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martes, 12 de febrero de 2008

José Martí, apóstol de Cuba, maestro de las américas

Por: Alejandro Rutto Martínez

El 28 de enero de 1.853, en el hogar del sargento valenciano Mariano Martí y de doña Leonor Pérez nació un niño cuyo destino era cambiar la historia de Cuba, su país, mientras lograba que su huella y su letra quedaran impresas en las mejores páginas dedicadas a incentivar el espíritu libertario de los pueblos y a estimular a quienes tienen el compromiso noble y delicado de formar hombres y mujeres de bien.

Martí es el héroe, apóstol y símbolo de la querida Isla.

Pero es un maestro cuya voz se escucha aún en los confines de las Américas y en donde quiera que alguien desee mirar con valentía la posibilidad de labrar un destino libre de las cadenas de la esclavitud y de la ignorancia. 

Cuba y los cubanos podrían estar divididos por causa de variados temas y personajes pero Martí los une como sólido pegamento de su identidad.

La discusión, si la hubiera, no es en favor o en contra de Martí y su legado sino alrededor de cómo y cuánto se le quiere y cómo se utiliza la herencia que le dejó al mundo en términos de su aporte a la literatura, la educación y la conciencia política.

Con el permiso de mis nobles hermanos de Cuba, quiero hablar por un momento como martiano para decir que una buena forma de conocer al apóstol es a través de sus frases: frases sencillas, contundentes y expresivas.

He aquí, entonces, una pequeña antología de frases de este compatriota de la humanidad:

-Hombres recogerá quien siembra escuelas. Solo podemos dejarles a nuestros hijos raíces y alas.

-La casa es como un manantial perenne de donde sacamos fuerzas diarias y nuevas siempre frescas y siempre poderosas para la batalla de la vida.

-Solo hay un niño hermoso en el mundo, y cada madre la tiene.

-Sólo hay una cosa comparable al placer de hallar un amigo: el dolor de perderlo.

-Los hombres son como los zafiros, unos dan luz de sí, y otros brillan con la que reciben.

-Cambiar de amos no es ser libre.

-La madre del decoro, la savia de la libertad. el mantenimiento de la República y el remedio de sus males es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura

-Un pueblo instruido ama el trabajo y sabe sacar provecho de él; un pueblo virtuoso vivirá más feliz y más rico que otro lleno de vicios y se defenderá mejor de todo ataque.

-No hay buena educación sin instrucción. Las cualidades morales suben de precio cuando están realzadas por las cualidades inteligentes.

-Una escuela es una tregua de espíritus; ¡Ay de los pueblos sin escuela! ¡Ay de los espíritus sin temple!

-He ahí pues, lo que han de llevar los maestros por los campos. No sólo explicaciones agrícolas e instrumentos mecánicos, si no la ternura, que hace tanta falta y tanto bien a los hombres.

-Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

-Saber leer es saber andar. Saber escribir es saber ascender.

-La palabra no es para encubrir la verdad, sino para decirla.

-Contemplar la magia de la naturaleza es sembrar en el alma la riqueza de la vida.

-La libertad es el derecho que tienen las personas de actuar libremente, pensar y hablar sin hipocresía. La libertad no puede ser fecunda para los pueblos que tienen la frente manchada de sangre.

-El derecho del obrero no puede ser nunca el odio al capital; es la armonía, la conciliación, el acercamiento común de uno y del otro.

-La gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes.

- La única fuerza y la única verdad que hay en esta vida es el amor. El patriotismo no es más que amor, la amistad no es más que amor.

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