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jueves, 30 de abril de 2009

La vida sin valor, la muerte con precio.

"Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona"
Declaración universal de los Derechos Humanos. Artículo tercero.

Por: Martín López González*

Se ha llegado al extremo de justificar la barbarie, condenando no al homicida, sino a las propias víctimas de asesinatos despiadados e implacables, haciéndolas culpables y merecedoras de su propia muerte. Muchos coterráneos señalan que el o la ultimada, bien se lo merecía, pues quizás qué había hecho; sin cuestionar al delincuente.

Éste pasa a ser un pobre "gatillero" rebuscador, que por la módica suma de $200.000, pagaderos en cómodas cuotas, elimina al primero que se le ordene, y rebaja el costo del segundo encargo...

En una ocasión alguien se preguntaba maliciosamente, qué cosa horrible había hecho una joven mujer, que fue prácticamente tasajeada con arma blanca para merecer esa muerte tan horrenda, sin cuestionar al asesino sanguinario.

De esta forma se censura a la víctima y se le declara culpable y merecedora de ese terminal castigo y no al victimario. De paso se justifica la pena de muerte, en este caso no de una providencia judicial, sino de la voluntad de alguien que tomó la extrema y ya muy normal y popular decisión.

No es importante el criminal agresor, cualquier joven de 20 ó 21 años, en la mayoría de los casos venido de otras tierras, viaticando para cumplir la nefasta y ejemplarizante misión.

Mucho menos lo es, el autor intelectual. Se escuchan los rumores de las futuras víctimas, como quien comenta los pronósticos de un partido de fútbol. Incluso, algunos llegan a la premonición morbosa de la cantidad de tiros y del tipo de armas que se usarían en el eventual atentado.

Se asemejan las acciones del cuchicheo con detalles de las típicas películas violentas de Al Pacino y Robert De Niro, donde el guionista hace que se simpatice con el delincuente.

Es tanto el nivel de aceptación de esta serie de cosas, que se llega a consentir y justificar las amenazas de limpieza social, pues las "lacras" amenazadas, drogadictos, sidosos, ladronzuelos, prostitutas entre otros, representan un grave peligro, según ellos, para la sociedad.

Ésta lógica demencial creada por el entorno inquisidor de que si alguien es drogadicto cometerá un crimen, o si es prostituta es perversa, o si tiene sida contagiará; a ellos pena de muerte por la sola sospecha de ser culpable. Las manzanas podridas terminan dañando al resto del canasto, es la reflexión. Esta conducta aberrante olvida el valor de la vida (precepto del Estado Social de Derecho) como el máximo supremo, donde comienzan los otros.

Es un país de muerte fácil, democrática, con precio; o lo que es equivalente, de vida sin valor. Los que matan, en su mayoría lo hacen por que se mueren de hambre o por desesperación. Lo hacen con saña, perversión y descaro como valor agregado para aumentar el número de contratos, ante los patrones invisibles que evalúan sus destrezas y los promocionan.

Los inician con los casos fáciles de los "desechables" de la limpieza social, pasando por la maestría del desempeño superior del magnicidio nacional, hasta el doctorado macabro en el exterior. ¡Toda una escalera perversa profesional del sicariato!

Un gran porcentaje de colombianos y particularmente de guajiros, se han vuelto insensibles ante el asesinato. Las imágenes de cientos de muertos que se muestran o mencionan en los medios de comunicación contribuyen con esta patología social.

Estos mensajes penetran bruscamente en la estructura mental de las personas, especialmente de los niños en una explosión incesante que modifica la visión del mundo, reconstruyendo las percepciones, las opiniones y los sentimientos.

Esas arremetidas mediáticas alienantes, transforman la conciencia hasta hacerla contradictoria a lo que normalmente debería esperarse. Se manipula el verdadero sentir. Se repite una y otra vez un suceso sin mayor importancia, hasta hacer llorar a la audiencia. La vuelven insensible ante otras que casi ni se mencionan de magnitudes horrorosamente desproporcionadas.

Algunas veces, los macabros relatos, no pasan de ser simples comentarios a las horas de mayores audiencias, sin mayor repudio dependiendo de los autores. Locuras criminalmente monstruosas propias de mentes enfermas, que deben ser condenadas en forma rotunda todas las veces, con igual o mayor contundencia que el secuestro y demás violaciones de los Derechos Humanos.

Lo más terrible y preocupante es que muchos ciudadanos aceptan como concepto definitivo: si matan a alguien…… lo hicieron con razón porque, andaba metido en algo malo. Con este acto de fe pública, se justifica el asesinato colectivo y de esa forma nos jodemos todos.

*Psicólogo Social, Universidad Nacional Abierta y a Distancia

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