miércoles, 10 de marzo de 2010

Agasajadas ediles y Juntas de Acción Comunal


Tomado del Informador:


Por Ernesto Acosta Solano

En el día iberoamericano de la mujer, la secretaria de Salud del municipio de Maicao, Angélica María Moscote Palacio, organizó un agasajo a este grupo de mujeres que trabajan por el fortalecimiento de este ente territorial.

El ágape tuvo lugar en la calle 20 con carrera 11 sectores del barrio San José, en donde las funcionarias de la administración, Nayibis Pacheco Zarate de participación comunitaria, en su intervención manifestó que durante el presente año se realizarán varias capacitaciones sobre legislación comunal, y que además se tendrán en cuenta para la concertación de los programas que redunden en desarrollo de sus barrios.

De otra parte, Angélica Moscote Palacio, consideró que la mujer comunal es el eje del desarrollo del municipio, por su dinámica de trabajo y porque son ellas las personas que cumplen una labor de control social a los servicios públicos domiciliarios.

Los líderes de la comunidad y las ediles, sacaron tiempo para la realización de juegos recreativos, dinámicas y la participación en los sorteos de regalos, al final de los festejos del Día Internacional de la Mujer, se ofreció un buffet para más de cien personas.

De otra parte, la misma administración este próximo jueves 11 de marzo, realizará un significativo programa para conmemorar el día internacional de la mujer maicaera, el cual contará con la participación de importantes conferencistas de la región Caribe, quienes enfocarán sus ponencias sobre la prevención de todo tipo de violencia contra la mujer.

El acto se llevará a cabo en las instalaciones del centro multisectorial del Sena, ubicado en la calle l6, salida a Riohacha. El brindis a la mujer lo realizará la gestora social del municipio, Yira Gómez Guerra.


martes, 9 de marzo de 2010

Política: El arte de gobernar

Arnold Toynbee: “El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por quienes sí se interesan”

Por: Blas Alfonso Núñez Tovar
Ingeniero Industrial
E-mail: blasalfonso7@hotmail.com
http://blasalfonso.blogspot.com/

“Yo no voy a votar pues no vivo de políticos” dijo un conductor local. A los pocos días estaba afectado y renegando porque un gobernante de otro país con una decisión política hizo que aumentara repentinamente el precio de la gasolina. Un ejemplo contundente que demuestra que los hechos políticos nos afectan a todos en algún momento.

La actitud de esta persona refleja el resentimiento y la aversión que tiene un sector de la población hacia la política. Un tema que, al igual que el de la religión, se ha convertido en un tabú para muchos; aunque ambos, influyen directa o indirectamente en el desarrollo de los pueblos, en nuestro estilo de vida, nuestras libertades y por ende en nuestra felicidad.

El hecho de no entender la importancia de la política está relacionado con diversas variables. En primer lugar los ciudadanos no visualizan el efecto benéfico materializado en el impacto social. Por otro lado, algunos tienen una percepción de invulnerabilidad a los efectos de la política; una especie de falsa independencia de la misma. Y, por último, la imagen negativa que se tiene de los políticos, llegando al extremo de satanizar la palabra política.

Establecer la diferencia entre política y politiquería es útil para contrarrestar la imagen negativa de la misma. La politiquería, según la definición de diccionario, consiste en hacer política de intrigas y bajezas (Encarta, 2007). Es un cúmulo de actos subterráneos que buscan el bien particular en detrimento del bien común. En contraste, la administración de los recursos públicos, de manera responsable, dónde prime el interés general, nos lleva a la definición clásica de política: El arte de gobernar.

Entender que todas las instituciones, organizaciones, asociaciones o grupos son susceptibles de ser infiltradas por individuos que actúan en contra de los objetivos preestablecidos, es el primer paso para no adoptar actitudes reaccionarias como no cumplir con el deber ciudadano de votar.

Usualmente, frente a una problemática, lo primero que hacemos es buscar culpables externos y no empezamos por realizar nuestra propia evaluación de responsabilidades. A las compañías se les exige responsabilidad social empresarial; pero eso lo hacen realidad las personas. Y en esta sociedad usualmente las personas no poseen lo que denomino responsabilidad social individual. Permítanme acuñar el término responsabilidad social individual para preguntarnos ¿A quién elegimos o dejamos de elegir? ¿Qué valores le inculca usted a los niños y jóvenes políticos del futuro?

Si la política es un arte no cualquiera puede ocupar cargos públicos pues ahí empiezan todos nuestros males de los cuales somos también responsables aunque no lo admitamos.

Politiquería. f. Acción y efecto de politiquear.
Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.

Politiquear Hacer política de intrigas y bajezas.
Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.

Roberto Enrique Pinda: apuntes biográficos

Por: Alejandro Rutto Martínez
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Roberto Enrique Pineda Lengua nació en Chimichagua, departamento del Cesar, el 27 de noviembre de 1.945 en el hogar conformado por Heliécer Pineda Palomino y doña Cristina Lengua Amarís. De su señor padre, quien fue juez de la república y corresponsal de EL ESPECTADOR aprendió el amor a la lectura y a una profesión a la cual prácticamente le dedicaría toda su vida.

Después de culminar la secundaria siguió los consejos de doña Cristina quien le insistía una y otra vez: “Estudie para que sea alguien en la vida”. Se presentó a un instituto, terminó sus estudios y en 1.967 se trasladó a Venezuela en donde un familiar le había prometido conseguirle trabajo en esta área. Sin embargo, una vez en el vecino país se encontró que el prometido trabajo era en una Serviteca y no propiamente como contabilista sino como lavador de carros. No duró mucho tiempo allá antes de regresar de nuevo a su país. Llegó a Maicao en donde consiguió trabajo de contabilista en el colegio Gimnasio Girardot y como profesor de primaria en el Colegio Colombo Venezolano.

Comenzó 1.968 y por esos días Domingo Ocando, un empresario que deseaba agradecer a Maicao lo mucho que este pueblo le había dado, fundaba la emisora “Ondas de Maicao”, y estaba formando el equipo de locutores y periodistas que lo acompañaría en la singular aventura. Roberto se presentó ante el dueño de la emisora y tras superar las pruebas a la que fue sometido fue contratado con la condición de que sacara la licencia de locución lo más pronto posible. El propio Ocando le facilitaría los medios para gestionar este documento en Bogotá y, a su regreso, comenzó sus labores.

Como parte de su trabajo debió entrevistar a las candidatas del carnaval y con una de ellas tuvo una bella amistad que pasó a convertirse en noviazgo y luego en un matriminio para toda la vida. Aquella muchacha era Reina Murieles, quien sería la compañera de toda su vida y la madre de sus hijos, la fuente de su inspiración y de fortaleza para lo que sería una dilatada carrera en los medios.

De Ondas de Maicao pasó a la Radio de Barranquilla en donde estuvo en las más importantes emisoras de la época. Luego regresaría a Radio Península en Maicao y un poco después a Radio Reloj y Radio Guatapurí de Valledupar. Esporádicamente trabajó en Ondas de Riohacha y Radio Almirante de Riohacha.

Sin embargo Roberto tenía sus raíces y siempre regresaba a Maicao. En su retorno definitivo, luego de una nueva incursión por la radio barranquillera, fundó el noticiero de la emisora del Ejército Nacional y creó, dirigió y presentó un noticiero en el canal comunitario de televisión Telecosta en lo que sería, prácticamente, su única participación en un medio diferente a la radio.

A lo largo de su vida como periodista y hombre público Roberto fue cofundador del Cuerpo de Bomberos y la Cruz Roja de Maicao y trabajó al lado de voces que marcaron una época en la radio colombiana: Tulio Pizarro, Raúl Comas, Carlos Serrano, Julio César Campanella, Jorge Ochoa y Carlos serrano. Sin proponérselo creó también una escuela y un estilo de periodismo entre cuyos discípulos se encuentran Harvey Cuesta, Alcides Alfaro, Ernesto Acosta y Alejandro Rutto Martínez.

La voz de Roberto se apaga y sus ojos se cierran. También se dobla una de las páginas finales del libro de su vida pero comienzan a escribirse las primeras líneas del nuevo libro: el de la vida de Roberto pineda, como habitante de la leyenda y como protagonista de la historia, en la cual tiene un lugar muy especial.

lunes, 8 de marzo de 2010

Día de la mujer

Por: Alejandro Rutto Martínez
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Permítanme en primer término decirme que no estoy de acuerdo en exaltar a la mujer como un ser bello que adorna los jardines del universo. No señor, me parece que esa concepción reduce a la mujer a un simple papel ornamental y la cosifica reduciéndola a ser un objeto bello y nada más. Por eso hoy me declaro admirador de todas las mujeres y no solo por su belleza.

Admiro a las que trabajan de sol a sol sin temor a la vida ni reparos al tiempo. A quienes siembran la semilla de la esperanza y cosechan el fruto de la vida. A quienes abren surcos de paz en el hemisferio de la pobreza o en el territorio de la abundancia.

A quienes no se rinden ante la evidencia del infortunio ni sucumben frente a la fuerza de la adversidad. A quienes aman a sus hijos aunque la humanidad los crucifique; a quienes meten las manos en el fuego para salvar la honra de los suyos; a quienes creen en la inocencia de aquel sobre el que recaen todos los dedos acusadores de la injusticia y la impiedad.

Admiro a las mujeres que en su vientre han concebido el valor perenne de la vida para prolongar la especie y poblar el mundo de la imaginación y el universo de las verdades. A quienes con sus manos frágiles o fuertes, grandes o pequeñas, lozanas o arrugadas, moldean como el alfarero de la sociedad a las nuevas generaciones de hombres y mujeres para que puedan complacerse con sed de vida y su ambición de conquistar lo mejor de su existencia.

Admiro a las que en su cotidiano accionar de trabajadoras sin receso transitan por nuestras calles ofreciendo los codiciados frutos del mar, o el pan recién salido del horno con aroma a tarde fresca o mañana tibia, o el dulce sabor de los enyucados y las “alegrías”. Las admiro porque su trabajo es riqueza y se constituye en símbolo de un país en constante búsqueda de su identidad.

Admiro a quienes en la paz del hogar se baten con el duro e interminable quehacer doméstico sin resignarse a arar en el desierto de la ingratitud y sin renunciar a la búsqueda de un amanecer matizado por los colores de la equidad; sin renegar de su tarea de joven hacendosa o matrona cumplidora de su deber. Admiro a las jóvenes de aquí y de allá que han sido impermeables a las propuestas de la indecencia y a la demoníaca seducción de las perversas tentaciones.

Admiro a las mujeres que nos dan nuevos ánimos con su presencia; a las que nos llevan en el corazón; a las que nacieron cuando sembramos nuestra vida en otros cuerpos; a las que nos escuchan con atención; a las que nos dieron a beber de sus pechos maternales en la aurora de nuestra existencia; a las que nos consuelan cuando una lágrima acompaña nuestro dolor.

De todas ellas, mujeres de verdad, con cuerpo y alma, sin retoques de publicistas ni maquillajes faranduleros; me declaro admirador.

Encuentro con el mar

Por: Nuria Barbosa León
periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba

Quizás sería imposible describir a otros pacientes. En mi profesión de enfermera conozco a muchos, pero una pareja de paraguayos marcaron mi memoria.

Ligia y Cipriano (sus compatriotas le decían Cipri). El un campesino, con arrugas hasta en el sombrero pero con una ceguera total en ambos ojos. Ligia, su acompañante se mostraba todo el tiempo atenta a él y al centenar del grupo que viajaron en enero del 2006. Fueron alojados junto a miles de latinoamericanos en Villa Tarará, un balneario ubicado a 20 km del centro de la Habana y que fue asumido como clínica internacional para la Operación Milagro

Ligia siempre tenía colgado a Cipriano de su brazo y juntos caminaron el primer día hasta la playa porque querían estar cerca del mar. Nosotros temimos de un catarro invernal y tratamos de impedir tal acción pero ellos nos pidieron con mucha fuerza la necesidad del sol y el agua marina.

Al regreso Cipriano dijo: “Hoy lo sentí, pero muy pronto lo veré”.

En los exámenes preoperatorio para Cipriano se le detectó una diabetes, enfermedad crónica que se puede controlar con dieta y medicamentos. Quizás fuera la causa de su ceguera pero no tuvo noción de padecerla y no conocía siquiera que existía y menos aún que necesitaría una dieta especial para contrarrestarla.

Supimos por su Historia Clínica que Cipriano provenía de Yatayty del Norte, departamento de San Pedro de Ycuamandiyú, Paraguay. Entre conversaciones también conocimos que Ligia no era su pariente. El “anciano” tenía sólo 53 años pero su apariencia era de un hombre mucho mayor. Estaba abandonado en su chacra, (campo), sin otra esperanza que inventar su comida del día y resignado a la oscuridad de sus ojos.

Cipriano fue un paciente con larga estadía en nuestro centro, casi un mes, los demás venían y regresaban a su país en menos de una semana, porque todo consistía en realizar los exámenes preoperatorio, decidir la operación, operarlo, y luego comprobar el resultado. Como se disponía de todo el equipamiento tecnológico, esas acciones se convertían en una rutina de pocas horas.

Tuvimos escasos pacientes de larga estancia y por eso lo recuerdo. Cipriano cumplía disciplinadamente con todas las orientaciones, velaba por su medicamento cual si fuera un relojero y los recibía con total alegría. Ligia en cambio, escribía todas las impresiones en su agenda para no olvidar un detalle y relatar la historia a su regreso.

El día de la operación me dijo Cipriano: “Seño, yo no sé leer, pero anote la fecha de hoy porque volveré a nacer”.

Así ocurrió, anoté la fecha y la del siguiente día en que le quitaron la venda de los ojos. Su alegría era infantil, tocaba todo a su alrededor, su diversión era contarnos los colores de los objetos que veía y reconocer hasta la tierra que pisó. Su último pedido antes de volver a su país fue ir al mar.

A su regreso me dijo:

--Ahora lo entiendo, soy hijo del mar y por eso nací nuevamente en Cuba

Quiso besar mi mano en señal de retribución, pero para mí, como cubana era humillarse ante algo insignificante. No lo dejé y entonces lloró. No por mi mal gesto sino por el agradecimiento albergado en su corazón y porque la lágrimas son también parte del mar

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