Mostrando entradas con la etiqueta carro tanques. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta carro tanques. Mostrar todas las entradas

viernes, 1 de febrero de 2008

La columna de Jesús Solano. De mis recuerdos y otras cosas: el Maicao del ayer

Yo quiero seguir recordando cosas de mi infancia e inicio de mi juventud en las calles polvorientas y arenosas del Maicao que me motiva.

Recordar sitios y situaciones comunes para muchos nativos y forasteros, muchos de ellos, más maicaeros que los que nacieron en esta ciudad pero que le son indiferentes.

En un escrito anterior hacía alusión a algunas cosas que no podrán olvidar ninguno de los maicaeros de los que aquí nacieron o de los que aquí se criaron, sin haber nacido aquí.

Hoy recuerdo por ejemplo, las carreras, muy en las madrugadas, tras los camiones cisternas o “carros tanques” para obtener un poco del preciado líquido; carreras incluso que nos llevaban hasta las instalaciones del acueducto, alguna vez en Pastrana, otra en Santander y luego a la salida de Carraipía, en donde debíamos entrar en una verdadera puja con otros “usuarios del agua” y con el mismo conductor del carro tanque para obtener un viaje o unas cuantas “latas” del preciado líquido.

Recuerdo las radionovelas criollas de Radio Península y Radio Tribuna. “Yo soy la maldad” por ejemplo, en donde un pequeño elenco de artistas locales quisieron, sin apoyo, salir del anonimato.

Cómo olvidar, las veladas nocturnas de los teatros Sandra ubicado en la calle 13 entre carreras 10 y 11, justo a un abajo de Juan Hotel, que junto al Teatro México transmitían películas del país aztecas. Películas de rancheras como las de Antonio Aguilar, Pedro Infante y otros más; de lucha libre como las de Blue Demond, y Santos “El Enmascarado de Plata” y aquellas cómicas de Tintan, Capulina y Cantinflas que tanto le gustaban a mi tíos Chulo Polanco, Manillo Solano y a mi viejo Tacio. A propósito a quienes muchos por cariño en el pueblo les decían los tres mosquetero.

También el teatro Amira y posteriormente el Imperio divirtieron a muchos nativos y extraños que les tocaba pasar la noche en Maicao, luego de hacer sus compras para salir tempranito en buses de las empresas interdepartamentales que se ubicaban al frente de la alcaldía, pero en la parte de atrás. Campanella, el locutor más recordado por sus miles de anécdotas decía: “… es la única alcaldía que la entrada es por la culata”.

En ese Maicao de antes había diversiones, aunque no le parezca. Imagínese que teníamos hasta cancha de bolos. Sí… ¿No me cree? Pregúntele a la Negra Alicia para que vea que justo diagonal en donde ella coloca su mesa de comida todas las noches desde hace más de 30 años, por ahí al lado de los tradicionales “Plátanos”, quedaba la cancha de bolos.

Ah… y a la vuelta de La Negra Alicia, es decir en la carrera 13 entre calles 12 y 13 quedaba un sitio de diversión masculina que difícilmente podremos olvidar quienes estemos en los 40 años hacia arriba. Apuesto a que sin decirlo más de uno evocará aquel nombre muy extraño para nuestro léxico: Normandí. Sí Residencias Normandí en donde estaban las más jóvenes y hermosas meretrices que se disputaban sus atributos con las chicas del Juventud y con las de Residencias Ligia, por los lados del Mercadito Guajiro.

Pero no sólo sitios como esos tuvo mi pueblo. Apuesto que no muchos recordarán que aquí existió un periódico semanario que se llamaba La Polémica y por cierto en donde yo hice mis escritos cuando tenía unos diez u once años. Bueno eso no tiene nada de curioso, en efecto aquí ha habido muchos periódicos locales; hasta yo tuve el mío. Lo especial de este es que se tiraba en Maicao, se imprimía en Maicao. El taller, con su grande imprenta, estaba ubicado en la calle 16 (la calle negra, como ya nadie le dice) en la esquina de la carrera 22; al píe del “Águila”.

Del Águila… ¿Qué es eso? ¿El aviso del “Águila”…? Una valla publicitaria que vio nacer y crecer a varias generaciones de maicaeros que injustamente se olvidaban de esa publicidad y se degustaban sus primera cervezas de la venezolana “Polarcita”.

Maicao era, y sigue siendo una ciudad sui generis. Aquí lo se exponía para vender se vendía y se vende aún. Yo recuerdo al tipo que vendía agua helada en vasos de vidrios en la esquina caliente, que ya no es la esquina caliente y recuerdo a un joven negrito que se paseaba todas las calles del comercio pregonando sus cigarrillos: Winssssssnnnnnnnntonnnnnnnnnnn, astor, keeeeeeennnnt, maaaaaarlboro y Parliameeeeen.

Bueno de ese personaje dicen que después de que se hizo millonario con su peculiar pregón, se fue del Maicao y no se sabe dónde, murió solo y muy pobre. No se pero es común ver a muchos que de aquí se van, regresar pronto azotando al burro con el sombrero.

Analytic