Mi compadre Falvino Rincones Martínez, es uno de los amigos importantes en mi vida, con él he gozado muchos gratos y felices momentos y algunos no tanto, pero, que hacen parte del trasegar terrígeno y como tales, le dan forma a nuestra amistad y al diario personal.
Ya completada la segunda etapa formativa, él como pedagogo de la Escuela Normal Superior de Barranquilla y yo bachiller del Colegio Departamental Efe Gómez de Fredonia, Antioquia.
De mi promoción en el bachillerato, fui el único que se presentó en la Universidad Nacional sede Medellín y, pasé; comencé mi carrera de Ingeniería Agronómica, en la Universidad Nacional sede de Medellín, pero las huelgas de principios de la década del 70, no me permitieron continuar. Así que, regresé a mi pueblo Fonseca, mientras alimentaba la esperanza de seguir mis estudios profesionales. Mi compadre, trabajaba en Uribia, como maestro en la Normal de señoritas y en esos días de febrero de 1973, había comprado una camioneta Ranger XL último modelo, automática color blanco, placa venezolana.
Llegó a Fonseca “encamionetado” y me mando a buscar. Yo no sabía nada del carro, cuando llegué a la casa encontré un ambiente festivo y de mucha alegría y estaban tomando cervezas, los famosos botellones de Águila, de esos tiempos.
Macha, la mamá de Falvino, una señora bonachona y querida en la región, cuando la saludé me dijo: tienes que felicitar a “Falvi” pues está estrenando carro. Enseguida le di un abrazo y los buenos deseos y la algarabía fue total. La casa de los Rincones Martínez siempre ha sido como una especie de consulado donde nos reunimos con frecuencia y el ambiente familiar contagia y lo que se respira es comunitario, de tal forma que todo se comparte y el amor es la cobija con que nos arropamos cuando estamos donde Macha.
Tomasa “Macha” Martínez Gómez era casada con Gregorio “Gollo” Rincones Maestre, de esa unión nacieron once (11) hijos: Fadrique Alfonso, Fara (RIP), Fabiola, Fadul, Falvino Rafael, Filgar Paul, Felicita, Frut Mary, Víctor Gregorio, Facundo y Freddy.
De acuerdo con comentarios del compadre Falvino; ”no existió una propuesta preconcebida para nombrar a los hijos de la pareja con nombres que comenzaran con la letra “F”, los cinco primeros fueron bautizados y coincidencialmente apareció la “F”, y se siguió procreando y los nombres salían, porque la idea era tener ocho hijos, es decir, el último sería Víctor Gregorio, nombre que surgió entre ellos, de la combinación de los nombres de los papás de la pareja: Víctor Gómez, papá de Macha y Gregorio Rincones Papá de Gollo.
Sin embargo, la letra efe, juega un papel muy importante en la familia; con efe comienza el nombre de la finca familiar, Faldioska, en las estribaciones del Perijá en la región de Quebrachal - La Nevera y siguen Facundo, Fredy (dos descuidos que pusieron punto final a la fraternidad Rincones Martínez) y ellos todos son de Fonseca, tierra que los vio nacer.
El señor “Gollo” falleció bastante joven en 1980 hace aproximadamente cuarenta años y él tuvo otros nueve hijos más, siete con Francia “Nancha” Amaya de Fonseca, Rafael “Paliza” (el mayor de todos), Alvaro y Ernestina , fallecidos, Luis Gregorio, María Zeneth, Ludís y Wilmer. Además, con Genoveva Molina en Cañaverales tuvo a Norma y a Carmen).
Macha, se nos fue hace escasos seis años y sus recuerdos todavía están tibios y ahora y en todo momento, en la casa estamos hablando de Macha como si estuviera viva. Era una mujer sagaz y conversadora muy familiar y lo más importante para ella eran sus hijos, a quienes veneraba y respaldaba en todo. Con los otros hijos de Gollo mantenía muy buenas relaciones y la visitaban con frecuencia.
Cuando era señorita fue elegida reina de Las Gaviotas en las Novenas de San Agustín de Hipona, patrono de Fonseca, fiestas que duraba nueve días, desde el 27 de agosto hasta el 4 de septiembre. Es importante mencionar en este relato, la vena musical y folclórica de esta familia por lado y lado de los papás, Macha y Gollo. Éste era un músico virtuoso ejecutor del bombardino instrumento musical de viento metal y era muy solicitado en todas las fiestas porque hacía parte de la banda del pueblo, hoy en día no se habla del bombardino y se encuentra relegado.
Macha hermana de Bienvenido Martínez Gómez acordeonero y compositor ancestral de una las más elogiadas piezas del folclor vallenato, Berta Caldera, el famoso paseo, escuchado en el mundo entero, grabado en los diferentes géneros musicales habidos y por haber, al decir de la vieja Macha”.
También es macha portadora de la vena musical de los Soto - Martínez de Fonseca- Barrancas, dueños de bandas y músicos instrumentales, donde brilla con luz propia el legendario Luis Enrique Martínez, natural del Hatico. Esta es una familia clase media, levantada con el esfuerzo de todos, queridos y muy estimados en Fonseca y “la región colombiana”, expresión coloquial del comandante Fadul.
Después del saludo y cuando se calmaron los ánimos, mi compadre me llamó aparte y me dijo:
- Oiga compadre, a la orden la camioneta, para lo que la necesite. Yo vine con el fin de invitarlo a Maicao, porque mañana es día de San José patrono del pueblo, hoy hay una gallera y nos invitó “Pato Loco” el amigo de Fadul, así que, nosotros dentro de una media hora nos vamos para Maicao. Usted va a la casa se pone una “pintica” y “jau yané” (expresión guajira, que significa nos vamos).
Eran aproximadamente las 4:00 de la tarde del día 18 (domingo) de marzo de 1973. Tal cual, así se procedió y en menos de lo que canta un gallo, yo estaba listo en la casa de Macha y por donde pasaba dejaba el aroma del perfume Pino Silvestre, lo último en la moda de esos tiempos en Fonseca y que volvía loquitas a las muchachas del barrio.
Mi compadre estaba listo esperándome, yo aproveché y le hice un comentario.
- Compadre, yo nunca he jugado gallos y además se necesita una plática, ¿Cómo vamos nosotros a presentarnos allá, sin cinco en los bolsillos?
- Mi compadre, me tranquilizó. - Mire, me dijo, la gallera es de “Pato Loco”, él es “full llavería” de Fadul, mi hermano y, además, que no me preocupara por nada. Bueno y que más vamos a hablar, aprovechemos que todavía es de día y partimos, que el camino es largo y culebrero. Nos despedimos de todos y “pa´ Maicao”.
La vía principal estaba en pésimas condiciones, una carretera destapada, llena de huecos y grandes piedras que no permitían acelerar el carro. A pesar de estar nuevo y con aire acondicionado teníamos que conducir con mucho cuidado. Yo le recomendé al compadre que nos tiráramos por la vía de “puente rojo, por Barrancón” y salimos allá delante de Los Remedios.
- Él me preguntó ¿compadre usted conoce la ruta?
- Le respondí que sí, haciendo la salvedad que sí por cualquier dificultad o extravío, preguntáramos en las fincas vecinas. Así lo hicimos.
No hubo necesidad de preguntarle a nadie, el paisaje era muy hermoso, el verde de La Guajira despuntaba como consecuencia de los primeros aguaceros de la primavera. Y esas trochas estaban en mejores condiciones que la vía principal, ya que unas empresas extranjeras, que estaban haciendo estudios de exploración en las minas de carbón de El Cerrejón, las mantenían en muy buenas condiciones, para poder ellos transitar, eso facilitó el viaje antes de las 6 de la tarde, llegamos a Maicao.
El sitio de reunión, la Gallera San José de Maicao, la cual quedaba pegada a la Caseta de bailes Internacional, dos lugares emblemáticos en la ciudad, que pertenecían a los hermanos Flavio y Heriberto Berardinelly de Fonseca, quienes, buscando mejores vientos, se habían mudado.
Y de verdad que los encontraron, recién llegados a Maicao, montaron una rifa de un equipo de sonido, ultima gama, que les acredito un “turco” amigo de ellos, la cual dio origen a la famosa Rifa La Guajira, vigente en la costa Atlántica, por más de veinte (20) años, los Berardinelly, se volvieron ricos y lo disfrutaban. Maicao en eso esos tiempos era conocida como la Vitrina Comercial de Colombia y de allí se surtía todo el comercio de la Costa Atlántica y gran parte de los mercados fuertes del interior del país, donde conseguían especialmente rancho, licores, perfumería, electrodomésticos, telas, cigarrillos y toda clase de mercancías finas y a muy buenos precios porque Maicao operaba como zona franca y las mercancías eran más baratas, comandadas por almacenes y grandes tiendas de comerciantes árabes, erróneamente llamados “turcos”, pero en realidad procedían de Siria, Líbano, Palestina y Jordania y desde esta plaza surtían a los comerciantes de Venezuela, Aruba, Curazao, Martinica y casi todas las islas del Caribe y los comerciantes colombianos que de todas partes llegaban y salían de este hervidero de gentes, donde se conseguía de todo.
En Maicao la presencia árabe se hacía sentir, dueños del comercio y con una población que llegó a más de los 6000 habitantes y existe tanto arraigo que el actual alcalde es de ascendencia árabe, un prospero comerciante de nombre Mohamad Jaafar Dasuki Hajj, que está administrando pobreza inseguridad y una caída desastrosa del comercio debido a problemas fronterizos y crisis económicas.
Una vez frente al portón de la gallera, nos estaban esperando, Fadul y el famoso “Pato Loco”, quienes al vernos nos abrazaron y nos invitaron a entrar. Eso hicimos a través de una puertecita anexa al portón. ¡Oh, sorpresa! Una gran cantidad de gente y una algarabía estruendosa fue el recibimiento, ya las peleas de gallo habían comenzado. “Pato Loco” nos brindó cervezas Heineken de las grandes.
- Mi compadre de inmediato me dice al oído - ¡Ojo, con cinco de estas tenemos! Estas tienen más alcohol que las águilas.
Fadul le dio a Falvino un “bojotico” y a mí me entregó otro. Yo sin preguntar lo guardé en el bolsillo del pantalón. Mientras Fadul nos decía:
- Para que se entretengan en la ruleta o se compren una cerveza. La nominación más alta de billetes en el país, era el de doscientos pesos, el famoso “cafetero” por la efigie. Falvino con mil y yo con seiscientos, estaba bien.
Pero, ¡qué va! ahí no hubo necesidad de comprar nada, la gente alegre y “gastona” nos regalaban las cervezas y tragos de whisky, ¡eso era una locura! La bulla excesiva y el jolgorio estaba prendido, en el fondo encima de una tarima improvisada con tablones y tanques vacíos de aceite de 55 galones, una banda de música “papayera” llamada, San Francisco de la Paz, amenizaba el “fundingue” interpretaban el famoso porro, El Toro Negro. Mientras tanto nosotros, como pudimos nos subimos a las gradas de la gallería, que no eran más que unos entarimados de madera como de cinco escalones atiborrados de gente con dinero y botellas de cervezas en las manos, gritando como locos: ¡Cien mil al giro! ¡Dos cientos mil al cenizo! ¡Voy a mi gallo! Etc.
La pareja de gallos que en esos momentos recibía todas las miradas y atenciones de los eufóricos galleros era alentada por todos los presentes, los aleteos y picotazos iban y venían y los gritos de los fanáticos chocaban unos con otros y en la arena un acucioso juez de eventos gallísticos, seguía atentamente la contienda, que no duró más de dos minutos, porque el gallo cenizo mató al giro de un espuelazo que le destrozó el corazón.
El dueño del gallo ganador salto la valla, levantó su gallo y lanzó un grito: ¡YA VAN DIEZ, NOJODA! ¡DENTRO DE DOS MESES PREPAREN EL ONCE! ESTE ES EL MERO MACHO, EL MEJOR GALLO DE LA REGION. El “Mero Macho”, gallo ganador se sacudió y de su garganta salió un sonoro y ensangrentado canto, como respaldando las expresiones de su mentor y dueño.
La bulla se fue calmando y los ganadores cobraban y recibían las apuestas de los perdedores que sin problemas aceptaban la derrota, las gradas de la gallería iban quedando solas, hasta la iniciación de la próxima pelea.
Nosotros, mientras tanto, tomábamos cerveza Heineken, ya iban más de cinco y las orejas calientes; seguían entrando y saliendo personajes de todas las calañas, unos cargaban sus hermosos y aliñados animales, buscando la oportunidad de cazar una pelea con los gallos de las cuerdas convidadas, algunos conocidos, pero la mayoría eran gentes de la región que les gustaba la gallería y durante meses atrás venían ahorrando dineros para apostar y tomar tragos en la fiesta de San José. No se puede decir que, así como llegaron se devolvían, porque el solo hecho de ir a la gallera era una “pea” segura.
Cuando llegaron ensombrerados “pintosos” y perfumados cual galanes de cine, pisaban con cuidado para no dañar el lustro de los zapatos recién embolados y cuando se presentaban de regreso a sus casas, la gran mayoría, “sin cinco en el bolsillo”, los zapatos los habían cambiado por guaireñas, la camisa, no era la hermosa guayabera de cuatro puestos que le regaló la esposa para los eventos especiales, esa se perdió quien sabe dónde, el limpio apostador llevaba puesta una camiseta china blanca, que compraban en el mercadito guajiro tres por $1000, con un sombrero de pajita y tercia en el pecho una mochila guajira con un litro de Chirrinche y fumando ”Pielroja”, acompañado de dos o tres amigazos zarrapastrosos que lo único que los motivaba era la botella de Chirrinche que el paisano traía en la mochila.
En la gallera la fiesta continuaba; en esos momentos entra un señor, de baja estatura, gafas Ray Band oscuras, con una mochila guajira terciada al hombro, pantalones Lee, camiseta y gorra del equipo Junior de Barranquilla, zapatillas Reebok blancas, escoltado como por cinco “gorilas”, que como una catapila (Caterpillar) le iban abriendo el camino para que este pasara sin problemas. Se trataba de Luis Fernando “el Chato” Oñate, un gallero de grandes quilates, oriundo de Camarones y residenciado en Riohacha, quien tenía una cita gallística con Édison “Encho“Pitre, de origen Fonsequero pero residenciado en Santa Marta. Se estimaban mucho y se trataban de compadres, pero la cita era el enfrentamiento de sus gallos con una apuesta preconcebida de un millón de pesos.
“El Gavilán Mayor” un “giro” bien “criao”, nombre del gallo de “Chato Oñate” que se enfrentaba al gallo canagüey “Flor de Caña II”. Aquel, lo cargaba un señor de piel morena, delgado pero fornido, debajo de un sombrero sabanero, con un “habano nacional, sello de oro” encendido que dejaba el olor a tabaco impregnado en todas partes; mientras entraba con el gallo izado con la mano derecha, con la otra lo sobaba y levantaba las plumas traseras, de una manera rítmica y elegante.
A él, lo atravesaba un maletín colgado al cuello, donde cargaba todos los utensilios necesarios para la preparación del gallo antes de la pelea. Se trataba del negro Luís, oriundo de Sincelejo, cuidador y manager de la cuerda de gallos del “Chato” Oñate en el barrio los Olivos de Riohacha. Este señor experto en la materia se las conocía todas.
Dueños de todas las miradas y orgullosos del recibimiento de los presentes que, de una manera u otra, intentaban darle un saludo de mano al “Chato”. Este no se percató que en la primera fila de la valla ya lo estaba esperando su compadre “Encho” Pitre, que calladamente dejó que este se diera cuenta de su presencia para levantarse y darle un fuerte abrazo.
“Encho” un fornido y atlético personaje piel morena, de casi dos metros de estatura, lucía un sombrero texano gris, una sonrisa burlona, tapizada por una negra y bien arreglada bigotuda, una camiseta Golf amarilla, Jean azules y botas texanas y el “chato, escasos 1,65 m. (la diferencia de estatura era abismal) éste le abrazo la barriga como muestra de cariño y respeto, y el otro le sobo la cabeza.
Pitre también gozaba de sus cordones de seguridad, quienes estaban repartidos y camuflados en todas partes de la gallera. Se saludaron efusivamente y después de un trago de Old Parr, se sentaron en sus respectivos taburetes, uno al frente del otro en primera fila de la valla, para cerrar las apuestas. El gallo “Flor de Caña II” del compadre “Encho” Pitre, estaba reposado y su manager lo mantenía en un guacal especial, esperando el momento de la riña.
De este par de amigos se decían muchas cosas en la costa Atlántica y todas terminaban en que tenían mucho poder y dineros frutos de presunto tráfico de marihuana. Siempre andaban escoltados y en caravanas de carros nuevos, con monumentales mujeres y armados hasta los dientes. Esa noche no fue la excepción
Era una de las peleas de gallos finos más esperada en la región y con invitaciones especiales a las cuerdas de renombre en la costa Atlántica, había presencia de cuerdas de Córdoba, Sucre, Bolívar, Atlántico, Magdalena, Cesar y una delegación de San Andrés que no trajeron gallos, porque invitados, vinieron especialmente a conocer la manera cómo se realizaban las riñas de gallos en La Guajira.
Primera vez en la vida que veíamos tanta plata junta, cuando el señor “Encho” Pitre, nuestro paisano, a quien saludamos de mano porque él nos reconoció, como Fonsequeros. Nos dijo que más tarde hablábamos y dejó ver las pacas de billetes cafeteros de $200 en el fondo de su mochila. La apuesta grande se les entregó a las autoridades gallísticas quienes cobraban un cinco por ciento del total de la misma. En todo el recinto, entre los asistentes se llevaban a cabo apuestas libres, donde la palabra del gallero se hacía valer.
Los montos de estas apuestas nunca sobrepasaban el de la principal, pero era muy común ver apuestas de cincuenta, cien y hasta de tres cientos mil pesos. Que en el momento de la terminación de la riña eran pagados automáticamente sin problemas entre los apostadores. La apuesta principal aumentó, porque llegaron los galleros del sur de La Guajira encabezados por Hugo Romero Povea, Saúl Brito, Bartolo, José y Jafet Parodi, “Checha” Urbina y los de Dibulla, comandados por el señor “Chei” Campo que apostaron quinientos mil pesos más por gallo.
Era una de las apuestas históricas en esta gallería de las fiestas de San José de Maicao. Cada uno de los grandes apostadores entregaron las mochilas respectivas a los jueces, que no contaron el dinero, porque suponían la seriedad de cada cuerda y sería bastante demorado ponerse a contar tres millones de pesos en billetes de doscientos. Se acordó amarrar las bocas de las mochilas y se guardaron en la caja fuerte de la gallera, tal cual las entregaron; el ganador recibiría las mochilas.
El juez principal hizo uso de un megáfono y pidió silencio al auditorio y que la banda dejara de tocar, porque iba a comenzar la pelea principal de la noche, ya el reloj marcaba las 2:05 minutos de la madrugada, y se les pidió a todas las personas que estaban dentro de la pista de pelea que salieran, porque se iba a dar inicio a la tan esperada riña. En la arena solo se permitía los cuidadores de los gallos quienes calentaban a sus pupilos de manera particular en sus esquinas y los azuzaban con el fin de calentar los músculos.
Se da inicio la pelea y los dos colosos, uno en frente del otro con rítmicos y milimétricos movimientos de la cabeza, como si los tocaran pequeños impulsos eléctricos, los ojos inquietos y las plumas del pescuezo erizadas, casi que al mismo tiempo se embisten, la algarabía del público es estruendosa, los principales apostadores se levantan de sus taburetes, y gritan ¡Arriba mi gallo! ¡Mátalo! ¡Van $500.000 más! Y un sinnúmero de expresiones gallísticas que riman con el desarrollo de la riña; el bullicio aumentaba en la medida que los gallos se espueleaban y la confrontación crecía, las barras divididas y los galleros entusiasmados tomaban cerveza, whisky y fumaban cigarrillos y el
¡Arriba mi gallo! C ¡Arriba mi gallo! ¡Mátalo! ¡Van $500.000 más! Se repetía y se repetía y la euforia contagiaba el ambiente.
Después de casi cinco minutos de pelea, cansados y ensangrentados los gladiadores, sin fuerzas se picoteaban y una que otra vez lanzaban débiles espuelazo que eran vitoreados por los fanáticos de cada gallo, pero el cansancio era notorio y las fuerzas se habían agotado casi por completo.
El juez de la riña permitió que los cuidadores de ambos gallos entraran a la arena y cogieran cada uno su animal, lo mantuvieran unos segundos y los volvieran a soltar para ver como respondían. El gallo “Flor de Caña II” de “Encho Pitre” respondió al pequeño receso y como una fiera malherida saltó sobre su enemigo y espuelazo, tras espuelazo lo dejó, traspasado los pulmones y una herida mortal en el corazón que le ocasionó la muerte inmediata.
“Encho”, saltó la valla y levantó su gallo y un grito inmenso se escuchó en la gallera…¡yo se lo dije compadre, este gallo es una metralleta! Eufórico y feliz, saltaba y gritaba y lo abrazaban y felicitaban los galleros que de alguna manera se camuflaban como seguidores de "Flor de Caña II" que fue rescatado por su cuidador, lavado y “enguacalado”.
La euforia es contagiosa y hasta el mismo Chato se mostraba tranquilo a pesar de haber perdido, reconoció que el gallo de Pitre se comportó mejor, la fiesta siguió y las peleas continuaron, pero ya habían perdido importancia y los amigos se fueron seleccionando en grupos para seguir conversando. Alrededor de “Encho”, estaba un circulo como de 25 amigos, que tomaban trago y conversaban en voz alta, tanto que yo no entendía nada. Me encontré con mi compadre Falvino y nos alejamos un poco del bullicio.
- ¿Usted qué se hizo? Me preguntó.
- Me quedé cerca de “Encho”, y con tanta gente no tenía como salir. Le respondí.
- Él me miró con una sonrisa picarona y me dice: -Yo si me gané $5000. Me encontré con “Quique” Solano y apostamos, yo le fui al Canagüey de Pitre y aquí tiene mil que yo le voy a regalar, ¿usted no apostó?
- No “hombe” compadre, yo no sé de eso. Además, con estos mil ahora me compró un jean y una camiseta en Cacaíto. Eso no estaba en la libreta.
Estando los dos conversando yo siento me tocan la espalda, volteo y es el compadre Encho Pitre que nos brinda un trago, después de saludar a Falvino. Lo felicitamos conversamos de todo un poco, él quiso saber que estábamos haciendo con nuestras vidas, le explicamos someramente.
Y nos despedimos, en el momento de chocar la mano me dejó una bendición de $10.000 pesos y me dijo: para que se saquen el guayabo. Mitad y mitad, esa platica cayó como del cielo. Eran aproximadamente las 7:00 de la mañana, estábamos serenos, un día lunes festivo en Maicao. Buscamos a Fadul, también había ganado, estaba contento tomando cervezas que nos brindó, le preguntamos por “Pato Loco” nos dijo que se había ido de la gallera como a las tres. Y que no sabía nada de él.
Nos invitó a desayunar tortuga donde una señora mestiza que “cocina rico” – nos dijo. Allí estuvimos como hasta las once de la mañana.
Tomando cervezas hasta que el cansancio nos fue tumbando. Fuimos al apartamento de Fadul y reposamos como hasta las tres de la tarde y a esa hora partimos de regreso para Fonseca, no sin antes poner full la camioneta con gasolina venezolana barata $1000 fueron suficientes, muy despacio y tomando cervecitas Polar venezolanas en el camino, hasta que llegamos a la villa de San Agustín, faltando quince minutos para las siete de la noche, con unos pesitos importantes en el bolsillo, gracias a Flor de Caña II.
Hoy continua la misma amistad y cada vez que podemos damos rienda suelta a parrandas y tardes de dominó, con amigos que nos permiten recordar esos lindos pasajes de nuestra juvenil existencia. Tronchadas repentinamente por el azote de la pandemia del Corona Virus, que nos tiene en cuarentena obligada, quizás hasta cuándo…Dios permita que salgamos todos bien librados, unidos en familia quietecitos en casa.
FONSECA, 13 de abril de 2020