Por: Amylkar D. Acosta M
Unas declaraciones del Ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, Juan Camilo Restrepo, levantaron una polvareda al afirmar que el Proyecto de la Represa del Ranchería es un “elefante blanco a medias”, esto es medio elefante blanco. Hasta cierto punto él tiene la razón, pues este es un proyecto que contempla dos fases y hasta ahora sólo se ha concluido una de ellas, la construcción de la presa, además de las redes de conducción a los dos distritos de riego, el de San Juan del Cesar y el de Ranchería y sus obras complementarias. Mientras no se concluya la segunda fase, dicho proyecto no cumplirá su cometido, que comprende las redes de distribución que lleve el agua hasta los predios a irrigar, efectivamente lo que tendremos allí es una especie de elefante blanco.
En la primera fase se invirtieron $650.208, de los cuales aportó el Departamento de La guajira con cargo a sus regalías directas la suma de $69.733 millones. Según la Contraloría General de la República, en este proyecto como en casi todos los que se contrataron en la administración anterior se presentaron sobrecostos, atribuibles en gran parte a la forma atolondrada como se licitaban y adjudicaban los contratos de obras sin estudios previos y sin diseños.
Según el Ministro Restrepo, este es “un buen caso de mala asignación de recursos fiscales” porque, según él, esta obra terminará costando $1.2 billones y dado que las tierras que serán objeto de riego tienen una extensión de 18.536 hectáreas, el costo del riego por hectárea saldría a $50 millones, diez veces el costo promedio en el país. No obstante, para llegar a esta escandalosa cifra, el Ministro parte de la base de cargarle al riego tanto el valor de la inversión de la primera fase como la que resta, cuando, la verdad sea dicha, lo ya construido debe considerarse un bien público con el que la Nación apenas empieza a redimir una vieja deuda social que tiene con este Departamento. Por lo tanto, dicha inversión debe considerarse como un costo hundido que no se puede trasladar a la tarifa por el uso del agua, si se quiere que este proyecto sea viable y sostenible en el tiempo. Así lo hizo la Nación con ese otro elefante blanco que fue el Metro de Medellín, asumiendo los sobrecostos y respaldando su deuda.
No se puede perder de vista que este no es un proyecto encaminado únicamente a la irrigación de las sedientas tierras del Sur de La guajira, se trata de un proyecto multipropósito que, además de beneficiar 1.029 predios de los cuales 870 tienen menos de 30 hectáreas, 9 de los 15 municipios del Departamento surtirán sus acueductos con parte de los 198 millones de metros cúbicos, que es la máxima capacidad de la presa. Adicionalmente, esta cumple una función reguladora, la cual, dicho sea de paso, impidió que varios municipios se anegaran a raíz del crudo invierno pasado; la presa que se esperaba llenar en 3 años se colmó en sólo 5 meses; de otro modo, ese volumen de agua allí represada habría hecho estragos aguas abajo. Como si lo anterior fuera poco, la caída del agua en la presa servirá para instalar allí una Microcentral de generación con una capacidad instalada de 7 MW de potencia, energía limpia, renovable y de bajo costo que beneficiará toda el área de influencia de la misma. Son todos estos beneficios económicos y sociales tangibles y concretos que no están en las cuentas del Ministro.
Estoy de acuerdo con el Ministro cuando, al referirse al impacto de este megaproyecto, sostuvo que esta “es una ocasión magnífica para establecer una plataforma de producción agrícola de alto valor agregado…hay que formular ese plan agrícola con mucho cuidado…los cultivos tradicionales sin valor agregado no serán eficientes dado el costo del proyecto”. De allí la importancia del acompañamiento del Gobierno Nacional una vez que la obra se concluya y entre en operación, para lo cual se requiere que asuma no menos del 70% del costo de las obras extraprediales indispensables, en lugar de utilizar a La guajira de conejillo de indias concesionando su conclusión y operación con agentes privados.
El 30% adicional se puede financiar con recursos del recién creado Fondo de Desarrollo Regional del Sistema General de Regalías. Desde luego, los costos inherentes a las obras intraprediales les corresponde a los propios usuarios de los distritos, los cuales por lo demás deberán contar para tal efecto con el apoyo financiero de programas tales como ICR, AIS, entre otros, así como el apoyo institucional por parte de entidades como Corpoica, el Incoder y Colciencias. La clave del éxito de este ambicioso proyecto está en el acceso a los avances de la biotecnología, a ello le deben apostar unos y otros.
Tal como están las cosas, a estas alturas el peor escenario es no terminar la obra y dejarla a medio palo, como se dice coloquialmente; el Ministro lo sabe, por eso se ha comprometido ante el país a llevarla a feliz término, porque de lo contrario allí habría lugar incluso para que la Contraloría General iniciara de oficio un juicio de responsabilidad fiscal por detrimento del patrimonio público. Este redentor proyecto para La guajira no puede quedar como otros tantos en este país que hacen parte de la sinfonía de obras inconclusas para escarnio de la Nación. Manos a la obra!
Bogotá, julio 16 de 2011
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