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lunes, 7 de abril de 2008

La columna de Amylkar Acosta Medina

DE BALI A BANGKOK
Amylkar David Acosta M.(1)
¡Algo es algo!


Primero fue la Cumbre de la Tierra, realizada en Río de Janeiro en 1992, la cual concluyó con la aprobación por parte de 192 países de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés); luego, en 1997 se suscribió el Protocolo de Kyoto, en virtud del cual 37 países industrializados y la UE adquirieron el compromiso de reducir en un 5.2% las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI) respecto a los niveles de 1990 para 2012. Estos dos importantes hitos en la lucha contra el cambio climático y sus secuelas estuvieron precedidos de la creación del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) en el año 1988, organismo este de carácter científico y el cual tiene por objeto evaluar los riesgos que entraña el cambio climático originado por las actividades humanas.


El año siguiente se realizaron sendas reuniones en Londres y La Haya, en donde se dieron cita los líderes mundiales, movidos por la preocupación en torno a las emisiones de GEI y su impacto en el clima global, lo cual constituyó un espaldarazo para la encomiable labor del Panel. El IPCC produce desde entonces informes periódicos basados en publicaciones de revistas técnicas y científicas de reconocida seriedad; recientemente se conoció el cuarto y último informe, el cual encendió todas las alarmas. Dicho informe fue presentado en la Cumbre de Bali el pasado diciembre y sirvió de base para acordar la hoja de ruta en procura de consensuar los términos del post Kyoto, dada la circunstancia de que dicho Protocolo caduca en el 2012.


En efecto, en Bali se sentaron las bases de lo que será un proceso de negociación dispendioso y complejo que se acaba de iniciar en la capital de Tailandia, en donde tuvo lugar este fin de semana la Conferencia sobre Cambio Climático auspiciada por la ONU y en la cual participaron más de 160 países. Las conclusiones de la misma son alentadoras y dan pié al optimismo sobre las posibilidades de alcanzar a protocolizar el relevo de Kyoto en la Conferencia de Copenhagen en el 2009, como está previsto; se acordó por parte de los más de 1.100 negociadores que concurrieron dar una respuesta común de largo plazo con el objetivo de reducir el calentamiento planetario. Es más, esta vez se aprobó limitar y reducir también las emisiones de GEI emitidas a la atmósfera por parte de aviones y barcos, que antes no se contemplaban.


Los intentos de Singapur y Australia de irse por la línea del menor esfuerzo mediante la autorregulación por parte de los transportistas no prosperaron; este hecho puede considerarse como un primer paso en la dirección correcta. En la Declaración de Bangkok se recaba de los países firmantes del Protocolo de Kyoto, que examinen “cómo pueden ser utilizados los métodos para limitar o reducir las emisiones contaminantes como un medio para alcanzar sus objetivos”.
El Japón quiso ponerle zancadilla al plan de acción aprobado en Bali en diciembre, proponiendo un “acercamiento sectorial” a la hora de medir las emisiones de GEI, esto es por ramas industriales, en lugar de fijar metas nacionales.


Con este ardid lo que pretenden es flexibilizar el cumplimiento por parte de los países industrializados de sus compromisos con el Protocolo de Kyoto, al tiempo que se constriñe a los países en desarrollo. Este tema quedó sobre el tapete y volverá a ser discutido en la próxima cumbre; este es un verdadero torpedo al avance de la agenda ya acordada.


Afortunadamente, se volvió en esta Conferencia sobre el reclamo presentado en la cumbre de Bali por parte del grupo denominado G – 77 + China, el cual abarca más de 132 países en vía de desarrollo, en el sentido de crear un Fondo Mundial de Adaptación y Mitigación alimentado por los países desarrollados, a manera de compensación por el daño que ellos le han infligido en el pasado al medio ambiente.


Los países en desarrollo están dispuestos a hacer esfuerzos tendientes a reducir sus propias emisiones, pero sin renunciar a sus objetivos de desarrollo y crecimiento económico largamente postergado. Para ello, la transferencia de tecnologías limpias y el financiamiento de las mismas es un asunto de alta prioridad y deberán contemplarse acciones contundentes de apoyo para su adaptación al cambio climático.
En este sentido, dicho grupo se anotó un importante triunfo al lograr que quedara claramente establecido que identifique el acceso a las tecnologías “verdes” y la asistencia financiera como prioridad en el nuevo tratado, aspectos estos que serán retomados en la próxima ronda de negociaciones que se desarrollará en junio en Bonn. Con sobrada razón el número dos de la delegación china manifestó que “no estamos completamente satisfechos con el programa de trabajo, pero es importante que hayamos logrado algo para perfeccionar y discutir en términos de acción a largo plazo”. Algo es algo, dijo el diablo!
Bogotá, abril 6 de 2008
www.amylkaracosta.net
1 Ex presidente del Congreso de la República

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