Resumen del capítulo anterior: Un cartero sudoroso llega al barrio y , después de sobrevivir al ataque de los perros, pregunta por José Luis Palmar. Trae un misterioso sobre que ha llegado para él desde un lugar en el extranjero.
Tercer capítulo: estudios por correspondencia y en el aula
El propio muchacho abrió la puerta y su cara cambió de aspecto enseguida. Dio las gracias al cartero y corrió a su habitación. Acto seguido abrió cuidadosamente la envoltura y la dejó a un lado mientras revisaba los papeles que esta contenía.
En el sobre podía
leerse el nombre del remitente en letras cuidadosamente impresas por una tipografía:
NATIONAL SCHOOL
La National School era una corporación con sede en Los Ángeles, Estados Unidos, dedicada a ofrecer enseñanza por correspondencia. Vale anotar que estas instituciones fueron muy populares en los siglos XIX y XX.
Su modo de
operación consistía en atraer a los estudiantes a través de llamativos anuncios en los
periódicos y revistas para que estudiaran artes y oficios sin necesidad de
salir de su hogar.
Una vez que la persona se inscribía y pagaba el valor de la matrícula, le enviaban el material impreso a su propia casa para que estudiara las lecciones y remitiera los trabajos asignados por los profesores. Docentes y estudiantes sólo interactuaban a través del correo convencional.
Aviso en un periódico para promover los cursos de la National School
Una vez aprobados los exámenes el curso
terminaba con la entrega de un vistoso diploma que acreditaba a su titular para
ejercer profesiones como locutor, sastre, modista, contabilista, técnico en
electrónica, radiotécnico, avicultor, apicultor entre otros oficios.
La modalidad benefició a centenares de
ciudadanos residentes en regiones apartadas del continente en donde los jóvenes
carecían de posibilidades de acceso a escuelas técnicas y mucho menos a las
universidades.
Promoción del curso de dibujo de una de las escuelas por correspondencia
Uno de esos muchachos se llamaba José Luis
Palmar, vivía en el sector del cementerio de Riohacha y había decidido estudiar
la carrera de dibujo. Esa tarde estaba
feliz porque había recibido el sobre con sus primeras lecciones y se dispuso a
estudiarlas de una buena vez. Se sumergió en la lectura de sus materiales,
buscó papel en blanco y bosquejó sus primeros trazos con base en lo que le
recomendaban sus anónimos y lejanos maestros.Un sobre como éste fue el que recibió José Luis
Hoy, en la plenitud de su ejercicio como
artista lo consultamos sobre la utilidad de sus estudios por correspondencia y
esto es lo que responde:
-
“Aprendí mucho sobre perspectiva
y dibujo del cuerpo humano, cómo lograr la simetría entre las extremidades y la
cabeza, de acuerdo con los cánones fijados por los grandes artistas del
Renacimiento”
Algo que también agradece a la National
School y al profesor de dibujo de la Divina Pastora Jaime Maya fue el haberlo
introducido en el conocimiento de la perspectiva:
- “Aprendí que la perspectiva me permitía
representar objetos de tres dimensiones en un papel que apenas tiene dos
dimensiones, de ésta manera de imprime apariencia real a los objetos dibujados
respecto a su anchura, largo y altura y ayuda a producir la ilusión de
profundidad, de alejamiento. Por igual también comprendí los conceptos
importantes de la perspectiva, como el punto de fuga, punto de vista y plano de
proyección”
Los anteriores conceptos pueden resultar
aburridos e ininteligibles para los legos en la materia, pero son de gran
utilidad para los artistas, sobre todos quienes se dedican al dibujo, la
pintura y la fotografía.
¿Ha
visto usted un cuadro en el que una casa se ve grande y otra, más lejos, se ve
pequeña? ¿Ha visto en un cuadro una
persona más cerca de usted y otra un poco más alejada? Dichos efectos se logran con el uso de la
perspectiva a la que se refiere José Luis.
Las clases recibidas por correspondencia le servían para destacarse en la Divina Pastora como uno de los alumnos sobresalientes en la clase de dibujo.
Modelo del diploma que entregaba la National School a sus graduados
Su talento era reconocido por el maestro, quien en la sala de profesores mostraba con orgullo a sus colegas los cuadros de su discípulo. “Miren cómo pinta de bien el pelao de Puerto López, va a ser uno de los grandes entre los grandes”, se ufanaba Maya al compartir los ejercicios de José Luis.
El pintor no se enteraba de las veces que lo mencionaba el profe Maya en los pasillos y salones del colegio. En cierto sentido sus lápices y su pincel ya lo habían dado a conocer entre la multitud de estudiantes que tenían inclinaciones artísticas.
Él repartía su tiempo entre los partidos de fútbol en la Cancha del Cementerio, los viajes a Puerto López, Puerto Estrella Castilletes y Maicao y sus estudios en la Divina Pastora y la National School.
Andaba embebido en captar las sombras del cardenal guajiro, del árbol, del reflejo, de la luna y hasta del pensamiento.
En su
cabeza se hospedaba la cosecha de sal cerca del mar undívago, a veces alegre
con olas perfumadas por el viento, a veces aletargado por el calor, a veces
somnoliento como un cansado caminante.
Un día el coordinador de disciplina le
informó que lo necesitaba de manera urgente en su despacho esa misma tarde,
después de las clases. El nerviosismo se apoderó de él, no tanto por la cita,
sino por la persona que le hacía del llamado.
Era una persona muy correcta, pero…tenía ansiedad. ¿Qué error habría cometido sin darse cuenta?
CONTINUARÁ