Por: Amylkar D.
Acosta M[1]
“yo soy yo y mis
circunstancias, sino las salvo a
ellas tampoco me
salvo yo” José Ortega y Gasset
Después de 26 años como servidor
público, ora como docente universitario, como Secretario de Planeación de mi
Departamento, como Coordinador de la Región de Planificación (CORPES) del
Caribe Colombiano, Viceministro de Minas y Energía, ora como Senador de la
República en tres períodos consecutivos, resolví en el año 2002 hacer uso de mi
buen retiro. Desde entonces me replegué a mis actividades académicas, las que
nunca abandoné aún en los momentos de mayor atafago, como cuando ostenté la
dignidad de Presidente del Congreso de la República. Pasé de una vida agitada, frenética,
excitante a otra más apacible y tranquila, hogareña, alegrada con la llegada de
mis primeras tres nietas.
De pronto, una llamada telefónica
me cambió el curso de la vida y me trajo intempestiva e impensadamente de
vuelta al servicio público. Inesperadamente, sin vísperas y sin rodeos el
Presidente Juan Manuel Santos me llamó para ofrecerme la cartera de Minas y
Energía. Ante semejante propuesta no tenía sino dos caminos, desecharla o
aceptarla y opté por esta última, por una sola razón: porque la vi como una
ventana de oportunidad, no para mí, que ya las he tenido todas, sino como la oportunidad de servirle a mi región y por
ende a todas las regiones de Colombia. Al fin y al cabo, cuando uno hace
parte de la reserva activa, debe
estar presto a enrolarse cuando lo llaman a filas a prestar nuevamente el
servicio. Por lo demás, siempre he dicho que el éxito en la vida es un cruce de caminos entre la oportunidad y la
preparación y yo me he venido preparando durante más de 30 años en todos
los temas atañederos a la cartera que ahora ocupo.
Al momento de formalizar nuestra
designación y luego al momento de posesionarnos el señor Presidente de la
República fue enfático en que este nuevo gabinete para la recta final de su mandato
es el de la unidad para la paz. Y no
puede concebirse la unidad y mucho menos la paz sin la inclusión de la
diferencia y así entiendo el paso dado por el Presidente Santos al incorporarme
a su gabinete, al cual no llego por vía de la adulación, la lisonja y mucho
menos de la apostasía. Quiso él tener otra mirada, otros puntos de vista distintos
a los suyos propios, para ver de enderezar la nave del Estado que se vio
zarandeada por los últimos acontecimientos. Sólo de esta manera he entendido mi
llegada al alto gobierno, como alguien que no
traga entero, que no disimula las razones de su disentimiento, que como buen
liberal abomina el unanimismo y que por ello mismo le puedo ser útil en
esta nueva etapa.
El señor Presidente calificó la
gran eclosión de los movimientos sociales, que llegaron a su paroxismo con el
paro nacional agrario, como una tormenta que había que enfrentar atendiendo las dolamas que dieron lugar a ellos en
lugar de reprimirlos. La verdad sea dicha, el Gobierno fue sorprendido por
las características y por la magnitud de la protesta, la cual se subestimó en
un primer momento. Esto no debe volver a repetirse y se deben aplicar las
lecciones aprendidas: el Gobierno debe sintonizarse con el país nacional sino
quiere afrontar nuevamente sorpresas desagradables. Los ministros debemos ser el polo a tierra del Ejecutivo, debemos
constituirnos en las torrenteras a través de las cuales se canalice el
descontento y la inconformidad ciudadana, al tiempo que estas encuentren
salidas prontas y eficaces por la vía de
la institucionalidad.
Ciertamente arribamos al Gobierno
en momentos difíciles para la Nación, pero siempre he dicho que las cosas
fáciles ya las hizo otro y quedan por hacer las difíciles. Este es el desafío,
bien dijo Thomas Carlyle “nos tocó una
época difícil, pues bien estamos aquí para mejorarla” y pondremos todo
nuestro empeño en tal propósito, tendiente
a contribuir a allanar el camino para alcanzar el más preciado, el bien supremo
de la Nación, la paz. Nada más, pero tampoco nada menos; si al final del
día hemos sido capaces de poner nuestro
grano de arena para hacerla posible nos podremos dar por bien servidos. Sólo
ello justifica mi paso por el gabinete ministerial y el sacrificio que para mí
significa dejar de escribir y publicar mis columnas semanales, con la ambición
de poderlas retomar en medio del post
conflicto y no en medio de esta
cruenta y cincuentenaria guerra que asola al país. Hasta entonces!
Bogotá, septiembre 14 de 2013
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