Por: Amylkar D. Acosta M
Un ejemplo patético de cuanto se puede avanzar en el uso de las energías alternativas, al tiempo que se hace un uso racional y eficiente de las mismas es el cambio de las bombillas incandescentes por las fluorescentes. El uso de las primeras constituyen un derroche de energía, pues sólo el 10% que consume sirve para dar luz, el 90% restante sólo produce calor, el cual no se aprovecha pero hay que pagar en la factura del servicio porque mueve la aguja del contador.
Si bien la inversión inicial es más costosa, puesto que todavía las bombillas o focos, como se les llama coloquialmente, son más caros que las convencionales, duran más sin quemarse y de contera consumen sólo un cuarto de la energía con respecto a estas últimas, con lo cual el ahorro en el consumo de electricidad la compensa con creces.
Reemplazar, entonces, los calabacitos alumbradores de compae Menejo por las bombillas de alta eficiencia que ya están en el mercado constituye un alivio para el bolsillo del usuario del servicio de electricidad. En lugar del filamento de carbono utilizado en los primeros, se pasó a usar vapor de mercurio en las segundas.
Por lo visto las bombillas de luz incandescente que inventó hace 130 años Thomas Alva Edison, considerado por la revista Life como el segundo invento más útil del siglo XIX, después de la máquina a vapor, cumplieron su ciclo y están condenadas a desaparecer, por lo que tienen sus días contados.
En los 27 países de la Unión Europea (UE) se empezó a aplicar desde el mes de septiembre la normativa aprobada el año anterior, la cual prohíbe la fabricación y comercialización en su territorio de bombillas de luz incandescentes, empezando por las de 100 vatios y terminando con las de 40 y 25 vatios en 2012.
En la China, desde abril del año pasado se acometió un ambicioso plan de reemplazo masivo de las mismas y con tal fin está implementando un programa de subsidio del 50% de su precio a los consumidores para inducir el cambio. En América Latina Cuba tomó la delantera, secundada por Venezuela; en el primer caso empezó a ejecutarse el programa de sustitución desde 2006 y ya prácticamente se erradicó su uso; entre tanto, en Venezuela el 85% de los hogares ya han hecho lo propio y su costo ha sido asumido íntegramente por el Estado.
COLOMBIA NO SE QUEDA ATRÁS
Colombia no se ha quedado atrás y luego que se expidiera la Ley del uso racional de energía (URE) , declarado como un asunto de interés social, público y de conveniencia nacional, este fue uno de sus primeros pasos.
En efecto, a través de la Resolución No. 180606 de abril de 2008 se obligó a que en todas las instalaciones en donde funcionen despachos públicos a sustituir la iluminación con luz incandescente. Posteriormente, mediante el Decreto 3450 del 12 de septiembre de 2008 se dispuso que “a partir del 1º de enero de 2011, no se permitirá la importación, comercialización y utilización de fuentes de baja eficacia lumínica”.
Este programa comporta indudables beneficios de orden económico social y ambiental de la mayor importancia. Basta con señalar, a guisa de ejemplo, que si cada uno de los 8 millones de hogares colombianos, los cuales consumen el 39.6% de la energía, de la cual el 22.6% corresponde a iluminación, se pasara a las bombillas fluorescentes economizadoras, el ahorro sería del orden de los $950.000 millones.
Ello es tanto como dejar de quemar cerca de 47.000 toneladas de carbón diariamente en una central termoeléctrica de 163 MW de potencia instalada. Es más, si Colombia se la jugara a fondo por esta apuesta podría contar por esta vía con el equivalente a 1.000 MW de potencia instalada de generación de energía, es decir, un Guavio. Según el Ministro de Minas y Energía, Hernán Martínez, “Colombia podría ahorrar 1.573 gigavatios/hora/año, el 3.7% de la demanda total, si el 25% de los hogares se pasan a las bombillas fluorescentes… y se logra un ahorro de energía del 2% en el sector oficial y 4% en el industrial” . Esto sería fenomenal.
Por ello, es muy conveniente que el gobierno apriete el paso para agilizar la plena ejecución de este programa, el cual puede evitarle al país muchos dolores de cabeza, sobre todo de cara a la recurrencia del fenómeno del niño. A partir de diciembre de 2010, entonces las bombillas a las que estábamos acostumbrados pasarán a formar parte de los trebejos inútiles y sólo servirán para ser recicladas.
Quito, octubre 2 de 2009
www.amylkaracosta.net