Educar en valores requiere la aplicación de un esfuerzo serio, constante y metódico de toda la sociedad para lograr en el individuo una formación que cumpla con el requisito de ser útil, duradera y apreciada por las personas y los estamentos como necesaria, provechosa y digna de ser mantenida en el tiempo.
Es preciso que responda a una acción planificada desde el Estado y en la cual debe lograrse el compromiso de, por lo menos tres actores fundamentales: la familia con su dedicación formativa desde las etapas tempranas de la infancia; la escuela con su metodología y didáctica orientada a hacer énfasis en el desarrollo de sus estudiantes como seres humanos y el individuo mismo como responsable principal de su propia educación.
¿En qué ha fallado hasta ahora la familia?
La familia ha fallado en varios aspectos esenciales relacionados con su sagrada responsabilidad de ser la primera escuela y la primera fuente de conocimiento para quienes creces en su seno y tienen en ella a sus primeros maestros, su primera educación y la primera luz que alumbrará los caminos que han de transitar durante toda su vida. Como educadora la familia tendrá que revisar su comportamiento y mejorarlo. He aquí algunas áreas en que deberá hacerlo:
1. Los miembros de la familia y, especialmente los padres y, en general los adultos deben comprender que los niños aprenden por imitación y no solo “graban” los comportamientos de los mayores sino que tratan de actuar como ellos. Una persona honesta debe tener comportamientos sanos pero debe preocuparse aún más por ponerlos en práctica delante los menores para que éstos tengan un espejo en el cual mirarse y, de esta manera trazarse una ruta de acción acorde con la moral y las sanas costumbres.
2. La familia debe tener una total coherencia entre el discurso plagado de buenos consejos y prohibiciones y sus comportamientos prácticos en la vida cotidiana. De nada sirve el decir y el hacer. Una falta de congruencia en este plano solo conducirá a la confusión que los pequeños resolverán de manera sencilla y práctica al atender lo que sus padres HACEN en lugar de poner en práctica lo que los padres DICEN.
3. Es importante re asumir la responsabilidad que se tiene ante la sociedad y Dios en el sentido de ser los responsables de la crianza, la cual es absolutamente indelegable. Por circunstancias de la vida moderna ambos padres han acudido al sector productivo a ofrecer su fuerza de trabajo y la labor de acompañamiento de los niños ha sido delegada a un familiar o a la misma empleada doméstica, quien es la que pasa mayor tiempo al lado de los menores y la que en últimas transmite su escala de valores con el agravante de que no tiene, -ni tiene por qué tener-, unas pretensiones pedagógicas y metodológicas que le permita formar mejores ciudadanos y ciudadanas.
Es preciso que responda a una acción planificada desde el Estado y en la cual debe lograrse el compromiso de, por lo menos tres actores fundamentales: la familia con su dedicación formativa desde las etapas tempranas de la infancia; la escuela con su metodología y didáctica orientada a hacer énfasis en el desarrollo de sus estudiantes como seres humanos y el individuo mismo como responsable principal de su propia educación.
¿En qué ha fallado hasta ahora la familia?
La familia ha fallado en varios aspectos esenciales relacionados con su sagrada responsabilidad de ser la primera escuela y la primera fuente de conocimiento para quienes creces en su seno y tienen en ella a sus primeros maestros, su primera educación y la primera luz que alumbrará los caminos que han de transitar durante toda su vida. Como educadora la familia tendrá que revisar su comportamiento y mejorarlo. He aquí algunas áreas en que deberá hacerlo:
1. Los miembros de la familia y, especialmente los padres y, en general los adultos deben comprender que los niños aprenden por imitación y no solo “graban” los comportamientos de los mayores sino que tratan de actuar como ellos. Una persona honesta debe tener comportamientos sanos pero debe preocuparse aún más por ponerlos en práctica delante los menores para que éstos tengan un espejo en el cual mirarse y, de esta manera trazarse una ruta de acción acorde con la moral y las sanas costumbres.
2. La familia debe tener una total coherencia entre el discurso plagado de buenos consejos y prohibiciones y sus comportamientos prácticos en la vida cotidiana. De nada sirve el decir y el hacer. Una falta de congruencia en este plano solo conducirá a la confusión que los pequeños resolverán de manera sencilla y práctica al atender lo que sus padres HACEN en lugar de poner en práctica lo que los padres DICEN.
3. Es importante re asumir la responsabilidad que se tiene ante la sociedad y Dios en el sentido de ser los responsables de la crianza, la cual es absolutamente indelegable. Por circunstancias de la vida moderna ambos padres han acudido al sector productivo a ofrecer su fuerza de trabajo y la labor de acompañamiento de los niños ha sido delegada a un familiar o a la misma empleada doméstica, quien es la que pasa mayor tiempo al lado de los menores y la que en últimas transmite su escala de valores con el agravante de que no tiene, -ni tiene por qué tener-, unas pretensiones pedagógicas y metodológicas que le permita formar mejores ciudadanos y ciudadanas.
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