Por: Elbert Romero Barrios
Sin lugar a dudas, los espacios televisivos son una herramienta preponderante al momento de llegar a los clientes potenciales y hacerlos seguidores asiduos y por que no, adictos a un bien o servicio que se pretenda difundir, comercializar y posicionar en el mercado.
Sin lugar a dudas, los espacios televisivos son una herramienta preponderante al momento de llegar a los clientes potenciales y hacerlos seguidores asiduos y por que no, adictos a un bien o servicio que se pretenda difundir, comercializar y posicionar en el mercado.
Teniendo como base este referente mediático, los estrategas políticos analizan con detenimiento cada momento, cada frase, cada gesto por parte de los encargados de hacer llegar los mensajes al consumidor final y la obtención del objetivo propuesto: La venta de un programa, la consolidación del candidato.
Concluido el proceso electoral del día domingo 31 de mayo y conocidos los resultados electorales, un gran número de colombianos estuvimos al frente de la pantalla chica muy pendientes al pronunciamiento de los aspirantes que pasarían a la segunda ronda, donde darían lectura al proceso que acababa de concluir.
Escuchaba con atención junto a familiares y amigos la disertación del candidato del partido verde, Doctor Antanas Mockus. Muy atento también escuchaba las percepciones de mis compañeros de salón y los múltiples interrogantes luego de cada frase pronunciada por el matemático y de cada arenga grisácea acompañada con rostro sombrío.
Si el tiempo en televisión es valiosísimo, no alcanzamos a comprender como un momento tan importante fue desaprovechado por el ex alcalde, al darle un matiz marcado de ritualidad disonante con la proclama de cánticos callejeros de sindicalistas bisoños.
Sigo sin entender cuando manifestó en uno de los coros:
¡Yo vine por que quise…, a mi no me pagaron! (Bis).
Sería que a los electores de las demás campañas si les pagaron y acudieron obligados?
Otras de las consignas fueron: ¡Este es un parcial… vamos al final! (Bis).
¡No todo se vale! (Bis).
¡Tu vida es sagrada! (Bis).
¡Con lápiz y Constitución y no con sangre! (Bis).
Nuevamente me pregunto, que razón tendría repetir los estribillos cuando pudo haber pronunciado un discurso sólido, motivador y categórico que reafirmara el compromiso de quienes le siguieron y a su vez fuese un gancho para los sufragantes de otras campañas y un guiño contundente y seductor para el basto número que se cobija en las toldas de la abstención.
Las empresas encuestadoras dudo haberse equivocado en los guarismos. Hubo buena aceptación por la propuesta verde, pero muy mal sustentada por su protagonista, dado el código mal utilizado con una especie de ecuaciones diferenciales con múltiples variables que el ciudadano del común no logra despejar y lógicamente, lo que no se entiende de plano se rechaza y sumado a esto, las discutidas reversadas que ojalá no sean producto o consecuencias del mal de Alzheimer.
Como dijera Rosser Reeves: “Pienso que un hombre frente a una urna electoral duda entre dos candidatos como si estuviera en una farmacia entre dos tubos dentífricos tratando de elegir cuál compra, la marca que haya penetrado más en su cerebro será la que elija en ese momento”
.
De no cambiar las estrategias, la ola verde solo será una piscina de aguas mansas y la voz desafinada de los tenores quedará relegada para animar a los chiquillos de las simpáticas escuelitas que dirigen las tantas doñas Rita en jardines de barrio.
Concluido el proceso electoral del día domingo 31 de mayo y conocidos los resultados electorales, un gran número de colombianos estuvimos al frente de la pantalla chica muy pendientes al pronunciamiento de los aspirantes que pasarían a la segunda ronda, donde darían lectura al proceso que acababa de concluir.
Escuchaba con atención junto a familiares y amigos la disertación del candidato del partido verde, Doctor Antanas Mockus. Muy atento también escuchaba las percepciones de mis compañeros de salón y los múltiples interrogantes luego de cada frase pronunciada por el matemático y de cada arenga grisácea acompañada con rostro sombrío.
Si el tiempo en televisión es valiosísimo, no alcanzamos a comprender como un momento tan importante fue desaprovechado por el ex alcalde, al darle un matiz marcado de ritualidad disonante con la proclama de cánticos callejeros de sindicalistas bisoños.
Sigo sin entender cuando manifestó en uno de los coros:
¡Yo vine por que quise…, a mi no me pagaron! (Bis).
Sería que a los electores de las demás campañas si les pagaron y acudieron obligados?
Otras de las consignas fueron: ¡Este es un parcial… vamos al final! (Bis).
¡No todo se vale! (Bis).
¡Tu vida es sagrada! (Bis).
¡Con lápiz y Constitución y no con sangre! (Bis).
Nuevamente me pregunto, que razón tendría repetir los estribillos cuando pudo haber pronunciado un discurso sólido, motivador y categórico que reafirmara el compromiso de quienes le siguieron y a su vez fuese un gancho para los sufragantes de otras campañas y un guiño contundente y seductor para el basto número que se cobija en las toldas de la abstención.
Las empresas encuestadoras dudo haberse equivocado en los guarismos. Hubo buena aceptación por la propuesta verde, pero muy mal sustentada por su protagonista, dado el código mal utilizado con una especie de ecuaciones diferenciales con múltiples variables que el ciudadano del común no logra despejar y lógicamente, lo que no se entiende de plano se rechaza y sumado a esto, las discutidas reversadas que ojalá no sean producto o consecuencias del mal de Alzheimer.
Como dijera Rosser Reeves: “Pienso que un hombre frente a una urna electoral duda entre dos candidatos como si estuviera en una farmacia entre dos tubos dentífricos tratando de elegir cuál compra, la marca que haya penetrado más en su cerebro será la que elija en ese momento”
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De no cambiar las estrategias, la ola verde solo será una piscina de aguas mansas y la voz desafinada de los tenores quedará relegada para animar a los chiquillos de las simpáticas escuelitas que dirigen las tantas doñas Rita en jardines de barrio.