si el FMI no hubiera existido tampoco se habría dado la más reciente y devastadora crisis económica global.
Y remata el Director del Fondo haciendo profesión de fe keynesiana, lo que hubiera sido impensable hasta hace muy poco, pues las tesis de Keynes habían sido proscritas y anatemizadas por los dómines de la economía neoliberal por considerarlas anacrónicas y desacertadas. Esto dijo al finalizar su vibrante discurso: “el desafío que enfrentamos hoy no es nuevo. En 1933, John Maynard Keynes- uno de los padres fundadores del FMI- escribió lo siguiente: ‘El capitalismo internacional decadente pero individualista en las manos del cual nosotros nos encontramos después de la guerra no es un éxito. No es inteligente ni hermoso. No es justo. No es virtuoso. Y no provee los bienes requeridos. En suma, no nos gusta, y estamos comenzando a despreciarlo. Pero cuando nos preocupamos de qué colocar en su lugar, nos sentimos perplejos’”. Bien dijo el Nobel de economía Joseph Stiglitz refiriéndose a la Gran crisis global que “esta crisis financiera es para el fundamentalismo de mercado lo que la caída del muro de Berlín para el comunismo”. Las palabras de Dominique Strauss-Kahn son, además de elocuentes, concluyentes sobre la suerte deparada al fundamentalismo neoliberal y a los ayatolas que aún se aferran al mismo con terquedad aragonesa, ya sea de manera abierta o agazapada.
Bogotá, abril 16 de 2011
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