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lunes, 9 de noviembre de 2009

Carlos Peralta penso: Sindesena le rinde homenaje





Vamos a describir a Carlos Peralta Penzo con una frase bien diciente, con el fin de que quienes no lo conocieron se hagan una idea de quién era: durante más de diez años fue el más querido instructor del Servicio Nacional de Aprendizaje en el Sur del departamento de La Guajira.

Ese título, tácitamente concedido por sus compañeros de trabajo y estudiantes, se lo ganó a base de trabajo duro, de su carisma, de su capacidad para resolver problemas y una gran disposición para ayudar a otros a resolver sus problemas.

Nació el 26 de junio de 1.953 en Barranquilla, ciudad en donde se encontraban residenciados por esa época sus padres Manuel Julián Penzo Sierra y Carmen Mercedes Peralta. Sin embargo, cuando apenas tenía cuatro años de edad la familia se traslada a Fonseca, suelo que sería en adelante la tierra de sus amores. Cursó los estudios primarios en la Escuela Anexa a la Normal en donde aprendió las primeras letras y bebió sus primeros sorbos en el amplio mundo del conocimiento.

En 1.971 ingresó al Instituto Agrícola de Fonseca, en donde cursó hasta el cuarto de bachillerato. De allí pasó al Instituto Agrícola de Paipa en donde comenzó a enamorarse del campo y la ganadería, actividades en las cuales se iba a desempeñar por el resto de su vida.

Un poco después ingresa a la Escuela normal Nuestra Señora de la Sabiduría, en donde, un 28 de diciembre de 1.987 obtiene el título de bachiller pedagógico.

El 18 de marzo de 1.979 contrae matrimonio con Maritza María Romero Reina, una compañera en quien siembra la semilla de la vida para tener a sus cuatro queridos hijos: Carlos Alberto, Carmen Beatriz, Karla Karina y Jesús Jorge Peralta Romero. Maritza y sus retoños se convierten en el centro de su vida, la motivación para superarse, para esforzarse y trabajar cada día en el propósito de construir una mejor sociedad y de darle a los suyos el bienestar que él mismo había recibido de sus padres.

El 1 de agosto de 1.979 se vincula como profesor al Instituto Agrícola de Tomarrazón, un corregimiento en el que se dedica con pasión a formar a las nuevas generaciones de ganaderos y agricultores. En ellos inculca el amor al campo y también los conocimientos necesarios para que las fincas sean verdaderamente productivas. Allí inicia varias de las más sólidas amistades y se convierte en uno de los personajes más populares del pueblo.

El 25 de octubre de 1.991 sus pasos de buen caminante lo llevan a las puertas del SENA entidad que lo acoge en el cuadro de sus instructores el 25 de octubre del año 2.001. El SENA sería su casa por los próximos 10 años. Allí haría historia y se consagraría como un forjador de nuevas generaciones de ganaderos en todos los municipios del sur de La Guajira.

Sus estudiantes lo recuerdan como alguien que les enseñó el valor del trabajo bien hecho y las múltiples posibilidades de sacarle provecho a una actividad generosa y productiva en la medida en que quien se dedique a le lo haga con disciplina y dedicación.

En el SENA se destacó también por su capacidad de liderazgo, su alegría y su poder para cohesionar a los distintos actores de la comunidad educativa. Pedro Elías Pérez, quien fuera su jefe inmediato durante más de cuatro años lo recuerda como una persona altamente comprometida no solo con su labor sino con el desarrollo económico y social de la región.

El 1º. De noviembre del año 2.002, la violencia que por años se ha enquistado en el país le pasa factura a Carlos y da por terminada su vida en un oscuro episodio que mancha la historia de Fonseca y de La Guajira.

Su tierra y amigos lo lloraron y lo siguen extrañando como el hombre que le puso su sello de liderazgo, armonía y energía a todo lo que hizo. Por eso hoy le rendimos este homenaje a quien se constituyó en un verdadero campeón en el arte de ser feliz y hacer felices a los demás.

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