sábado, 14 de julio de 2018

Manito Ballesteros, ganadero ejemplar

Escrito por: Hernán Baquero Bracho

El jueves 4 de julio, murió en la ciudad fronteriza de Maicao, a los 95 años de edad, uno de los grandes patriarcas que ha tenido La Guajira en su devenir histórico: Manuel Ballesteros Galván, conocido cariñosamente en toda la región como “Manito” Ballesteros. De los ganaderos ejemplares que ha tenido la península en toda su historia. Un hombre probo, sin mácula, recto en todos sus procederes, que es la mejor herencia que les ha dejado a sus hijos y para ejemplo William Ballesteros López, ganadero transparente como su padre, el primer alcalde elegido popularmente en Maicao donde demostró solvencia moral y solvencia profesional. Ahí está también otro de sus hijos Alex con la misma impronta de su padre. Su nieta Ingrid Ballesteros Solano, alta ejecutiva de Carbones del Cerrejón, con la misma huella indeleble de su padre y de su abuelo: rectitud moral en todas sus actuaciones en su vida pública y privada.

Hace algunos años, FEDEGAN de quien era miembro activo le hizo un reconocimiento público por todo su trasegar como ganadero. Tomando una de sus palabras que quedan en la memoria de la gente correcta y de los ganaderos de valía “El robo de ganado era un delito…, ahora es un comercio”.

Transcribo apartes de ese homenaje de FEDEGAN para honrar a su memoria: “Manuel es, sobre todo, un buen conversador, como los hombres de su tierra y un recipiente de anécdotas de la vieja ganadería, a la que se dedicó su abuelo desde finales XIX, luego su padre y ahora él, desde 1948. Hoy vive en Maicao pero tiene su finca en la zona rural de Riohacha, desde 1970, cuando le tocó vender la anterior porque estaba en el área que hoy ocupa El Cerrejón. En este tiempo no había si no criollo, pero hoy, en “El Salao” – así se llama la finca porque la riega el arroyo del mismo nombre, Manuel tiene ganado en su mayoría mestizo (Cebú – Pardo).

“Era el año 1947 – mi padre contaba con 34 reses, 2 mulas y 3 burros, y me encargó que pidiera un préstamo en la Caja Agraria en Valledupar, porque en Riohacha no existían bancos. Solicité entonces uno por $1.000, pero me tocó conformarme con los $800 que me aprobaron. Esa sí, no se hizo efectivo sino hasta después del informe del visitador que enviaron, el señor “Pipe Socarras”. Corrijo, el visitador de esa época era el famoso “Tite” Socarras de los cantos de Escalona.

Poco después, y a pesar de las críticas de sus hermanos compro 25 puercos y viajó a Maracaibo, donde esperaba venderlos y regresar el día siguiente. “El regreso se demoró – recuerda Manuel – porque, estando allá – eso fue en el año 50 -, asesinaron al presidente de Venezuela y hubo una gran confusión. Después de haber recuperado el dinero continué viajando y comercializando ganado con el vecino país. El precio de una vaca buena en aquel tiempo era de $10 pesos”.

Manuel sigue pegado a sus recuerdos ganaderos y nos cuenta como, por ejemplo, no era común castrar los animales y las vacas se ordeñaban “Por no dejar” para el consumo de la familia y trabajadores y para hacer queso, porque no había quien comprara la leche para procesarla y tampoco el queso; el que se hacía en la finca se usaba para hacer trueques por yuca u otro producto con otros finqueros de la zona. Los animales se sacrificaban en los patios – no había mataderos – y contra las enfermedades lo único eran los remedios caseros de hierbas, como la contragavilana, un bejuco que abunda en la región y al que se le atribuían propiedades curativas. Los ganaderos de los daban a los animales por vía oral con una botella.

“Hoy todo es más moderno, más fácil, de que sirve, si la seguridad y la confianza se perdieron”. Manuel se aferra otra vez a la nostalgia: “No existían las divisiones de terrenos, cada habitante de le región respetaba la propiedad ajena, prácticamente no había documentos que respaldaran la propiedad privada. El robo de ganado era un delito, ahora es un comercio”.

Un hombre sano en todo el sentido de la palabra, se nos ha ido, dejando una huella indeleble en su tierra Papayal, donde fue su sepelio, en su Maicao que lo acogió como uno de sus hijos, en todos los ganaderos que lo conocieron y en sus hijos que les dejó la mejor herencia: Su legado moral. Ahora descansa en paz.      


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