Por: Alejandro Rutto Martínez
Tomado de articulo.org
Jesús les dijo: -“Les aseguro que el que cree en mí también
hará las obras que yo hago; y hará otras todavía más grande.”
Juan 14:12
Jesús tiene una apacible reunión con sus discípulos en una
noche cualquiera en que la brisa fresca rosa el curtido rostro de aquellos
galileos que han dedicado los últimos años a esparcir las buenas nuevas en toda
la región. Una vez terminada la cena
Jesús se ciñe una toalla y pone agua en un lebrillo. Un poco después está lavando los pies de sus
discípulos. Que alguien lavara los pies a otra persona no era extraño pues se
trataba de una costumbre de la época. Una costumbre al parecer en decadencia,
pero con firmes raíces en la historia de un pueblo del desierto en el cual era
normal que la fina arena se adhiriera a las sandalias y a las extremidades
inferiores de los viajeros. Lavar los
pies era una muestra de humildad, de buena educación y de consideración por
parte de los buenos anfitriones.
Jesús decide lavar los pies a sus discípulos en un gesto que
tiene varias connotaciones:
Jesús se despoja de su investidura de líder y de maestro
mediante la cual pudo haber ordenado a cualquiera de sus discípulos que se
encargara de lavar los pies de todos sus compañeros y también a él mismo. Sin
embargo, prefirió llevar a cabo él mismo aquel acto significativo en que no
solo mojó los pies de sus hombres, sino que además se encargó de obtener él
mismo el agua y de conseguir la toalla. Es decir, toda la liturgia y cada uno
de las escenas de ese bello acto lo tuvo a él mismo como protagonista.
Jesús quiere conservar una tradición de alto contenido
simbólico pues no se trata únicamente de dejar limpios los pies sino de
ejemplificar la purificación interior de las personas para que éstas no solo
tengan unos pies libres el sucio sino un alma libre de la contaminación del
pecado.
Jesús no hace acepción de ninguna persona y por igual lava
los pies de todos sus discípulos aunque sabe que uno de ellos no pasará la prueba de fidelidad
a su maestro y en su corazón y su mente ronda la idea de traicionarlo. Pero aún
judas recibe de Jesús un trato bondadoso, igualitario y generoso.
Jesús reprende a Pedro, quien en un acto de humildad
mezclado con su habitual rebeldía manifiesta que no permitirá que sus pies sean
lavados. No se opone a ser lavado pero
le parece que no es merecedor de que alguien de tan alta jerarquía espiritual
se incline ante él, se humille y le lave sus pies. El Hijo del Hombre convence a Pedro con un
argumento demoledor: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo” Ante estas razones Pedro se apresura a pedir
que le sean lavados los pies y de paso las manos y la cabeza. Ahora el gesto de sumisión es del discípulo
en relación a su maestro.
Jesús sabe que no todos los que están en ese lugar son
limpios y lo dice con claridad: “y vosotros limpios estáis, aunque no todos”.
¿Quién le ha dado esa información? Jesús no se engaña y sabe que entre ellos
hay alguien cuyo endurecido corazón no ha reverdecido con sus enseñanzas y su
buen ejemplo. Los hechos demostrarían que uno de sus discípulos había
naufragado ante el poder corruptor de las tentaciones, el dinero y la
deslealtad.
Jesús ordena a sus discípulos (a los de aquel tiempo y a los
de todos los tiempos) que se laven los pies los unos a los otros, es decir, los
invita a ser solidarios, brindarse amistad y darse afecto. La orden es en sí una invitación a considerar
al otro como una parte vital de sí mismo y formar entre todos una familia unida
en la fe y en las obras.
Jesús desea que sigamos su ejemplo y hagamos como él ha
hecho. E el capítulo 13 versículo 15 del libro de Juan lo dice en unas sencilla
pero muy profundas palabras: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he
hecho, vosotros también hagáis”.
Jesús el Maestro nos invita a la unión y a la comunión.
Desde nuestro maravilloso estado de hombres libres, quienes hemos ganado
nuestra libertad por un noble sacrificio suyo y por nuestra decisión de
dedicarnos al servicio de nuestros semejantes.
Alejandro Rutto Martínez es un destacado escritor
italo-colombiano que ha dedicado una buena parte de su vida a la enseñanzasobre
temas de ética y liderazgo en congresos, seminarios y universidades. Es
administrador de empresas egresado de la Universidad de La Guajira y
especialista en Administración de programas de Desarrollo Social en la
Universidad de Cartagena. Especialista en Orientación Educativa y Desarrollo
Humano en la Universidad El Bosque y Especialista en Docencia Universitaria en
la Universidad Santo Tomás. Actualmente cursa la maestría en Ciencias de la
educación en un convenio entre la Universidad de Matanzas (Cuba) y la
Universidad de La Guajira (Colombia). Es autor de seis libros y de numerosos
artículos que se pueden leer en www.articulo.org y en su página
www.maicaoaldia.blogspot.com. Puedes contactarlo a través del correo
electrónico: alejandroruto@gmail.com o seguirlo en twitter: @Alejandrorutto
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