Por: Alejandro Rutto Martínez
Dios nos ha estado preparando desde hace mucho tiempo para tantas cosas y creo que algunas de ellas las hemos adelantado y en otras nos encopntramos ocupados en este preciso momento pero no cabe duda de que lo mejor está por venir, de que los compromisos más importantes están en el futuro y por eso no podemos detenernos: hay tanto por hacer y tan poco tiempo para realizarlo que lo mejor es ponernos manos a la obra sin pérdida de tiempo.
Dios nos prepara de manera continua y con un propósito claramente definido: que seamos obreros dignos de Él en los planes que ha trazado para la humanidad. Veamos como trata dios con sus hijos fieles, a quienes ha matriculado en la más efectiva Escuela de Liderazgo que se conozca.
En primer lugar es bueno entender que la escuela no nos exigió cumplir con requisitos de admisión por una razón sencilla: estamos llamados a pertenecer a ella desde antes de nuestro nacimiento, tal como nos lo ha revelado el profeta Isaías, en el capítulo 49 verso 1 de su libro: “Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre.”. Por si quedare alguna duda, el apóstol Pablo nos hace la confirmación de este llamado en el libro de Efesios , capítulo 1, versículo 4: “por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor”.
En segundo lugar Dios ha obrado en nuestras vidas poniendo palabras de alegría en nuestros labios y éstas nos permiten hablar con palabras positivas en nuestras relaciones con las demás personas, llevados por la alegría, uno de los primeros frutos del espíritu Santo, contenidas en el libro de gálatas, capítulo 5, versículo 22.
En tercer lugar Dios ha estado trabajando en nosotros como un alfarero: nos ha moldeado desde el barro crudo, nos ha tenido en sus manos, nos ha preparado al calor del fuego de su taller y finalmente nos ha dejado listos, en condiciones de asumir la responsabilidad de trabajar con entuasiasmo como obreros de su campaña para brindarle la salvación a todas las almas.
Como si todo lo anterior fuera poco Dios se ha encargado de ir forjando nuestro carácter, el cual se puede comparar como la punta de una flecha de madera fuerte, áspera, plagada de nudos y torcida, similar a nuestra condición humana antes de ser rescatados por Jesucristo.
En las manos del Señor el madero quedó recto y liso, listo para ser utilizado luego de que se le añadieran las cualidades de una personalidad respetuosa de lo que se pretende de los buenos líderes según el primer capítulo del libro de Tito: “no debe ser arrogante, ni colérico, ni borracho, ni amigo de peleas ni de negocios sucios; al contrario, debe ser hospitalario, amigo del bien, prudente, justo, religioso, con dominio de sí mismo, guardador fiel de la doctrina que se le enseñó, para que sea capaz de animar a otros y de refutar a los que contradicen.”
Estamos casi listos para ejercer el liderazgo y de hecho Dios está esperando que no nos quedemos a la vera del camino. Solo es necesario tener un poco de paciencia para soportar las pruebas que se van a presentar antes de que comencemos y también duramnte el ministerio. Pero Dios estará cerca de nosotros para darnos su voz de aliento en todo momento. Y cuando vea que estamos a punto de desfallecer nos repetirá en voz alta las palabras del libro de Josué: “Yo te lo mando. Sé fuerte y ten ánimo. No temas ni te asustes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas".
Dios nos prepara de manera continua y con un propósito claramente definido: que seamos obreros dignos de Él en los planes que ha trazado para la humanidad. Veamos como trata dios con sus hijos fieles, a quienes ha matriculado en la más efectiva Escuela de Liderazgo que se conozca.
En primer lugar es bueno entender que la escuela no nos exigió cumplir con requisitos de admisión por una razón sencilla: estamos llamados a pertenecer a ella desde antes de nuestro nacimiento, tal como nos lo ha revelado el profeta Isaías, en el capítulo 49 verso 1 de su libro: “Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre.”. Por si quedare alguna duda, el apóstol Pablo nos hace la confirmación de este llamado en el libro de Efesios , capítulo 1, versículo 4: “por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor”.
En segundo lugar Dios ha obrado en nuestras vidas poniendo palabras de alegría en nuestros labios y éstas nos permiten hablar con palabras positivas en nuestras relaciones con las demás personas, llevados por la alegría, uno de los primeros frutos del espíritu Santo, contenidas en el libro de gálatas, capítulo 5, versículo 22.
En tercer lugar Dios ha estado trabajando en nosotros como un alfarero: nos ha moldeado desde el barro crudo, nos ha tenido en sus manos, nos ha preparado al calor del fuego de su taller y finalmente nos ha dejado listos, en condiciones de asumir la responsabilidad de trabajar con entuasiasmo como obreros de su campaña para brindarle la salvación a todas las almas.
Como si todo lo anterior fuera poco Dios se ha encargado de ir forjando nuestro carácter, el cual se puede comparar como la punta de una flecha de madera fuerte, áspera, plagada de nudos y torcida, similar a nuestra condición humana antes de ser rescatados por Jesucristo.
En las manos del Señor el madero quedó recto y liso, listo para ser utilizado luego de que se le añadieran las cualidades de una personalidad respetuosa de lo que se pretende de los buenos líderes según el primer capítulo del libro de Tito: “no debe ser arrogante, ni colérico, ni borracho, ni amigo de peleas ni de negocios sucios; al contrario, debe ser hospitalario, amigo del bien, prudente, justo, religioso, con dominio de sí mismo, guardador fiel de la doctrina que se le enseñó, para que sea capaz de animar a otros y de refutar a los que contradicen.”
Estamos casi listos para ejercer el liderazgo y de hecho Dios está esperando que no nos quedemos a la vera del camino. Solo es necesario tener un poco de paciencia para soportar las pruebas que se van a presentar antes de que comencemos y también duramnte el ministerio. Pero Dios estará cerca de nosotros para darnos su voz de aliento en todo momento. Y cuando vea que estamos a punto de desfallecer nos repetirá en voz alta las palabras del libro de Josué: “Yo te lo mando. Sé fuerte y ten ánimo. No temas ni te asustes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas".